LA LLAMA DE LA TOUR

la-tour-2-magadalena-museum-syundicate

La llama de La Tour a la que mira extasiada la Magdalena, la llama de su pasado encendido, la llama de recuerdos y olvidos, escenas superadas, arrepentimientos contritos, ilumina todo el cuadro y alumbra a la vez el marco entero colocado hasta el 28 de junio en una sala del edificio Villanueva del Museo del Prado de Madrid. Ese «Maestro Georges de la Tour, pintor, que se hace odioso a la gente por el enorme número de perros que cría, como si fuera el señor del lugar – se atrevió a criticarle uno de sus contemporáneos -, ese pintor que caza liebres entre las mieses, destrozándolas y pisoteándolas…»  resulta que ha pintado esa llama para que la Magdalena la mire.  La llama de esta vela de La Tour que ha llegado del Louvre, obra invitada ahora del Prado, enciende también la sala, se abre a todas las salas del Museo donde ahora está expuesta, pero sobre todo imanta nuestros ojos. Los ojos de la Magdalena no nos miran sino que están posados sobre los efectos de la luz, quedan prendidos en esa candela encendida,  esa fuente luminosa enmarcada en el realismo familiar y así la humilde vida cotidiana de esta mujer pensativa es atraída por el centro de la composición. Es la simplicidad elaborada del pintor. Es – dijo André Chastel – «una envoltura de sombra rota por una llama.  Algo de inmemorial y de fascinante -al mismo tiempo símbolo del pensamiento, del silencio y de la fragilidad – vinculado al juego de las formas». Esta es la llama de Georges de La Tour.latour-magdalena-penitente-1

(Imágenes.-Georges de La Tour: La Magdalena.-Museo del Louvre)

LECTURA Y SABIDURÍA

lectura-optry-por-alberto-sughi-2003-artnet«Me imagino que un hombre pueda pasar muy agradablemente su vida de la siguiente manera: que un día favorable lea tal página de una poesía plena o de una prosa que ha experimentado una destilación, que al par que recorre las líneas las conserve siempre en el espíritu con el propósito de meditarlas, de reflexionar, de aportar nuevos atisbos, de utilizar el texto para mil interpretaciones, de pensar en él, finalmente, hasta agotarlo. ¿Pero lo agotará alguna vez? No, nunca. Cuando el hombre alcanza una cierta madurez intelectual todo pasaje elevado y de alcance espiritual le sirve para franquear los treinta y dos palacios».

John Keats: Carta del 19 de febrero de 1818 a John Hamilton Reynolds.

(Imagen: pintura, por Alberto Sughi, 2003.-artnet)

VENTAJAS DE LA CRISIS

dinero-bb-por-joonho-jeon-2006-arario-gallery-seoul-korea-artnet

«No pretendamos que las cosas cambien – dijo Einstein-, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar «superado».

Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y las soluciones. Sin  crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla».dinero-cc-jonho-jeon-arario-gallery-korea

No hago más que transcribir aquí palabras recibidas.

(Imágenes: 1.- «The White House», 2006.- por Joonho Jeon, artista coreano.-Arario Gallery.-Korea (South); Benjing, China; Seoul, Korea (South) -artnet/ 2.-«In Gog We Trust», 2004.-por Joonho Jeon.-Arario Gallery.-artnet)

SEGUNDO ABRIL

paisajeabab-por-jimmy-ernst-1983-artnet«Todo naciendo está: vuelan palomas;

viento largo, tirante, marinero,

alto pinar unánime y ferviente

con tiempo y con aromas,

archipiélago azul y mensajero

donde acaba la tierra de repente

y quiere azulear,

pues donde acaba el mundo empieza el mar.

Alto pinar con aire encristalado

entre el ramaje umbrío,

¿quién te podrá olvidar si ha contemplado

tu pormenor callado

de madera viviente junto al río?»

Luis Rosales: «Égloga de la soledad» («Segundo abril»)

(Imagen: por Jimmy Ernst, 1983.-artnet)

