UN ROSTRO EN LA VENTANA

“Hay en ciertas ciudades de provincias — escribe Balzac en ”Eugenia Grandet” —algunas casas cuya vista provoca una melancolía igual a la que inspiran los claustros más sombríos, las landas más yermas o las más tristes ruinas. Es porque, sin duda, se encuentran en estas casas, a la vez, el silencio del claustro, la aridez de las landas y los despojos de las ruinas; la vida y el movimiento adquieren en ellas una marcha tan reposada, que un extranjero las creería deshabitadas, si no encontrase de repente la mirada lánguida y fría de una persona inmóvil, cuyo rostro, medio monástico, asoma por la ventana al oír el ruido de pasos desconocidos.”

(Imagen — Inge Morath- 1989)

VEN, NOCHE, VEN


“Ven, noche; ven, Romeo; ven tú, día en la noche;

pues yacerás en alas de la noche

más blanco que la nieve aún no hollada

en la espalda de un cuervo. Ven, amable

noche, ven, rostro negro y amoroso:

dame ya a mi Romeo.”

William Shakespeare


(Imagen – David Blackwood)

DEGAS, EL HUMO, EL PAN, LA NOCHE


“Quisiera pintar sobre el humo — decía Degas—, el humo de los fumadores, pipas, cigarrillos, puros—, el humo procedente de las locomotoras, de las altas chimeneas de las fábricas, de los barcos de vapor…


Quisiera pintar sobre la noche, infinita variedad de temas en las calles: los diferentes tonos de los globos de cristal reflejados en los espejos.

Quisiera pintar sobre la panadería. Serie de aprendices de panadero vistos en el sótano o a través de las ventanas del sótano de la calle; la espalda color de la harina rosa, bellas curvas de la masa; bodegones de diferentes panes, grandes, ovales, alargados, redondos. Estudios en color de los amarillos, rosas, grises, blancos del pan…

Ni los monumentos en las casas se han hecho nunca desde abajo, en un primer plano tal y como aparecen cuando se pasea por la calle…”

(Imágenes- 1- Degas/ 2-Degas-/ 3- Degas- 1892)

NOCHE DE VERANO

 

 

“Es una hermosa noche de verano.

Tienen las altas casas

abiertos los balcones

del viejo pueblo a la anchurosa plaza.

En el amplio rectángulo desierto,

bancos de piedra, evónimos y acacias

simétricos dibujan

sus negras sombras en la arena blanca.

En el cenit, la luna, y en la torre,

la esfera del reloj iluminada.

Yo en este viejo pueblo paseando

solo, como un fantasma.”

Antonio Machado— “Noche de verano” – “Campo de Castilla” (1912)

(Imagen —Agreda- vista nocturna- Wikipedia)

NOCHE EN BARCO

 

 

“Débil viento entre juncos y espadañas. ¿Llueve?

Abro la escotilla: la luna ha inundado al lago.

Marineros y pájaros acuáticos sueñan el mismo sueño.

Como un zorro sorprendido salta un gran pez.

Hombres y bestias: unos a otros se olvidan.

Ya es tarde. Yo juego a solas con mi sombra.

Olas negras contra los bordos: dibujos de gusanos.

Araña colgante — es la luna atrapada en un sauce.

Pasa la vida rápida — no la deja la pena.

Veo este instante que se desvanece.

Canta un gallo. Campanas y tambores en la orilla.

Un grito y otro y otro. Cien pájaros de pronto.”

Su Tung- P’O—“Noche en barco” (poeta chino del siglo Xl)

 

 

(Imágenes—1- David Blackwood /2- Caspar David Friedrich- 1814)

VUELO NOCTURNO

 

 

“Encima de nosotros, estrellas. Debajo de nosotros, constelaciones. A cinco mil millones de  millas de distancia, una galaxia muere como un copo de nieve sobre el agua. Bajo nosotros, algún granjero, al sentir el frío de esa muerte lejana, enciende la luz de su patio, desenfundando cobertizos y establo, de vuelta al pequeño sistema de mantenimiento. Toda la noche, las ciudades,  como novas relucientes, atraen con calles brillantes las luces solitarias, como la suya .”

