EL ARTE DE DOSTOIEVSKI

A un gran número de lectores de literatura rusa habría que preguntarles. ¿ Usted a quién prefiere? ¿ A Tolstoi o a Dostoievski? Quizá con más razón en estos días en que se celebran los doscientos años del nacimiento del autor de “Crimen y castigo”. Recuerdo perfectamente cuando compré en Roma, en 1963, la traducción francesa del luminoso libro de Steiner ”Tolstoi o Dostoievski”. Con mis 27 años de entonces, me sumergía tarde tras tarde, de la mano de Steiner, en las distinciones entre epopeya y drama, en el paralelismo entre los dos gigantes de la novela y en sus diferencias. El tiempo pasa pero los libros subrayados y anotados adquieren una nueva vigencia: indican las emociones y atenciones que se vivieron en su día y los aprendizajes y las lecciones. Por ejemplo, la relación de Dostoievski con el teatro — todos los bocetos para sus grandes obras, señala Steiner, Dostoievski los escribe como escenas teatrales atendiendo a lo dramático; por ejemplo también, la importancia de los periódicos contemporáneos en ”Crimen y castigo”, en ”El idiota”o en ”Demonios” —Dostoievski era un devorador de periódicos; los hechos reales en “ Los hermanos Karamazov”, la composición de los diálogos y su rapidez, la relación entre tragedia y juego, la figura de ”El idiota” en la que el bien y el mal se entremezclan. ”Las palabras cargan su contexto de energía y de violencia latente — dice Steiner—.Los gestos se reflejan en las palabras no como una realidad concreta exterior a ellas, sino como una metáfora explosiva desencadenada por la fuerza de la sintaxis. Un diálogo en Dostoievski se transforma en tensión dramática”.

Este libro, como tantos otros, ha viajado conmigo de Roma a París o a Madrid. Podría hacerse otro libro sólo con las acotaciones marginales que uno agrega. Sería interesante desvelar los caminos que uno ha recorrido en el campo de las lecturas: dónde se ha detenido, qué le ha llamado la atención, qué ha aprendido a lo largo del tiempo. En el caso de Dostoievski el análisis pormenorizado de ”El idiota” me impresionó o las 60 horas cruciales en la tercera parte de ”Demonios”. Son lecciones que perduran.

Ahora, en estas conmemoraciones, todo eso vuelve a la actualidad.

José Julio Perlado

( Imágenes- 1- Vasiliev- San Petersburgo iluminado-1869/- wikipedia/ 2- Sadovnikov- San Petersburgo- 1862)

DETALLES DE LA EPOPEYA



“A finales de 1863, en Tolstoi se comprueba que las notas de su ‘Diario” se abrevian y se espacian. “ Ya no tenía tiempo ni ganas —dice Henri Troyat— de analizarse. Sufrimientos y alegrías movilizaban su atención. En 1865, cerraría por más de trece años el cuaderno donde había tenido por hábito relatar su vida. Pero antes escribió esta confesión: “ Mis relaciones con Sonia se han afirmado, consolidado. Nos amamos, es decir, somos más queridos el uno por el otro que los demás humanos y nos observamos más serenamente. No tenemos secretos ni nada que nos haga sonrojar. Somos felices juntos como no lo es, probablemente, uno entre un millón.” Y por su parte, Sonia escribía en su “Diario”: “¿Existe pareja más unida y feliz que nosotros? A veces cuando me quedo sola en mi habitación me echo a reír y me persigno.”

Él entraba en esos meses y años en una creación difícil. Fue lentamente, por impulsos, mientras iba escribiendo, que el plan de la obra se precisó en su mente. El mismo título, “Guerra y Paz”, lo encontró mucho después. Todo el invierno de 1863- 1864 consagró León Tolstoi a familiarizarse con la época que quería resucitar en su obra.


George Steiner es uno de los autores que mejor han diseccionado al escritor ruso. “Guerra y paz” es un poema de historia, pero de una historia vista bajo la luz específica, o bien, bajo la oscuridad específica de un determinismo Tolstoiano. La metafísica de Dostoievski se ha estudiado muchas veces, dice, y es una de las fuerzas originarias del existencialismo moderno, pero Tolstoi es distinto. Steiner habla continuamente de su fuerza homérica y recuerda las frases de Virginia Woolf cuando decía que “ si hablar de otra novela que no sea la novela rusa no será una pérdida de tiempo.” Tolstoi aborda Rusia y Europa como tema literario. Conociendo Europa, dira Tolstoi, conoce uno su propia patria. Y luego entra abundantemente en el terreno homérico, en la descripción que Tolstoi hace, por ejemplo, de los objetos. Pocos han estudiado bien, dice Steiner, la técnica de los novelistas rusos. Hay predilecciones y alejamientos. Se comprueba en las clases de Nabokov su admiración por Tolstoi y no precisamente por Dostoievski.

