EL TRABAJO DE DOCUMENTACIÓN

Releo “La novela de una novela” de Thomas Mann. Cada vez la documentación es más necesaria y trabajosa.  Pienso nuevamente en Thomas Mann y en sus esfuerzos  de documentación para su «Doktor Faustus», sus estudios sobre música  y sus conversaciones con filósofos y músicos. Con todas las distancias que se quieran, es parecido a cualquier trabajo de investigación. El tema del tiempo en los japoneses, su sentido de la belleza y de lo efímero, tras estudiarlo, se vierte luego en muy pocas líneas creadoras, llenas de invención, pero que necesitan de ese soporte documental para no defraudar y ser auténticas. Cuando descubro, por ejemplo, el sentido de la fragilidad y de lo efímero en la cultura japonesa, las imágenes luego brotan libres e instantáneas;  como las cerezas – siempre es así la investigación -, unas cuestiones atraen a otras, unos libros a otros, y al fin, apartando a un lado los «andamios» de la investigación y del estudio, se escribe la invención que fluye, la que uno inventa y toma aire y cuerpo en la ficción del relato. 
José Julio Perlado

(Imágenes— 1- Utamaro/ 2- Kassamatsu Shiro 1938- bruce gif archive)


ANTIPATÍAS Y LITERATURA

Muchas veces conviene separar bien autores y obras, deslindar lo que el artista logró y lo que él nos presenta — virtudes y defectos — en su personalidad. El gran y temido crítico alemán Reich- Ranicki al hablar de Thomas Mann señala que ” se dirá que Mann no era una persona simpática, sino más bien repulsiva. Puede que sea cierto. Pero esto puede afirmarse también de Goethe, de Heine y de Richard Wagner, de Rilke, de Musil y de Brecht. Sólo resultan simpáticos los genios de quienes no sabemos casi nada. Shakespeare, por ejemplo.”

Por su parte, en cuanto a Proust, Pere Gimferrer resume en su “Dietario” las palabras que pronunció la princesa Ghika que había conocido bien al gran escritor francés. Cuando Proust recibe el Goncourt, la princesa Ghika recuerda aquella tarde: “ Proust llevaba los mensajes con una sonrisa, transmitiendo las palabras con alegría. Todo fue como cabía desear: él me miraba con su mirada azul, amplia y honda, muy dulce y reflexiva. Yo conocía la leyenda poética y melancólica que le rodeaba y lo acogí con la simpatía más afectuosa…” Pese a todo, a la muerte de Proust, el juicio de la princesa es más matizado: ”Era hábil, le gustaban los nobles, las gentes de título y buena posición. Era burlón y desdeñoso, vanidoso y con el orgullo de la importancia que realmente tenía. Por otra parte, no excesivamente simpático. Pero su obra es bella; aquí no hay mistificación.”

( Imágenes— 1–Barnett Neuwman- Irwing Penn- national portrait galleries/ 2- Proust- Emile Blanche)