LECTURA Y HORMIGAS

lectura-gdap-por-frederick-carl-frieseke-1916-artnet

«Sí, ella sí respiraba bien, en profundidad, respiraba ahora el aroma del mar, la vegetación de la montaña, veía las letras del libro que estaba leyendo bajo el sol, el borde de la sombrilla, las sombra sobre las hormigas, las consonantes caminando en hilera tras las vocales, – ¿cuántos años tenía entonces? ¿era el verano de sus treinta años? ¿qué edad tenía?.- Se acercó un poco más para leer mejor y las patas de las vocales, sí, iban detrás de las de las consonantes transportando las tildes y los acentos, acarreando las briznas de las comas y los huevecillos de los puntos suspensivos, las antenas de las palabras obreras se iban orientando en comitiva por la página hasta llegar al borde del margen y volvían ordenada, minuciosamente, saludándose unas a otras al cruzarse en el texto. Se veía ella entonces leyendo hacía varios años, en el mar, sobre la arena, oyendo los chapuzones de Clara, deslumbrando el blanco albornoz de Ágata a su lado, y las hormigas seguían desfilando por cada línea del libro, las mandíbulas de cada palabra trasladaban la carga de cada pensamiento, podían con cada pensamiento, llevaban larvas, los trocitos de hojas, los trocitos de madera de cada pensamiento para construir el hormiguero de ella como mujer, el ruido de su cerebro, su cavidad, las galerías de los razonamientos y las encrucijadas de la sensibilidad, pequeños trozos de argumentos y capas leñosas bajo la corteza de aquella frente que se inclinaba, que meditaba, que escudriñaba cada página para ver qué le quería decir.

Siguió así, absorta en el libro, protegida de la luz por la sombrilla, persiguiendo la paciencia de aquellas hormigas de las letras que iban y venían de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, líneas que estaban a punto de revelársele ya, de descubrir lo que le iban a decir un momento antes de que la llamaran y de que tuviera que cerrar el libro y ya no supiera cuándo lo volvería a abrir».

(JJP:- Fragmentos de una novela inédita)

(Imagen.-Under the Awning/Girl with Book.- por Frederick Carl Frieseke, 1916.-artnet)

PRIMER DÍA DE PRIMAVERA

flores-ttuuy-por-alessandro-twomlbly-2006-artnet

«Me dijo un alba de la primavera:

Yo florecí en tu corazón sombrío

ha muchos años, caminante viejo

que no cortas las flores del camino.

 

Tu corazón de sombra, ¿acaso guarda

el viejo aroma de mis viejos lirios?

¿Perfuman aún mis rosas la alba frente

del hada de tu sueño adamantino?

 

Respondí a la mañana:

Sólo tienen cristal los sueños míos.

Yo no conozco el hada de mis sueños;

no sé si está mi corazón florido.

 

Pero si aguardas la mañana pura

que ha de romper el vaso cristalino,

quizás el hada te dará tus rosas,

mi corazón tus lirios».

Antonio Machado: «Del camino».

(Imagen: «The Twist» de  Alessandro Twombly.-2006.-artnet)

MUSEO Y NATURALEZA

bella-durmiente-1-la-senorita-gladis-m-holman-hunt-la-escuela-de-la-naturaleza-pot-william-holman-hunt-1894-museo-de-arte-de-ponce-museo-del-prado

«Tened buenas compañías, es decir, id al Louvrele decía Cézanne en una carta a Camoin en 1903 – Pero, tras haber visto a los grandes maestros que allí descansan, es preciso apresurarse a salir de allí y vivificar en uno mismo, al contacto con la naturaleza, los instintos, las sensaciones artísticas que residen en nosotros». Un año después le recordaba a Émile Bernard: » las líneas paralelas al horizonte dan la extensión, es decir, una sección de la naturaleza o, si Vd. prefiere, del espectáculo que el Pater Omnipotens Aeterne Deus despliega ante nuestros ojos». Y pasado un mes de tales palabras volvía a insistirle a Bernard el 12 de mayo de 1904: «El Louvre es un buen libro para consultar; pero no debe ser más que un intermediario. El estudio real y prodigioso emprendido es la diversidad del cuadro de la naturaleza» (Paul Cézanne: «Correspondencia«) (La balsa de la Medusa.-Visor).

Pienso en todo esto al contemplar este cuadro de William Holman Hunt que retrata a su hija Gladys sentada al aire libre, el perro al lado, los ojos pendientes del espectáculo que contempla y el lápiz preparado para recoger los detalles y trasladarlos a la tela. El museo de silenciosas salas y galerías ha sido aquí reemplazado por el museo natural, que es lo que defendía Cézanne, y la admiración y la fidelidad a la naturaleza queda también recordada en aquella norma de los prerrafaelistas que puede verse en esta exposición de Pintura victoriana del Museo de Arte de Ponce actualmente en el Prado hasta el 31 de mayo.