Ted Kooser– “Vuelo nocturno

(Imagen —Emil Nolde -1945)

VÍA LACTEA

cielo.-41ki.-Eclipse rotal.-Winnipeg.- Canadá.-foto Henry Groskinsky.-1979

«Es igual que un arroyo, la Vía Lactea,

a cuyos lados lucen las margaritas.

Medio anillo, el Creciente.

Y una mano, las Pléyades, que le señalan.

Mira la luna: es

barca de plata,

que acusa el peso

de la carga de ámbar.

Las Pléyades parecen

el lento palanquín de una camella

a la que el camellero

azuza, fastidiado, hacia Occidente.

Refulgen, tan brillantes,

que son igual que frascos

en que tiembla el azogue.

Tu talle es una rama sin fisuras.

Y tu rostro es un sol,

con el día en tu cuerpo».

Ibn Al-Mutazz:

cielo.-rgoggv-Fridtjof Nansen.-1912

(Imágenes:-1.-eclipse total.-foto Henry Groskinsky.-Winnipeg.-Canadá.-1979/ 2-.dibujo de una aurora –Fridjof Nansen.-1912.-environmentandsociety.org)

EL SILENCIO DE LOS ESPACIOS

«La noche se pregunta quién soy yo.

Yo soy su secreto profundo, inquieto

y negro, su secreto rebelde.

He escondido mi esencia en el silencio.

He envuelto el corazón en conjeturas,

y me he quedado aquí, pálida, inerte,

viendo cómo los siglos se preguntan

quién soy».

Nazik Al -Malaika

«Hubiera preferido

irme a dormir sin más demora,

pero pasé toda la noche

contemplando la luna solitaria

hasta que se ocultó en el horizonte».-se lee en «Cien poetas, cien poemas» (Hyakunin Isshu)

(Imagen.-Anton Piek)

(video: Venus-Lunar Occultation 2012.-August.-Taebaek. Korea.-Kwon.-O Chul)

LOS NOMBRES DE LAS ESTRELLAS

De vez en cuando cruzan las estrellas los libros, las páginas, los ojos, navegan sus nombres luminosos por espacios oscuros, alumbrando de luz. Viajan como ejércitos serenos, en carromatos encendidos, polvos que descienden y se amplían, se curvan en constelaciones, sus mapas marcan a los viajeros las innumerables bellezas del firmamento de la noche.

De vez en cuando cruzan los grupos de estrellas contornos imaginarios transformándose en grupas de animales, agitando sus colas, dibujando perfiles en la esfera celeste. De vez en cuando sus cuerpos se elevan, los puntos se reparten, los puntos espolvorean su mínimo resplandor. De vez en cuando el lomo de una estrella está cerca del horizonte de su vientre y la cola de la serpiente luminosa abre sus mandíbulas abiertas.

De vez en cuando uno se queda mirando al cielo inacabable, la noche inacabable, la procesión de infinitas estrellas de las que nunca sabremos su nombre.

NOCTURNO MADRILEÑO

«De un cantar canalla

tengo el alma llena,

de un cantar con gotas monótonas, tristes

de horror y vergüenza.

De un cantar que habla

de vicio y de anemia,

de sangre y de engaño, de miedo y de infamia

¡y siempre de penas!

De un cantar que dice

mentiras perversas…

De pálidas caras, de labios pintados

y de enormes orejas.

De un cantar gitano,

que dice las rejas

de los calabozos y las puñaladas,

y los ayes lúgubres de las malagueñas.

De un cantar veneno,

como flor de adelfa.

De un cantar de crimen

de vino y miseria,

obscuro y malsano…

cuyo son recuerda

esa horrible cosa que cruza de noche

las calles desiertas».

Manuel Machado.- «Nocturno madrileño»

(Imagen.-Madrid.-calle Mayor.-1954- 1956.-foto CAS oorthuys)

LA BIBLIOTECA DE NOCHE

«Durante el día – dice Manguel -, en la biblioteca reina el orden. Me muevo con un propósito concreto, a lo largo y a través de los corredores de letras, en busca de un nombre o de una voz, convocando los libros a mi presencia de acuerdo con la clasificación que tienen asignada. La estructura de la biblioteca es evidente: un laberinto de líneas rectas, no para perderse sino para encontrar; una habitación dividida que sigue una ordenación aparentemente lógica; una geografía obediente a un índice predeterminado de materias y a una jerarquía memorizable de letras y de números.

