GRITO Y SILENCIO EN MUNCH

«Una noche anduve por un camino – escribió Edvard Munch -. Por debajo de mí estaban la ciudad y el fiordo. Estaba cansado y enfermo. Me quedé mirando el fiordo, el sol se estaba poniendo. Las nubes se tiñeron de rojo como la sangre. Sentí como un grito a través de la naturaleza. Me pareció oir un grito. Pinté este cuadro, pinté las nubes como sangre verdadera. Los colores gritaban”. Este grito, tan comentado en la historia del arte, ha evocado otros gritos en la historia de la literatura, como el que cita el estudioso George Heard Hamilton al hablar de la pintura en Europa desde 1880 a 1940 (Cátedra): «sólo algunos años más tarde que Munch, y en un ambiente muy diferente, el grito de la naturaleza resonaría misteriosamente en un acto de «El jardín de los cerezos» de Chejov (1904), donde también una sola persona lo oiría».

Gritos y rotos silencios en obras teatrales memorables: silencio  final sobrecogedor en «La voz humana» de Cocteau; silencio definitivo y dramático en «Monólogo antes del desayuno» de O`Neill.  Gritos de seres humanos que unas veces llegan desde la naturaleza y otras se enroscan en gargantas desesperadas. Silencios ahogados, gritos estremecedores.

Cirlot recuerda en «Del expresionismo a la abstracción» que el color en Munch « es sordo y crepitante, con reflejos de masa en ignición, rojos y carmines intensos en contraste con rosados y masas de negro. Sus formas siguen esquemas de masas y líneas horizontales o se enroscan en torno a centros atractivos, operando por condensaciones y dilataciones. Todo eso está presente en la creación de Munch, que parece puesta al servicio de una tendencia profética: la de delatar el «grito» no proferido«.

Ahora el Museo Pompidou de París expone la pintura de este célebre noruego expresionista. Aunque no está «El grito«, allí aparecen, entre otros, sus «Caballos al galope«.

Fue en 1896, mientras el dramaturgo Strindberg publicaba un artículo favorable a la labor de Munch, cuando las reseñas periodísticas aparecieron en cambio muy críticas: «Munch tiene todo y nada – declaraba un periódico- , cielos iluminados con tintas violentas a la manera de Gauguin, ásperas litografías que recuerdan a Vallotton, paisajes informes y seres humanos que parecen gusanos. Alguien le preguntó a Toulouse- Lautrec, ese artista supremo, lo que pensaba de esos caprichos noruegos, y él comentó:

«Hablaba yo el otro día con un entrenador en Longchamp acerca de uno de esos caballos, que estaba a punto de participar en una carrera, y él rezongó: «Es más bien malo que bueno, pero estoy seguro de que armará cierto lío en la pista«.

Son los ruidos de Munch en las reyertas callejeras.

Son las soledades del pintor en su estudio.

Son los silencios de sus resplandores.

(Imágenes: 1.- «El grito»/ 2.-«Caballos al galope».-1910-1912.-Museo Munch.-Adagp.-París/ 3.-la bagarre.-1932-1935.-Museo Munch.-Adagp.-París/ 4.-autorretrato. muelle 53.-Am Strom, Waenemünde.- 1907./ 4.- Solem.-Museo Munch.-Adagp-París)

EL SILENCIO, EL VERANO (1)

El silencio, los patios…

El silencio, el océano…

El silencio, las plantas…

El silencio, las casas y las flores…

El silencio, las hojas…

Paseos ante el silencio.

Ante la tierra.

Ante el mar.

(Imágenes:- isla de la Palma.- Canarias.- julio 2011.-fotos JJP)

 

PASEOS DE SOLEDAD Y SILENCIO

Cuando se sube a los silencios desde el cauce del río vienen todas las sombras con nosotros, desgastadas pisadas de viajeros, rozadas piedras…

Ascienden las soledades empinadas, contraluces en muros…

Pero cuando se baja del silencio hacia el cauce del río se abren entonces las plazas solitarias…

Un pasadizo en piedra nos entrega una luz…

Y por la luz se descuelgan paisajes desde casas colgadas, el río al fondo, vértigo de distancias…

La Historia nos va mostrando ventanas con señales…

Puertas con costumbres…

Y el silencio otra vez. El día que se va. Soledad de la luz…

(Imágenes: diversos rincones de Cuenca.-fotos JJP.-abril 2011)

