INSOMNIO Y CREACIÓN

Escribe Kafka en octubre de 1911:

Noche de insomnio. Es ya la tercera de la serie. Me duermo bien, pero una hora después me despierto como si hubiese metido la cabeza en un agujero equivocado. Estoy totalmente desvelado, tengo la sensación de no haber dormido nada o de haberlo hecho sólo bajo una fina membrana; de nuevo veo ante mí el trabajo de volver a dormirme y me siento rechazado por el sueño. Y desde este instante hasta cerca de las cinco, transcurre toda la noche en un estado en el que realmente duermo, pero a la vez me mantienen despierto unos sueños de gran intensidad. Duermo literalmente junto a mí, mientras yo mismo tengo que andar a golpes con los sueños. Hacia las cinco, se ha consumido el último rastro de somnolencia, y ya sólo sueño, lo que resulta más fatigoso que estar en vela. En resumen, me paso toda la noche en el estado en que se encuentra una persona sana unos breves instantes, antes de dormirse realmente. Cuando me despierto, todos los sueños se han congregado en torno a mí, pero evito pasarles revista en mi memoria. […]


Creo que este insomnio se debe únicamente a que escribo. Ya que, por poco y por mal que escriba, estas pequeñas conmociones me sensibilizan; especialmente al caer la noche, y más aún por la mañana, el soplo, la inmediata posibilidad de estados más importantes, más desgarradores, que podrían capacitarme para cualquier cosa, y luego, en medio del fragor general que hay en mi interior y al que no tengo tiempo de dar órdenes, no encuentro reposo.

(Imágenes— 1- Kafka/ 2– flor del desierto- Sueo Takano)

EL GERMEN DE JOSEF K.

“El 29 de diciembre de 1899, un mediodía de viernes — cuenta el historiador y biógrafo Reiner Stach en ” Los años decisivos” —-, un jornalero en paro entró en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo de Praga a solicitar apoyo económico. Después de un breve examen de su caso, fue rechazado. El peticionario empezó a insultar a voz en cuello a los funcionarios, tiró algunas sillas por la estancia y, cuando debido al ruido inusual entraron corriendo los celadores, sacó una navaja del bolsillo. Hubo que llamar a un policía, y sólo entonces fue posible, uniendo fuerzas, arrebatar el arma al hombre, presa del frenesí. Fue entregado al departamento de seguridad de la dirección de policía, donde se tomaron sus datos personales. El hombre se llamaba Joseph Kafka y procedía del pueblo de Rotof, en la Bohemia central. Como aún no existían normas reguladoras para la prensa, la historia llegó a los periódicos con plena mención del nombre. Hoy, ese hombre se habría llamado ’ Joseph K. ”: un héroe de la sección de Local.

Josef K. : la abreviatura — sigue diciendo Stach —, apareció por vez primera el 29 de julio de 1914, sólo un día después de que Kafka decidiera ” salvarse” acudiendo al trabajo literario (…) En torno al 10 de agosto se le ocurrió a Kafka la idea decisiva. Hizo, como solía, una breve raya horizontal en uno de los cuadernos de sus Diarios para marcar el inicio de un nuevo comienzo y escribió entonces una extraña frase: “ Alguien debía de haber calumniado a Josef K., porque, sin haber hecho nada malo, fue apresado una mañana.”

(Imágenes— 1- estatua de Kafka en Praga por Jaroslav Rona- wikipedia//2–Kafka— elmundo es/ 3- “El proceso” de Orson Welles)

CHANDLER Y MARLOWE

“En Chandler— anotaba Ricardo Piglia—me gusta la combinación de aventura e ironía, una épica sosegada. Marlowe busca todo el tiempo objetos perdidos, enfrenta obstáculos múltiples. Vive ese trabajo agobiante de detective privado como un héroe de Kafka, con humor, viendo la muerte de cerca y el dinero como una clave que le da sentido al juego. Finge aceptar esas reglas para ocultar la atracción por el movimiento continuo. Una formidable técnica narrativa destinada a bifurcar incesantemente los caminos, la acción va siempre dos pasos por delante del héroe, que sólo encuentra los efectos de los hechos pero nunca los hechos mismos. Muchas veces me he sentido tentado de escribir el ”Quijote” de las novelas policiales. Un solo protagonista que debe ser al mismo tiempo Quijote y Sancho, un ex comisario un poco loco acompañado por sus voces interiores que le hablan sólo a él ( o que sólo él escucha), con la sabiduría popular de Sancho Panza, dichos, refranes, soluciones inesperadas de los enigmas. Los resuelve ” por pálpito”. Tener un pálpito es adivinar el porvenir, imaginar cómo siguen las cosas. Y ése es el método que debe tener este investigador que estará en el borde del género.”

(Imagen— Nueva York – Vivian Maier- 1955)

EL TREN ES EL TIEMPO


Vila- Matas en su “Diario voluble” nos lleva hasta el italiano Roberto Calasso y a su vez Roberto Calasso nos lleva hasta Kafka: “En uno de sus mejores capítulos, Calasso analiza el arranque de “El proceso” donde Kafka escribió unas palabras que después eliminó. “Hace falta presteza para cogerlo todo, al abrir los ojos, por así decir, en el mismo punto en que uno lo ha dejado la noche anterior.” Roberto Calasso ve en “Él proceso” la historia de un despertar forzado. Josef K. es aquel para quien nada volverá a estar en su lugar. Hay gente que al despertar revive cada día con angustias su aparición en la vida, ese despertar forzado. Alguien decía que venimos al mundo muy jóvenes en un tiempo muy viejo. Y es al tiempo — nos desvela Calasso— al que Kafka hace alusión en la breve y misteriosa frase suelta que abre sus ‘Diarios”: “ Los espectadores se ponen rígidos cuando pasa el tren.” El tren es el tiempo que no nos permite comprender su forma. Es inevitable entonces ponerse rígido, mientras lo observamos: signo de una última resistencia.”


