VIEJO MADRID ( 70) : ALEJANDRO SAWA

 

 

«Ir a Madrid, vivir en Madrid; no ser un oscuro provinciano embrutecido en la tarea de poner en circulación los chismes de la localidad  – así escribe sobre la capital Alejandro Sawa en «Declaración de un vencido» -; pertenecer a la redacción de un periódico de esos cuyas afirmaciones y doctrinas constituyen un capítulo de fe para los que las leen a veinte kilómetros de distancia; formar parte también de los ateneos y academias que ilustran en todas las cuestiones la opinión de España; hacerme amar de una de esas duquesas cuyos fáciles amoríos habían sido la comidilla constante de mi imaginación, cuando mi imaginación le pedía jugos prestados a las de los novelistas a destajo que entonces se estilaban en España, sin otra misión que la de difundir mentiras por todos los espacios poblados en que se hablara lengua castellana; tomar activa y musculosa participación, toda la que fuera posible, en las batallas constantemente renovadas del pensamiento contra la barbarie, de los espíritus emancipados contra las panzas esclavas; ir al Congreso de los Diputados todas las tardes, al Ateneo Científico y Literario todas las noches, a la Biblioteca Nacional todas las mañanas; saber por el testimonio de mis propios ojos cómo es la Librería de Fe, si es un salón muy amplio, artísticamente decorado, como yo me lo figuraba, o una librería cualquiera, o un almacén de libros, mejor, de esos que me sabía de memoria, por haber dejado en ellos montones de tristeza siempre que en Cádiz me asaltaban las melancolías y las desesperaciones del porvenir, haciéndome salir escapado de mi casa para pedir consuelo y olvido a las heterogéneas impresiones de la calle ¡Todo eso y mucho más, más…¡ la fantasía trotando por los espacios del delirio como un caballo furioso! ¡Ah Madrid, Madrid (…) ¡Cisterna, antro, sima, que mientras más devoras, más sientes aumentarse tu apetito!

-Pues bien: ¡yo te he amado!».

 

 

(Imágenes -1- casa en la que vivió Alejandro Sawa – foto jjp/ 2- Arco de Cuchilleros – foto  jjp)

VIEJO MADRID (60) : LA BOHEMIA Y EL OLVIDO .- VIVENCIAS Y RECUERDOS ( y 5 )

 

bohemia-unny- Picasso

 

Aquellos años con mi abuelo materno, José Ortiz de Pinedo, dejaron en  mí el recuerdo de la intimidad de un escritor. Lo veía trabajar en su despachito de Raimundo Lulio, comentarme que le había gustado «Nada» de Carmen Laforet y la película «Candilejas» de Chaplin. Era hombre metódico, fino de espíritu, callado, que sabía escuchar. Lo evoco en reuniones familiares más numerosas soportando en silencio el peso de las horas y también las conversaciones intranscendentes, el polvillo de los dimes y diretes urbanos o vecinales que nada le interesaban. Supongo que en esos momentos poemas de Rubén Darío o de Juan Ramón vendrían a verle para aliviarle, y profundos versos de San Juan de la Cruz le llevarían hasta Jaén, la patria chica de mi abuelo, cuando el Santo anduvo por aquellas geografías.

 

bohemia- bbvy- Emilio Carere- babab com

 

Nunca fue mi abuelo bohemio aunque estuvo muy rodeado de la bohemia. De la bohemia madrileña he hablado aquí en más de una ocasión y sobre la bohemia se ha comentado mucho. En la excelente biografía de Valle- Inclán de Manuel Alberca se resume que «para algunos militantes de la bohemia, ésta se definía por el amor al Arte y por su potencialidad de crear Belleza. Un estado del alma tan vago como la espiritualidad del arte. Para otros, para los bohemios sociales, su objetivo era cambiar la sociedad». Y Julio Camba, en 1924, escribirá: «En Madrid no hay bohemia. De un lado hay miseria, pauperismo, tuberculosis, y del otro hay literatura. Cuando alguien hace de bohemio entre nosotros, es a fin de llevar una vida burguesa. Estos ciudadanos demuestran lo vago, lo artificial, lo histriónico de la bohemia de Madrid (…) Ser bohemio en un país que pasa hambre, amén de obligado, es una broma o un desatino, porque la bohemia es un lujo de sociedades ricas».

 

bohemia-bun- Emilio Carrere y otros bohemios en el café Varela de Madrid- cabodepalosylamanga com

 

 Y luego suele llegar el olvido a través del tiempo. Pero no se olvidan fácilmente aquellos años familiares en la pequeña calle de Madrid:  el ir y venir de triunfantes y olvidados a los que también quise aludir aquí, y las vueltas que dan vida y literatura.