PRELUDIOS DE MALLORCA, SILENCIOS DE CHOPIN

plazas desiertas,

raíces prodigiosas,

silencios,soledades,

efigies memorables,

el agua en los paseos,

«Estoy en Palmaescribirá Chopin a Fontana – entre palmeras, cedros, cactus, olivos, naranjos, limoneros, áloes, higueras, granados…, en fin, todos los árboles que poseen los invernaderos del Jardín de Plantas. El cielo es de turquesa, el mar, de lapislázuli; las montañas de esmeralda y el aire, como el del cielo. Sol todo el día. Todo el mundo va vestido como en verano, pues hace calor… Por la noche, durante horas, se oyen cantares y el sonido de las guitarras… En resumen, ¡una vida admirable!».

(Imágenes: distintos rincones de Palma de Mallorca.-fotos JJP.-marzo 2011)

HABLAR Y CALLAR

«¿Es posible viajar un día para ver a un amigo, llegar y no hablar?» – se pregunta el historiador Peter Burke en «Hablar y callar» valorando el silencio -» Porque el motivo era ver al amigo, no hablar de uno u otro asunto«. Burke recuerda el libro «Portrais of «the Whiteman» del sociólogo- lingüista Keith Basso sobre el silencio de los apaches, tribu a la que no le gusta hablar mucho. Y evoca también que en la época de mayor éxito del dramaturgo Harold Pinter todos consideraban que, en su teatro, los silencios eran más importantes que las palabras. «Cuatrocientos versos – dice a su vez Steinerconcluyen la Alcestes de Eurípides, donde la heroína permanece de pie sin decir una sola palabra. La explicación técnica exige que sólo haya habido dos actores en el escenario. ¡De acuerdo! Pero ella no tenía que decir una sola palabra a su indigno marido al regresar de las tinieblas».

Prolongados, elocuentes silencios en Beckett, silencios en Pinter, silencios en cierta música moderna…

Maeterlinck decía que «usamos una gran parte de nuestra vida rebuscando los lugares en que no reina el silencio. Cuando dos o tres hombres se encuentran, no piensan sino en desterrar al invisible enemigo; porque ¿cuántas amistades ordinarias no tienen más base que el odio al silencio?». Entonces tendremos que volver a la referencia de Burke: a ese amigo que va en busca de su amigo para verlo solamente, no para hablar de nada. El silencio hilvanará todas nuestras conversaciones aparentemente desaparecidas, el eco de los eslabones de una amistad profunda. Estaremos entonces felizmente lejos de la polución de las pantallas, del tintineo de los móviles, del murmullo de los transistores. Los pasos del silencio nos irán poco a poco alejando de esa atmósfera certeramente dibujada por Steiner: «hablamos en exceso, con demasiada ligereza, volvemos público lo que es privado, convertimos en clichés de falsa certeza lo que era provisional, interino, y por consiguiente vivo en el hemisferio oscuro de la palabra. Vivimos en una cultura que es, de manera creciente, una gruta eólica del chismorreo; chismes que abarcan desde la teología y la política hasta una exhumación sin precedentes de las cuitas personales. ¿Y dónde está el silencio necesario para escuchar esta metamorfosis?«.

Vienen y van, mientras tanto, disueltas espumas de conversaciones que apenas rozan el silencio de la playa.

(Imágenes:-1.-Rodney Smith.-all-art-org/2.-costa de Normandía.- foto Fabrice Malzieu.-yelowkorner.com)

LA ISLA, EL SILENCIO, LAS PALABRAS (y 3)

El silencio se detiene en las plazas solitarias,

el silencio cruza las soledades,

el silencio sube las escaleras,

asciende a pisos superiores,

abre las cajas de caudales,

y en ellas encuentra el mar.

(Imágenes.- 1, 2, 3 , 4 y 5.-distintas plazas, calles y edificios de Santa Cruz de la Palma : iglesia de San Francisco ; Plaza de España; calle Real.- Isla de La Palma.-Canarias/.-6.-océano Atlántico ante la isla de La Palma.-segunda quincena de julio 2010.-fotos JJP)

LA ISLA, EL SILENCIO, LAS PALABRAS (1)

Después de tantas palabras, de tantas citas y reflexiones, Mi Siglo cruza hoy en silencio bajo balcones extendidos,

se detiene ante bancos solitarios,

contempla el arco de las palmeras,

se adentra por jardines como selvas,

y al fin mira el mar.