(Imágenes— 1- Alfred Stiegliz/2-Alberto Sughi- artnet)

CASAS HECHIZADAS

 

 

Una larga lista de casas hechizadas proporciona Jacobo Siruela en su prólogo  a la “Antología universal del relato fantástico” (Atalanta). Casas de muros con misterio, de puertas con enigma o de suelos apoyados en sueños. “Un escritor indio, Nayer Masud – doctor en urdu y persa, catedrático de literatura y traductor de Kafka y de la literatura persa –  ha descrito en “Lo oculto” – (así lo comenta Siruela) -, cómo un joven de la India contemporánea, que ha conseguido un trabajo relacionado con la inspección de viviendas, descubre asombrado que en ciertas habitaciones hay zonas que provocan miedo o un deseo desconocido. Tan sólo se trata de una sensación, pero es tan intensa que el protagonista le concede una total credibilidad”.

 

 

 

El castillo de Otranto”, la casa Usher, la mansión de “Otra vuelta de tuerca”, el hotel de “El resplandor” de Stephen King o la larga enumeración de casas embrujadas ocupan un lugar central en la literatura fantástica : son casas hechizadas que constituyen un motivo clásico de la literatura vitoriana, herencia de la novela gótica. Siruela añade que la realidad, el tamaño o la forma carecen de importancia. Algunas historias nos hablan de cierta cualidad especial que tienen los lugares, y que los antiguos romanos llamaban “genius loci”.

Entre el fantasma, la metamorfosis, el tema del “doble”, la magia o el autómata, ahí se cuela y adquiere inusitada grandeza y dimensiones profundas la casa hechizada, porque si ya de por sí toda casa es un recinto donde vivió durante largos años el tiempo pasado con su multiplicidad de personajes y de enigmas, ahora, tocada de pronto por la varita del hechizo, los muros transforman su realidad en sueños y los sueños nos envuelven en sombras.

 


 

(Imágenes -1- Ida Outhwaite/ 2-Albert  Lorieux/ 3-  Alexandre Rabine -1989- artnet)

¿POR QUÉ LEEMOS “DIARIOS”?

 

 

”¿Por qué leemos un diario de escritor? – se preguntaba Susan Sontag – ¿ Por que ilumina sus libros? Con frecuencia, no. Más fácilmente, porque el diario es material bruto, aun si ha sido escrito con miras a una futura publicación. En él, leemos al escritor en primera persona : nos encontramos con un ego desprovisto de las máscaras de ego de las obras del autor. Ningún grado de intimidad en una novela podrá suplirlo, aunque el autor escriba en primera persona o utilice una tercera persona que, transparentemente, le señale. La mayor parte de las novelas de Pavese están narradas en primera persona. Sin embargo, sabemos que el “yo” de las novelas de Pavese no se indentifican con Pavese mismo, como tampoco el “Marcel” que cuenta “A la busca del tiempo perdido” se identifica con Proust, ni el “K” de “El Proceso” y “El castillo” con el mismo Kafka. No quedamos satisfechos: las audiencias modernas exigen la desnudez del autor. El diario nos presenta el taller del alma del escritor. ¿Y por qué nos interesa el alma del escritor ? No porque el escritor nos interese en sí. Sino por la insaciable preocupación moderna con la psicología”.

 

 

Victoria Ocampo, comentando los Diarios de Virginia Woolf, decía que “ella había notado con su habitual finura que los Diarios podían dar del autor una imagen deformada por una sencilla razón: uno se acostumbra -dice – a registrar con preferencia ciertos estados de ánimo peculiares – supongamos la irritación o la depresión – y a no escribir el Diario bajo la influencia de estados  de ánimo distintos (…) En una carta de 1934 Virginia Woolf confesaba: “muy pocas mujeres todavía han escrito autobiografías veraces. Es mi lectura favorita” . “Tengo miedo de la autobiografía en público”, decía releyendo su Diario con una especie de “intensidad culpable”. En 1924 escribía :” Me impresionó leer algunas de mis notas aquí de mi Diario porque si uno deja que la mente corra a su antojo se vuelve personal, cosa que detesto”. “Odio que la personalidad, que la apariencia del escritor se coloque en primer plano, anteponiéndose a su obra.”

 

 

(Imágenes: -1-libros 021/ 2- lourania tumblr/ 3-bibliotheque tumblr)

 

LECTURA RÁPIDA, LECTURA LENTA

 

 

“Los anuncios de los periódicos tientan a algunas personas a hacer toda clase de cursos de lectura rápida – recordaba Amos Oz -: por una módica suma, nos prometen que nos enseñarán a ahorrar un valioso tiempo, a leer cinco páginas por minuto, a recorrer la página en horizontal, a saltarnos los detalles y a llegar rápidamente a la última línea. Las sugerencias que he ofrecido en este volumen ( Oz se refería a su interesante libroLa historia comienza” ) , diez breves ojeadas a los contratos iniciales de diez novelas o relatos, pueden servir de introducción a un curso de lectura lenta: los placeres de la lectura, como otros goces, deben consumirse a pequeños sorbos.”

