ESTA PUPILA

Esta pupila puede ser la de cada uno de ustedes que están en la sala— dijo el guía en cuanto entramos a verla —; viendo esta pupila como si fuera un espejo, como si fuera un retrato de lo que ustedes van a ser a los 77 años, cuando miren entre el recuerdo y el porvenir el futuro de su vida. Hemos querido bautizar esta pequeña sala del Museo de la Mirada así, simplemente, como pupila, no como la pupila del director, guionista y actor sueco Víctor Sjöström, pionero del cine mudo en Suecia, que es a quien pertenecen estos ojos porque no nos interesa ahora rememorar ni destacar a Sjöström, ni tampoco al fotógrafo Gunnar Fischer que es quien le iluminó la cara, ni tampoco al director de cine Ingmar Bergman, ni tampoco la película “Fresas salvajes” que es donde este rostro aparece. Esta pupila es única y común, es corriente, guarda todos los recuerdos de la juventud, el río, los columpios, las peleas con los hermanos, la primera vez que besó a una chica, sus primeras notas escolares, los enfados, los portazos, el matrimonio, los fracasos, los aciertos, cuando esta pupila se inyectaba de ira o se consumía de deseo, aquella vez que esta pupila se derramó en lágrimas por la muerte de su madre, el trabajo, la fatiga, la jubilación. También los atardeceres que contempló extasiado ante tanta belleza, los cuadros que admiró, las páginas de los libros, las imágenes de las películas, los asombros, las decepciones. Creía esta pupila que la vida era otra cosa, pero no, la vida era así, lo que le iba indicando esta pupila. Esta pupila ahora no nos interesa tampoco como agujero situado en la parte central del iris y por el cual penetra la luz al interior del globo ocular. Esas son cosas para los médicos, para los libros. Esta pupila, que podría ser perfectamente la de usted, en el momento en que se cierra por la noche e intenta apaciguarse y descansar, lo que recibe a veces es una multitud de sueños que le rondan y le rodean, sueños graníticos, que se pueden tocar, sueños palpables como realidades, y entonces la pupila no sabe si se cansa o descansa, mira los sueños como un paisaje que durará hasta la madrugada. Pero en la madrugada, en la mañana, cuando este rostro que puede ser el suyo, se acerca al espejo para afeitarse, reconoce una vez más las bolsas bajo los ojos, que son marcas y curvas que van dejando los años puntualmentep, que luego fijan cada sueño, pero que sobre todo dejaron antes los años para que esta pupila se asome ahora a la ventana de su edad y mire, como puede mirar un niño, con incertidumbre y confianza, lo que le espera, las dudas y certezas, lo desconocido y el misterio, e implore, desde su pupila, ser acogido con misericordia y con ternura.

José Julio Perlado

(del libro “La mirada”) ( relato inédito)

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(Imagen- Víctor Sjöström – te movie matabase)


FILMAR UNA FAMILIA (9) : BRILLANTES EN LA OSCURIDAD

Hoy hemos filmado una de las secuencias más misteriosas de la película. Creo que ha salido bien. La actriz que hace de mi tía Lola es una mujer pequeñita que, como ella, curiosamente, no se ha querido casar nunca. Anda despacio y a pasitos cortos por el larguísimo pasillo de la casa en la que hemos rodado, un pasillo en donde crujen las maderas, un pasillo de piso antiguo, escoltado de habitaciones vacías, numerosas habitaciones, que guardan las esencias de muchas vidas. Cuando Susana, mi ayudante de dirección, me ha preguntado si vamos a iluminar el pasillo con los focos, le he dicho que no, que quiero este pasillo como ha estado siempre, en penumbra, con sólo la luz de la calle entrando por las rendijas de las ventanas y de las puertas. Entonces he colocado en un extremo del pasillo, junto al comedor, a la actriz que hace el papel de mi tía Lola y he repasado los brillantes de bisutería con los que he recubierto sus manos. Son unas manos pequeñas y gordozuelas, muy carnosas, y en cada dedo le he introducido cuatro o cinco sortijas que son las que llevaba siempre mi tía Lola, la prima segunda de mi madre, unas sortijas enormemente brillantes, de distintos colores, tan ajustadas que no se las podía, o no se las quería, quitar por las noches. Únicamente con esas sortijas, sorprendentemente, hemos iluminado el pasillo.

Entonces la figura casi fantasmal pero entrañable de mi tía Lola ha empezado a andar muy despacio por este pasillo como una sombra iluminada mientras las maderas crujían. Eran sólo unas manos sobrecargadas de brillantes, brillantes baratos como los que se pueden encontrar en cualquier bisutería, pero con colores distintos, y entonces se ve en la película, como flotando en la oscuridad, unas manos a media altura que avanzan lanzando un destello de raro fulgor, solo los dedos de esas manos, y un broche miluminado que también aparece a media altura, un broche prendido del traje oscuro que viste mi tía. Y nada más hay en este pasillo.

No sé en qué momento meteré esta secuencia. Pero es una imagen que me fascina. Me lleva a mis primeros años de juventud. El silencio. El pasillo. La penumbra brillante. Los directores somos así. Bergman no puede desvincularse de la imagen de su infancia ni de su linterna mágica, tan recreada en sus films y en sus libros. Yo tengo este pasillo iluminado en sombras y al fondo, recuerdo, los ruidos que oía de unos perros ladrando. Restos del tiempo. A esa cacería le pondré sonido.