Sobre la experiencia casi mística que la naturaleza ha ejercido sobre algunos creadores y críticos cuenta Daniel Arasse, del que ya he hablado en Mi Siglo, que John Ruskin, estando en 1842 en el bosque de Fontainebleau, experimentó la revelación casi extática del infinito portento de la naturaleza, manifestado en sus más pequeños detalles. Mientras se entretenía casi perezosamente, dibujando un árbol, sintió que «esas líneas insistían en ser trazadas (…) . Con una fascinación cuya intensidad aumentaba por segundos (vio) que «se componían» por sí solas en función de leyes más finas que las que el ser humano es capaz de conocer». Más tarde afirmaría que era necesario recuperar «la inocencia del ojo (…), una especie de percepción infantil, la que tendría un ciego si recuperase de pronto la vista».

Esa inocencia del ojo es la que mira a veces la naturaleza del museo atravesando salas y gentes para detenerse ante cuadros, y también la que observa el otro museo de colores, sombras y luces que siempre nos muestra la maravilla de la naturaleza.

(Imagen: «La señorita Gladys M. Holman Hunt (La escuela de la naturaleza) (1894), de William Holman Hunt.-Museo de Arte de Ponce, Fundación Luis A. Ferré.-Puerto Rico)

LA NARANJA Y EL YO

naranja-3-flikr«Está usted a veces ante sus hijos en la mesa, ya en el postre, pelando esa naranja. Toma usted el cuchillo con la mano derecha, redondea usted con la izquierda el contorno de esa naranja rosa y granulada, su cintura, su cerebro. Busca usted dónde hendir el arma del cuchillo, aún hace bailar un poco entra las yemas de sus dedos esta esfera roja y pesada, hace girar la bombilla de la fruta, el huevo del zumo. Ya cuando el bisturí resbala rebanando y comienza la corteza a caer en caracola blanca y lenta, una cinta de carretera que zigzaguea desvaneciéndose hacia el plato, usted sabe que algo así hay que ir desnudando del yo, esa redondez magistral, el egoísmo cerrado en sí mismo, la peladura coronando a la soberbia, una alada pesantez de autosuficiencia, la máscara roja de la gravedad, la ocultación de las entrañas de la pulpa, el dominio redondo del yo resbaladizo. Va usted pelando y pelando esa naranja interminablemente, cada corte en derredor enseña la blanca camisa interior que usted no quisiera mostrar, una membrana, un cendal, una tela de araña sembrada de pellejos ásperos, el último paso antes de que vuelva a rebanar el cuchillo y aparezca la sangre sonrosada, venas uniformadas en curvas, gajos compactos. Está usted cada día pelando esa naranja, todos los días de su vida, cada hora despojando a esa naranja inacabable de cada envidia ácida que torna y retorna a aparecer bajo el cuchillo, las afirmaciones que aplastan, las ironías que amargan, el desprecio al cual usted está dando tirones ahora para despellejarlo, apoya mejor el borde del cuchillo en el cráneo de la naranja, oprime el arma con la yema del pulgar, empuja contra la fruta con sus dedos rebañando bien los contornos, y la cinta inapresable de la ira reaparece de nuevo dando vueltas a esta naranja del yo que no se pela nunca, cuya epidermis caracolea girando hacia el final del plato».

(JJP.-Fragmentos de una novela inéditanaranja-ffgghh-por-donald-sultan-1991-artnet1

(Imagen: naranjas.- por Donald Sultan.-1991.-artnet)

VLAMINCK, EL HOMBRE DE LA CORBATA DE MADERA

vlaminck-ff-remolcador-1905-artexpertisinc«Maurice de Vlaminck cuenta el marchante D. H. Kahnweiler Mis galerías y mis pintores») (Ardora)   – se fabricó una corbata de madera que se enganchaba al cuello de la camisa y que era, creo recordar, de lunares amarillos. Apollinaire habla de ella como «de un arma defensiva y ofensiva». Le impresiona sobre todo esa corbata de madera barnizada con crudos colores que le sirve para distintos usos, en general ruidosos y ofensivos; Apollinaire estaba convencido de que Vlaminck «por simpatía personal y, sobre todo, digámoslo sin ambages, por interés, ha asumido la peligrosa tarea de asesinarnos. Vestido con un traje de caucho y armado con una corbata, nos sigue a todas partes, acechando el momento de poder asestarnos, a traición, un golpe mortal con su instrumento».vlaminck-8-el-hombre-de-la-pipa-1900-elmundoes

La pintura de este «gigante rubio de ojos de porcelana, cubierto con un minúsculo sombrero hongo y vestido con un hermoso traje de entrenador» es la que se presenta estos días en Madrid, en Caixa Forum, hasta el 7 de junio. Vlaminck, como señaló el crítico de arte Gustave Coquiot, era «un gigante de alma tierna, un zafio que se enfrenta al gran camino con un montón de telas por pintar». Violinista dotado, ciclista en todo tiempo, su padre -cuenta Pierre Assouline en «En el nombre del arte» (Ediciones B) – desplegaba argumentos para probarle advirtiéndole que viviría más tranquilo si lograba ser director de banda en una pequeña ciudad de Seine-et-Oise que si se dedicaba a la pintura.

