UN GRAN CONTRASTE

Un libro se tarda en escribir como mínimo alrededor de dos años o quizá dos años y medio. En el “Times Literary Supplement”, la publicación de crítica literaria más prestigiosa del planeta, aparecida en 1902, fue una de las lamentaciones de Virginia Woolf: Ella le confesaba a una amiga: “El TLS me manda una novela por semana; hay que tenerla leída el domingo, reseñar el lunes e imprimirla el viernes. Así es como hacen las salchichas en Estados Unidos, ya lo sabes.”

(Imagen — Virginia Soolf-Tulio Pericoli)

LA MUERTE DE VIRGINIA

El 28 de marzo se cumplirán 80 años de la desaparición de Virginia Woolf en las aguas del río Ouse. “Aquellos últimos 319 días de  1940 y 1941 de precipitada y lenta catástrofe— recordaría Leonard Woolf en “La muerte de Virginia”— fueron los días más terribles y agonizantes de mi vida. El mundo de mi vida privada y de la historia de Inglaterra y de las piedras y cemento de Londres se desintegraron. Rastrear su recuerdo sacándolo de la propia memoria, como debo hacerlo ahora si sigo recordando públicamente, es difícil y penoso. La renuente reminiscencia del dolor prolijo es peculiarmente penosa. La excitación en el momento de la catástrofe, el estímulo, día a día, hora a hora, minuto a minuto, de tener que hacer algo es un infalible calmante de la desgracia. Siempre me sorprendo al ver que, instantáneamente, olvidamos el dolor más agudo si podemos concentrarnos en algo distinto, incluso en una trivialidad. Mientras uno se concentra en cruzar una calle llena de gente, en Londres, la conciencia torturante de un dolor de muelas o de un fracaso amoroso se olvida completamente. Pero no hay distracciones ni alivios en el recuerdo personal de la infelicidad.

La pérdida de control de Virginia sobre su mente, la depresión y desesperación que acabaron en su muerte, empezó sólo un mes o dos antes de su final. Aunque los esfuerzos y tensiones de la vida en Londres y en Sussex durante los ocho meses que median entre abril de 1940 y enero de 1941 significaron para ella, como para cualquier ser viviente en aquella atormentada área, algo terrible, fue más feliz durante la mayor parte y su mente se mantuvo más tranquila de lo que era usual.

 

(…) En Virginia hay una suerte de quietísmo y de contemplación alerta de la muerte  reflejado en su Diario,  distinto a lo que es para todos nosotros a lo largo de nuestras vidas, algo alejado, irreal, visto por el lado equivocado del telescopio de la vida,  sino algo inmediato, extraordinariamente próximo y real, que cuelga perpetuamente sobre nuestras cabezas, algo que puede, a cada momento,,caer con gran estrépito… y aniquilarnos…. La muerte, creo, estaba siempre próxima a la superficie de la mente de Virginia, la contemplación de la muerte. Formaba parte de la profunda inestabilidad de su mente.  En aquellos últimos meses  de 1940, con la muerte rodeándola por todas partes, pensó: “Le dije a Leonard: no quiero morir todavía.”

 

 

(Imágenes— 1- Tullio Pericoli/ 2-Vanessa Bell- retrato de Leonard Woolf- 1940/ 3- Virginia Woolf)

LA VEJEZ DE VIRGINIA WOOLF

 

 

La argentina Victoria Ocampo, que quiso dedicar uno de sus ensayos a estudiar el ”Diario” de Virginia Woolf , destaca el tema de la evolución de la vejez en las páginas de la escritora inglesa. “ Vuelve siempre  al tema de la edad  — dice Ocampo —.A los cincuenta años se pregunta si le quedarán veinte para trabajar. El deseo de  escribir la devora. Escribir antes de morir, escribir siempre. Y “ este sentido devastador de la brevedad febril de la vida” la hace abrazarse como una náufraga al trabajo. Querría “ encarar la edad como una experiencia distinta de las otras, y registrar cada una de las etapas graduales hacia la muerte, que es una tremenda experiencia, y cuya llegada no es tan inconsciente  como la del nacimiento.”