El silencio de MI Siglo recorre esta isla sin decir palabra alguna, rodeado de insólitos contrastes. Asombrado ante la espuma que huye, admirado de tanta belleza.

(Imágenes.-Isla de la Palma.-Canarias.- 1.-balcones en la Avenida Marítima de  Santa Cruz de la Palma/ 2 , 3 y 4-: ejemplares de un jardín botánico en la Palma/5.- el mar cerca de la playa de los Cancajos, en el Atlántico -segunda quincena de julio 2010.-fotos JJP)

EN TORNO AL OÍDO

sonido.-AA- por Janet Cardiff y Georges Bures Miller-1995.-artnet

«Donde quiera que estemos, lo que oímos es fundamentalmente ruido. Cuando lo ignoramos, nos perturba. Cuando lo escuchamos, nos resulta fascinante«, dice John Cage en su libro «Silencio» y ello lo recoge Calvo Serraller al comentar el volumen de Alex Ross titulado «El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música» (Seix Barral). Pienso en el ruido de las grandes ciudades y en cómo se perseguían y grababan aquellos ruidos precisos de Lisboa en la película de Wim Wenders de la que ya hablé en Mi Siglo. Pienso en los extraños ruidos interiores que acosaban al oído de  Jonathan Swift, atormentado por el síndrome de Menière,  provocándole sordera y terribles  mareos y perdiendo su capacidad para oir. Pienso en la retirada poco a poco hacia el silencio del gran compositor checo Bedrich Smetana, cada vez más sordo, obligado a dejar el Teatro Nacional para encerrrarse en Jabkonia, en un mundo de sueños. Pienso en célebres oídos enfermos: en el de Beethoven, en el de Goya, en el de Gabriel Fauré, y también en ese ruido de las urbes que provoca tantas incomodidades, tanta irritación a las gentes. Pienso igualmente en el silencio amarillo de los desiertos, en la soledad de arena que llega  hasta las noches del oído y también en ese mutismo de los pasillos, lengua callada bajo las capuchas, en  la Cartuja de la Grande Chartreuse, en los Alpes franceses,  donde la película de 164 minutos, «El gran silencio«, nos impone el mutismo total, el oído intentando escuchar de qué nos habla lo interior, cuál es el lenguaje del alma.

Gran silencio.-convicciontv.cl

(Imágenes:-1.-Janet Cardiff y George Bures Miles.-1995.- Gallery Barbara Weiss -artnet/ 2.-imagen de la película «El gran silencio«.-convicciontv.cl)

EL SILENCIO ANTES DEL FRÍO

Como en «El silencio antes de Bach» – la película de Pere Portabella -, el silencio del frío del invierno parece que no hubiera existido nunca y el violonchelo del mar viene y va entre las arenas, con rumores de verano, como si el verano hubiese ocurrido siempre. Pero antes de este verano el frío estuvo entre nosotros y el frío volverá, y con él el trepidante ruido de las calles mezclado con el griterío de los partidos políticos, trufado con el eco de los circos mediáticos, a veces vociferante, a veces insultante. El silencio viaja por los túneles de nuestro vivir, las panzas de los violonchelos recogen la vibración de las cuerdas y la música – a la que muchas veces hacemos poco caso – nos recuerda que hay otra vida de melodías y silencios, el silencio antes de Bach, el silencio después de Bach, Bach mismo reposando en las cantatas que nos acompañan.

El silencio antes del frío del invierno es en estas noches un silencio alargado, iluminado por la luna, pacífico silencio de sueños. Vienen los violonchelos en soledades, bajan de las montañas, llegan al mar.

LA VANIDAD

«Le Monde» ofrece a partir de pasado mañana, 15 de septiembre, -y cada semana – un tomo de «La Comedia humana» de Balzac y  en la publicidad  que acompaña a su lanzamiento figuran distintas imágenes. Por ejemplo, La Vanidad.

«Que una cosa tan clara como es la vanidad del mundo – dice sobre ella  Pascal – sea tan poco conocida, que sea una cosa extraña y sorprendente el decir que es una necedad buscar las grandezas, eso es admirable».

«La ciencia de las cosas exteriores no me consolará de la ignorancia de la moral en tiempos de aflicción – sigue diciendo Pascal -, pero la ciencia de las costumbres me consolará siempre de la ignorancia de las ciencias exteriores».

«En las ciudades por donde pasamos no nos ocupamos de ser estimados. Pero cuando debemos quedarnos en ellas durante algún tiempo, nos preocupamos de ello. ¿Cuánto tiempo hace falta? Un tiempo proporcionado a nuestra duración vana y mezquina».