– ¡La pintura!, para dedicarse a la pintura es necesario ser rico.- le decía.

Pero el hijo no le escuchó. Siguió su vocación.

Vlaminck y Kahnweiler se compraron un velero y una canoa automóvil que hacían evolucionar por el Sena. Los habían bautizado respectivamente, y como homenaje a los primeros libros de Max Jacob y Apollinaire, Saint Matorell y L´Enchanteur pourrisant. En aquellas tardes y en otras muchas el célebre marchante decía del pintor:

Vlaminck… -señalaba Kahnweiler – ¡Qué buen pintor! Para mí representa la abundancia. Es el río Nilo que fertiliza las tierras con sus aguas.vladminck-gg-el-camino-1958-artexpertsinc

(Imágenes: Maurice de Vlaminck : 1.-Remolcador.-1905.-artexpertsinc/ 2.-El hombre de la pipa.-1900.-elmundo.es/ 3.-El camino.-1958.-artexpertsinc)

AQUEL DíA DE 1909

futurismo-il-cavaliere-rosso-1913-de-carlo-carra-museo-del-novecento-comune-di-milano

» Aquel día de 1909 – el 20 de febrero, en el periódico Le Figaro – en que Marinetti estampó por primera vez esta palabra: futurismo, lo dijo todo – escribe Guillermo de Torre en «Historia de las literaturas de vanguardia» (Guadarrama) -. Cortó simultánea y paradójicamente las alas de su futuro. Negándose -él y su escuela – a todo tránsito, a la posibilidad de evolucionar y perdurar, se condenó a un porvenir sin rostro ni fecha. Al rechazar en bloque el pasado -erguidos como estaban «en el extremo promontorio de los siglos», según se lee en el primer manifiesto -, sin pararse a descubrir lo valedero y perviviente, los futuristas no cortaron únicamente las raíces, sino también las ramas y el tronco, los conductos de cualquier savia, amurallándose en un recinto sin salida».Immagine mostra. Marinetti

Se pueden compartir o rechazar estas tesis, pero a los cien años de tal Manifiesto  aquella proclamación de la modernidad -dinamismo, velocidad, simultaneidad, maquinismo -,  no podía imaginar que un siglo después voláramos por Google Earth y los mensajes de móviles pasaran instantáneamente de la yema de nuestro dedo al ojo y al oído del prójimo. «Dios vehemente de una raza de acero,/ (declamaba Marinetti en su poema «Al automóvil de carreras») / automóvil ebrio de espacio/ que te atascas de angustia (…)/ O formidable mostruo japonés de ojos de fuego/alimentado de llamas y de aceites minerales…»

El automóvil ha sido aparcado en el tiempo.  A veces aparcado muy costosamente. Viajamos por cielos y océanos en vehículos inmóviles cuya pantalla dirigimos desde casa. El dinamismo y la velocidad nos consumen. Quisiéramos llegar antes que los contenidos y nuestra comunicación desbanca al pensamiento. ¿Comunicamos realmente sosiego? Aquel día de 1909 nada podía soñarse de este 2009, muchas veces tan tumultuoso.futursimo-a-umberto-boccioni-elasticidad-1912

«¡Futurismo! ¡Insurrección! ¡Algarada! ¡Violencia sideral! ¡Pedrada en un ojo de la Luna! – decía en 1931 y en su libro «Ismos» Ramón Gómez de la Serna (Guadarrama) -¡Conspiración de aviadores y chauffeurs! ¡Saludable espectáculo de aeródromo y de pista desorbitada! ¡Ala hacia el Norte, ala hacia el Sur, ala hacia el Este y ala hacia el Oeste! ¡Simulacro de conquista de la tierra, que nos la da!» (Hoy, a mí mismo – seguía diciendo RAMÓN -, me dan no se qué estas palabras, porque me las he encontrado repetidas demasiadas veces durante esos veintiún años, y que son como un nuevo tópico, deleznable como todos los tópicos.)».