Ya en 1926, Virginia se imagina vieja y fea con melancolía. En 1939, me deslumbraba — anota Ocampo —con su belleza y su conversación. Leyendo su “Diario” he comprendido por fin la causa de su enojo, cuando insistí, a mí paso por Londres, pocos meses antes de la guerra, para que se dejara fotografiar. ¿ Cómo, encontrándola  tan llena de encanto, hubiese podido sospechar su complejo? A los 47 años (1929) hace el balance de sus achaques, que aumentarán,  se advierte a sí misma. No son gran cosa. Se limitan  a usar gafas para leer. Comprueba que oye perfectamente. Hace, como de costumbre, largas caminatas. En suma, todo marcha bien, fuera de la necesidad de gafas. Pero pronto habrá que afrontar “la edad crítica”. ¿ Qué traerá? ¿ Cómo la soportará? Se hace toda clase de razonamientos para tranquilizarse. Es un recodo peligroso quizá,  pero a fin de cuentas se trata de un “proceso natural”. En nada afectará sus facultades. Ella se lo repite. Se lo repite demasiado. Uno adivina su temor de un colapso nervioso, como el que sufrió antes de la guerra del 14. Sin embargo, piensa, las pequeñas enfermedades han sido para ella experiencias fértiles. Otro tanto sucederá con la edad crítica; más de la mitad de los libros de Virginia  — y algunos de los más logrados — fueron escritos durante y después de la edad llamada crítica. Lástima — dice Ocampo — que una mujer armada de inteligencia, sensibilidad y capaz de manejar las palabras como ella, no describiera las etapas graduales de ese recorrido. ¿ Por qué no lo habrá hecho?  Pues así como la llegada gradual del morir es un proceso menos inconsciente que la llegada del nacer, el tránsito a la vejez es seguramente más consciente que el tránsito a la pubertad.”

 

(Imágenes— 1- Virginia  Woolf- Gisele Freund/ 2- Virginia Woolf- Tulio Prricoli)

“AL FARO” DE VIRGINA WOOLF

 

 

“Cuando uno lee “Al faro”, la novela de Virginia Woolf , se descubre  en ella lo que la escritora inglesa llamaba el”método de los túneles”, algo parecido a unas galerías subterráneas  del relato por donde  voces y conciencias discurren entremezclándose  para contar — según Virginia —“ las cosas que la gente calla.”  Para algunos lectores este libro  seguramente no aportará demasiado  ya que siempre , y eso es muy legítimo, aspiran  a descubrir  en una obra una acción exterior,  unos movimientos  concretos y palpables que desencadenen una historia. Para otros, en cambio, leer o releer este libro  — publicado en 1927 —será una revelación. Puesto que la acción exterior aquí apenas existe, está diluida; aquí casi todo es esencialmente interior y los movimientos son casi impalpables y  responden especialmente  a pensamientos, deseos, cavilaciones y esperanzas parecidos  a los que tenemos  todos los mortales: movimientos interiores que  poseen la misma fuerza que cualquier acción externa. ¿ Hay más vida en nuestros actos externos  o en nuestros pensamientos?

 

 

Virginia Woolf, cuando comenzó el libro en agosto de 1925,  venía de una “enfermedad creadora”, lo que ella llamó en un ensayo la “cualidad mística” que la enfermedad confiere al lenguaje literario. Redactó la primera parte ( unas veintidós páginas ) “en un ataque muy rápido y vigoroso”, como confesaría  en su “Diario”. Otras partes del libro le causaron  bastantes dudas, vacilaciones y gran trabajo.  Alecciona  ver toda la “carpintería” que precede a su  redacción, todas sus notas,  el dibujo preciso de las situaciones  para luego  ponerse a escribir con fluidez. Parecería leyendo “Al faro” que todo es fluidez y no es así. Cuando ella dice en una de sus Cartas   “el estilo es una cosa muy sencilla, no es más que ritmo. Se trata de algo muy profundo, mucho más arraigado que las palabras, una imagen, una sensación , crea una onda  en el pensamiento mucho antes que esa onda ha de transportar, y al escribir se hace preciso evocar esto y aplicarlo, y es después,   mientras la onda fluye y refluye en la cabeza, cuando surgen las palabras justas”, no quiere decir que todo sea facilidad. Tuvo que hacer una revisión del texto, metódica y tenaz , que le llevó muchos meses. Y se abrió a todas las interpretaciones de los lectores. “No quise darle “Al faro” ningún significado —le decía al crítico Roger Fry —. Se necesitaba  un eje central que vertebrada el diseño del libro. Me di cuenta  de que en torno a este eje se acumularían todo tipo de sentimientos, pero me negué a planteármelos y confié en que los lectores los convertirían en el depósito de sus propias emociones, puesto que cada quien lo interpreta de un modo distinto”.