«Quien no ve la vanidad del mundo es bien vano él mismo. Pero, ¿quién no la ve, excepto los jóvenes que están completamente sumidos en el ruido, en el divertimento y en el mañana?

Mas quitadles su divertimento, les vereís consumirse de tedio. Sienten entonces su nada sin conocerla, pues es ser muy desgraciados el estar en una tristeza insoportable, tan pronto como uno se ve reducido a pensar en sí mismo y a no estar entretenido».

Todo esto también dice Pascal.

(Imágenes: «La vanité»: ilustración aparecida en «Le Monde» anunciando «La Comedia humana»» de Balzac/ Jan Miense Molenaer, «Allégorie de la Vanité» 1633.-Toledo Museum of Art.-Toledo, Ohio.-jama-ama-assm.org)

EL SILENCIO DE LA PÁGINA EN BLANCO


-Tuve un aprendizaje muy duro con mi abuela-me contaba Isak Dinesen– «Sé fiel a la historia»,me decía la vieja arpía, «sé eterna y totalmente fiel a la historia». «¿Y por qué debo serlo, abuela?», le preguntaba. «¿Tengo que darte razones, insensata?», gritaba. «¡Y tú quieres contar cuentos! ¡Vaya, tú eres la que quieres contar cuentos, y soy yo la que tengo que darte los motivos! Escucha, pues: cuando el narrador es fiel, eterna y totalmente fiel a la historia, al final, el silencio habla. Cuando se traiciona la historia, el silencio sólo es vacío. Pero nosotros, los fieles, cuando hayamos dicho nuestra última palabra, oiremos la voz del silencio. Tanto si una pequeña mocosa lo entiende como si no».
«¿Quién cuenta entonces- continúa la mujer -, un cuento mejor que cualquiera de nosotros? El silencio.¿Y dónde se puede leer un cuento más profundo que en la página mejor impresa del libro más valioso que existe? En la página en blanco. Cuando una pluma, espléndida y noble, en el momento de máxima inspìración, haya escrito su cuento con la tinta más rara de todas, ¿dónde puede uno entonces leer un relato todavía más profundo, dulce, alegre y cruel que ése? En la página en blanco».
Cerré el libro Últimos cuentos de Dinesen. Me esperaba una página en blanco con todos sus espacios abiertos, con esa sensación de miedo escénico que siempre abren sus dos hojas, el papel sin cubrir, las líneas vírgenes. El relato mejor estaba aún sin empezar. El silencio marcaba su tic-tac. El fluir de la sangre bajaba lentamente del cerebro a la mano y me incliné, me incliné con interés para escribir todo aquello que pensaba que aún nadie había escrito.

CONTEMPLANDO EL FUEGO

Por la puertecita que da al jardín, que da al vestíbulo, que da al mar, por el pasillo de esta casa de campo donde vivo, casa sobre rocas, casa sobre llanuras y montes, casa sobre la gran ciudad y sus rascacielos, por este breve pasillo familiar tantas veces recorrido, llego siempre hacia las siete o siete y media de la tarde al salón donde está la chimenea y me siento en el butacón rodeado de libros.
Los dos- el poeta y yo- contemplamos en silencio el crepitar del fuego.
-«…Porque el fuego material, ¿ve usted? -me dice suavemente la voz de este poeta sentado a mi lado-, en aplicándose al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene; luego le va poniendo negro, oscuro y feo y aun de mal olor, y, yéndole secando poco a poco, le va sacando a luz y echando afuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene contrarios al fuego; y, finalmente, comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle hermoso como el mismo fuego…», ¿lo advierte?
Sí, sí lo noto, le respondo cada tarde a esta hora a San Juan de la Cruz.
Miramos los dos el fuego y él va viendo dentro del fuego todos los movimientos del alma, lo que nos pasa en la vida, el llanto del agua bajando por los recuerdos, sequedades sentidas, color de llamas encendidas, esperanzas inflamadas, troncos de años.
Así nos quedamos largo rato.
Después, hacia las ocho, cuando la noche entra por la puerta del jardín, por la puerta del mar, por la puerta del vestíbulo, mi casa en lo alto de los montes y de los rascacielos aparece iluminada sobre el tráfico, río de luces interminables y rumor de civilización.
Mañana a las siete volveré a estar otro rato en silencio con San Juan de la Cruz.