(Imágenes: 1.-Carlo Carrá.-«Il cavaliere rosso», 1913.-Museo del Novecento.-Comune di Milano/ 2.-Carlo Carrá.-«Retrato de Marinetti»/3.-Umberto Boccioni.-«Elasticidad», 1912)

ELOGIO DE LA SOMBRA

sombra-1-man-ray-negra-y-blanca-1926«Yo mismo, cuando era niño – escribe Tanizaki en «El elogio de la sombra» (Siruela) -, si aventuraba una mirada al fondo del toko no ma de un salón o de una «biblioteca» adonde nunca llega la luz del sol, no podía evitar una indefinible aprensión, un estremecimiento. Entonces, ¿dónde reside la clave del misterio? Pues bien, voy a traicionar el secreto: mirándolo bien no es sino la magia de la sombra; expulsad esa sombra producida por todos esos recovecos y el toko no ma enseguida  recuperará su realidad trivial de espacio vacío y desnudo. Porque ahí es donde nuestros antepasados han demostrado ser geniales: a ese universo de sombras, que ha sido deliberadamente creado delimitando un nuevo espacio rigurosamente vacío, han sabido conferirle una cualidad estética superior a la de cualquier fresco o decorado. En apariencia ahí no hay más que puro artificio, pero en realidad las cosas son mucho menos simples».sombra-c-monet-paseo-carretera-de-la-granja-de-saint-simeon-1864

El japonés Tanizaki va comparando en este pequeño y célebre libro el tratamiento de la sombra en Occidente y en Oriente y cómo cuidan los matices de la sombra unos y otros. «Nosotros los orientales – dice Tanizaki -, creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes. (…) Creo que lo bello no es una sustancia en sí sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claoscuros producido por la yuxtaposición de diferentes sustancias. Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra».

Ahora en el Museo Thyssen de Madrid acaba de abrirse la exposición «La sombra» que recorre la obra de artistas y movimientos que, desde el Renacimiento hasta finales del XlX, han utilizado la sombra. Pero la sombra no  es sólo motivo inspirado de artistas sino que va con nosotros por los caminos, hace descansar el tamiz de su inclinación para resaltar precisamente luminosos aspectos de la vida. Sombra del padre, muchas veces expuesta en el diván del psicoanalista; sombra proyectada hacia el hijo, al que intentamos transmitir cuanto sabemos y deseamos; sabia sombra de civilizaciones antiguas, de lecturas, de viajes, aquello que aprendimos en los mapas y en los libros, la sombra de la experiencia contada por la voz de quienes nos precedieron. Quieren pensar algunos que hemos nacido ayer y que debemos inventar la historia, pero la sombra de la Historia felizmente nos acompaña para mostrarnos muchas infelicidades. Hay un elogio de la sombra en la vida humana porque gracias a ella no existe nada radicalmente negro ni blanco sino que todo se muestra con los contrastes y contraluces del existir. Elogio de la sombra siempre, como elogio de la luz.sommbra-d-de-qirico-la-manana-angustiosa-1912«Me gustaría resucitar – termina Tanizaki -, al menos en el ámbito de la literatura, ese universo de sombras que estamos disipando…Me gustaría ampliar el alero de ese edificio llamado «literatura», oscurecer sus paredes, hundir en la sombra lo que resulta demasiado visible y despojar su interior de cualquier adorno superfluo».

(Imágenes: 1.-Man Ray.-«Negra y blanca», 1926.-(copia de 1982).-Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid/ 2.-Monet.-«Paseo» (Carretera de la granja de Saint-Siméon).-1864.-The National Museum of Western Art, Tokio/ 3.-De Chirico.-«La mañana angustiosa», 1912.-Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto)

LA VERDAD DE LA CIENCIA FICCIÓN

lector-le-liseur-por-edouard-vuillard-189o-musee-dorsay-olgas-galleryA veces en un blog no hay más que repasar las noticias de hoy, las noticias que un escritor firmó hace cincuenta y seis años  y que aparecen ahora entre la marejada de planes educativos:

«Los años de Universidad se acortan, la disciplina se relaja, la Filosofía, la Historia y el lenguaje se abandonan, el idioma y su pronunciación son gradualmente descuidados. Por último, casi completamente ignorados. La vida es inmediata, el empleo cuenta, el placer lo domina todo después del trabajo. ¿Por qué aprender algo, excepto apretar botones, enchufar conmutadores, encajar tornillos y tuercas?»

Escrito por Ray Bradbury en «Fahrenheit 451» (  1953 ) creí que era una noticia de esta mañana, pero estaba ligeramente equivocado: era tan sólo la verdad que encierra muchas veces la ciencia ficción.