”¿Cuál es mi posición – escribía en su “Diario” —respecto a lo que es interior y exterior?.Si pudiera atrapar el sentimiento, lo haría: el sentimiento del canto del mundo real mientras una es expulsada del mundo habitable por la soledad y el silencio. Si nunca sintiera estas tensiones extraordinariamente omnipresentes  — de desasosiego, o sosiego, o felicidad , o incomodidad — (decía en octubre de1929), flotaría y caería en la conformidad. Aquí hay algo con lo que luchar: cuando me despierto temprano me digo a mí misma: lucha, lucha.”

José Julio Perlado

 

 

 

(Imágenes —1- Foto Gisele Freund/ 2- Tullio Pericoli / 3- foto de Gisele Freund  – mesa de trabajo en el jardín de Virginia Woolf)

ENFERMEDAD Y CREACIÓN

 

 

”Una semana tendida en el sofá – escribe Virginia Woolf en 1930 – . Hoy estoy sentada, en el habitual estado de irregular animación. Por debajo de lo normal, con espasmódicos deseos de escribir, luego de adormilarme. Hace un día frío y hermoso y si mi energía y sentido del deber persisten , iré a Hampstead en coche. Pero dudo de que pueda escribir con ningún propósito. Una nube flota en mi cabeza.  Está una demasiado consciente del cuerpo y bruscamente sacada de la rutina de la vida para volver a la narrativa.  Una o dos veces he sentido ese batir de alas que me viene tan a menudo cuando estoy enferma; el año pasado, por ejemplo, en estas fechas estaba en la cama construyendo “Una habitación propia”. Si pudiera quedarme en la cama dos semanas más (pero no hay la menor posibilidad) creo que vería “Las olas” entero. (…)  Creo que, en mi caso, estas enfermedades son –¿cómo lo expresaría? –parcialmente místicas. Algo sucede en mi mente. Se niega a continuar registrando impresiones. Se cierra en sí misma. Se convierte en una crisálida. Me quedo echada, muy aletargada, a menudo con agudo dolor físico, como el año pasado; éste es sólo malestar. Luego de pronto, algo salta.”

 

 

La enfermedad, pequeña o grande, da a los artistas – como así lo recuerda Philip Sandblom en “Enfermedad y creación” – material para describir las dolencias, como ocurre en Charlotte Brontë, Chejov,  Dostoievski, Goya o Virginia Woolf.  Beethoven y Smetana – añade Sandblom – nos permiten escuchar con el mayor realismo los desagradables sonidos provenientes de sus oídos enfermos. Pero Virginía Woolf continúa en 1930 : “ Entonces empiezo a inventar mi historia, sea la que sea; las ideas acuden en tropel; a menudo, sin embargo, esto ocurre antes de que pueda controlar mi mente o mi pluma.  Es inútil tratar de escribir en esta etapa. Me gustaría tumbarme y dormir, pero me da vergüenza. Leonard se sacudió la gripe en un día y siguió ocupándose de sus asuntos estando enfermo. Y aquí estoy haraganeando aún, sin vestir, cuando Elly viene mañana. Pero como decía , mi mente trabaja en la ociosidad. No hacer nada es con frecuencia lo más provechoso para mí.”

