COPOS DE NIEVE

«De las entrañas del aire,

de los pliegues de las nubes, como vestido agitado,

sobre los bosques pardos y pelados,

sobre los sembradíos abandonados,

silenciosa, y suave, y lenta,

cae la nieve.

Igual que nuestras sombrías fantasías

toman forma de pronto en expresión divina,

igual que el corazón atribulado

se muestra en el semblante lívido,

el cielo alborotado revela

la pena que siente.

Éste es el poema que el aire ha escrito,

y en sílabas lentas y silentes ha anotado;

éste es el secreto del desespero,

tanto tiempo en su sombría entraña guardado.

Ni sussurrado ni revelado

ni a los bosques ni a los sembrados».

Henry Wadsworth Lonfellow: «Copos de nieve»

(Imágnes:.-1.-Nueva York en 1942.-foto Essays.-TIME/ 2.-nieve.-foto Charles Rex Arbogast.-Associated Press.-The New York Times)

PASOS CINEMATOGRÁFICOS

LISETTE MODEL.-8877bn.-Calle 42.-New York.-1940-41.-artnet

«Como la savia de las primeras heladas, a las cinco, – escribe Dos Pasos en «Manhattan Transfer«- hombres y mujeres empiezan a rezumar lentamente de los altos edificios del centro. Muchedumbres pálidas inundan los metros y los túneles, desaparecen bajo tierra».

LISETTE MODEL-1.-Running Legs.-194041.-Arta History

«En las calles había chinos, italianos, portugueses, japoneses. La gente se apresuraba hacia los espectáculos y los restaurantes – dice Dos Passos en «El Paralelo 42″ -. Desde la puerta de los cafés se oía música, y de los restaurantes brotaba un olor a comida frita con manteca, a cerveza y a barriles de vino».

LISETTE MODEL.-bv43.-Loc.gov.-

«Primero una vuelta, hacia la parte alta, hacia la parte baja, a lo largo de los muelles espiando las caras que van  en taxi, de los conductores – escribe Dos Passos en «El gran Dinero» -, de los viejos que mastican en los restaurantes, de los vagos borrachos que vomitan en las callejuelas, ¿qué es lo que está leyendo el vendedor de diarios?, ¿qué murmura el viejo castañero italiano a la mujer gorda que está detrás de los tarros de pepinos?, ¿adónde va la chica del sombrero rojo que sube corriendo las escaleras del metro?, y el policía que bromea con el otro policía a través de la calle y el chasquido de un beso de dos sombras que están bajo el porche de la casa de piedra parda y los rostros malhumorados en la esquina de la calle que se enturbian bruscamente como para bostezar gritos se oye un golpe silbido pies que corren ¿el acontecimiento?».

LISETTE MODEL-2310.-Relections.-1939-1945.-artnet

El Ojo Cinematográfico (la expresión acuñada por Dos Passos en  «El Gran Dinero«) sigue detrás del Paso Cinematográfico que cruza  velozmente las calles y el Ojo Cinematográfico se refleja al pasar en todos los escaparates, en los cristales, en las brillantes ventanas de la civilización. 

LISETTE MODEL.-5698.-Rflections.-1939.-artnet

El Ojo Cinematográfico contempla al autobús que corre su velocidad sobre el cristal, el cristal atraviesa calles y edificios, edificios escoltan al Paso Cinematográfico que cruza la ciudad celéricamente.

LISETTE MODEL.-caraphillips.files

Y luego está esa mano que asciende a las alturas, uñas esmaltadas rozando los tejados, sonríe desde arriba el maniquí y todos los reflejos de la ciudad los recoge esta cámara de Lisette Model, cuyas fotografías neoyorquinas de los años 40 se exponen estos días en Madrid en la Fundación Mafre.

Imágenes:-fotografías de Lisette Model:-1.-calle 42.New York.-1940-41.-artnet/2.-New York.-1940-41.-Art Historia/3.-New York.-oc.gov/4.-Reflections 1939-1945.-artnet/5.-Reflections.-1939.-artnet/ 6.-New York.-tomado de caraphillips.wordpress.com)

ONCE DE SEPTIEMBRE

once septiembre.-2.-foto Todd Heisler.-The New York Times

 

once septiembre.-foto Michael Nagle.-pieza de acero encontrada en la Zona Cero.-New York Times

Durante todo el día, mirando las imágenes horribles en la pantalla de la televisión y el humo saliendo de las ventanas, he pensado en mi amigo, el funámbulo Philippe Petit, que evolucionaba entre las torres del World Trade Center en agosto de 1974, justo después que los trabajos de construcción de las Torres se habían acabado».