Ya desde el preludio de “Guerra y Paz” se advierten evocaciones de la poética clásica. Refiriéndose a “Anna Karenina”, Steiner advierte el paralelismo con una obra musical: efectos de contrapunto y de armonía al dibujar a las familias. También instantes antológicos. Hay un momento en que Levine recuerda unas palabras de San Pablo y dice Steiner que resuelven la ambigüedad latente y nos lleva hasta una armonia espiritual en los grandes conflictos de la novela. Como siempre en Tolstoi, los medios técnicos le sirven para exponer una filosofía. Todos los tesoros de invención mostrados en “Anna Karenina” – recuerda Steiner— tienden a esta lección que Levine recibe de un viejo campesino: “Nosotros debemos vivir no por nosotros mismos sino por Dios.”

Es lo homérico ya desde “Infancia y Juventud” y seguiá en muchas otras obras. Es la alegría de la visión homérica y es la armonía entre el hombre y el mundo. Es el orden del universo sobre la vida de los hombres y es la alegría de vivir.”

José Julio Perlado


(Imágenes— 1-Tolstoi en familia/ 2-Tolstoi con su mujer/3-Tolstoi arando- Repin/ 4-Tolstoi descansando en el bosque/ 5- Tolstoi trabajando- Wikipedia)

EL YO-NO-SÉ-QUÉ DE LA POESÍA

 «En la infancia del mundo dice Shelley -, ni los poetas mismos, ni sus oyentes, se dan cuenta cabal de su excelencia; porque la poesía obra de una manera divina e imperceptible, más allá y por encima de todo saber consciente; y queda reservado para las generaciones futuras el contemplar y medir la causa y el efecto poderosos en toda la fuerza y esplendor de su conjunción«. Con frecuencia se ha recordado que no puede un hombre decir: «Voy a componer poesía»: las «visitaciones» evanescentes que le rodean llegan de un modo imperceptible y potente, y los pasajes más bellos de un poema no son producidos, en principio, por el trabajo y el estudio. Ese «yo-no-sé-qué» de la poesía se hace inexpresable para el propio poeta, hasta el punto de que alguno ha confesado: «yo no sabía lo que iba a escribir hasta que yo lo leo como ustedes lo hacen.., como si esos escritos no fueran míos».

Es la invasión de una voz que rodea al poeta, una voz que le habla obligándole a escribir, la invasión de la voz del misterio. «Hay en la poesía como en las otras artes – se recordaba ya hace dos siglos – ciertas cosas que no pueden expresarse, que son como quien dijera misterios. No hay preceptos para enseñar las ocultas gracias, los irrazonables encantos, y todo ese secreto poder de la poesía, que pasa al corazón como no hay método para enseñar a gustar; es un puro efecto de la naturaleza«.

Este «yo-no-sé-qué» del escribir, tan nítido muchas veces en la poesía, se descubre en ocasiones también en la prosa. Cuenta Claudio Magris, evocando sus paseos con el escritor judío Isaac B. Singer por los Alpes suizos («Ítaca y más allá«) (Huerga – Fierro), cómo él le hablaba de uno de sus cuentos, «No visto«, «grandísima fábula – dice Magrissobre el conflicto entre ley y pasión. Singer no sabía que había escrito todo esto: sabía que había contado una historia extraña, que había representado a dos cónyuges ancianos y rechonchos, que había esbozado el gesto con el cual uno de ellos se lleva la comida a la boca, el color de una tarde o el bochorno de un perezoso verano. Había escrito una historia pero quizá, como Kipling, no había sabido explicar – y quizá ni siquiera comprender – su significado«.