 

 

(Imágenes- 1-Virginia Woolf – Tullio Pericoli/ 2-Virginia Woolf a los 18 años/ 3- mesa de trabajo de Virginia Woolf en el jardín de su casa)

LA METAMORFOSIS

 

escritores- fvhu. Franz -Kafka- Ene Splichal

 

Se cumplen ahora cien años de la publicación de «La metamorfosis» y el excelente crítico italiano Pietro Citati nos adentra en la mañana del 17 de noviembre de 1912, domingo, en la habitación donde Kafka aún está en la cama. «La noche antes – comenta Citati – escribiendo «El desaparecido» no había quedado satisfecho; le parecía que la novela empeoraba; luego soñó que un mágico cartero le entregaba dos mágicas e inagotables cartas de Felice. En ese momento, en la cama, esperaba al cartero real, con las cartas reales de Felice. Le esperó hasta las doce menos cuarto: en esas dos horas de terrible espera fue asaltado por su angustia recurrente, la angustia de ser expulsado del mundo, como un animal parasitario que los hombres pueden aplastar o emprenderla a puntapiés con él (…) Esa noche comenzaría a escribir «La Metamorfosis» que acabaría el 7 de diciembre de 1912 (…)

 

escritores- Kafka- Tullio Pericoli

 

En esos días – prosigue Citati -, en el pequeño cuarto de la Niklasstrasse se produjo una doble transformación. Escribiendo en su guarida nocturna, Kafka descendió cada vez más profundamente bajo tierra, donde ningún explorador de los abismos había penetrado antes que él. Como todos los grandes creadores reveló el don de asumir todas las formas y de mutar cada especie (…) También Tolstoi se convertía en insecto, caballo, pájaro, para transformarse en la vastedad del universo viviente. Kafka, en cambio, se transformaba sólo para descubrir las profundidades de él mismo. Mientras tanto, trasladaba al piso de la Niklasstrasse, donde vivía con sus padres, el piso de Gregor Samsa. Todo correspondía: el armario con la ropa, el escritorio y el sillón: el hospital más allá de la ventana, las luces de la calle que se reflejaban en la parte alta del cuarto, las puertas, la disposición de los otros cuartos del piso. De esta manera, durante un mes, su habitación se convirtió en el teatro de una tragedia que duró un invierno».

 

Kafka-rfvv-Le Monde- Associated Press

 

Hablando de «La Metamorfosis» recordaba en uno de mis libros que «Gógol voluntariamente inventa la desaparición de una nariz en San Petersburgo – que es lo inverosímil, pero que en principio es lo más fácil -, pero esa invención posee unas reglas propias de desarrollo que el escritor debe seguir a lo largo del relato, y eso es lo más  difícil ; y así también Kafka empieza una historia cuya primera frase dice así: «Cuando, una mañana, Gregor Samsa se despertó de unos sueños agitados, se encontró en su cama convertido en un monstruoso bicho», y esta sorprendente frase, a pesar del salto inverosímil y  de la audacia literaria que supone, es lo más fácil comparado con el resto: contar lo que le sucede a ese insecto (y contarlo con la lógica realista) en un edificio de apartamentos en Niklasstrasse de Praga.

Lo difícil es proseguir el relato».

 

escritores.-677y.-Kafka en Zürau en 1917

 

Es interesante anotar que cuando una edición de «La metamorfosis» de 1915 se estaba preparando, Kafka mandó una carta a la editorial en la que mostraba su alarma ante la posibilidad de que el ilustrador de la cubierta representara de algún modo al insecto que protagoniza la narración. En las Notas a la excelente edición de las «Obras completas» de Kafka al cuidado de Jordi Llovet ( Galaxia Gutenberg), se recoge esa carta: » El insecto mismo no debe ser dibujado. Ni tan sólo ser mostrado desde lejos… Si yo mismo pudiera proponer algún tema para la ilustración, escogería temas como : los padres y el gerente ante la puerta cerrada, o, mejor todavía: los padres y la hermana en la habitación fuertemente iluminada, mientras la puerta hacia el sombrío cuarto contiguo se encuentra abierta».

 

Kafka-unng-La Metamorfosis- edición de mil novecientos diciseis- wikipedia

 

En el fondo el escritor está valorando esa continuación lógica del relato que tanto le ha costado escribir, no su salto inicial – su principio, la audacia de su invención -, sino la continuidad de esa invención entre los personajes y el piso, que es lo más difícil.