Pero de noche, el ambiente cambia. Los sonidos son más ahogados, los pensamientos se hacen oír con mayor fuerza. (…) Un libro llama a otro inesperadamente, creando alianzas por encima de culturas y siglos diferentes. Una línea a medias recordada despierta el eco de otra por razones que, a la luz del día, siguen sin hacerse evidentes. Si la biblioteca parece por la mañana un eco del severo y razonablemente ilusorio orden del mundo, de noche parece regocijarse en la confusión festiva, esencial, del universo».

(Imagen: «The Joy of Books»)

LA NOCHE ES CÁLIDA Y CLARA

«La noche es cálida y clara y sin viento.

La luna como piedra blanca aguarda encima

de los tejados y sobre el río. Las calles están en silencio

y la luz de la esquina se refleja solo en las formas encorvadas de los coches.

Duermes. Y el sueño se adensa en tu cuarto

y en este momento nada te importuna. Jules,

se ha abierto una vieja herida y vuelvo a sentir el dolor.

Mientras duermes salgo a presentarle mis últimos respetos

al cielo que parece tan amable

y al mundo que no existe y que me dice:

«No te doy ninguna esperanza. Ni siquiera esperanza».

Calle abajo se oye a un borracho

que canta una canción irreconocible

y un coche a unas manzanas de distancia.

Cosas que pasan y no dejan huella,

y llegará mañana y el día después,

y todo lo que nuestros antepasados conocían

se lo ha llevado el tiempo. Han desaparecido

y sus hijos también, y también las grandes naciones.

Han desaparecido los ejércitos que levantaron nubes de polvo

y humo por toda Europa. El mundo está en silencio y no

los oímos. Cuando era niño, y pasó el cumpleaños que tanto

había esperado, me quedé en la cama, despierto y desdichado,

y muy entrada la noche, el sonido de alguien cantando

en un callejón, muriendo lentamente en la distancia,

me hirió, igual que ahora».

Mark Strand.-«Leopardi»

(Imágenes:- 1-Neujahrsnacht.-1905.- Niels Fisher/ 2.-André Kertész.-1925)

VERANO 2011 (5) : MIRA LA NOCHE

«Mira la noche. Redonda

y cabal: sin una estrella.

Puedes sumergirte en ella

a tu gusto, porque es honda

y no ha de exhibir la ronda

falaz o superchería

con que se enguirnalda el día,

encubriendo en sus ramajes

florecidos y paisajes

la escueta verdad sombría».

Juan José Domenchina.-«Décimas concéntricas y excéntricas».- «Destierro«.-1942

(Imágenes:- 1.- Georgia O´Keeffe.- Nueva York de noche-.1929.-arthistoryarchive/ 2.-Daniele Cestari.-Roma de noche.-2011.-albemarlegallery.-Londres)

VERANO 2011 (2) : VOLÉ TODA LA NOCHE

«Volé toda la noche.

muy alto, sobre el Lago del Espejo.

La Luna de aquel Lago puso sobre las olas

mi sombra y hasta el río de Shan se fue conmigo.

Allí el hogar de Hsieh aún se levantaba;

se rizaban las verdes aguas y era estridente el grito de los monos.

Yo me puse el calzado de Hsieh, el gran señor,

y en escala de oscuras nubes me llegué al Cielo.

A mitad de camino, vi el Sol, no levantado

aún, que tras el mar estaba oculto,

y oí el Gallo del Cielo bajo el azul cantando.

Por mil quebradas sendas giré de risco en risco,

sin ver casi, a las peñas aferrado y envuelto en la tiniebla.

Los osos con rugidos y con doliente canto los dragones

contestábanse en medio de roquedos y ríos.

Me amedrentó la noche de los profundos bosques

y temblé ante los muros encumbrados.

Hoscas eran las nubes, como trayendo lluvia,

y el aire oscurecían las desatadas aguas con su espuma.

Brillaban los relámpagos, rugía luego el trueno;

cumbres y cordilleras se hundían, vacilando.