(Imagen.-Lector.-por Édouard Vuillard.-189o.-Musée d`Orsay.-Olga `s Gallery)

LOS CUADROS ÚLTIMOS

hals-retrato-de-mujer-1665-60-city-museums-and-art-galleries-hull-web-gallery-of-art

«El artista tiene «un ojo«, pero no a los quince años; ¿y cuántos días le hacen falta a un escritor para escribir con el sonido de su propia voz? La visión soberana de los más grandes pintores, es aquella de los últimos Renoir, los últimos Tizianos, los último Hals – parecida a la voz interior del Beethoven sordo – la visión que brilla en ellos cuando han comenzado a volverse ciegos». Estas palabras de Malraux en «Las voces del silencio» son una especie de «leiv-motiv» en él. Este Malraux, tan denostado en algunas biografías pero al que yo siempre he considerado un gran prosista y un excelente conocedor de las formas del arte, vuelve a decir en «Saturno, El Destino, el Arte y Goya«: «Goya pinta aún, en esta poderosa luz donde la aproximación de la muerte le une a Tiziano, Hals, Rembrandt, Miguel Ángel, viejos cansados de la vida, perotiziano-autorretrato-1566-museo-del-prado-web-gallery-of-art no de la pintura, distraídos en fin de los hombres y que no pintan más que para ellos mismos. Los pintores conocen la vejez, pero su pintura no la conoce…» El poderío de la edad tercera, o mejor aún, la sabiduría de esa edad, les hace pintar para ellos mismos». El ojo y el oído parecen haberse entrecerrado pero están en cambio completamente abiertos a los sonidos y paisajes interiores, ajenos ya a muchos de los criterios del mundo. Han atravesado esas edades a las que Apuleyo se refería al hablar de los mirlos, en apartados desiertos, cuando «balbucean el canto de la infancia», a los ruiseñores, que gorjean «el canto del tiempo juvenil» y a los cisnes que «ensayan el himno de la vejez«. Malraux, que tanto evoca igualmente la sordera de Beethoven y sus últimos hallazgos, quizá tuviera presente lo que Plutarco dice del deterioro del oído y que Ramón Andrés recoge en ese libro tan excepcional, «El mundo en el oído» (Acantilado). Los músicos, conforme envejecen, dice Plutarco, «componen en un tono más agudo y duro», del mismo modo que con el transcurrir de los años – señala Andrés – los ancianos leen mejor de lejos que de cerca».

En cualquier caso, Malraux soñaba con poder organizar algún día la exposición «La ancianidad de los maestros«. Allí estarían los ojos y los oídos atentos al interior, mirando las pupilas el resplandor de la ceguera y escuchando los oídos cómo la sordera les dicta.

(Imágenes:Frans Hals.-Retrato de mujer.-1665.- city museumn and Art Galleries- hull- web gallery of Art/ Tiziano.-Autorretrato.-1566.-Museo del Prado.-web gallery of Art)

EL DETALLE

bosco-el-jardin-de-las-delicias-web-hallery-of-art

«En la infancia del arte, los pintores copian cuidadosamente los detalles – se lee en el Diccionario de Bellas Artes de Millin, en 1806 -; es el primer esfuerzo de un arte que no se atreve a abandonar la naturaleza ni un instante y que la imita sin principios ni discriminación.  Cuando alcanza la madurez, el arte no se interesa más que por lo grande, sin detenerse en nada de lo que pueda distraerle o apartarle de la grandeza. Pero cuando las artes han alcanzado la perfección que acompaña siempre a lo grande y a lo sencillo, la vuelta a la imitación de los pequeños detalles es un signo de decadencia que cabe comparar al retorno a la infancia bosco-2que se produce durante la vejez».

Pero los detalles siempre estárán ahí. Escondidos en el amor artesanal y delicado de la perfección minúscula, el pintor acaba de manera precisa todos los detalles porque los detalles son la vida, nuestra existencia está empedrada de detalles y el amor se muestra en la donación que hacemos de detalles, detalles que el enamorado o la enamorada piden, y si no es así todo resultará evanescente.