José Julio Perlado

( del libro “Carnet de un director de cine”)

texto inédito

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FILMAR A UNA FAMILIA ( 8) : LAS ACTRICES

Han venido como en  bandadas, los han sentado en las sillas del salón, mi madre ha acercado dos sillas más de la cocina y dos taburetes. Deben ser diez o doce. Pocos hombres — tres o cuatro — y muchas mujeres. ¿”Pero quién los ha traído aquí?”, le pregunto algo enfadado a mi hermana Paula en el pasillo. “Es que quieren ser actores y actrices.”, me dice algo confusa. “Como se han enterado de que quieres hacer una película, pues han venido  a presentarse a una prueba.” “¿Pero quién los ha llamado?, le digo. “Yo nos los he llamado. ¿Por qué no han ido a mi despacho o al plató?”, le insisto. Paula sigue confusa. No me quiere decir la verdad. Yo creo que se le ha escapado en el mercado, al hacer la compra, o también en la oficina de impuestos municipales donde ella trabaja, que su hermano es director de cine y que  está en trance de hacer una nueva película, y han acudido sus amigos como moscas, atraídos por la curiosidad y el interés de lo insólito, porque creen que participar en el cine es una escapatoria a su trabajo monótono, y otros también porque se ven quizá con ciertas cualidades para ser actores. Sueñan. Les gustan las aventuras. En el fondo están hartos de hacer siempre lo mismo, de vender pescado o de tramitar papeles, y han venido de repente precisamente hasta mi casa cada uno por su lado y luego se han juntado aquí todos, en el comedor,  para conocerme y esperar.  

Yo he entrado despacio en el comedor, he dicho buenos días lo más amablemente que he podido y no les he mirado demasiado a los ojos porque ya habrá tiempo, no me gustan estas cosas improvisadas, no me gusta escoger actores así, de pronto, sin previo aviso, porque si ya es difícil el trato con actores consagrados, no digamos nada el encuentro con desconocidos, que parece muy fácil pero que exige un especial tratamiento y una constante  atención. Y sobre todo no me gusta que se haya metido mi hermana en esto sin avisarme ni consultarme. Es mi película. Soy el responsable.  Por eso sigo algo enfadado con Paula. 

A pesar de ello he entrado despacio en el comedor y he  cruzado delante de cada uno de los visitantes, me he  detenido un segundo ante cada uno evitando su mirada, he puesto la mejor de mis sonrisas, y también he ofrecido una mezcla de naturalidad y sencillez porque sé que estas personas están viendo de cerca por primera vez en su vida a un director de cine y no sé qué pueden pensar. El trabajo de un actor , o de un posible actor, requiere paciencia desde el primer momento, también para esperar lo que le diga el director, y aquí el director soy yo, que busco ( porque hace días que lo busco) el  rostro de una actriz de carácter, una actriz mayor, que pueda hacer el papel de mi abuela materna, la madre de mi madre, la mujer de aquella mandíbula suya ligeramente torcida hacia la izquierda como ella tenía, y sobre todo con sus ojos azules, bellísimos, intensamente azules, ojos de bondad, ojos húmedos del Norte, porque ella había nacido en las nieblas del Norte, y también aquel masticar suyo, o aquel rumiar, tan propio de ella, un masticar y rumiar incesante de diminutas migas de pan que iba buscando aquí y allá por las mesas, una costumbre que era muy suya, un especial rumiar silencioso que le acompañó toda su vida. 

Es difícil encontrar una persona así para meterla en una película. Pienso,acordándome de ella, en Naima Wifsfrand, una actriz sueca, que participó en varios films de Bergman, como “El rostro” o “Sonrisas de una noche de verano”.  Veo sus lentes, su mirada penetrante, sus ojos azules, su fuerza dramática, y cuando voy a salir ya del comedor para dar por terminado el repaso a las personas, distingo entre los aspirantes unos ojos intensamente azules en una chica rubia que me mira. Me detengo ante ella y le pregunto:  “¿Cómo te llamas?, “Eva Gálvez”, me contesta. “¿A qué te dedicas?”, le digo.  “Vendo quesos en el supermercado”, me responde. Está impresionada de que yo pueda hablarle y me mira muy nerviosa. Hay un silencio total en el comedor mientras se escucha nuestro diálogo.  “¿Cuántos años tienes?” “Veintitrés”, me dice confusa. Entones le suelto lo que quería soltarle: “¿Te interesa hacer cine?”. Me contesta con una firme inclinación de cabeza, sin dudar. “Entonces — le digo sin rodeos—tendrás que hacer de mujer de setenta años, que es el papel que estoy buscando, la figura de la madre de mi madre, mi abuela materna. ¿Estarías dispuesta?”. 

Por la tarde viene Eva Gálvez al plató. La  pongo en las manos de Alicia, la maquilladora, que la sienta en un sillón rodeada de bombillas, frascos  y cremas y pronto le corta el pelo, estudia sus pómulos, estira sus cejas, le pone una peluca, le calza provisionalmente unos lentes. Yo estoy sentado detrás de ella y poco  a poco voy viendo a mi abuela materna mientras hace las camas en esa casa de campo que nosotros tenemos en el Norte, va acompañada de un niño que soy yo,  con mi pantalón corto a rayas, un niño de ocho años que va repitiendo las palabras sagradas que le va diciendo esta mujer, para que él las repita y se las aprenda. Sin aprenderme yo estas palabras sagradas no puedo salir de esta habitación, esto no es un castigo, es un acompañamiento y una lección.  Todo está en la infancia.¿Por qué escojo este momento de mi infancia y no otro? ¿Por qué el sabor de la magdalena de Proust se queda empapado en los sentidos  y no el movimiento de un visillo o un resplandor en el campo? Todo está en la infancia dentro de la literatura y del cine, una idea, una música, un olor, una canción, todo lo extraen las pinzas de la memoria y lo van separando de otras muchas cosas, de cualquier otro movimiento. Y entonces mi abuela materna, a la que le sigue obediente este niño de ocho años por la habitación, estira bien las colchas de las camas, ahueca las almohadas, me repite una y otra vez las palabras sagradas para que yo las aprenda, Eva Gálvez se va pareciendo poco a poco a mi abuela materna  gracias a la transformación que le están haciendo, ahora la han vestido con  un traje gris de florecitas blancas, de esos trajes de andar por casa, la han calzado con unas zapatillas cómodas  y yo he aprovechado ese momento para meterle en la boca diminutas migas de pan para que las vaya rumiando, como hacía mi abuela Cecilia. Le digo a Eva Gálvez que debe andar ligeramente encorvada, no mucho, lo suficiente para representar los setenta años que debe tener, y ahora oigo en la lejanía el vozarrón de mi abuelo Domingo, su marido, que enarbola en el aire un enorme bastón cuajado de nudos y le dice a voces que la espera en el monte, que no tiene tiempo que perder. He de rodar todas estas escenas matrimoniales de mis abuelos, las tensiones y los temperamentos, tensiones y temperamentos que todos tenemos, pero que mi abuela Cecilia recibe con enorme paciencia y con una sonrisa sigue rumiando sus migas de pan. 