Paul Auster

Ojo humano sobre el mal, ocho años después los recuerdos siguen inolvidables

(Imágenes:- 1.-edificio Chrysler, en el centro de Manhattan.-foto Todd Heisler.-The New York Times/2.-restos de acero de la Zona Cero.-foto Michael Nagle.-The New York Times.-TIME)

HELEN LEVITT, CALLES DE NUEVA YORK

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Las mujeres y las niñas miran desde la ventana la calle, el Manhattan de los años 4o. Juegos infantiles en Nueva York. Helen Levitt miraba también desde la ventana, metía su cámara entre los rostros y las peleas. En 1929 Hart Crane  había escrito «El puente»; el hundimiento de Wall Street llevó a los años negros de la Depresión, a los parados, a los comedores populares que describe Thomas Wolfe en su obra. En 1930 Paul Morand había publicado su «Nueva York». Mientras tanto, a lo largo de los años, los niños juegan. Helen Levitt los observa y los deja inmortales, con sus movimientos y sus gestos en el aire.

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«¡Calle de la mañana, calle de la esperanza! ¡Calle de la frescura y la luz oblicua, del precipicio frontal y la sombra azul y empinada – escribe Thomas Wolfe en  «Los cuatro desaparecidos» («La orgullosa hermana Muerte«) ( Ediciones Librerías Fausto) -, calle del oro matutino de las aguas que danzan sobre mareas azotadoras, calle de los embarcaderos herrumbrados por el tiempo, calle del ferry de nariz achatada que echa espumarajos con su sólida pared de pequeños rostros blancos y mirones, silenciosos y atentos, vueltos hacia tí, calle orgullosa! ¡Calle de los aromas apetitosos del café recién molido, del grato olor del dinero recién impreso, de los crudos olores semidescompuestos del puerto con toda la evocación de sus mástiles dispuestos y sus marejadas de barcos, gran calle!».levitt-l-del-libro-here-and-there-the-new-york-times

(Pequeña evocación a la memoria de la gran fotógrafa norteamericana Helen Levitt, fallecida el 29 de marzo de 2009 en Nueva York)

(Imágenes: fotos de Helen Levitt.- 1.-Nueva York, 1942.-masters-of-photography/ 2.-The New York Times/.-3.-Nueva York,1945.-masters-of-photography/3.-Nueva York, 1945.-masters-of-photography/ 4.-The New York Times/ 5.-The New York Times/ 6.-The New York Times)

WEEGEE, «El OJO PÚBLICO»

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«No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.

No duerme nadie.

Pero si alguien cierra los ojos,

¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!

Haya un panorama de ojos abiertos

y amargas llagas encendidas.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.

Ya lo he dicho.

No duerme nadie.

Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,

abrid los escotillones para que vea bajo la luna

las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros»

Federico García Lorca.-«Ciudad sin sueño» (Nocturno del Brooklyn Bridge).- «Poeta en Nueva York». nueva-york-revolver-en-laacera-weegee-gety-images-elmundoes2

«¿Cómo fué?

– Una grieta en la mejilla.

¡Eso es todo!

Una uña que aprieta el tallo.

Un alfiler que bucea

hasta encontrar las raicillas del grito.

Y el mar deja de moverse.

– ¿Cómo, cómo fué?

– Así.

– ¡Déjame! ¿De esa manera?

– Sí.

El corazón salió solo.

– ¡Ay, ay de mí!».

Federico García Lorca: «Asesinato» (Dos voces de madrugada en Riverside Drive).-«Poeta en Nueva York».

(Evocación del Lorca surrealista el día en que se inaugura en Madrid – en la Fundación Telefónica y hasta el 17 de mayo -, la gran exposición fotográfica «Weegee’ s  New York» de Arthur Fellig, quien fuera llamado Weegee, «el ojo público».)

(Imágenes. 1.-incendio .-1937.-foto Weegee.-Weegee/Getty images.-Fundación Telefónica/ 2.- asesinato.-1940.-foto Weegee.-Weegee/ Getty images.-Fundación Telefónica)

¿ HALLAZGO DEL GALEÓN ?

No, no es un galeón el que está fotográficamente anclado en los muelles de las calles de Nueva York cuando la cámara lo recoge en 1934 y superpone barco y edificos. Pero esta imagen empuja a la memoria y la memoria nos lleva de algún modo hasta las páginas en las que cien años de soledad eran contadas por la fábula y aquella escritura de García Márzquez nos decía que » frente a ellos, rodeado de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español. Ligeramente volteado a estribor, de su arboladura intacta colgaban las piltrafas escuálidas del velamen, entre jarcias adornadas de orquídeas. El casco, cubierto con una tersa coraza de rémora petrificada y musgo tierno, estaba firmemente enclavado en un suelo de piedras. Toda la estructura parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y de olvido, vedado a los vicios del tiempo y a las costumbres de los pájaros. En el interior, que los expedicionarios exploraron con un fervor sigiloso, no había nada más que un apretado bosque de flores».