Ahora –  exactamente desde ayer – el ojo puede  navegar  proyectando su pupila sobre los lomos de Google Earth para llegar hasta el fondo de los 14 cuadros que el El Prado nos regala. Del detalle, y del libro de Daniel Arasse (Abada) , ya hablé en Mi Siglo hace unos meses, pero ahora a  los detalles pictóricos nos podemos acercar velozmente (o ellos acercar su intimidad a nosotros) con sólo la pulsación de nuestro dedo encima de las conquistas de la técnica. Viajamos, pues, hacia el Bosco vertiginosamente, pero no  sólo hacia su perspectiva general, sino hasta las habitaciones de sus ocultas intimidades, allí donde la paleta muda pinceladas y  pliegues. Viajamos también  hasta el centro de los objetos que el artista creó y en el caso, por ejemplo, de Velázquez, no solamente nos abrimos paso entre las meninas sino que nos detenemos en la mejilla de una svelazquez-detalle-elpaisesola menina. En esa mejilla está lo grande y lo minúsculo hermanado. Como en todos los grandes artistas la intensidad y la soltura se revelan y así, comparando, por ejemplo, en Durero la minuciosa representación de los detalles con el estudio de las proporciones, se asombraba  Panofsky de que «los famosos estudios del natural en lo que cada pelo del pelaje de una liebre (…), cada hierba (…) están estudiados y representados con una devoción cercana a la adoración religiosa son obra del mismo hombre, que, precisamente en esos años, somete el cuerpo humano a un sistema de líneas y de círculos tan esctricto como una construcción de Euclides«.

Así el detalle se acerca a nuestra pupila y ella se hace una con el detalle.

(Imágenes: El Bosco.-El jardín de las delicias.-Web Hallery of Art/ detalles de El Bosco/ detalle de las Meninas.-elpais.es)

2009

chagall-z-times-is-a-river-without-banks

¡Dios mío, si tuviésemos la opción

de leer en el libro del destino,

y ver del tiempo las revoluciones

allanando montañas y fundiendo

los continentes en el mar, cansados

de sólidas firmezas; y otras veces

ver el costero cinturón oceánico

holgado en las caderas de Neptuno;

ver cómo la ocasión se burla y cómo

llena el cambio la copa de Mudanza

con diversos licores!

Shakespeare: «Enrique lV, acto tercero, escena primera.

(Imagen: Marc Chagall: «El tiempo es un río sin orillas«)

MUJER CON MANO EN LA MEJILLA

barjolajo-e-soitues1

 

Vivía la mujer de la mano en la mejilla en una casa de Carabanchel. Sentada dentro del caballete, podía notar cuándo subiais las escaleras de su estudio. Tenía todo el cuerpo gris y azul, remansado un instante, a punto de dispararse en violencias. Apoyada con un codo en la mesa, su mejilla dormida en la palma de la mano, cara y nariz aparecían quebradas, proyectándose en ángulo. Tendría aquel cuarto tres metros por dos y medio. Habitaban allí veinte criaturas. El padre iba y venía entre los cuadros como entre decorados; igual que por los bastidores de un teatro. De abajo no llegaba voz alguna, ningún ruido. Entonces podía verse a aquellas criaturas adquirir movimiento y tomar color: ciertos ojos y bocas se concretaban marcando más la expresión. Otras bocas y ojos iban, en cambio, desdibujándose hasta quedar deshechos. Las figuras se distorsionaban, se atormentaban como en largo lamento. Cada mano sin terminar aplastaba los dedos recién nacidos, mientras gritos de rojos y de verdes denunciaban, en el estudio en sombras, revelación de formas aún más intencionadas mezcladas con mayores misterios.

Bien pronto aquello se desvanecía. La tarde caía sobre la mesa. Era el anochecer y ya no quedaban huellas de trabajo, salvo el rastro de siembra de los tubos de pasta en la madera. El padre de las criaturas se sentaba ante mí y charlábamos. Con frecuencia me preguntaba si yo estaba cómodo, y cuando le respondía afirmativamente, él comentaba que aquel cuarta era estrecho, pero tenía sabor. Un día agregó: Camargo a veces venía aquí y me lo decía; le gustaba este estudio. El tiempo pasaba y hablábamos de mil cosas. Yo seguía sentado en medio de veinte criaturas y observaba a aquel hombre del paciente mirar donde sólo el rigor se alternaba, de cuando en cuando, con sobria mansedumbre. Alguna vez se levantaba: era para apoyar sus cuadros cuidadosamente contra la puerta. En ocasiones, de espaldas a mí, contemplaba a través de una ventana el pequeño jardín oscurecido. Un día le pregunté si pensaba en su infancia; me contestó que en su pueblo natal, por Badajoz, en Torre de Miguel Sesmero, dibujaba mulos y mozos de labranza, todo lo que veía en el campo. Aquellos dibujos eran ya surrealistas y expresivos. Naturalmente, eran inocentes, pero expresionismo y surrealismo, añadía, formaban las constantes de su obra, dos constantes muchas veces subterráneas, soterradas. Me explicaba cómo había pasado por el cubismo y la abstracción hasta volver a la raíz de su creación. Confesaba que soñaba los cuadros: los llevaba pensados. Había cuadros que salían con rapidez, acaso en dos sesiones; otros, en cambio , tardaban cuatro, cinco, seis días, e incluso muchos más. Iba directamente al lienzo, decía, y procuraba huir de los «hallazgos» y las «casualidades» durante la elaboración; no le gustaba aprovecharse de una pincelada que pudiera salir graciosa de repente sin estar pensada. Me agrada de antemano ser concreto y consciente, comentóbarjola-d-toro-seigrafia-galeria-antonio-machon.