Uno de los escritores israelíes más universales como es Amos Oz publica estos días “Queridos fanáticos”, una obra en la que trata de “diagnosticar los orígenes del fanatismo y la agresividad” y vuelvo a tomar sus ensayos sobre literatura, ese  útil estudio de los principios narrativos en Gógol, Kafka, García Márquez, Chejov o Carver entre otros, en su análisis del amor por los detalles, y en la satisfacción que nos produce la lectura lenta.

 

 

’El juego de leer – dice Oz – exige al lector que tome parte activa, que aporte su propia experiencia vital y su propia inocencia, así como prudencia y astucia. Los contratos iniciales son unas veces como el juego del escondite y otras se parecen más a una partida de ajedrez. O de póquer. O a un crucigrama. O a una travesura. O a una invitación a entrar en un laberinto. O a una invitación a bailar. O a un galanteo de mentira que promete pero no entrega, o entrega lo que no debía, o entrega lo que no había prometido, o entrega sólo una promesa”.

Los contratos iniciales, es decir, los comienzos de muchos libros célebres o no, nos inducen siempre a una lectura gozosa y lenta.

 

 

(Imágenes -1- Oscar Bluhm -1892/ 2- Julia Margaret Cameron – 1867/ 3- George Clausen – 1909)

CIUDADES LITERARIAS

 

ciudades-yngg-Praga- tranvía- Jakub Schikaneder- mil novecientos diez

 

Cuando releo el delicioso libro de Nuria Amat «Viajar es muy difícil» (Anaya & Mario Muchnik) sus páginas me llevan otra vez hasta ciudades literarias de sombras, farolas y adoquines por donde transitan, al costado de Borges o de Kafka, señores con bastón y sombrero, parejas de viudas empobrecidas, empleados de banca, oficiales retirados, funcionarios esquilmados, periodistas hambrientos, oficinistas humillados, y tantos y tantos hombres y mujeres que recorren el mundo. Se cruzan con nosotros gentes que viajan para leer, como Henry James, o que viajan para escribir como Joseph Conrad. «Huidizos, expatriados y perseguidos -comenta Amat-, los escritores no tienen casa propia. Tánger, por ejemplo, es una ciudad literaria debido a los muchos escritores que la visitaron y la hicieron suya. Praga expulsa a sus escritores (Rilke, Kafka, Kundera…) ; Trieste, sin embargo, los cobija (Svevo, Joyce) y mantiene (Magris..) Y lo mismo, o parecido, puede decirse de San Petersburgo, Buenos Aires, Venecia…» En el caso de Viena, y refiriéndose más que a los escritores a los músicos, Allan Janik y Stephen Toulmin en «La Viena de Wittgenstein» recuerdan igualmente que pocas ciudades han sido menos generosas que ésta para reconocer en vida a aquellos hombres a los que proclamaría héroes culturales después de su muerte. Franz Schubert, Arnold Schönberg y Gustav Mahler – al que se celebraba como el más grande de los directores pero se le denunciaba a la vez como compositor corrompido –  vivieron con la ciudad un romance sorprendente e insólito.

 

ciudades.-55g.-Brujas.-cacmalaga org

 

Y es en varias de esas ciudades literarias extendidas en las calles del tiempo – entre cafés y personajes inesperados – donde podremos  oír al fondo el ruido de los tranvías. Nuria Amat habla de ellos. No sólo nuestra imaginación nos lleva con rapidez hasta Lisboa, sino también a otros puntos del mundo. En Buenos Aires, Borges iba y volvía en tranvía desde su casa  a la biblioteca pública de Boedo. Pero la parsimonia del tranvía hará decir a la autora que «el tranvía tiene una apariencia estética alada, celebrada por el poeta: «los suavemente tensos hacia atrás cables del tranvía», escribió Kavafis. » El tranvía también, dice Amat, es un anacronismo en sí mismo, una especie de fantasma del mundo industrial. Tan anacrónico, en fin, como la escritura».

 

ciudades.-8uuhnu.-Viena.-1960-Elfriede Mejchar

 

(Imágenes-1-Praga- Jakob Schikaneder– 1910/ 2.-Brujas -Cacmalaga -eu/ 3.- Viena –  Elfriede Mejchar– 1960)

PASTERNAK EN PEREDELKINO

 

escritores.-6wws.-Boris Pasternak.-a la izquierda, con su hermano.-pintura de su padre, Leonid Pasternak

 

«Todavía no he leído a Kafkale decía Boris Pasternak a Gerd Ruge en Peredelkino a final de los años cincuenta  -. Ahora estoy leyendo a Marcel Proust. Delicioso, en extremo delicioso; aunque a veces le encuentro falto de algo. Y si se pudiera reunir en una sola persona la fuerza de Thomas Mann y la de Rilke.., el resultado sería una obra maestra. En Thomas Mann hay un exceso de análisis psicológico experimental y también un exceso de ensayo literario periodístico. Pero su arte, unido a la fina sensibilidad, la profundidad y el sentido de lo transcendente del Rilke que escribió «Los cuadernos de Malte Laurids Brigge», sería algo extraordinario. ¡Y qué novela no sería el «Ulises», de Joyce, si tuviera la claridad de las narraciones de «Dublineses!…».

 

escritores.-5qmnm.-Boris Pasternak en Peredelkino.-1958.-foto Cornell Capa

 

Contaba todo esto Pasternak al lado del alto pupitre que utilizaba para escribir a causa de su lesión en la pierna. «No  lamento que mi obra «El doctor Jivago» se haya publicado en Occidentecontinuaba -; lo que lamento es el ruido que se ha levantado por su causa. Todos escriben sobre la novela; pero ¿ quién la ha leído propiamente? Porque, ¿qué es lo que cita de la obra? Siempre las tres mismas primeras páginas, de las setecientas que tiene el libro».