(Imágenes.- 1.-enesplichal/ 2.-Kafka- caricatura de Tullio Pericoli/ 3.-Kafka en el campo, en 1917/ 4.-portada de «La Metamorfosis»- 1916)

 

IMITAR Y CREAR

escritores-vvghh- Proust- Tullio Pericoli

 

Hay una etapa en la creación en la que es obligatoria una actitud mimética. La mayoría de los grandes escritores han pasado por esa fase”, ha querido recordar el poeta y filólogo Luis Alberto de Cuenca, y el  director de la Real Academia Española, José Manuel Blecuaha completado: “Un escritor se hace con la lectura”.

El escritor empieza imitando, se sintetizó en unas recientes declaraciones. Ello es cierto. Pero el imitar y el crear a la vez se ha logrado también en figuras memorables de las letras. En 1908 Proust decide comentar un acontecimiento a través de una serie de «pastiches» o parodias. Se trataba de que un ingeniero francés, Lemoine, había hecho creer a Sir Julius Wernher, presidente de de la De Beers, que él podría fabricar diamantes, y ese escándalo estalla a principios de 1908. Marcel Proust publicará en «Le Figaro» una serie de parodias  glosando lo ocurrido como  si lo escribieran y describieran (es decir, «a la manera de»)  Balzac, Flaubert, Sainte-Beuve, Goncourt o Michelet entre otros. En un volumen, publicado en 1919, añadirá  Saint Simon, y quedarán inéditas las versiones correspondientes a Chateaubriand, Maeterlink y Ruskin.

 

Proust-innh- el mundo de Marcel Proust- larousse fr

 

El mayor especialista en la obra de Proust, como es Jean-Yves Tadié, destaca que lo que se propone el gran escritor francés es, acercándose a los rasgos dominantes y recurrentes de los autores citados, ejercer una doble crítica: analítica (bajo la forma de ensayo) y sintética ( bajo la forma de parodia). Proust se adapta al ritmo del autor imitado, incluso cuando se trata de su propio estilo. Cuando Proust publica estos textos en el periódico son elogiados por los entendidos en la materia, que admiran la maestría en un arte menos fácil de lo que parece, pues la inteligencia de Proust se une a la invención y se hermanan el talento y el genio.

 

 

escritores.-9jbbn.-Marcel Proust.-colección Martinie

 

Este género de la imitación – y a la vez de la creación – tendrá sus seguidores. Dos escritores franceses, Paul Reboux y Charles Muller, publicarán un volumen bajo el título «A la manera de…», pero será Proust quien quede absolutamente reconocido. Sus imitaciones-creaciones reunidas en «Parodias y misceláneas» (Alianza)  nos acercan a lo que hubieran escrito Balzac o Michelet en parecidas circunstancias. Proust recibe los elogios a sus parodias definiéndolas como «un ejercicio fácil y vulgar» y cuando alguno de sus amigos le expresa su admiración ante tal técnica literaria el escritor francés responde que en el fondo, con esas parodias, lo que ha querido de algún modo es enviar unas cartas de despedida a sus maestros antes de iniciar él su obra original. Tal obra será «A la busca del tiempo perdido».

 

 

(Imágenes.- 1- Marcel Proust- por Tullio Pericoli/ 2.-El mundo de Marcel Proust- larousse.fr/ 3.-Marcel Proust- foto H. Martinie)

 

ELOGIO DE LOS PRÓLOGOS

Escritores.-3d3.-Sranislw Lem.-wikipedia

 

«El arte de los prólogos – dice Stanislaw Lem en «Un valor imaginario«(Bruguera)  -lleva tiempo clamando por que se le otorguen títulos de nobleza. Asimismo, yo llevo tiempo sintiendo el apremio de dar satisfacción a esa literatura marginada, que guarda silencio sobre sí misma desde hace cuarenta siglos, esclava de las obras a las que vive encadenada (…) Tiene este género, sometido a tan duras pruebas, su estado inferior, el de los Prólogos mercenarios, porteadores, jornaleros y oscuros, ya que la esclavitud degrada (…) Además de los prólogos comunes existen jerarquías: Prefacios e Introducciones; no hay tampoco igualdad entre los Prólogos corrientes, ya que son dos cosas muy diferentes un prólogo a un libro propio y uno hecho para un libro ajeno (…) El prólogo es a veces un sobrio entrar en materia, dictado por la dignidad y la responsabilidad, una garantía avalada por la firma del autor o, en otras ocasiones, una manifestación – forzada por las conveniencias sociales, superficial aunque amigable – del compromiso, en realidad simulado, que una persona revestida de autoridad contrae con el libro.»