Ese significado tampoco lo encuentra de inmediato Kafka sobre su relato «La Condena«. En carta a Felice Bauer del 2 de junio de 1913 le pregunta: «¿Encuentras en «La Condena» algún sentido, quiero decir algún sentido directo, coherente, rasteable? Yo no lo encuentro, y tampoco puedo explicar nada sobre el particular. No obstante contiene muchas cosas singulares. (…) Naturalmente no se trata sino de cosas que he descubierto más tarde. Por lo demás, la historia entera fue escrita en una noche, desde las once de la noche hasta las seis de la madrugada«. No es hasta meses después, en febrero de 1913, cuando Kafka comente en su «Diario«: «Con ocasión de estar corrigiendo las pruebas de imprenta de «La Condena» voy a anotar todas las correlaciones que se me han vuelto claras en esta historia, en la medida en que las tenga presentes«.

«El poema – ha recordado Steinerviene antes que el comentario. El poema, la pintura, la obra musical y, en especial, el texto literario (…) son vistos como los pre-textos para el comentario«. La nube de comentarios planea luego incesante  sobre ese misterio del «yo-no-sé-qué» balbuciente, virgen, intacto, que ni siquiera el creador descubre. En la soledad nocturna de Kafka o en la diurna de Singer y de tantos otros, el «yo-no-sé-qué» he pintado, he compuesto o he escrito muchas veces es un regalo en sí mismo, en ocasiones enigmático, casi siempre muy bello.

(Imágenes:-1- Mytic Scape 1.-2007.-Lee Jeonglok. –Arario Gallery.-Seul.-Korea.-artnet/ 2. Big Blue.-2007 –Pinaree Sanpitak.-100 Tonson Gallery.-artnet)

MÚSICA DEL AJEDREZ

AJEDREZ.-B

Los dedos de la música evolucionan en el aire antes de posarse en la torre o en el alfil, antes de aterrizar en el suelo de las matemáticas. Las matemáticas ordenan y desordenan el cerebro del tablero y la mano, conducida por la mente que ha tardado en decidir pero que ya ha decidido, mueve al fin una pieza esencial que modificará el ritmo de la partida y nos llevará a la salvación o al jaque mate. «La música, las matemáticas y el ajedrez – nos dice SteinerSteiner en «The New Yorker») (Siruela) – son, en algunos aspectos vitales, actos dinámicos de localización. Unos elementos simbólicos son dispuestos en hileras que tienen un significado.(…) La música y las matemáticas figuran entre las maravillas más destacadas de la raza humana (…) El ajedrez, por otra parte, es un juego en el que treinta y dos figuritas de marfil, cuerno, madera o metal o (en los campos de prisioneros) serrín pegado con cera de zapatos se arrastran de un lado a otro sobre sesenta y cuatro casillas de colores alternados. (…) Para un verdadero jugador de ajedrez, llevar de un lado a otro treinta y dos figuras sobre 8 x 8 casillas es un fin en sí mismo, todo un mundo al lado del cual la mera vida biológica, política o social resultan desordenadas, rancias y contingentes».ajedrez.-16

De aquí esa fascinación de los ojos clavados sobre las combinaciones del tablero, el movimiento mental de las piezas que atacan o defienden, la estrategia de ritmos que jamás adivinará el contrario, la música silenciosa de la mano que siempre toma su tiempo antes de salir al escenario. Los ajenos al ajedrez no descubrirán nunca música o poesía en este juego, y en cambio sus devotos advertirán enseguida cuánta poesía ycuánta música esconden las artimañas de un caballo o la protección de un rey. Nabokov recordaba que «los problemas de ajedrez exigen del compositor las mismas cualidades que caracterizan cuaquier otra actividad artística: originalidad, inventiva, concisión, armonía, complejidad, y una espléndida falta de sinceridad. Componer en esta trama de ébano y marfil es un don infrecuente y una ocupación dispendiosamente estéril; pero todas las artes son inútiles, divinamente inútiles, si se las compara con un buen número de populares ocupaciones humanas. Los problemas son la poesía del ajedrez, y esa poesía, como toda poesía, está obligada a intervenir con su florete en los diversos conflictos que enfrentan a las viejas y nuevas escuelas«.

Mientras tanto la mano sigue calculando pros y contras en el tablero de los movimientos, precisión en sus combinaciones matemáticas. Luego decidirá en el aire y el  aire llevará los dedos seguros bajando en picado hasta las piezas. Al fin un definitivo jaque mate suena a música.