 

escritores-nnju- Pasternak- foto Cornell Capa- Peredelkino mil mvecientos cincuenta y ocho

 

«El plan de «El doctor Jivago» – explicaba Pasternak a «The Paris Review» – lo esbozan  los poemas que acompañan al libro. Esa es una de las razones por las que yo decidiera publicarlos junto con la novela. También están ahí para darle a la novela más cuerpo, más riqueza. Por la misma razón utilicé el simbolismo religioso: para darle calor al libro (…) Uno debe vivir y escribir sin descanso, con la ayuda de las reservas que la vida ofrece (…) La vida en torno nuestro cambia constantemente, y yo creo que uno debe tratar de cambiar su propia visión en forma correspondiente… cuando menos una vez cada diez años (…) Cuando escribí «El doctor Jivago» sentí que tenia contraída una deuda inmensa con mis contemporáneos. Fue un intento de pagarla (…) Yo quería dejar una constancia del pasado y honrar en ese libro los aspectos hermosos y sensitivos de la Rusia de aquellos años».

(Pequeña evocación con motivo de los cincuenta años del estreno de la película «El doctor Jivago», basada en la novela)

 

Pasternak-unng- museo de Boris Pastrnak en Peredelkino- wikipedia

 

(Imágenes.- Boris Pasternak y su hermano Alejandro hacia 1905.-pintura de Leonidas Pasternak/.- 2 y 3.-Pasternal en Peredelkino- 1958- foto Cornell Capa) / 4.- museo de Boris Pasternak en Peredelkino- Wikipedia)

UNA BIBLIOTECA SENTIMENTAL

 

libros-nnyy- biblioteca- Diva Diva

 

«Imagino una «biblioteca sentimental»- confesaba Alberto Manguel – formada por libros que me gustaría poseer por razones puramente anecdóticas. Por ejemplo, entre otros, el «Homero» traducido por Chapman que perteneció a Keats, el ejemplar de «La metamorfosis» que Kafka regaló a su padre, el «Cicerón» de San Agustín, el «Aristóteles» de Averroes, el ejemplar de «La tempestad» que perteneció a John Gielgud, el ejemplar de «Yerma» que perteneció a Margarita Xirgu, el «Amadis» que perteneció a Cervantes, el ejemplar de los «Poemas» de Heine que Borges utilizó para aprender alemán».

 

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Cada uno puede construirse – al menos con la imaginación – su «biblioteca sentimental». Allí estarán quizá los primeros libros de la juventud bajo el polvo de un desván de recuerdos, la primera biblioteca a la que fuimos y la primera personal que nos rodeó, los volúmenes que nos marcaron desde el principio, los que nos asombraron en el tiempo y los que nos acompañaron en la madurez. Páginas que releemos de cuando en cuando, sorbos preciosos de lectura. «Allí hay familias de grandes atributos – escribía Séneca refiriéndose a su biblioteca – Elige aquella a la que debes pertenecer. La adopción te proporcionará no sólo nombre, sino también bienes, que no debas guardar con espíritu mezquino o avaricioso; cuanto más las compartas, más se acrecentarán… Éste es el medio que tienes de prolongar tu mortalidad, no de transformarla en inmortalidad».

 

libros-unnhy-libros en Antalya- Turquía

 

Toda biblioteca produce alegrías. «Porque si es posible disfrutar en  este mundo de un bien soberano – decía el bibliotecario Gabriel Naudé -, de una felicidad perfecta y acabada, creo que no existe ninguna más deseable que el diálogo y el grato y productivo entretenimiento que un sabio puede encontrar en una biblioteca semejante, y juzgo que no es cosa extraña poseer libros. Puesto que a causa de su biblioteca puede considerarse  legítimamente cosmopolita o ciudadano del mundo, puede saberlo todo, verlo todo y no ignorar nada; en resumen, al ser dueño absoluto de esta fuente de satisfacción, puede utilizarla como le venga en gana, disfrutarla cuando le plazca y conversar con ella tanto como quiera, y así, sin obstáculo alguno, sin trabajo y sin esfuerzo, puede instruirse y conocer las características más precisas de todo lo que existe, de lo que ha existido y de lo que puede existir sobre la tierra, en el mar y en los lugares más recónditos del Cielo».

 

interiores.-88ttbb.-libros.-Frank Moss Bennett

 

(Imágenes.- 1.-biblioteca- diva-diva/ 2.-John Singer Sargent/ 3.- libros en Antalya- Turquía/ 4.- Frank Moss Bennett)

KAFKA Y LOS RATONES

escritores.-88y -Franz Kafka.-Uncredited and Undated Phoyograph

«En la casa le habían hecho una cómoda tumbona –evoca el gran crítico italiano Pietro Citati al recordar a Kafka en el otoño de 1917, cuando el escritor se encontraba en Zürau – Allí estaba estirado «como un rey», sin camisa, mientras nadie podía verle. Una noche, hacia mediados de noviembre, le asaltó el horror. (…) De vez en cuando, en el otoño, había sentido un roer ahogado: una sola vez se levantó temblando y fue a ver. Pero, esa noche, asistió al alboroto mudo y rumoroso del pueblo espantado de las ratas. A las dos fue despertado por un roce cerca de la cama y desde ese momento no cesó hasta la mañana. » Arriba y abajo por la caja de carbón – confiesa Kafka -, una carrera a lo largo de la diagonal de la habitación, círculos trazados, leños roídos, silbidos ligeros durante el reposo, y mientras tanto siempre el sentido del silencio, de la secreta actividad de un pueblo proletario oprimido, al que pertenece la noche». «Nada a lo que agarrarme en mi persona – le escribe a Felix Weltsch -, no me levanté ni encendí la luz, la única posibilidad era gritar un poco para intentar asustarles… Por la mañana estaba demasiado asqueado y deprimido para levantarme hasta la una».