José Julio Perlado

 (del libro “Carnet de un director de cine”) 

relato inédito

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FILMAR UNA FAMILIA ( 8) : UN CORAZÓN EN EL PATIO

“No sé cómo lo vas a conseguir, hijo — me dice mi madre sentada ante la mesa de la cocina—pero me gustaría que en tu película saliera el corazón de Isabel, que lo pusieras en el centro del patio”. “¿Cómo en el centro del patio?”, le digo asombrado. Mi madre está sentada conmigo ante la mesa de la cocina, es primera hora de la mañana, estamos los dos solos, mis hermanas se han ido a trabajar, tomamos un café en dos sencillas tazas sobre el hule que nos hace de mantel. A mi me impresiona que mi madre me hable de estas cosas, que me pida de repente estas cosas, que se fíe de mí, que confíe en mí, sobre todo que me hable de la película, que crea en mí como director de cine, porque para mí eso es siempre un orgullo y una satisfacción. Ella piensa que yo puedo hacer todo en el cine, porque en el cine, me dice, es que se puede hacer de todo, tú mismo me lo has dicho muchas veces, y eso es verdad, pero nunca me había pedido nadie, y menos mi madre, y menos aún se me había ocurrido a mí poner un corazón en el centro de un patio de vecindad y sin embargo, esa imagen es muy fuerte, se me incrusta de pronto en mi mente, me atrae, no sé si será surrealismo o no, tampoco me importa, tampoco sé a qué se refiere mi madre en concreto cuando me pide todo eso, pero sé que Isabel fue la amiga íntima de mi madre durante  treinta años, su compañera de vecindad, la belleza del tercero la llamábamos en casa, treinta años las dos juntas, iban al cine o a merendar, compartían las vicisitudes de la vida hasta que ella poco a poco fue envejeciendo, se fue ajando, se cayó un día en la calle y acabó en una silla de ruedas y se dedicó a mirar una y otra vez el patio. Como veo a mi madre ahora que sigue mirándome con ojos esperanzados, me impresiono aún más. Ella espera algo de mí.


Entonces abro un cajón de la mesa de la cocina, cojo el primer papel que encuentro y me pongo a dibujar lo mejor que puedo el contorno de un corazón. Yo dibujo muy mal, no soy como Fellini que inundaba de dibujos sus guiones; yo en cambio encargo los dibujos a ilustradores, aunque en este momento ya he empezado a dibujar torpemente en un papel y de manera muy tosca los contornos de un corazón, y voy trazando como puedo, poco a poco, las arterias y las venas tal y como yo me las imagino, porque no soy médico y nunca me he fijado cómo puede ser un corazón por dentro, lo he visto por fuera, en revistas, en libros, dibujado con sus válvulas y sus conductos, y siempre me ha parecido un órgano en forma de cono, palpita siempre, es verdad, está palpitando debajo del tórax de Isabel y entre sus dos pulmones, es el corazón de la amiga de mi madre, es el homenaje que mi madre quiere hacerle a su recuerdo, yo creo que quiere seguir hablando con ella pero no sabe cómo, quiere hablarle a su corazón, pero mi imaginación, como siempre, conforme voy trazando este dibujo, se escapa a una escena que quiero filmar, y de pronto se me aparece el suelo gris metálico de nuestro patio interior,

allí donde suelen arrumbarse los cubos vacíos de basura todas las noches, y también unas rejillas metálicas, y unos tubos que están apartados a un lado y unas bicicletas antiguas apoyadas en un rincón, en fin, todo lo que puede ser un patio viejo pero ordenado. Y veo de pronto esta casa en la noche, son ahora las dos y cuarto de la mañana cuando filmo esta escena, me he levantado en pijama para rodarla, la casa está apagada, todos duermen, nuestra casa tiene seis pisos, Isabel vivía en el tercero y nosotros desde hace años  en el sexto, me asomo entonces con mi cámara en la oscuridad del patio y veo arriba un cielo azul y gris en la altura, donde están las antenas de televisión y las azoteas, se mueven las ropas tendidas en los pisos como si fueran fantasmas, y después apunto con la cámara hacia abajo, y ¡sí!, ¡ahí está!, ¡ahí está el corazón de Isabel descansando en el suelo del patio!, está desnudo, es un corazón palpitante, asciende y desciende despacio, a un ritmo continuo, yo creo que este corazón le está contestando a lo que le va diciendo mi madre desde la cama, porque con otra cámara voy filmando también a mi madre, que está en su cama con los ojos abiertos, no consigue dormir, le han despertado los latidos del corazón de su amiga que está en el patio, y entonces mi madre empieza a hablar en voz alta con ella, con ese corazón, “ el barrio, Isabel, le va diciendo mi madre, ha cambiado mucho, tú no lo reconocerías, han quitado el supermercado de siempre, donde íbamos las

dos juntas a comprar, han cerrado muchos cines y hay más mendigos en los bancos”. A la vez, filmo también en primer plano el corazón de Isabel que permanece inmóvil en el suelo, pero que ante las palabras de mi madre responde de vez en cuando con un movimiento rítmico, acompasado, como si la escuchara y se afirmara, creo que esos  movimientos

los médicos los llaman sístole y diástole, no sé si es así, pero esto es el cine, Bergman, de pronto, en “El séptimo sello” presenta a la Muerte como personaje jugando al ajedrez con Max von Sydow y lo hace con toda naturalidad, y yo presento aquí este corazón en el fondo de un patio interior dialogando con su íntima amiga, mi madre, que le habla. Es una secuencia que  me gusta, un coloquio nocturno inesperado, pero un coloquio real en medio del silencio de la noche. 