Y de pronto los muros de mi abismo

con gran fragor se abrieron.

Al fondo azul miré de la insondable sima

donde el Sol y la Luna, en terrazas de plata y oro, refulgían.

Allí bajaba un gran tropel de seres,

espíritus de nube, con vestes de arcoiris,

cabalgando en corceles que eran vientos…»

Li Po .– poeta chino del siglo Vlll.- (701- 762).- «Volé toda la noche»

(Imágenes.- 1.- galaxias.- foto telescopio espacial Hubble de la NASA – ESA.- The New York Times/2..-foto Goldpaint.- Goldpaint Brad/ 3.-Robert Longo.- 2010 -artknowledgenews. com.-cortesía de Metro Pictures)

NOCHE OSCURA Y NOCHE ILUMINADA

«La noche es algo natural: lo contrario de la luz que a nosotros y a todas las cosas envuelve. No es propiamente un objeto en el sentido literal de la palabra. No está delante de nosotros y ni siquiera se sostiene por sí mismo. No es tampoco una imagen, entendida como figura visible. Es invisible e informe. Y, sin embargo, la recibimos verdaderamente y está más próxima a nosotros que todas las formas y figuras, está más propiamente unida  con nuestro ser. Como la luz penetra con sus propiedades visibles todas las cosas, de la misma manera se las traga la noche y amenaza con tragarnos a nosotros también (…) Frente a la noche oscura y espantosa está el embrujo de la Noche, la luz de la luna que la penetra con un suave y delicado resplandor. No se traga las cosas, sino que las deja brillar con aspecto nocturno. Todo lo duro, lo áspero y penetrante es moderado y suavizado y se manifiestan rasgos esenciales de las cosas que no aparecen a la luz del día. Se escuchan también voces que el ruido del día amortigua y hace enmudecer. Mas no solamente la noche iluminada tiene sus encantos sino que podemos igualmente encontrarlos en la noche oscura. Da fin a la prisa y al ruido del día y nos trae el descanso y la paz».

Edith Stein

(Imágenes:-1.-Nueva de York de noche.-1929.-Georgia O´Keeffe.- arthistory/.-2.-Foto Revista TIME)

MI ABUELO, ÁFRICA, LA NOCHE

Es maravilloso vivir con mi abuelo, Premio Nobel, en nuestra casa.

   Lo he contado ya varias veces en Mi Siglo. Cuando recibió el Premio Nobel. Cuando explicó la vida de un párrafo. Cuando creó a la dama de las cerezas precoces.                                            

          Me he quedado tan pensativo en esta encrucijada del pasillo que apenas oigo a mi lado la voz de mi abuelo:

          –Juan, ¿pero qué haces aquí?

          No sé qué contestar.

          –Ven, te voy a enseñar algo.

          Me toma de la mano y me lleva –uno, dos, tres corredores, una, dos, tres galerías– hasta el nuevo cuarto que le han construido  para que pueda pensar mejor. 

          –Siéntate –me dice.

          Me siento entre redomas alambicadas como culebras de cristal, entre gases color de azafrán y de canela.

          –¿Estás ahí, abuelo? –le pregunto.

          Lo pregunto porque de repente ya no le veo.

          –Sí, claro que estoy aquí. ¿Dónde iba a estar?

          –No, es que no te veo. ¿Qué hacemos aquí?

          –Esperar a la noche –oigo la voz de Dante.

          Espero a la noche escuchando las tripas de las botellas hirviendo, el bullicio que arman las burbujas. El día se me hace muy largo porque no me veo la punta de los zapatos. Hay un olor a azufre, a amoníaco, a lejía ácida, pero eso es lo de menos. Lo que me preocupa es que no me veo la punta de los zapatos, pasan las horas y sigo sin verme la punta de los zapatos a causa de la niebla.

          –¿Hay que esperar mucho? –le pregunto a mi abuelo–. ¿Cuánto falta?

          La voz de mi abuelo viene de alguna parte, a lo mejor está delante de mí, no lo sé.

          –En los experimentos siempre hay que esperar –oigo su voz–. En los inventos siempre hay que esperar. En los descubrimientos siempre hay que esperar. Esperar. Esperar. Es muy importante esperar en la vida.