animales.-99h.-gatos.- Mokona.-Linda Gavin

A partir de entonces Kafka tuvo un gato en la habitación, según lo cuenta Ronald Hayman en la biografía del escritor, aunque detestaba que el gato le saltara a las rodillas cuando estaba escribiendo o a la cama cuando estaba acostado. Kafka atribuyó su miedo a los ratones » a la impresión que dan de poseer -así se lo dijo en una carta a Max Brod a principios de diciembre de 1917- esa inesperada, indeseada, ineludible, considerablemente silenciosa, obstinada y secreta intención, junto con la sensación de que todas las paredes de alrededor están infestadas de sus galerías, y de que están acechando ahí, y de que a causa de las horas nocturnas que les pertenecen, y de su tamaño diminuto, son ajenos a nosotros y en consecuencia es tanto más difícil atacarles«.

escritores--5gcc.-manuscrito de El Proceso de Kafka

Ahora puede leerse en la prensa que El Archivo Literario Alemán ha adquirido en una subasta por una suma que no ha dado a conocer la famosa carta de Franz Kafka a su amigo Max Brod, en la que confiesa su miedo a los ratones. Son cuatro páginas fechadas el 4 de diciembre de 1917 y la carta – según dice la nota de prensa– será subastada junto a otros manuscritos de Kafka acompañada con testimonios de su influencia sobre escritores como Elias Canetti, W.G. Sebald y Gilles Deleuze en una pequeña exposición titulada «Los ratones de Kafka«. Son patentes también, añade esa nota, las huellas que llevan a obras diversas, como por ejemplo «Josefina la cantora o el pueblo de los ratones» o «La madriguera».

animales.-98.-gatos.-Neil Libbert

El tema de los animales, de sus galerías subterráneas y de sus madrigueras fue recurrente en la obra narrativa de Kafka, y en sus Obras Completas  – la edición dirigida por Jordi Llovet (Opera Mundi) – se recuerda la carta que el escritor dirigió a Milena Kesenská diciendo: «Yo era un animal salvaje que no vivía casi nunca en el bosque, sino que me enterraba en cualquier lugar cavando un agujero» o aquella otra que envió a Max Brod en 1923: «Camino para uno y otro lado o estoy sentado, petrificado, tal como haría en su madriguera un animal desesperado…». Si Luis Izquierdo en su «Kafka» (Barcanova) hace alusión a las transformaciones de animales en el escritor checo como estados de ánimo, es sin duda la gran traductora y especialista en Kafka, Marthe Robert, la que recuerda que «lo que distingue  de manera fundamental a los animales de Kafka de todos los animales alegóricos y fabulosos es su animalidad verdadera, doliente, misteriosa por su misma limitación, digna de atención y de infinito respeto. (…) Lo que hace de «La madriguera» un relato conmovedor y no una fría alegoría es el trabajo del Animal, ese trabajo para el que tiene una sola herramienta: su cabeza, su pobre frente martirizada y sangrante«. «Kafka fue un individuo aislado – evoca igualmente Marthe Robert en «Reales e imaginarios» (Cuatro) -; en cierta medida, fue un apátrida en Europa«.

Y fue allí, en Zürau, donde leía a Kierkegaard, a San Agustín y a Tolstoi, donde a Kafka le aterrorizó el ruido de los ratones.

animales.-88hh.-gatos.- Franz Marc

(Imágenes.-1.-Franz Kafka hacia 1917.-Undacredited and Undated Photography/2.-Mokona.-Linda Gavin- hide213.ebb.jp/ 3.- página del manuscrito de «El proceso»/4.-flying cat.-Neil Libbert.-michaelhoppengallery.com/ 5-Franz Marc.-1913.-Gallery Kumstsammlung.-Düsseldorf.-Alemania)

CINE Y LITERATURA

«El murmullo de la contemplación le hacía decir a Sábato con sus problemas de vista:» Cuando me leen un fragmento de Los hermanos Karamasov se produce en mí como una vibración física, corporal. Algo que me atraviesa y corre por mi sangre. Pienso que se debe a que la literatura no ha sido para mí una actividad separada de la vida (…) Debería pensarse en esto ahora que la literatura y el arte en general están tan desacralizados. Debería pensarse seriamente el valor que tienen en la vida del hombre las grandes narraciones». Las conflictivas relaciones entre Dmitri, Ivan, Smerdjakov y el adolescente Alëša, los diálogos, las confidencias, las confesiones de los espíritus enfrentados de los Karamasov no pueden liquidarse con esa frase sintética de muchas gentes al concluir un vídeo: “Ya lo he visto”, dicen. Y no volverán a él nunca más. Lo han visto resumidamente, pero es muy probable que no lo hayan contemplado, no se han adentrado, no ya en las descripciones decimonónicas de las habitaciones, sino en los matices de las tormentas humanas. “Ya he visto El Gatopardo, “ya he visto La muerte en Venecia”, “ya he visto El doctor Zhivago. Son visiones (a veces excelsas, a veces incluso superiores a las de las obra literarias, a veces no), pero visiones que únicamente recorren la cinta del lenguaje fílmico, el tratamiento del cine, y que deberían completarse con la lectura. La elegante suntuosidad del estilo de Lampedusa, la finura de composición de Thomas Mann, las poesías de Pasternak que Yuri Zhivago dedica a Lara quedan sin contemplación y sin goce, no se asoma el ojo humano para seguir los rasgos de la pluma del escritor, no se aprende a observar literariamente ni a contar historias (además de en la pantalla) sobre el papel, no se demora uno disfrutando con los pliegues de los párrafos, de los diálogos y de las palabras.