José Julio Perlado 

( del libro “carnet de un director de cine”) 

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CINE Y LITERATURA

El film nada tiene que ver con la literatura; el carácter y la sustancia de estas dos formas de arte se hallan generalmente en conflicto. Probablemente esto tiene alguna relación con el proceso receptivo de la mente — señala Ingmar Bergman —. La palabra escrita se lee y asimila por un acto consciente de la voluntad en unión con el intelecto; poco a poco afecta a la imaginación y a las emociones. Con una película el proceso es distinto. Cuando  sentimos un film, nos preparamos conscientemente para la ilusión. Poniendo a un lado la voluntad y el intelecto, le abrirnos paso a nuestra imaginación. La secuencia de tomas actúa directamente sobre nuestros sentimientos.

La música trabaja del mismo modo; yo diría que no hay forma de arte que tenga tanto en común con el cinematógrafo como la  música. Ambos afectan a nuestras emociones directamente, no por vía del intelecto. Y  el cinematógrafo es principalmente ritmo;  es inhalación y exhalación en continua secuencia. Desde la infancia, la música ha sido mi más grande fuente de recreación y estímulo y con frecuencia siento un film, o una pieza de teatro, musicalmente. 

Sobre todo por esta diferencia entre el cinematógrafo y la literatura deberíamos evitar hacer películas extraídas de libros. La dimensión irracional de una obra literaria, el germen de su existencia, es, a menudo, imposible de traducir en términos visuales — y a su vez esto destruye la especial dimensión irracional del film—. Si a pesar de todo deseamos traducir algo literario a términos cinematográficos, debemos realizar un número infinito de complicados ajustes que con frecuencia dan escasos frutos ( o ninguno) en proporción con el esfuerzo gastado.

Por mi parte, nunca experimenté la ambición de ser autor. No deseo escribir novelas, cuentos, ensayos,  biografías, ni siquiera piezas de teatro. Sólo deseo hacer films  — films sobre condiciones, tensiones, imágenes, ritmos y personajes que son importantes para mí — de una u otra forma. El cinematógrafo, con su complicado proceso de nacimiento, constituye mi método para decir lo que quiero decir a mis semejantes. Soy un realizador de películas, no un escritor.

José julio Perlado

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EL CINE, LOS JUEGOS, EL OLOR

 

 

 

“Cuenta  la argentina María Negroni cómo a su vez la italiana Giuliana Bruno describió el cine de varios modos. Lo llamó archivo nómada de imágenes, viaje arquitectónico, paisaje cultural del inconsciente, y visión peripatética. En todas sus definiciones, movimiento y figura son claves.  Pero al cine — añade — lo preceden muchos “espacios para ver”: los museos de cera, las vidrieras, las vistas panorámicas, las caminatas urbanas, los museos y, en general, todo espacio donde el espectador puede volverse, literalmente, un consumidor de imágenes.

Bergman por su parte quiso fundir el cine muchas veces con su infancia y con el juego especial del momento de rodar. “Me siento — decía —  muy atraído por mi infancia, casi obsesionado. Son unas imágenes y unas impresiones muy claras y que tienen un olor. A veces, puedo recorrer el paisaje de mi infancia, las habitaciones en las que he vivido, los muebles, los cuadros en las paredes, la luz. Es como un film, como trozos de films, y yo pongo en marcha el proyector.

Muchos artistas —continuaba — se parecen a niños grandes. Pensad en Picasso, por ejemplo, tiene cara de niño; con Churchill, Stravinsky, Orson Welles, ocurre lo mismo. Podría citarse también a Mozart. Yo soy consciente de eso cuando entro en el plató, o cuando tengo una cámara en las manos y los técnicos en torno  a mí. Entonces me digo: “ Bueno, vamos a comenzar un juego”.  Recuerdo exactamente que cuando era pequeño, antes de comenzar a jugar sacaba uno todos los juegos del cofre. En el plató  tengo más o menos la misma impresión. Hay una cierta analogía. La única diferencia está en que ahora, por una razón inexplicable, alguien me paga por organizar el juego, y determinadas personas me respetan y siguen mis instrucciones, cosa que de vez en cuando no deja de sorprenderme.”

 

 

(Imágenes—1-Chiara Samugheo- Marcello Masttroiani/2-Brazier Celyn)

MAX VON SYDOW

 

 

“Le preguntaban a Bergman sobre el actor Max von Sydow que, al parecer, daba la impresión de ser un hombre muy estable, tanto física como psicológicamente. Pero también  — le decían — se observaban los desfallecimientos de los personajes interpretados por Max. Parece —le aseguraban — que, de film en film,  esos desfallecimientos de los personajes  se fueran agravando y fueran cada vez más frecuentes. ¿Existía entonces un cierto parentesco entre los personajes y Max?

Y Bergman contestó: “Max es un actor sano, robusto, con una técnica segura. Si buscara a un psicópata para interpretar esos difíciles papeles de psicópata, el resultado hubiera sido insoportable. Se trata de reflejar una forma de debilidad, y no de ser débil. ¡Y sobre eso, creo que esa especie de exhibicionismo que ahora está de moda desaparecerá poco a poco, y que se tendrá algo más de respeto hacia esa distancia que Max von Sydow observa con respecto a mis locos!”