Y antes de cerrar todos los recuerdos, aún veo desde el pasillo, y tras las cortinas azules de su despacho, a Ortiz de Pinedo escribiendo…

(Imágenes.-1.-Pablo Ruiz Picasso/ 2.- Emilio Carrere- babab/ 3.- Emilio Carrere y otros en el café Varela de Madrid- cabodepalosylamanga.com) 

VIEJO MADRID (34) : CARRERE, LOS CAFÉS, LA BOHEMIA

escritores.-5vgy.-Emilio Carrere.-bremaneur.wordpress

Cafés y palabras, escribí aquí hace ya algún tiempo.  Ahora, al empujar la puerta del Café Varela en la madrileña calle de Preciados, las palabras me llegan desde el fondo del tiempo, como llegan de todos los espacios, ruido de cucharillas y rumores de voces de antiguas y célebres tertulias. Palabras de Unamuno, de los hermanos Machado, de Emilio Carrere.

¿Se envolvió Carrere en el aire de la bohemia? Cuando Julia María Labrador y Alberto Sánchez Álvarez- Insúa estudian «La obra literaria de Emilio Carrere» allí  podemos leer que “no cabe meter en el mismo saco a Alejandro Sawa o Pedro Luis Gálvez que a Emilio Carrere . Por más que llevara chalina, capa, chambergo, barba cerrada y fumara en pipa, Carrere no era tan bohemio como pretendía ser. Todos esos atuendos los llevaban otros situados en los antípodas de la bohemia: Sassone o García Sanchiz, por citar a algunos. Tampoco vivió jamás lampando, sino ganando buenos duros como funcionario del Tribunal de Cuentas, sin ir, publicando uno o varios artículos diarios y varias veces la misma novela. Gustaba, eso sí, de la mala vida nocturna y del “café con media” del Varela, el Regina o el Victoria, sus locales preferidos. La bohemia vendía bien en el Madrid del inicio del siglo, y en los círculos literarios, aún mejor. Carrere se revistió de una máscara a la francesa”. Y en la entrevista que le hiciera a Carrere López Pinillos (“Parmeno”) en 1920, el poeta afirma: “Yo no he sido nunca bohemio. Odio a los bohemios, me repugnan los bohemios que, en el fondo, son unos cretinos sin vergüenza y sin voluntad. Yo he ordenado el desorden, y, si no como un burgués, vivo como un artista que se respeta”.

café,.56bg.-Denis Allbertowich

 “Carrere, por vocación- comentaba igualmente González Ruano – era un poeta de las más o menos mustias florecillas del mal. Cantor de la cigarra y no de la hormiga. Una maravillosa buena persona que era todo lo contrario de una persona de orden. Vate de la media tostada, de los sofás de peluche, de las coimas y de los vendedores ambulantes. Hombre de sensaciones y de impresiones, con un vértigo vital del que se zambulle en la existencia con audacia y casi con ánimo de bebérsela. Personalidad que era en sí misma un espectáculo”.

Pero Carrere y el «Varela» siempre irán unidos. Dedicó Carrere una serie de artículos a los cafés de Madrid, aquellos que aún existían y aquellos que habían desaparecido. «Entre los siete cafés de la Puerta del Sol – escribía en uno de ellos -,» el Oriental» fue el preferido de los provincianos que venían a la corte y villa: descubrían la Puerta del Sol, y ya se quedaban como pegados con cola a los divanes de rojo peluche. «El Universal» era para las pensionistas y para una tertulia tradicional de canarios, a la que alguna vez iba D. Benito Pérez Galdós; el «Colonial», para las cupletistas y sus mamás, y los admiradores de la niña; «Levante» para los toreros; «Lisboa», para Loreto y Chicote; el de «Puerto Rico«, que se llamó de las Columnas, para agentes de negocios, y «Correos», para los paletos que «paran» en las posadas de las Cavas o en la del Peine; y arriba, en los billares, se veía reproducida la página más pintoresca de la tafurería de Quevedo y de Solórzano. Pero después de la guerra cambió la estampa de los cafés de la Puerta del Sol, y hubo una dispersión de parroquianos hacia los cafés flamantes de la Gran Vía».

Como dije hace un año, café y palabras, palabras y café. Entre sorbos, cucharillas que remueven las tertulias.