Y si nos vamos a la construcción de ciertas escenas literarias que no han sido llevadas al cine y que no han sido transformadas por el movimiento de la cámara, descubriremos en algunos libros hallazgos llenos de matices y (bajo la apariencia de su naturalidad) toda la dificultad y el dominio que supone escribirlos.

Así ocurre, por ejemplo, entre muchos otros, con el relato «En la linde de los árboles (Alianza) del escritor austriaco Thomas Bernhard en el que, en diversos planos, cuenta cómo alguien que está escribiendo una carta a su novia cuenta a la vez lo que está viendo en esos momentos en la sala de la hospedería en la que escribe, y mientras describe lo que ve, piensa en lo que está escribiendo, y (a la vez que piensa), escribe y mira. Y todo eso casi simultáneamente, todo hábilmente entrelazado:

    » Al entrar en la sala [está hablando de una pareja que ha entrado en la hospedería] no me habían visto al principio, pero luego, como vi, se sobresaltaron al verme y me saludaron con la cabeza, pero no volvieron a mirarme. Yo acababa de empezar a escribir una carta a mi novia: que era más sensato, escribí, esperar todavía un poco en casa de sus padres, hasta que yo me hubiera aclimatado en Mühlbach; sólo cuando hubiera conseguido fuera de la hospedería, “posiblemente en Tenneck”, escribí, dos habitaciones para nosotros, debía venir ella. Ella me había escrito en su última carta, prescindiendo de las acusaciones contra sus padres, carentes de comprensión, que tenía miedo de Mühlbach, y yo le respondí que su miedo era infundado. Su estado, decía ella, se había vuelto tan enfermizo, que tenía miedo de todo.»

     “Al fin y al cabo hay tres hospederías en Mühlbach”, escribí, pero es imprudente escribir eso, pensé, y taché la frase, tratando de hacerla ilegible, y decidí por fin escribir por tercera vez toda la carta. (En los últimos tiempos escribo todas mis cartas tres o cuatro o cinco veces, siempre para contrarrestar mi excitación mientras escribo una carta, tanto en relación con lo que escribo como con mis pensamientos.) La gendarmería era una buena base para los dos, estaba escribiendo precisamente de mi aumento de sueldo, de unos ejercicios de tiro que se harían a finales de otoño en Wels, cuando los dos, curiosamente la muchacha primero y detrás de ella el joven, entraron en la sala; de la mujer del inspector que estaba enferma del pulmón y perdida, y procedía de la Cilli eslovena. Seguía escribiendo, pero me daba cuenta de que tampoco podría enviar esa carta, los dos jóvenes atrajeron desde el primer instante mi atención; comprobé una falta de concentración súbita y completa por mi parte en relación con la carta y con mi novia, pero seguí escribiendo disparates para poder observar mejor a los dos forasteros fingiendo que escribía. Me resultaba agradable ver de pronto rostros nuevos, en esta época del año, como ahora sé, no vienen nunca forasteros a Mühlbach, y por eso era tanto más extraña la aparición de los dos, de los que supuse que él era artesano y ella estudiante, los dos de Carintia. Luego, sin embargo, me di cuenta de que los dos hablaban un dialecto de la Estiria. Recordé una visita a mi primo estirio, que vive en Kapfenberg, y supe que los dos eran de la Estiria, así hablan allí (…)».

Como se ve, hay aquí toda una serie de movimientos en la escena que una cámara cinematográfica relataría con esfuerzo y sin duda con habilidad, pero esta vez la pericia del lenguaje literario no es ni mejor ni peor, sino distinta y al seguir esos movimientos de la pluma del escritor, esos vaivenes entre la interioridad y lo externo, entre los pensamientos y las acciones, se adquiere sin duda un aprendizaje de cómo dominar bien los resortes de una narración. Cómo intentar ceñir con el estilo todos los planos de una situación».

(J. J. Perlado » El ojo y la palabra», págs 167- 170)

(pequeña evocación cuando aparecen en castellano las Cartas de Thomas Bernhard a su editor)

(Imágenes: 1.-Claudia Cardinale en «El Gatopardo» de Visconti -1963/ 2.-Pasternak en Peredelkino.-1958.-Cornell Capa/ 3.–Thomas Bernhard/ 4.- «El proceso» de Kafka, película de Orson Welles/ 5.- Anthony Hopkins y Emma Thompson en «Lo que queda del día», basada en la novela de Kazuo Ishiguro)

INSPIRACIONES Y OFICIOS

«La vida del escritor es muy desembarazada y libre- recuerda Patricia Highsmith -, y si hay estrecheces proporciona cierto consuelo el hecho de que no seamos los únicos que las padecen y nunca lo seremos mientras siga existiendo la raza humana. La economía suele ser un  problema y los escritores siempre andan preocupados por su culpa, pero esto forma parte del juego. Y el juego tiene sus reglas: la mayoría de los escritores y artistas necesitan tener dos trabajos en sus años jóvenes, uno que les proporcione dinero y otro consistente en realizar su propia obra. El noventa y cinco por ciento de los escritores norteamericanos necesitan tener otro empleo durante toda la vida para que les cuadren los números«. Más o menos sobre todos estos temas habla Daria Galateria en «Trabajos forzados» (Impedimenta) cuando se refiere a las distintas ocupaciones que los escritores se han sentido obligados a tener: Kafka, como es sabido, en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales ocupado hasta las dos de la tarde; Eliot en el Lloyds Bankes el trabajo más interesante del mundo – decía el gran poeta -. Es tranquilo y me permite vivir en Londres, continuar mis trabajos y ver a los amigos; el banco es acogedor y estimulante«),