(A la memoria del gran actor Max von Sydow, fallecido hoy)

Descanse en paz

(Imagen – Max Ernest)

RECUERDOS, RECUERDOS …

 

 

“Me he refugiado en un rincón al aire libre en una pequeña y agradable tasca madrileña, “La Oliva”, en Olavide 9, donde suelo desayunar alguna vez o tomar algo a media mañana y dejo ahora que vengan los recuerdos de muchas gentes, que vengan en tromba, como si las empujara un tumulto. Recuerdos, por ejemplo, de Perec o de Mastroianni, dos grandes conservadores de recuerdos que, cada uno desde su lugar, mostraban sus recuerdos vividos y repetidos. Mastroianni evocaba rostros, escenas, gestos. Recuerdo, solía decir el gran actor italiano, aquel olor de la leña, el túnel bajo el Tīber, las pequeñas debilidades, una habitación de hotel, la primera compañía teatral, la fortaleza de los sueños. El francés Georges Perec recordaba a su vez una tienda de alimentación de la avenida Mozart que en diciembre vendía, a precios extremadamente caros, cestos de frutas con racimos de uvas para Nochevieja, muy reputados por su rareza, muy gruesos, traslúcidos, insípidos. Recuerdo, evocaba también Perec, las librerías de viejo que había bajo las arcadas del teatro Odeón; recuerdo, decía igualmente, que en los altos del bulevar Saint Michel había un comercio donde, tras pagar veinte francos antiguos, se podía escuchar un disco; recuerdo, añadía, el baño del mediodía que siempre tomaba los sábados por la tarde al volver del colegio; recuerdo, volvía a decir, la publicidad fosforescente que aparecía en el entreacto del cine “Royal- Passy”; recuerdo, decía a su vez Simenon, los dos mecheros de gas que invadían la clase en las tardes de invierno; recuerdo, añadía el novelista belga, el vaho oloroso que ascendía del río con amplios reflejos; recuerdo, anotaba por su parte Nabokov, a nuestro criado Dmitri, un encogido enano calzado con botas negras y camisa roja; recuerdo, evocaba Bergman, a mi tío Carl, sentado en el sofá verde de mi abuela, recibiendo una regañina; recuerdo, continuaba el director sueco, a mi abuela, menuda y tiesa, sentada en la butaca al lado del velador…

Recuerdo…Recuerdos… De nuevo evocaciones de Simenon, ahora de Kurosawa, de Fellini, de Tagore, de Amos Oz, de muchos más. Me acuerdo, decía por ejemplo Kurosawa, de la llama de unos farolillos sobre cinco muñecos en un escenario de madera; me acuerdo, añadía el director japonés, que mi hermana me daba sake blanco en una pequeña taza de muñecas. Me acuerdo, volvía a decir Simenon, que yo nací el 12 o el 13 de febrero de 1903 veinte minutos después de la medianoche, y mi madre, que era muy supersticiosa, logró del médico que pusiera que había nacido el 12 porque tenía horror a que su hijo naciera un viernes 13; me acuerdo, decía Fellini, de la casa del dueño de la casa de Ripa que iba siempre vestido de azul: chaqueta azul, sombrero de copa azul y una gran barba blanca como una divinidad, y a quien nunca había que irritar; me acuerdo, evocaba Tagore, de la lámpara de aceite de ricino que iluminaba el cuento que nos leían de niños por las noches; me acuerdo de las lagartijas que atrapaban insectos por las paredes; me acuerdo de la loca danza de los murciélagos dando vueltas y vueltas por las galerías; me acuerdo, decía Amos Oz, de la mano fría de mi tío Yosef sobre mi mejilla, de su bigote blanco, de su sonrisa dulce preguntándome cuántos libros había leído ya, de su voz suave, casi femenina, persuasiva, a veces sollozante; me acuerdo, confesaba a su vez Bergman, que de niño yo no entendía nada de las horas y me decían, “tienes que aprender de una vez a ser puntual, ya tienes reloj, ya entiendes el reloj”, y sin embargo el tiempo no existía, llegaba tarde al colegio, era difícil distinguir entre lo que yo fantaseaba y lo real, podía tal vez conseguir que la realidad fuese real, pero en ella había, por ejemplo, fantasmas, ¿qué iban a hacer conmigo ellos? , y los cuentos, ¿eran reales?”

José Julio Perlado

 

 

 

((Imágenes—1-Kansuke Yamamoto/ 2-Jean Moral -1927)

NAVIDAD 2019 ( y 3) : NOCHEBUENA DE BERGMAN

 

 

 

“En nuestra casa la Nochebuena era un acontecimiento bastante tranquilo que empezaba con la oración de Navidad en la iglesia a las cinco y seguía luego con una comida alegre, pero mesurada — cuenta Bergman en sus “Memorias” —.Después se iluminaba el árbol, se leía el evangelio de Navidad y nos íbamos pronto a la cama porque teníamos que levantarnos a tiempo para la misa del alba que en aquella época era de verdad el alba. No se repartía ningún regalo, pero la noche era animada, un prólogo excitante de los festejos del día de Navidad. Después de la misa del alba, con sus velas y trompetas, daba comienzo el desayuno de Navidad. Después del desayuno íbamos todos a la cama a dormir unas horas. La organización interna tuvo que haber seguido funcionando ya que a las dos en punto de la tarde, justo al anochecer,  se servía el café. La casa estaba abierta para todos los que querían desear Felices Pascuas en la rectoría. Algunos de los amigos eran músicos de profesión y en las festividades de la tarde solía haber un concierto improvisado. Y así se iba acercando el cenit pantagruélico del día de Navidad, que era la cena. Tenía lugar en la amplia cocina donde provisionalmente se había suprimido el rango social.  La comida estaba en la mesa y en los bancos del fregadero cubiertos con manteles. Los regalos se repartían en la mesa del comedor. Se traían los cestos, mi padre oficiaba provisto de un puro y una copa de licor, se entregaban los paquetes, se leían versos, se aplaudían y comentaban; no había regalo sin verso.”