 

POLAND LEM OBIT

 

Y así va contando el escritor polaco sus teorías sobre el prólogo para adentrarse después en diferentes prólogos a libros inexistentes: «Necrobias» de Strzybisz, «La Eurintica» de Reginald Gulliver, la «Historia de la literatura bítica» en cinco volúmenes, la «Extelopedia Vestrand» o «El Golem XlV» publicado en 2029.

Es la fantasía transformada en prólogo, la imaginación desbordada en introducciones a obras nunca escritas, una muestra del gran ingenio de Lem. El prólogo ha sido a veces denostado e infravalorado, se ha pasado sobre él en ocasiones con descuido y frivolidad. Y sin embargo grandes prólogos escribió Borges reunidos después en  su «Biblioteca personal» y estudios certeros y completos se han hecho sobre «el prólogo como género literario«, como los analizados por Alberto Porqueras Mayo. En su gran trabajo – que luego descenderá a considerar «El prólogo en el Renacimiento español» y  «El prólogo en el manierismo y barroco españoles» – , el profesor Porqueras alude a prólogos importantes, algunos de ellos revestidos de doctrina y con un estilo bello y solemne. Así, por ejemplo, los de Juan de Mena, Alvaro de Luna, el Marques de Santillana y el prólogo al «Cancionero de Baena«. Mención aparte serían los famosos prólogos al Quijote, con la gracia novelística del primer prólogo de 1605, como señala Elías R Rivers, tan distinta a la del célebre prólogo de la Segunda Parte, de 1615.

 

escritores-bbhh-Borges- Tullio Pericoli

 

Hace ya cinco años quise rescatar en Mi Siglo un prólogo de memorable prosa como es , a mi parecer, el de OrtegaVeinte años de caza mayor», del conde de Yebes, y ese extracto  lo reproduzco nuevamente aquí:

 

paisajes.- 477h.- caza.- Max Liebermann.- 1913

 

“De pronto, un ladrido de can apuñala el silencio reinante – escribe Ortega . -Este ladrido no es meramente un punto sonoro que brota en un punto del monte y allí se queda, sino que parece estirarse rápido en una línea de ladra. Oímos y casi que vemos correr suelto el ladrido, hilvanarse veloz por el espacio con algo de errática estrella. En un instante, sobre la placa del paisaje se ha trazado la raya del ladrido. A este siguen muchos de voces distintas avanzando en el mismo sentido. Se adivina la res que, levantada, va en carrera vertiginosa, como viento en el viento. Todo el campo se polariza entonces; parece imantado. El miedo del animal perseguido es como un vacío donde se precipita cuanto hay en el contorno. Batidores, perros, caza menor, todo allá va, y aun los pájaros, asustados, vuelan presurosos en esa dirección. El miedo que hace huir a la res sorbe entero el paisaje, lo succiona, se lo lleva corriendo tras de sí, y hasta al mismo cazador, que por fuera está quieto, le golpea el corazón montado en su taquicardia. El miedo de la res… Pero ¿es tan cierto que la res tiene miedo? Por lo menos su miedo nada tiene que ver con lo que es el miedo en el hombre. En el animal el miedo es permanente, es su modo de existir, es su oficio. Se trata, pues, de un miedo profesional, y cuando algo se profesionaliza es ya otra cosa. Por eso, mientra el pavor hace al hombre torpe de mente y moción, lleva las facultades del bruto a su mayor rendimiento. La vida animal culmina en el miedo. Sortea el venado, certero, el obstáculo; con precisión milimétrica se enhebra raudo por el hueco entre dos troncos. Hocico al venteo, corvo hacia atrás el cuello, deja gravitar a su paso la regia astamenta que equilibra su acrobacia, como el balancín la del funámbulo. Gana espacio con prisa de meteoro. Su pezuña apenas toca la tierra; más bien – como dice Nietzsche del bailarín – se limita a reconocerla con la punta del pie; reconocerla para eliminarla, para dejársela atrás. De súbito, sobre el lomo de un jaro aparece al cazador el ciervo; lo ve sesgar el cielo con garbo de constelación, lanzando allá al dispararse los resortes de sus cabos finísimos. El brinco de corzo o venado – y más aún el de ciertos antílopes – es, acaso, el acontecimiento más bonito que se da en la Naturaleza. De nuevo gana el suelo a distancia, y acelera su fuga porque le andan ya en los jarretes resoplando los perros – los perros, fautores de todo este vértigo, que han transmitido al monte su genial frenesí y ahora, en pos de la pieza, con la lengua péndula, tendidos a todo su largo los cuerpos, galopan obsesos: podenco, alano, sabueso, lebrel”.