En alguna ocasión he hablado en Mi Siglo de la soledad y de los oficios de los escritores. Los viajes en avión del piloto Saint- Exupery; el recorrido por diversas pensiones y en diversas ciudades del italiano – de profesión ingeniero y luego corrector de textos-  Carlo Emilio Gadda; la dura responsabilidad de George Orwell en la policía birmana; la profesión de empleado de Banca del francés Jean Giono (he estado en el banco -decía – no un día o unos meses, sino dieciocho años : y entre un cliente y otro escribía, sin equivocarse nunca en las cuentas), todo ello nos lleva al aprendizaje en otros quehaceres y tareas que, además de proporcionar alimento a los escritores, les transmiten indudables experiencias. En ese libro en donde se recogen varios consejos útiles – «Suspense» (Anagrama) -, Patricia Highsmith recuerda que « si uno intenta escribir, y al mismo tiempo tiene un empleo, es importante que cada día o cada fin de semana se reserve cierto tiempo para crear, tiempo que deberá ser sagrado y sin interrupciones».

«Los escritores – sigue diciendo la novelista norteamericana -deberían aprovechar todas las oportunidades de aprender cosas sobre las profesiones de otras personas, ver cómo son sus cuartos de trabajo, oir de qué hablan. El escritor debe observar bien todos los nuevos escenarios que se le presenten, tomar notas y sacar partido de ellos. Lo mismo cabe decir de los pueblos, ciudades y países nuevos. O incluso de calles que nunca había visto antes: una calle miserable en alguna parte, llena de cubos de basura, chiquillos, perros vagabundos, es tan fértil para la imaginación como una puesta de sol».

«En cuanto a las pequeñas dificultades de la vida – prosigue -, las hay a miles. ¿Qué escritor no ha tenido que trabajar con dolor de muelas, con facturas que hay que pagar, con un niño enfermo en la habitación de al lado o en la misma habitación, cuando te visitan los parientes políticos, cuando una relación amorosa acaba de terminar o cuando el Gobierno te exige que rellenes más y más formularios?».

Es la vida, la riqueza de la vida, las contrariedades enlazadas con la literatura, hechas a veces literatura, inspiraciones que conviven con distintos oficios, oficios que sin ellos quererlo dan nuevas luces a la creación.

(Imágenes:- 1.- manuscrito de «La tierra baldía» de Eliot con correcciones de Ezra Pound/ 2.-T. S. Eliot.-foto de Ida Kar/ 3.-manuscrito de «1984», de George Orwell/ 4.-manuscrito de Jonathan Edwards.-1703-1758)

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SOBRE LA JUVENTUD

“Yo todos los años me quedo asombrado en la primera hora de la primera clase del curso universitario. Vienen ante mí todos los alumnos de todos los puntos del país y se posan como bandada de ideas y de cuestiones sentados en semicírculo, absortos ante las cuestiones e ideas que se les pueda plantear. Aún no han sido tocados por la sombra del escepticismo ni les ha caído encima una mota de aburrimiento. Están allí sentados, abierto su cuaderno virginal de ignorancias en espera del alimento que reciban. Y prácticamente todos ellos – aun sin formularla de manera explícita – guardan una pregunta escondida que no sé qué padre ni qué madre ni qué escuela les haya podido señalar y tampoco imagino en qué momento.

¿Qué es la verdad? ¿Y la bondad? ¿Y la ética? ¿Dónde está el bien en este mundo tan injusto? ¿ Y la belleza? Naturalmente esa briosa acometida que siempre es la juventud – generación tras generación – en su perpetuo anhelo de ir en busca de la felicidad, del bien, de la verdad y de la belleza toma un impulso ascendente que se mantendrá hasta ser tentado por los anzuelos de la utilidad o quedar fatigado por el cansancio. Entonces los caminos del ver se bifurcan -o a veces se entremezclan -, y unos ven únicamente la utilidad de las cosas y otros tan sólo la belleza. De cualquier forma, ese empuje continuo de la juventud por remontar las fuentes siempre me ha dejado asombrado y uno procura, en su pequeña medida, responder alentando y manteniendo cada vez más vivo ese entusiasmo por el asombro”.

«Recuerdo las frases de Kafka paseando por Praga con su amigo Janouch. Decía Kafka: «La juventud es feliz porque posee la capacidad de ver la belleza. Es al perder esta capacidad cuando comienza el penoso envejecimiento, la decadencia, la infelicidad». Janouch le preguntó: «¿Entonces la vejez excluye toda posibilidad de felicidad?»  Y Kafka respondió: «No. La felicidad excluye a la vejez. Quien conserva la capacidad de ver la belleza no envejece«.