CRIMEN Y CASTIGO

«En esa iglesia, me dice un amigo, -va contando Claudio Magris en un viaje que hizo por Varsovia en 1989 -, se ve de vez en cuando a un viejo cura que confesó a Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz, antes de su ejecución. Me maravillo de que Höss se confesara; pocas semanas antes había escrito su libro autobiográfico sobre Auschwitz, un libro tremendo y grandioso donde el horror se cuenta con imperturbable objetividad, sin arrepentimientos ni reticencias, sin buscar atenuantes y sin esconder nada, sin comentario ni juicio, como si quien canta ese infierno fuera la naturaleza indiferente e impasible, que no esconde ni justifica nada y no se arrepiente de nada. La confesión duró trece horas, divididas en tres sesiones. No entiendo por qué fue necesario tanto tiempo. Si uno de nosotros no se confiesa durante muchos años – sigue diciendo Magris -, necesitará después horas y horas para hacer la lista de las innumerables, pequeñas y mezquinas culpas con las que se mancha cada día. Pero a Höss le habría bastado medio minuto, el tiempo de decir: «He asesinado a millones de personas.»
Todo esto lo cuenta Magris en el Corriere della Sera, a través de cuarenta crónicas de viaje que reúne en su libro «El infinito viajar» (Anagrama). Aquella pregunta que queda formulada en «Enrique de Ofterdingen«, la gran novela de Novalis, interrogando «¿Adónde os dirigís?» y contestando, «Siempre hacia casa«, nos lleva a ese gran retorno en el que el viaje aparece como odisea o metáfora del recorrido atravesando la vida. Se ha escrito mucho sobre el viajar, pero aquí el gran autor triestino contrapone en su soberbio prólogo las dos formas de entender el viaje: la concepción del viaje circular, que implica el retorno final al hogar o a la patria ( desde Homero hasta Joyce), y la otra forma, en la que el desplazamiento es rectilíneo y cuya meta final no es otra que la muerte, que se intenta diferir gracias al «infinito viajar«, a la transformación conforme nos vamos desplazando, una transformación que se procura lograr mediante la escritura.

Magris viaja no solamente sobre la piel de las ciudades o los paisajes sino que entra en las vidas gracias a un viaje naturalmente culto, como un Danubio que surcara conversaciones, reflexiones e historia, tal como él hizo hace años con el célebre río. También aquí hay microcosmos, otra de sus obras más relevantes. Cuando entra en el apartamento del primer piso de la calle Kaznachéiskaia 11 en Leningrado, se encuentra con los cuartitos abuhardillados y las escaleras mal iluminadas donde vivía Raskólnikov y donde se escribió «Crimen y castigo«. «Con un genio en el que la caridad cristiana se entrelazaba con la más turbia experiencia del nihilismo moderno – dice Magris -, Dostoievski mostró cuán trágica y al tiempo ridículamente banal es la seducción transgresora, que invita a infringir la ley moral en nombre del insondable y fangoso fluir de la vida; sus héroes, como Raskólnikov o cada uno de nosotros, son grandes en el sufrimiento y a la postre en la protervia que induce a dejarse deslumbrar por la bazofia del mal, interpretando al pie de la letra los primeros libros que se ponen a tiro, devorados apresuradamente y mal digeridos. Tal vez sólo Dante haya logrado en igual medida hacer hablar a sus personajes desde el interior de sus dramas, sin arrollarlos con el decálogo de valores en que creía firmemente. Dostoievski no impone ni siquiera a sus figuras más abyectas, a la voz de su desgarrada depravación, el Evangelio; es más, es precisamente éste el que le intima a escuchar, sin censuras, las expresiones más disonantes del corazón humano. En esa Divina comedia moderna que es su narrativa, los cercos dantescos se han transformado en las escaleras y los pasillos oscuros de los barrios populares de la metrópoli, el paisaje más verdadero de nuestra poesía, nuestro teatro del mundo».
Se sabe que hay lectores más inclinados a la epopeya homérica de Tolstoi que al drama abierto siempre por Dostoievski, y al revés. Steiner lo estudió muy bien trazando su distinto paralelismo. Pero se esté o no más inclinado a Dostoievski que a Tolstoi, estas páginas de Magris nos hacen viajar no sólo por la epidermis de los paisajes sino por las alcantarillas del ser humano. Ahí está, entre otros, Rudolf Höss con su castigo y su crimen y ahí también Raskólnikov con su crimen y castigo.
(Imágenes: Rudolf Höss.-law.umkc.edu/ «Raskólnihov y Marmeladov», por Klodt Michail Petrovich, upload.wikimedia.org/ Rakólnikov, adaptación de «Crimen y castigo», director Lev Kulidzhamov.)