animales.-teed.-perro.- Andrew Wyeth

 

(Imágenes. – 1. -Stanislaw Lem-wikipedia/ 2-Stanislaw Lem/ 3.- Borges, por Tullio Pericoli/ 4.-Max Liebermann- 1913/ 5.-Andrew Wyeth)

 

EL ALMA DEL ROSTRO

rostros.-67juu.-Pierre Houcmant.-1982.-La confrontation

«Pensemos en el momento en que nos encontramos con una persona a la que nunca hemos visto – dice Tullio Pericoli en «El alma del rostro» (Siruela) -: es tan fuerte el deseo de averiguar, por su rostro, cómo es esa persona, si me es afín o no, qué carácter tiene, que casi la devoramos con los ojos. Por alguna rendija tratamos de entrar dentro de ella, para sacar algo de su interioridad, algo que está a mayor profundidad que su cara. Lo primero que querría saber, al encontrarme con otro rostro, es si la persona a la cual pertenece ese rostro me será amiga». Varias veces en Mi Siglo he hablado del rostro. Sobre todo de las palabras de Emmanuel Lévinas «el rostro es lo que no se puede matar, o, al menos, eso cuyo sentido consiste en decir: «No matarás». Ahora que tantos rostros se desprecian y destrozan bajo estampidos de matanzas incontroladas – rostros de adultos, rostros de niños -, esos mismos rostros y otros muchos nos interrogan sobre el valor de  la dignidad.

rostros.-5990n.-Andrzej Dragan

«Yo miro siempre un rostro con interés –continúa Pericoli -. Lo interrogo y espero una respuesta. Una respuesta que sin embargo temo, porque en ese momento estoy poniendo en juego también mi rostro. Valéry dice que nuestro rostro nos es extraño. Pero ¿es exactamente así? Yo creo que, aunque no nos demos cuenta, siempre tenemos conciencia de nuestro rostro. Estamos siempre en relación con nuestro rostro y sabemos que es la primera imagen que ofrecemos a los demás. Es nuestro rostro el que nos obliga a ponernos en relación con los ojos fugitivos de un transeúnte».

rostros.-tvbn.-Andrezj Dragan

El rostro ha sido siempre tema de precisos ensayos y de exposiciones. A veces, ese rostro reflejado en autorretratos de artistas, como sucede ahora con la muestra que está teniendo lugar en Copenhage. «Muchas veces, cuando cierro los ojos – escribió  John Berger en «Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos» (Hermann  Blume) -, se me aparecen unas caras. Lo más extraordinario en ellas es su claridad. Cada cara tiene la nitidez de un grabado. (…) La cara me mira de frente y, sin palabras, sólo con la expresión de los ojos, afirma la realidad de su existencia. Como si mi mirada hubiera gritado un nombre, y la cara, al devolvérmela, respondiera: «¡Presente!».

rostros.-6gyyn.-Yousuf Karsh

Ese «presente» en la actualidad de los rasgos es lo que Umberto Eco evoca al recordar que el rostro es el espejo del alma. En ocasiones, esos rasgos son tan reveladores que ellos amenazan con desvelarnos incluso la profesión del padre. En «De los espejos y otros ensayos«, Eco anota lo que Alejandre Dumas va dibujando en un rostro de «Los tres mosqueteros«: «Rostro largo y moreno; pómulos salientes, señal de astucia; músculos maxilares enormemente desarrollados, indicio por el que se reconoce infaliblemente al fanfarrón… ojos abiertos e inteligentes, nariz ganchuda, pero de línea elegante..