 

 

(Imágenes —1-Ghiberti/ 2- Christmas – Salvador Dalí)

EL VIEJO RELOJ DE MI PADRE

 

 

“En mi infancia —evocaba Ingmar Bergman —había en las revistas una especie de imágenes que consistían únicamente en cifras y puntos. Uno tenía que trazar líneas entre los puntos con un lápiz. Poco a poco aparecía un elefante, o una bruja, o un palacio. Yo dispongo de noticias fragmentarias, narraciones cortas, episodios aislados, ésos son los puntos numerados. Trazo mis líneas con la, tal vez, vana esperanza de que surja un rostro. ¿ Tal vez lo que diviso es una verdad sobre mi propia vida?¿ Por qué, si no, me empeño con tanto afán? El viejo reloj de mi padre hace tictac infatigablemente en su soporte sobre mi escritorio, lo cogí de su mesilla de noche cuando murió una tarde a finales de abril de 1970. El reloj hace tictac, tiene casi cien años. Un día se paró inexplicablemente. Yo me sentí angustiado, me imaginé  que mi padre desaprobaba lo que escribía, que declinaba esta tardía atención. Por mucho que atornillé, sacudí, hurgué y soplé, no hubo forma de que el segundero se pusiera en marcha. El reloj quedó depositado en una casilla aislada del escritorio, fue un pequeño divorcio. Yo iba a echar de menos el pulso del tictac y la discreta advertencia de que los días están contados. Y mientras, el reloj en su casilla, reflexionando. A la mañana siguiente abrí el cajón y miré, pero sin esperanza ninguna. El reloj marchaba con toda su alma. Tal vez fuera un buen augurio. Cuento esto como un episodio que haga sonreír. Yo, sin embargo, estoy serio.”

 

 

(Imágenes:  -1-reloj fabricado por tasma en 18o6- museo doorzoeck -het gehengen van nederland/ 2- reloj de arena – 1776- Forun horlogerie suisse)

BERGMAN, EL ZAPATO DE NUESTRA INFANCIA

 

 

“Los orígenes de “Fresas salvajes” nacen de cuando en mi juventud  pasaba temporadas en casa de mi abuela, en un pueblecito de Dalecarlia – decía Bergman -. Una mañana temprano me fui a Dalecarlia. Salí de Estocolmo hacia las cuatro o las cinco. Alrededor de una hora después estaba en Upsala. Al llegar a Upsala se me ocurrió de pronto pasar por el número 14 de la calle  Slottsgatan. Era otoño, el sol comenzaba a surgir detrás de la catedral, y las campanas tocaban las cinco. Entré en el patio que estaba cubierto de piedras redondas, subí las escaleras y en el momento en que empuñé el pomo de la puerta de servicio, que conservaba aún su cristal esmerilado de colores, me dije de repente: “Imagina que ahora abres la puerta y lo primero que ves es a la vieja Lalla, la cocinera, con su gran delantal. Está preparando el porridge, como tantas veces hizo cuando eras pequeño”. De pronto, podía abrir la puerta de mi infancia.

Creo que es Maria Wine quien dice que dormimos en el zapato de nuestra infancia. Es verdad. Y, de pronto, se me ocurrió hacer un film con eso. En un estilo muy realista, se abre una puerta, se penetra en la infancia, y luego se abre otra puerta, y de nuevo la realidad, luego tomas la primera calle a la derecha, y un nuevo fragmento de vida. Y todo descrito de una manera muy realista. Ese es el punto de partida de “Fresas salvajes”.

(en el centenario de Ingmar Bergman)

 

 

(Imágenes-1- Imagen de una película de Bergman/ 2- “Fresas salvajes”)

BERGMAN, LA SOLEDAD, LOS SUEÑOS

 

 

“ Yo siempre he vivido – decía Ingmar Bergman – en el medio teatral, y el teatro siempre es una comunidad. Cuando se monta una obra, uno se siente,de la manera más extrema, parte integrante de esa comunidad. En el teatro, los actores jamás están sometidos al capricho de los directores. Por el contrario, en el teatro pueden oponerse, rechazar, rebelarse de una manera muy eficaz. Yo he sentido, sin embargo, la soledad de otras formas, pero nunca en el campo profesional. Conozco un gran director de orquesta que cierta vez hablaba precisamente de la soledad que sentía ante la orquesta.  Eso nunca me ha ocurrido, ni en el teatro ni en el plató, con los actores y los técnicos. Yo nunca he sentido nunca esa forma de soledad. En la vida privada, sí, y precisamente por ello siempre he vuelto al grupo, a la comunidad, aunque sea ilusoria.”

 

 

La publicación ahora del primer volumen de sus “Cuadernos de trabajo” (1957- 1972) nos presenta una vez más los altibajos interiores de Bergman, sus exaltaciones y depresiones. Soledad y sueños entre muchas otras cosas. Ya en una de sus primeras películas, “Buque para la India”, un personaje, Sally, decía: “ No puede uno quedarse solo, si no, da igual estar muerto”. Y el mismo Bergman confesaba: “Lo importante es no estar solo”.

 

 

En cuanto a los sueños, reconocía que “ningún arte, pintura y poesía incluida, pueden comunicar tan bien como el cine la naturaleza específica del sueño. Cuando la sala se queda a oscuras, y aparece ese cuadrado blanco y brillante, nuestra mirada se fija, está inmóvil, no oscila a derecha ni a izquierda, estamos sentados en un sillón y las imágenes se suceden ante nosotros, nuestra voluntad flaquea poco a poco, deja de funcionar progresivamente, cada vez somos más incapaces de seleccionar y situar los acontecimientos, nos vemos arrastrados a una ficción y todos participamos en un sueño. Y fabricar sueños, es una cosa bastante interesante. Yo sueño muchísimo. A veces recuerdo sueños y los anoto, cuando creo que son utilizables. Otras veces, cuando sueño, me digo:”!Oh, tienes que acordarte de este sueño para hacer un film.” Es una deformación profesional.”

(Imágenes -1- Fresas salvajes, de Bergman / 2- Jerry N Uelsman/ 3-Atkinson Grimshaw)

LA NAVIDAD Y BERGMAN

 

 

“En nuestra casa la Nochebuena era un acontecimiento bastante tranquilo que empezaba con la oración de Navidad en la iglesia a las cinco – cuenta Bergman en sus “Memorias” – y seguía luego con una comida alegre, pero mesurada. Después se iluminaba el árbol, se leía el evangelio de Navidad y nos íbamos pronto a la cama porque teníamos que levantarnos a tiempo para la misa del alba que en aquella época era de verdad el alba. No se repartía ningún regalo, pero la noche era animada,  un prólogo excitante de los festejos del día de Navidad. Después de la misa del alba, con sus velas y trompetas, daba comienzo el desayuno de Navidad. Para entonces mi padre solía desplegar su mejor humor y pronunciaba un improvisado discurso en verso para los invitados, cantaba canciones especialmente compuestas para la fiesta, brindaba con aguardiente, imitaba a sus colegas y hacía reír a todo el mundo.