          Vuelvo a mirar hacia abajo, a ver si mientras espero consigo verme la punta de los zapatos. No. Nada. No los veo. Pero están ahí. Meto la mano entre la niebla y sí, ahí están los dos zapatos, uno en cada pie, eso es una realidad.

          Al fin, tras toda la espera, viene la noche.

          –Ahora, fíjate bien –me dice mi abuelo apartando las nubes de gases y de bruma.

          Hay un ventanal inmenso con el cielo duro y curvo, cuajado de estrellas. Nos acercamos lentamente a los continentes, a los países, a las ciudades. Lentamente los continentes, los países y las ciudades se acercan a nosotros.

          Entonces veo en las ciudades los rascacielos en la noche, primero iluminados, luego apagados.

          –Eso es Nueva York –me va explicando Dante.

          Veo a los hombres y a las mujeres tumbados, horizontales, cada uno en su cama. Hay millares, millones de cuerpos acostados, cada uno en su dormitorio, cada uno en su piso, todos los pisos de los rascacielos unos debajo de los otros, todos los cuerpos tendidos. Unos tienen colocada su cabeza a la derecha y los pies a la izquierda y otros han preferido colocar su cabeza a la izquierda y los pies a la derecha.

          Entonces, la ciudad va apagando todas sus ventanas, todos sus rascacielos, y los cuerpos de los dormidos también apagan poco a poco sus luces y se quedan inmóviles y horizontales, entregados al sueño.

          Excepto algunos.

          Sí, hay cuerpos que aún siguen encendidos.

          –¿Los ves? –me dice mi abuelo.

          Sí, sí que los veo. Hay uno allí, iluminado en su cama, en el piso 39 de un rascacielo de acero, queda otro cuerpo encendido en el piso 56 de un edificio de cristal, otros dos cerca de una azotea, en lo alto, no me imagino qué piso será.

          Pero voy descubriendo más. Muchos. Muchos más.

          –¡Mira, abuelo, aquel en aquella ventana! ¡Sigue con luz! –le señalo con el dedo– ¡Y aquel otro, abajo, ¿lo ves?, en aquella casa! –y le voy indicando los cuerpos iluminados por toda la ciudad– ¿Por qué no se apagan?.

          –Ahora los apago yo –me dice Dante.

          Alarga su mano y va dando a los interruptores de los cuerpos con luz. Toca suavemente en el cerebro de cada uno y le da vuelta a la llave del sueño. Todo se va apagando, todo duerme.

          –¿Pero por qué tardan tanto en apagarse? –pregunto.

          –Por preocupaciones, por disgustos –me va diciendo mi abuelo mientras sigue apagando los cuerpos–. No pueden dormir porque les dan vueltas y vueltas a las cosas y creen que pensando en ellas las van a resolver.

          Algunos se resisten.

          Dante Darnius les tiene que dar a algunos dos y tres vueltas a la llave y hacer girar varias veces el interruptor, con suavidad y sin hacerles daño, hasta que quedan a oscuras, totalmente dormidos.

          –Hay que hacerlo en el hipotálamo –me explica.

          No sé lo que es el hipotálamo. «Tiene nombre de caballo», pienso. «De caballo alado». ¿Es un caballo alado?

          –¿El hipotálamo es un caballo alado, abuelo? –me atrevo a preguntar.

          –El hipotálamo es una parte del cerebro y el cerebro es una parte del hombre –me dice Dante mientras sigue apagando los cuerpos.

          Me quedo maravillado ante esos cuerpos iluminados de cada edificio. Parecen vasijas transparentes conteniendo luz, irradiando luz como barras horizontales.

          –Se les desconecta el apetito, la sed, el comportamiento sexual –continúa explicándome mi abuelo conforme da a los interruptores.

          «¿El comportamiento sexual?», me digo pensativo.

          –Se les desconectan las sensaciones, el estímulo para despertar –sigue diciéndome Dante.

          –¿Y cuando ya están desconectados?

          –Cuando ya están desconectados, ¿ves?, como éste –dice girándole a uno la llave del sueño–, pues se quedan ya tranquilos, sosegados. Reposan.