Es la primera vez que la palabra soledad aparece en los Cien años. Luego la soledad proseguirá y dará vueltas por el libro entre el tiempo estancado y el tiempo degradado y la soledad se nos hará inolvidable. En la convulsa realidad de estos días – no sólo en Nueva York  sino en todo el mundo –  la invención de la realidad anclada en este muelle es contemplada desde Mi Siglo.

(Imagen: barco en la ciudad de Nueva York.-foto: Byron Collection/ Museum of the City of New York, 1934- The New York Times)

CRISIS EN WALL STREET

«El tiempo presente y el tiempo pasado

Están tal vez ambos presentes en el tiempo futuro,

Y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado.

Si todo tiempo es eternamente presente

Todo tiempo es irredimible.

Lo que podría haber sido es una abstracción

Que permanece como perpetua posibilidad

Sólo en un mundo de especulación.

Lo que podría haber sido y lo que ha sido

Apuntan a un fin único, que es siempre presente»

T.S. Eliot: «Cuatro cuartetos»

(Imágenes: foto Chang W. Lee.-Bussines.-The New York Times/ New York.-foto Museum of the Arts.-Things to See.-The New York Times)

UN GOLPE DE TAMBOR

Y vimos una larga procesión por la ancha calle que bordeaba el Central Park. Era el cortejo fúnebre de un bombero, de cuya muerte nos habíamos enterado por los periódicos. Los que encabezaban el cortejo estaban casi directamente por debajo de nosotros cuando la procesión se detuvo y el maestro de ceremonias avanzó y pronunció una breve alocución. Desde nuestra ventana del piso once sólo podíamos conjeturar lo que decía. Hubo una breve pausa y luego un golpe sobre el tambor enfundado, seguido de un silencio de muerte. Luego la procesión siguió su camino y todo terminó. La escena nos arrancó lágrimas y miré ansiosamente hacia la ventana de Mahler. También él se había asomado a la ventana, y por su rostro corrían las lágimas. El breve golpe de tambor le impresionó tan profundamente que lo usó en la Décima Sinfonía.
Así cuenta Alma María Schindler este suceso ocurrido en 1907, cuando estaba viviendo con su marido Gustav Mahler en el Hotel Majestic de Nueva York. El golpe de tambor resonó en la calle, abrió un silencio en las muchedumbres admiradas, en las puertas de los edificios, retumbó en las vitrinas de los escaparates, entró hasta lo más hondo del oído del director de orquesta y compositor austriaco y se quedó el golpe de tambor escondido en el camerino del creador, sin salir, apagados sus pliegues en la penumbra de su conciencia hasta el momento de saltar al pentagrama, hasta el momento de escribir la Décima. Como en el Adagieto que Visconti introdujera en La muerte en Venecia, este tambor neoyorquino acompañó a la composición de Mahler, aquel oído que se elevaba de la naturaleza y se inclinaba a escuchar el canto de los pájaros y el leve sussurro de las hojas movidas por el aire, aquel oído que intentaba interpretar los sufrimientos interiores del mundo.
Verdi decía que copiar lo verdadero puede ser una buena cosa, pero inventar lo verdadero es mejor, mucho mejor. Un grito de un vendedor ambulante sirvió para el coro de sacerdotes de Aida y este tambor en el silencio de una calle abrió el espacio sonoro de la música.

( NOTAS A LECTURAS) (Umbral. 2)

Hoy Arcadi Espada en su columna de EL MUNDO habla de Anna Caballé a la que yo me referí en mi blog del 29 de agosto. El libro de la profesora sobre Umbral -«El frío de una vida»-«cuya sola mención – dice Espada-se ha eludido estos días como peste en el duelo por el escritor» abre, como dije, el panorama sereno de la crítica. ¿No es más alto y profundo en Lorca «Poeta en Nueva York» que otros «Romanceros» aplaudidos popularmente en un principio? ¿No hay obras teatrales de Valle-Inclán o novelas como «Tirano Banderas» que superan a algunas de sus «Sonatas»? ¿Qué ha quedado de la musical sonoridad de Gabriel Miró? ¿Qué lugar ocupan en Galdós los «Episodios Nacionales»? Es necesaria la distancia. Hacer crítica rigurosa y sosegada supone ir colocando-lo hacen los historiadores-las cajas de las obras en las estanterías de la gran Biblioteca. Además vienen luego las modas. ¿No nos trae el viento, por ejemplo, de nuevo a Stefan Zweig? Vientos y modas entran y salen por las ventanas de la Biblioteca del mundo cruzada de laberintos. «El tiempo lo cura todo», le dice un lector a otro mientras hojea en la penumbra un libro olvidado. Y el otro en silencio asiente mientras abre también otras páginas y, tras desempolvarlas, las vuelve a colocar cuidadosamente alineadas en su memoria.