(…) Después del desayuno íbamos todos a la cama a dormir unas horas. La organización interna tuvo que haber seguido funcionando ya que a las dos en punto de la tarde, justo al anochecer, se servía el café. La casa estaba abierta para todos los que querían desear Felices Pascuas en la rectoría. Algunos de los amigos eran músicos de profesión y en las festividades de la tarde solía haber un concierto improvisado. Y así se iba acercando el cenit pantagruélico del día de Navidad, que era la cena. Tenía lugar en la amplia cocina donde provisionalmente se había suprimido el rango social. La comida estaba en la mesa y en los bancos del fregadero cubiertos con manteles. Los regalos se repartían en la mesa del comedor. Se traían los cestos, mi padre oficiaba provisto de un puro y una copa de licor, se entregaban los paquetes, se leían versos, se aplaudían y comentaban; no había regalo sin versos”.

 

 

(Imágenes- 1- Salvador Dalí -Christmas 1946/ 2- Pietro Perugino)

BERGMAN Y LA ISLA DE FARÖ

cine.-rvuuu.-Ingmar Bergman por Irving Penn.-Estocolmo.-1964

 

«¿ Sabe usted lo que es hacer cine? – se preguntaba Bergman en una entrevista en 1964 – Ocho horas de duro trabajo cada día para obtener tres minutos de película. Y durante esas ocho horas habrá tal vez  solo diez o doce minutos, si tienes suerte, de verdadera creación. Y tal vez ni los haya. Entonces tienes que prepararte para otras ocho horas y rezar por que esta vez sí lleguen tus diez minutos buenos.» Mason Currey, que ha querido estudiar los rituales cotidianos de muchos artistas, añade que para Bergman hacer cine es también escribir guiones lo cual hace siempre en su casa en la remota isla

 

cine-bpooi-Ingmar Bergman- Louis Huch- mil novecientos cincuenta y tres

 

de Farö, Suecia. «Descubriendo a Ingmar  Bergman», el documental de Hynek Pallas y Jane Magnusson, nos lleva a descubrir también a Farö en la vida del director sueco. «Mi ligazón con Faröcontó Bergman en sus Memorias – tiene varias causas; primero fueron las señales de mi intuición: éste es tu paisaje, Bergman. Responde a tus ideas profundas en lo tocante a formas, proporciones, colores, horizontes, sonidos, silencios, luz y reflejos. Aquí hay

 

cine-bjju-Bergman en El séptimo sello- mil novecientos cincuenta y siete

 

seguridad (…) Por ejemplo, en tu profesión buscas simplificación, proporción, tensión, respiración. El paisaje de Farö te proporciona esto en gran medida. Otras razones: tengo que tener un contrapeso para el teatro. En la playa puedo ponerme furioso y rugir. Lo más que puede ocurrir es que levante el vuelo una gaviota. En el escenario eso es una catástrofe.

Razones sentimentales: pensaba apartarme del mundo, leer los libros que no he leído, meditar, purificar mi alma. Pocos meses después ya estaba involucrado sin remedio en los problemas de los habitantes de la isla, lo que dio como resultado «Documentos sobre Farö».

(En 1970, en conversación con Stig Björkman explicaba Bergman cómo habló con los ganaderos de la isla, que estaban peor pagados que los otros. Eso nos

 

Bergman-nnbb-24psverite com

 

parecía curioso e injusto a un tiempo.»A medida que transcurrían los días, cada vez nos resultaba más fascinante penetrar en los problemas de los habitantes de la isla (… ) En  muchos aspectos, Farö sigue estando muy atrasado.»)

Bergman en la isla de Farö se levantaba a las ocho, escribía desde las nueve hasta el mediodía, y luego comía de forma austera. «Constantemente almuerza lo mismo – recordaba la actriz Bibi AnderssonEso no cambia. Es una especie de crema agria batida, muy grasa, con mermelada de fresa muy dulce… Una suerte de extraña papilla de bebé que come con tortitas de maíz.» Después de almorzar, retomaba el trabajo desde la una hasta las tres, y luego dormía una hora. Al caer la tarde salía a caminar o tomaba el ferry hasta la isla vecina para recoger los periódicos y el correo. «He estado trabajando todo el tiempo – dijo al final de su carrera – y es como un gran torrente que atravesara el paisaje de tu alma. Es bueno porque se lleva muchas cosas. Es purificador. Si no hubiera estado trabajando todo el tiempo, habría sido un lunático.»

 

http://youtu.be/bRE6qOB23YU

 

(Imágenes.-1.-Bergman.-por Irving Penn– Estocolmo 1964/ 2.- Bergman.-por Louis Huch– 1953/ 3.-Bergman en «El séptimo sello». 1957/ 4.-Bergman-24psverite.com)

SUEÑOS DE CINE

cine.-5rwwe.-Akira Kurosawa y Toshiro Mifune en Venecia en 1960«No puedo olvidar cómo jugaba con mi hermana en el Festival de Muñecos del tres de marzo. – recuerda en su «Autobiografía» Akira Kurosawa  (Fundamentos) -. En mi familia habíamos heredado unos muñecos para el festival que representaban al emperador y la emperatriz. (…) Cuando apagábamos la luz caían los suaves destellos de las llamas de los farolillos sobre los cinco muñecos puestos en hilera en el escenario de madera, cubierto de fieltro colorado. Con ese misterioso destello se veían tan reales, que parecía que fuesen a empezar a hablar en cualquier momento. Esa belleza tan exquisita me asustaba un poquitín. Mi pequeña hermana mayor me llamaba para que me sentase frente al escenario, me ponía una de las bandejas, y me ofrecía el brasero. Me invitaba a un poco de sake blanco dulce en una de las pequeñas tazas del tamaño de las muñecas».

