«Bella es la primavera, pues ahora la tierra contempla,
con ojos de amado, la cara del sol;
más largo se hace el día, y la esperanza se adentra
en los acres que dan fruto con renovado esplendor.
Qué dulce es ahora divagar por la tierra,
entre pájaros y flores y todos los animales;
amor encuentra amor, y no hay guerra
en tu corazón o el mío, pues sanan todos los males.
De pueblo en pueblo, por oteros y sembrados,
alegres hemos rodado todo el día;
pero ahora el crepúsuculo ha llegado,
y sobre la iglesia gris, gris es la atardecida.
(…)
¡Escucha, el viento toca el olmo! De Londres viene,
y habla de oro, de esperanza y desazón;
de un poder impotente; del saber que se tiene
y que nada enseña que mejore nuestra condición.
(…)
¡Escucha! El viento de marzo nos habla de la gente;
de vidas que fueron tristes y en pobreza,
y si nuestro amor entre ellos fuera residente,
menor sería mi afecto, menor fuera tu belleza.
Vuelve a la posada, amor, a la luz y al fuego,
y al canto del violín y al ruido de pisadas;
pues allí habrá deseo y sosiego,
y dulce será nuestro despertar a la mañana-
Y así, amor, en nuestro andar, el viento nos sopla a la espalda,
y la última historia de hoy nos relata,
y así en primavera el mensaje nos encuentra;
y esa esperanza oculta ahora se revela.
(…)
Pero mira, la vieja posada, las luces, el fuego,
el canto del violín y el ruido de pisadas;
pronto tendremos silencio, deseo y sosiego,
y dulce será nuesto despertar a los hechos de mañana».
William Morris : «El mensaje del viento de marzo»
(Imágenes:-1.-Joaquim Mir.-almendros en flor/2.-Joaquim Mir.-prmavera.-Montserrat/3.-Jean-Francois Millet.-1817- 1873.- golpe de viento.-Museo Nacional de Gales)















«Por el aire vuela el cardo, aunque el viento esté sereno,






«Me imagino que un hombre pueda pasar muy agradablemente su vida de la siguiente manera: que un día favorable lea tal página de una poesía plena o de una prosa que ha experimentado una destilación, que al par que recorre las líneas las conserve siempre en el espíritu con el propósito de meditarlas, de reflexionar, de aportar nuevos atisbos, de utilizar el texto para mil interpretaciones, de pensar en él, finalmente, hasta agotarlo. ¿Pero lo agotará alguna vez? No, nunca. Cuando el hombre alcanza una cierta madurez intelectual todo pasaje elevado y de alcance espiritual le sirve para franquear los treinta y dos palacios».