Señales que van abriendo poco a poco el misterio del rostro y rostro que va mostrando poco a poco una actitud. Rostros entreabriendo secretos y secretos a los que puede acompañar la música.

(Imágenes:- 1.-Pierre Houcmant/  2 y 3.-Andrzej Dragan/ 4.-Yousuf Karsh)

(video: The Cinematic Orchestra.-To Build a Home)

GÓGOL Y SAN PETERSBURGO

 

gogol-1-filmplusorg

«¿Qué fascinó a Gógol en San Petersburgo? – se pregunta Nabokov en su gran monografía sobre el escritor ruso(Littera).- Los numerosos letreros de tiendas. ¿Qué más? El hecho de que los transeuntes hablasen solos y «gesticulasen en voz baja» mientras caminaban. A quienes gusten investigar este tipo de cosas puede resultarles interesante descubrir el tema de los letreros de tiendas profusamente expuesto en sus últimas obras y a los transeúntes que hablaban entre dientes en el personaje de Akaki Akákievich de «El abrigo«. Estas conexiones son un poco demasiado fáciles y, por ello, probablemente falsas».

Hoy, que se celebra el bicentenario del nacimiento de Nikolái Gógol , venido al mundo el 1 de abril de 1809 en la luminosa ciudad mercantil de Sorochintzy, provincia de Poltava, Pequeña Rusia, releo aquellos paseos de este escritor del que ya hablé hace meses en Mi Siglo  aludiendo a su asombroso relato «La nariz«. «Las impresiones – recuerda Nabokov– no hacen buenos escritores; los buenos escritores se las inventan en su juventud y después las utilizan como si hubiesen sido reales en un principio. Los letreros de las tiendas del San Petersburgo de finales de los años veinte fueron pintados y multiplicados por el propio Gógol en sus cartas con el fin de transmitir a su madre – y tal vez a su propia imaginación – el significado simbólico de la «capital» en contraposición a las «ciudades de provincias» que ella conocía. (…)gogol-3-por-tullio-pericoli

 Las murmuraciones de los transeúntes eran de nuevo simbólicas; esta vez, un efecto auditivo cuyo propósito era el de reproducir la febril soledad de un pobre hombre en una muchedumbre opulenta. Era Gógol, y sólo Gógol, el que hablaba solo mientras caminaba, pero el monólogo era repetido como un eco y multiplicado por las sombras de su mente. Pasando, por así decirlo, a través del temperamento de Gógol, San Petersburgo adquirió una reputación de rareza que mantuvo durante casi un siglo, perdiéndola cuando dejó de ser la capital de un imperio (…) Su auténtica rareza, sin embargo, quedaba demostrada y expuesta cuando un hombre como Gógol caminaba por la Avenida Nevski.(…) Gógol, el ventrílocuo, tampoco era del todo real. Como un colegial caminaba con perversa perseverancia por el lado equivocado de la calle, llevaba el zapato derecho puesto en el pie izquierdo, emitía sonidos matutinos de patio en medio de la noche y distribuía los muebles de su habitación de acuerdo con una especie de lógica de «Alicia a través del espejo«. No es de extrañar que San Petersburgo revelase su excentricidad cuando el ruso más raro de Rusia recorría sus calles». La ciudad vertía también su expresionismo en la prosa de Gógol: «La acera pasaba a gran velocidad bajo él, los carruajes con sus veloces caballos parecían inmóviles, el puente se estiraba y se rompía en medio de su arco, había una casa puesta al revés, una garita de centinela se dirigía tambaleándose hacia él, y la alabarda del centinela junto con las letras doradas del letrero de una tienda y unas tijeras pintadas en él parecían brillar en la pestaña misma de su ojo».

Así describía Gógol San Petersburgo y así la ciudad parecía mirarle a él.

(Imágenes: 1.-caricatura de Gógol.-filmplus.org/ 2.-caricatura de Gógol.-por Tullio Pericoli)