(Imágenes:- 1.-Emilio Carrere.- bremaneur.wordpress/ 2.-Denis Allbertovich.-2photo.ru)

MAHLER, 150 AÑOS

Gustav Mahler confesó una vez a Bruno Walter que tenía miedo de que alguien se suicidara tras escuchar el finale de La canción de la tierra. Su viuda recordaba también que el compositor y director de orquesta se lamentaba así: » soy un desarraigado por triplicado; por ser bohemio, en Austria; por ser austriaco, en Alemania; por ser judío, en el mundo entero. Intruso en todas partes: en ninguna bienvenido«. Fue Mahler el primer director, en un siglo de existencia del Teatro de la Ópera, que permanecía en pie en vez de sentarse mientras dirigía. Usaba las dos manos para separar cada frase. Como director musical de ópera -lo recuerda William Johnston al analizar «El genio austrohúngaro» (Krk) -, Mahler aterrorizaba a los intérpretes con su perfeccionismo y sus ansias de reforma, que llevaba a cabo guiado por el lema que se le atribuye: «la tradición es desidia«.

De Mahler dijo igualmente Thomas Mann que este músico era «el hombre en el que se encarna la voluntad artística más profunda y sentida de nuestro tiempo«. En mayo de 1911 Mann leía impresionado los comunicados que informaban hora a hora sobre la agonía del compositor. Pasión y técnica en Mahler, como evoca Bruno Walter en sus Memorias. Concretamente del  «golpe de tambor» ocurrido en 1907 en el Hotel Majestic de Nueva York hablé ya en Mi Siglo: fue aquel tremendo golpe de tambor escuchado en la calle, desde lo alto de un balcón, el que él usaría en la Décima Sinfonía. Mahler puso extremada atención con su oído ante ese golpe de tambor; lo mismo ante el canto de los pájaros y el estremecimiento de las hojas; lo mismo para escuchar a Freud el 26 de agosto de 1910, cuando acudió a su consulta con ocasión de un viaje a Leiden. Mahler no  tenía tiempo de componer mas que en las épocas del verano que siempre pasaba en Austria. Y durante esos meses, lejos de las manifestaciones públicas de la vida musical, se refugiaba en su universo espiritual.

«Jamás, en ningún momento se detenía el motor gigante  que era su espíritu – decía Alma Mahler en sus Memorias -. De nada se aprovechaba, no reposaba nunca. Por el poder absoluto que ejerció durante años, y a causa de cuanto alrededor le sometía en cuerpo y alma, acabó por acceder, solitario, a un camino que le aisló completamente de sus contemporáneos«.

Y quizá deberían existir por alguna parte unos apuntes puntualmente anotados por Stefan Zweig si hubiera contemplado uno de aquellos «pequeños momentos estelares de la humanidad«, cuando en el verano de 1896 Brahms y Mahler salen a dar un paseo cerca de Ischl. Llegan a un puente y permanecen silenciosos contemplando una espumosa corriente de montaña. Un momento antes han estado discutiendo acaloradamente sobre el futuro de la música y Brahms ha dicho cosas verdaderamente duras sobre la joven generación de músicos. Pero ahora están fascinados ante la vista de los remolinos golpeando las piedras y haciendo espuma. Mahler mira corriente arriba y señala la interminable procesión de remolinos. ¿Cuál es el último?», le pregunta a Brahms con una sonrisa. Más que en el futuro de la música piensa en el futuro del agua.

Pequeña evocación de Gustav Mahler a los ciento cincuenta años de su nacimiento: Bohemia, 7 de julio de 1860- 7 de julio 2010

(Imagen.-Gustav Mahler.-wikipedia)

CASAS E INTIMIDADES

Juan Ramon Jimenez.-2.-adn.es«Si Antonio Machado era el hombre alejado y perdido en provincias, Juan Ramón Jiménez es el hombre alejado y perdido en un piso –escribió Rafael Alberti -. Su vida se desenvuelve en la monotonía de un bienestar burgués. Su tiempo se le ha pasado mirando las madreselvas, los malvas y  los verdes del crepúsculo. Su encierro voluntario, con salidas momentáneas al mar, es la consecuencia de la vida española tirante y agria en los finales de la monarquía. No quiere enfrentarse con ella, como Lope hizo. La rehuye y, al rehuirla, él y los que como él hicieron, nos escamotearon una interpretación de varios años de historia de España.– Punto de partida de mi generación son estos dos poetas».