(J.J. Perlado: «Diálogos con la cultura», págs 316-317)

(Publicado este texto en Mi Siglo hace tres años, lo recupero hoy nuevamente porque es lo que siempre pienso sobre la juventud)

(Imagen: Marc Chagall.- Lunaria.-1967.- colección privada)

SÁBATO

«Yo no llegué a la literatura por motivos estrictamente literarios, todo me fue torcido, complicado, contradictorio, llegué a la literatura para no explotar, para no morir; mi experiencia literaria fue algo como la necesidad de expresar todo este caos en el que estaba inmerso y dar desfogue no sólo a mis ideas, sino a mis obsesiones más profundas y más inexplicables. La ventaja de la literatura sobre la filosofía es que mientras la filosofía obra con conceptos puros y razones puras, la literatura obra con la totalidad del espíritu humano, es decir, con conceptos, pero también con intuiciones, con razones, pero también con sinrazones, con los elementos diurnos de la existencia, pero también con los elementos nocturnos del existir, con lo delirios, con los sueños, con las obsesiones arcaicas…todo…todo, por ello yo creo que existe una actividad del espíritu en esta época de crisis total del hombre que puede dar expresión global de la propia crisis, no es la filosofía ni ninguna otra actividad, y menos que nunca la ciencia, sino más bien la literatura de invención.

(…)

Kafka no habla de huelgas, de ferroviarios, en su obra «El proceso«… sin embargo creo que permanecerá como uno de los testimonios más fuertes de la gran crisis occidental».

(Conversación de Sábato con Walter Mauro y Elena Clementelli: «Los escritores frente al poder«)

(El día en que fallece Ernesto Sábato)

(Imagen:  Sábato.-foto Daniel Mordzinski)

«EL QUE NO INVENTA NO VIVE»

«Una nariz paseando en carroza por San Petersburgo, Gregorio Samsa intentando avanzar como insecto por el pasillo de la casa de Praga, las dos mitades del vizconde separadas en Italo Calvino, un barón que ya no bajará nunca de los árboles, nadie ‑es decir, Agilulfo‑ dentro de una armadura… Estamos, no en las autopistas de la información, sino más bien en las autopistas de la invención, o mejor dicho ‑por usar aquí otro título anterior de Calvino‑, en el sendero de los nidos de araña de la imaginación, en ese recorrido inesperado y sorprendente que le hacía decir a Nabokov al dictar sus cursos universitarios en CornellLa verdad es que las grandes novelas son grandes cuentos de hadas (…) La literatura nació el día en que un chico llegó gritando el lobo, el lobo, sin que le persiguiera ningún lobo (…) La literatura es invención. La ficción es ficción. Calificar un relato de historia verídica es un insulto al arte y a la verdad. Todo gran escritor es un gran embaucador, como lo es la architramposa Naturaleza. La Naturaleza siempre nos engaña. Desde el engaño sencillo de la propagación de la luz a la ilusión prodigiosa y compleja de los colores protectores de las mariposas o de los pájaros, hay en la Naturaleza todo un sistema maravilloso de engaños y sortilegios. El autor literario no hace más que seguir el ejemplo de la Naturaleza

Por el sendero de los nidos de araña de la embaucación, las gentes entran en las librerías y pagan por llevarse mentiras encuadernadas que les hagan escapar unas horas de la chata realidad del metro, de la oficina, de la cocina, del tráfico y del comedor para sumergirse en esa otra realidad del metro, de la oficina, de la cocina, del tráfico o del comedor que cuenta cada escritor a su manera, algunos imitando mucho la realidad pero entregando la esencia impalpable de una atmósfera familiar de interiores (como Chejov, como Cheever, como Carver) o enriqueciendo también lo auténtico con la inserción de lo fabuloso en la vida real, modificando así esa realidad hasta hacerla pasar sencillamente por los anillos del asombro.

En el fondo lectores y escritores hacen lo mismo. Como si se citaran en ese punto equidistante que es la historia imaginada, la historia de ficción (encuadernada o bien proyectada en una pantalla), cada uno ha salido de la casa de su realidad, que tiene ya muy vista y habitada, para marchar en busca de otra casa diferente y nueva, la mansión de la ficción. Calvino lo explica claramente:» yo me puse a escribir de la manera que me era más natural, es decir, siguiendo los recuerdos de lecturas que me habían fascinado desde mi infancia. En lugar de esforzarme por construir el libro que yo debía escribir, la novela que se esperaba de mí, he preferido imaginar el libro que a mí me hubiera gustado leer, un libro encontrado en un granero, de un autor desconocido, de otra época y de otro país«. El escritor deja su carga de inventiva en medio de los bosques narrativos y al poco tiempo llega el lector a buscarla paseando entre los árboles. Cada uno retorna luego a su casa. El lector, ya en la suya, se sienta ante el libro y escucha:«Relájate. Recógete ‑le está diciendo el escritor nada más empezar, desde las primeras páginas‑ Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida. Dilo en seguida, a los demás: “¡No, no quiero ver la televisión!”. Alza la voz, si no te oyen: “¡Estoy leyendo! ¡No quiero que me molesten!” Quizá no te han oído, con todo ese estruendo; dilo más fuerte, grita (…) Adopta la postura más cómoda: sentado, tumbado, aovillado, acostado. Acostado de espaldas, de costado, boca abajo. En un sillón, en el sofá, en la mecedora, en la tumbona, en el puf. En la hamaca, si tienes una hamaca. Sobre la cama, naturalmente, o dentro de la cama. También puedes ponerte cabeza abajo, en postura yoga. Con el libro invertido, claro».

El lector está así, en su casa de la lectura, sumergiéndose, disfrutando de cuanto le va diciendo ‑le va escribiendo‑ el escritor».

El ojo y la palabra«, páginas 86-.87)

En el día en que Ana María Matute ha recordado al recibir el Cervantes: «El que no inventa no vive»

(Imagen:-1- Ida Outhwaite.– en la espesura del bosque/2.-Ana María Matute en la ceremonia de rececpción del Premio Cervantes en Alcalá de Henares.-elpais.com)