Marchábamos algunas tardes, el pintor y yo por Madrid hacia los descampados lívidos. Amaba, me iba confiando, pasear por las periferias: le atraían insospechadas callejas. Dábamos vuelta al cementerio de San Isidro. Desde las soledades se iba desnudando la ciudad. Yo miraba al pintor y él contemplaba vergüenzas y virtudes, el modo de convivir de la alegría con la miseria. Una de esas tardes le pregunté qué tipo de pintura le interesaba en aquel tiempo. El respondió que una pintura con cierta carga social. Evocando sus cuadros, quise saber la razón de su sátira. Llego a la conclusión, me dijo, de que la humanidad tiene grandes defectos. Y como yo le escuchara en silencio, declaró: «A mí me gusta sacar esos defectos, me interesa el fondo más que la forma; no creo que un pintor sea profundo, por muy bellas que sean sus formas, si su arte no tiene un mundo lleno de contenido. Por eso precisamente, por ser profundo el fondo y no la forma -añadió- Goya adquiere cada día más vigencia: si nos fijamos en sus aguafuertes y en sus dibujos, vemos cómo son concretísimos: en ellos está lo dramático y lo social.»barjola-c-sin-titulo-19641

Caminamos conforme el día se acababa. Fue mientras me hablaba de cómo su pintura posiblemente tenía de Velázquez cierto mundo enigmático; fue mientras me decía que acaso su pintura tenía de Goya el drama, lo expresivo y lo social, cuando le interrogué sobre el carácter de su obra. «Creo -respondió- que estoy a caballo entre Goya y Velázquez.» Y estaba confesándome que cuanto él hacía mantenía la esencia de la tradición española, pero con formas distintas y con un mundo personal, le formulaba yo una nueva pregunta y él se disponía a satisfacer mi curiosidad, cuando de improviso nos separó la noche.barjola-tauromaquia-galeria-hispanica

Pasaron meses. Más de veinticuatro. Un día, un largo perro de lengua colgante que se miraba con asombro ante un espejo, me dejó asombrado. Le reconocí entre las criaturas. Ahora ellas vivían en un cuarto distinto, en una superficie de tres por cuatro metros. Guardias. Perros. Desnudos. Niños. Mujeres. En total, treinta recién nacidos. El padre seguía yendo y viniendo entre ellos, revelando en unos la denuncia, en otros el sarcasmo. Se advertía más concreción de formas y de contenido, una mayor intencionalidad. Dominaban los verdes, una figura femenina suscitaba ironías desde un sofá enseñando sus paradojas. Un rostro indefinido se observaba a sí mismo: con lentes negras frente a un espejo roto contemplaba su retrato ciego. Había disminuido la fealdad, había aumentado el moralismo. La niñez retornaba. Eran los perros, que en vagar misterioso volvían con la infancia, iban trayendo el tiempo entre dientes y ojos hasta hacer el surrealismo más humano. El padre de aquellos hijos, pasando ante los cuadros, comentó: «Lo difícil del arte es definir, y que esa definición atraiga siempre por su expresividad, su sátira, su mundo dramático, su manera de hacer.» Y queriendo calmar mis silencios,  agregó:  «Yo diría que el arte es simbiosis del corazón y del cerebro en ese estado anímico que nos impulsa a la acción creadora.»

Días después, los treinta cuadros salieron del estudio hacia una galería madrileña. Yo he visto al padre -este pintor excepcional- no poder esconder ni su felicidad ni su serenidad. Cualquiera puede ver, viajando por los museos del mundo, cómo unas obras no pueden ocultar ser criaturas admirables, hijas de un español, de nombre Juan Barjola.

(«El artículo literario y periodístico».-2007.- págs 164-166)

(Imágenes: el pintor Juan Barjola ante sus cuadros.-soitu.es/ Barjola: Toro.-Galería Antonio Machón/ Barjola:sin título/ Barjola: Tauromaquia.-Galería Hispánica)