Estas palabras singulares, publicadas por Alberti en «Revista Cubana» de la Habana – recuerda Ricardo Gullón – fueron comentadas por el propio Juan Ramón de esta forma: «Aquí Alberti es honrado. Dice las cosas como son. Me gusta esta clase de crítica. Odio al adulador impenitente y lo desprecio».

Ahora que se lleva tanto la espuma del cotilleo intranscendente y el rebuscar retales de intimidad en cualquier camerino célebre, he aquí que también los grandes tenían lógicamente sus pasillos internos, aquellas trastiendas que cualquier ser humano posee cuando elabora lentamente su creación,  talleres y pasillos cuya decoración muchas veces nos sorprenden.

los Machado con Margarita Xirgu en el estreno de La Duquesa de Benamei en el Teatro Españlol el 26 de marzo de 1932

Rafael Cansinos -Assens, frecuente cronista del vaivén de vidas literarias, describía en la revista «Ars«, en 1954, cómo vivían los hermanos Machado en Madrid hacia 1901.»Vivían los Machado en el segundo piso de un gran caserón viejo y destartalado, con un gran patio lóbrego, donde el sol se perdía y el frío del invierno se encontraba de pronto. Volvía a recuperarse el sol al entrar en la gran sala cuadrada, con balcón a la calle, tan anegada en claridades cristalinas que al principio deslumbraba y no dejaba ver. Voces juveniles y efusivas me acogieron. Ya estaban allí todos, es decir, Villaespesa, Antonio de Zayas y Ortíz de Pinedo, un joven poeta, aún todo en blanco, cual yo mismo. Uno de los Machado, creo que Antonio, en mangas de camisa, se estaba acabando de afeitar ante un trozo de espejo, sujeto en la pared, como los que se ven en las carbonerías. La habitación detartalada, sin muebles, salvo algunas sillas descabaladas, con el suelo de ladrillo, salpicado de colillas y las paredes desnudas, tenía todo el aspecto de un desván bohemio. Eran tan pocas las sillas, que algunos permanecían de pie. Allá dentro, tras una puerta lateral, sonaban voces femeninas. El sol, un verdadero sol de domingo, era el único adorno de aquella habitación que parecía una leonera de estudiantes. El sol y el buen humor juvenil».

(Hago un inciso personal aquí evocando, no sin emoción, que en aquella habitación de los Machado estaba – tal como relata Cansinos Assens – José Ortíz de Pinedo, mi abuelo materno, con el que yo conviví varios años, en la década de los cincuenta, en su casa de Madrid. Él me contaba directamente aquellos encuentros, aquellas tertulias y amistades que yo siempre recordaría)

Juan Ramon Jumenez.-2,.nobelprize.org

Pero la personalidad de los grandes y la dimensión de su obra, como es el caso de Juan Ramón, muestran también su envés desconocido, andanzas inesperadas por las calles de Madrid en excursiones sorprendentes para un hombre que -como quería definir Albertiestaba «perdido en un piso«. El 10 de mayo de 1936 Juan Ramón Jiménez publicó en «El Sol«, de Madrid, una evocación de sus trepidantes idas y venidas por la ciudad «arrastrado» de alguna forma por Villaespesa: «Cogidos de una idea súbita, locos sucesivos – escribe Juan Ramón -, andábamos y desandábamos las calles, las plazas, las iglesias, los paseos, las fábricas, los cementerios, recitando versos, cantando, hablando alto. Villaespesa insultaba a veces a uno que pasaba, creo que sin saber quién era, para admirarme, y luego me decía que era tal o cual escritor «imbécil»; tomábamos un coche, lo dejábamos; comíamos, bebíamos a cualquier hora, en cualquier sitio, cualquier cosa. Y así hasta las 4 o las 5 de la mañana, cuando el blando gris azul del cielo de oriente  sobre la Puerta del Sol, la calle de Alcalá, la Red de San Luis me arrullaba, me endulzaba el cuerpo y el alma y me llevaba a dormir. Pero a las 8 siguientes, como el primer día, Villaespesa estaba, con su sombrero de copa y su abrigo entallado, en mi casa, y otra vez el ciclón».

Sorprende ver a Juan Ramón así, tan agitado, él que se detenía contemplativo ante el oro del sol o ante la rosa. Pero la vida es así. Las anécdotas entretienen, sin duda, pero nunca serán más importantes que la obra lograda.

(Imágenes: 1 y 3.-Juan Ramón Jiménez/ 2.-Antonio Machado y Manuel Machado con la actriz Margarita Xirgu en el estreno de «La duquesa de Benamejí» en el Teatro Español el 26 de marzo de 1932.-Abelmartin.com)