          Ahora veo todo Nueva York a oscuras –edificios, calles, cuerpos. Toda la ciudad duerme. Casi podría oírse la respiración de la ciudad.

          Como mi abuelo ve que esta experiencia me gusta, la noche siguiente me llama a su cuarto.

          –Ven, hoy iremos a África.

          Enseguida nos vamos a África. Ya estamos en África.

          En África la noche es muy distinta. Hay una luna de color azul, de tinte de aceituna, una luna grande de tono violáceo o violeta, no lo sé muy bien. La veo encima de África como un disco y luego veo cómo se va posando poco a poco, horizontal, hasta transformarse en un lago. Entonces África se queda a oscuras porque la luna es una laguna a la que van a beber elefantes y jirafas y en donde nadan los cocodrilos.

          –Me gusta África –le digo a mi abuelo–. Sí, me está gustando mucho África.

          Lo que más me gusta de África son los colores. Hay un color verde oscuro, verde botella, verde esperanza en las ramas de los árboles y unas rayas de tiza tumbadas en los cuerpos de las cebras. Luego está el color de vino en los traseros de los  chimpancés y la plata en la melena de los leones.

          Y el silencio.

          Nunca he oído tanto silencio.

          –¿Oyes qué silencio, Juan? –me dice mi abuelo.

          ¡Es verdad, qué silencio!

          Mi abuelo, el escritor, pone su oreja sobre el cuerpo de África, yo le imito, y juntos oímos (como cuando se oye venir de lejos al tren, como cuando juego a escuchar en las vías) el rumor de los tambores avanzando, el tam‑tam de los latidos.

          –¡Cuántos corazones!, ¿eh, Juan? –me dice mi abuelo mirándome mientras escuchamos.

          –¡Sí, cuántos corazones!

          ¿Cuántos corazones habrá en África?

          Cuando nos levantamos, veo los cuerpos dormidos de los africanos. La noche va pasando y cerrando sus párpados.

          Y luciérnagas. Veo luciérnagas. Gusanos de luz.

          –¡Mira, abuelo, cuántas luciérnagas!

          Pero como en África las apariencias engañan, no sé bien si son estrellas o luciérnagas, si están reflejándose en el lago de la luna o es que son auténticas.

          –No son luciérnagas –me explica Dante–, son cuerpos encendidos.

          Efectivamente, son cuerpos encendidos. Africanos que no pueden dormir. Parecen gusanos de luz sobre los campos. Aquí no es como en Nueva York, no hay rascacielos. Los cuerpos forman el paisaje y cada uno está tumbado en una postura distinta. Parecen lombrices iluminadas junto a las chozas, en los poblados. O quizá pulseras brillantes. O ramas, sí, ramas de luz.

          Mi abuelo va apagando estos cuerpos encendidos en el silencio de África. Va pasando por entre el verde y el violáceo, aparta el malva de las montañas, separa las lianas amarillas y apaga, desconecta, deja que el sueño entre.

          Cuando nos tumbamos otra vez –mi abuelo y yo– con la oreja pegada al cuerpo de África, la oímos perfectamente dormir. Es una respiración potente la de este continente, suben y bajan con la respiración las cordilleras, las fieras, las cataratas, los penachos de plumas de los jefes de las tribus, se levantan en el aire las lanzas, retumban los tambores, sí, es una respiración potente la de África en el añil de la noche. Cuando África respira, incluso cuando ronca, los monos se encaraman en sus chillidos, las llamas de las hogueras ascienden, los caimanes se hunden en las aguas y se paralizan todas las danzas rituales, las máscaras, todas esas máscaras cruzadas de pinturas en la brujería de los bailes.

          ¡Sí, qué respiración tan oscura, tan profunda, tan fuerte la de África!

          Quizá por eso –por oír dormir a África o por apagar cuerpos en Nueva York– me gusta tanto el venir aquí a pasar grandes ratos al nuevo cuarto de mi abuelo, el Premio Nobel».

José Julio Perlado: ( del libro «Nosotros, los Darnius«) (relato inédito)

(Imágenes: 1.-África.-Christa Dichgans.-2007.-artnet/ 2.- foto: Andrew Henderson for The New York Times/ 3.- África.- Christa Dichgans.-2003.-artnet)