Así se iniciaría la fascinación del director japonés por el cine que culminaría en 1990 con «Los sueños de Kurosawa».

Los sueños siempre han acompañado – como en tantos otros artistas – a muchos directores cinematográficos.

«En el sueño – decía Fellini al hablar de «Giulietta degli spiriti» – el color es idea, concepto, sentimiento, como en la pintura verdaderamente grande. La pregunta

Fellini, Rome, 1940 -nd

que tantos hacen ¿sueñas en blanco y negro o en color? es ociosa: ¿cómo preguntar si en el canto hay sonidos, cuando todos saben que el sonido es el modo de expresión del canto? El que sueña puede ver un prado rojo, un caballo verde, un cielo amarillo; y no son cosas absurdas. Son imágenes empapadas del sentimiento que las inspira». «He soñado tres veces con Picasso confesó Fellini en otra ocasión, en 1972 -. En el primer sueño – atravesaba por aquel entonces un período de grave depresión, de inseguridad total – recuerdo que estábamos en una cocina repleta de comida, de cuadros, de colores. Hablamos toda la noche. La segunda vez – también en esta ocasión atravesaba un momento de gran confusión e incertidumbre – soñé que él iba a caballo, al galope, y saltaba los obstáculos con una ligereza increíble, con una elegancia y gracia infinitas. Volví a soñar puntualmente con él en otro momento de profundo desaliento. Esta vez había un

cine,.77hh.-Federico Felllini.- Tazio Secchiaroli.-1963

mar enorme que me recordaba al que se ve desde el puerto de Rimini: un cielo oscuro, tormentoso, verdes olas, lívidas, encrespadas y espumosas como en los días de temporal. Delante de mí un hombre nadaba a grandes brazadas, su calva surgía del agua, apenas se apreciaba una ligera pelusa blanca en su nuca. De repente el hombre se dio la vuelta hacia mí: era Picasso y me hacía señas de que le siguiera hacia un lugar donde podríamos encontrar un pescado excelente».

cine.-3www.-Ingmar Bergman.-1951.-Louis Huch

Son sueños de cine, sueños de directores de cine, sueños que alguna vez podrían transformarse en escenas de películas. En cualquier caso lo onírico está  presente en lo más oculto de la creación y cuando la creación despierta el sueño se yergue iluminando la página o la secuencia. Son tráficos de sueños que pueden comprarse, venderse o robarse, como así literariamente lo contó  Arthur Waley y a los que ya aludí  aquí. «No sé si alguna vez os ha sucedido – decía Ingmar Bergman al comentar uno de sus films– que soñáis que queréis hablar y sois incapaces de lanzar un sonido o habláis tan bajo que nadie puede entender lo que decís. ¿Os ha ocurrido alguna vez? Pues fue uno de de esos sueños lo que me dio la idea de tratar el sonido de esa manera».

http://youtu.be/A6J8dZKZwbc

Son sueños de infancia en Bergman recorriendo los caminos de las fresas salvajes.

Son sueños de infancia en Kurosawa asomando sus ojos de niño entre los árboles.

(Imñagenes.-1.-Akira Kurosawa y Toshiro Mifune en Venecia.-1960/2.-Federico Fellini en 1940.-foto Gideon Bachmann.-Boletín mensual de cine – primavera 1964/3.-Ingmar Bergman.-foto Louis Huch/4.-Federico Fellini.-foto Mary Ellen Mark/ 5.-Federico Fellini.-foto Tazio Secchiaroli.-1963/

EN TORNO A TARKOVSKI

«Hoy he visto por primera vez a Bergman en carne y hueso – escribe Tarkovski el 15 de septiembre de 1984 -. Me ha causado una extraña impresión. Seguro de sí mismo, más bien frío, superficial. Se dirigía a a su auditorio de estudiantes del Film Institutet en Uppsala como si fueran niños».

Varias veces he hablado en Mi Siglo de Tarkovski y de su DiarioLos suecos son inertes, perezosos – anota el 6 de mayo de 1985 en Gotland -, nada les interesa fuera de sus obligaciones formales: la costumbre quiere que se trabaje ocho horas, y ni un minuto más. ¡Incluso en plena naturaleza! . Es seguramente el único país del mundo donde se trabaja en el cine como en una oficina- de tal hora a tal hora – ¡ sin pensar ni un instante que un film se crea! ¡Y que allí donde hay creación, no hay sitio para los reglamentos y a la inversa! ¡Ellos trabajan mal, sí, mal!».

En octubre de 1986  ( Tarkovski murió dos meses después, de cáncer, a los 54 años de edad, en la noche del 28 al 29 de diciembre de ese año)  sigue planeando proyectos y haciéndose preguntas: «Rodar el Evangelio y acabar allí? ¿Pero cómo? ¿Cómo rodarlo? El Evangelio de Lucas es muy poético y está bien escrito. (…) En Juan no hay alusiones a las tinieblas. ¡Qué trabajo increíblemente difícil! (…) Muy importante, ¿por qué Judas ha traicionado? Sus motivos. Cuando yo haga «El Gólgota«, será extremadamente difícil realizarlo : las escenas de masas, los ropajes, las construcciones, los efectos especiales. Naturalmente, el rodaje deberá ser poético : con milagros, ángeles, visiones, voces, premoniciones, reminiscencias, sueños, eclipses de sol, temblores de tierra, expulsión de los demonios (Georges de la Tour)».

Tres meses después Tarkovski fue incinerado en una ceremonia religiosa en la catedral Alexander Nevski, rue Daru, en París, en presencia de su familia, numerosos amigos y admiradores, representantes del gobierno francés y de Rostropovitch, que interptretó una fuga para violonchelo de Bach.

http://youtu.be/zENPuEqgT4U

(Imágenes.-1.-Andreï Tarkovski a los dieciseis años.-kinoimages. wordpress com/ 2.-Tarkovski.-people. ucalgary ca/ 3.-funeral en la catedral.-pedraz. wordpress. com)