EL HOMBRE ES LO QUE QUIERE SER

”El hombre es lo que quiere ser —decía el francés Charles Du Bos—, a condición de que lo quiera verdaderamente, es decir, no que no caiga nunca, sino que se levante, infatigablemente, cuantas veces haya caído.”

”Si no puede elevarse por encima de sí mismo — escribía ya un poeta inglés del siglo XVl— qué pobre cosa es el hombre.”

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ESCRIBIR ANDANDO

“Me paso el cincuenta por ciento de mi vida paseando y vistiendo a los niños, cocinando, lavando los platos y la ropa, remendando. Cuando por fin están todos en sus camas, me vuelco en mi máquina de escribir e intento  volver a crear cosas concretas. — decía la novelista norteamericana Shirley Jackson —. Escribir  durante las horas entre la guardería y la comida, mientras los niños dormían la siesta o cuando ya se habían acostado, requería una disciplina que me iba como anillo al dedo. Pensaba constantemente en mis historias mientras cocinaba, limpiaba o hacía cualquier cosa. Mientras hago la cama, lavo los platos o voy conduciendo a la ciudad a comprar zapatos de baile, estoy constantemente contándome historias a mí misma.” Cuando los niños fueron mayores y después de más tiempo,— señaló su biógrafa—,ella nunca fue el tipo de escritora que se pase el día sentada ante su máquina de escribir. Su  proceso de escritura no empezaba en el momento en que se sentaba en su escritorio, de la misma manera que no acababa cuando se levantaba. “ Un escritor — decía— siempre está escribiendo, viéndolo todo a través de una neblina de palabras, creando pequeñas descripciones breves de todo lo que ve y dándose cuenta siempre de todo.  Mi marido se resiste a escribir, para él eso forma parte de su trabajo, o por lo menos él lo denomina trabajo. Pero a mí me relaja. En primer lugar, porque es la única actividad que me permite estar sentada. Además  disfruto al ver crecer una historia: es sumamente satisfactorio, como ganar una mano en el póker.”

Jose Julio Perlado

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JANE CAMPION Y “EL PIANO”

Todo empieza — decía Jane Campion, la directora de “El piano”   en 1993– con una sensación bastante difícil de describir y con un estado de ánimo concreto. Y es entonces que te pones a escribir para intentar recrear el estado de ánimo que estás sintiendo o en el que estás pensando en ese momento. Si el proceso da los resultados esperados, al final la película es el propio estado de ánimo. Cuando me puse a escribir el guión de  “El piano”  me pasé una semana entera a solas, completamente sumergida en el ánimo de la historia y en la mentalidad de la protagonista, llegando incluso a romper a llorar durante ese proceso. Tengo que estar unos cuantos días completamente centrada en la película y más adelante, cuando ya lo tengo, puedo salir y empezar a trabajar en un horario más normal, de nueve a cinco por ejemplo.  Pero  incluso llegados a este punto, el proceso de escritura sigue siendo muy frágil y fácilmente alterable. A  veces siento que tengo un momento de inspiración, que estoy consiguiendo profundizar en algunas ideas, así que no hago más que trabajar y trabajar. Al cabo de unas horas, cuando tengo hambre o  empiezo a sentirme cansada, pienso que si yo hubiera seguido una hora más habría conseguido llegar a alguna parte“

José Julio Perlado

Imágenes- JANE Campion/ El piano- wikipedia

LAS COSAS BELLAS

Para guía fiel de mi vocación

Me fue dada, al nacer,  la belleza,

Que es para mí luz y espejo de dos artes:

Quien otra cosa piensa, yerra.

Ella sola es la que eleva a mis ojos a aquella altura 

A que aspiro al pintar y al esculpir.

Temerarios y necios juicios aquellos 

Que se apartan del sentido de la belleza; 

Esta mueve y eleva al cielo todo intelecto sano,

Que de lo mortal a lo divino no pasan 

Los ojos enfermos, ni pueden llegar a donde

Elevarse sin gracia es pensamiento vano.

Se perecen mis ojos por las cosas bellas,

Y mi alma, por su salvación ansiosa,

No se eleva al cielo sino

Al contemplar aquellas cosas.

 De las más altas estrellas

Baja a la tierra un resplandor,

 Que inspira el anhelo de llegar a ellas;

Y que se llama amor.

Ninguna otra cosa hay para el corazón noble,

 Que lo enamore y lo haga arder y le aconseje, 

Como  un rostro cuyos ojos sean cual aquellas estrellas

 Miguel Ángel- (Rimas)

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RAMÓN Y LUISA SOFOVICH ( y 2)

 Luisa Sofovich, la argentina, de familia hebrea, de ascendencia rusa, viuda del autor de las greguerías, cuenta en “Mi vida sin Ramón”, cómo ella descubrió el célebre maniquí de la muñeca en tamaño natural que Ramón tenía en su estudio. Cuando se ven las fotografías del escritor sentado junto a su muñeca, no se sabe si Ramón le está leyendo al maniquí el último acierto de invención de su prosa o es ella la que escucha inmóvil, desde su mutismo de madera, la cabeza girada hacia el escritor, el vestido impecable, el collar abandonado en su garganta. Los dos aparecen estáticos. Es como si para Ramón ese maniquí fuera su primer lector, su único lector, aquel que no responde nada o aquel que de repente moverá las pestañas de madera y bajará levemente la cabeza asintiendo 

en silencio.

Cuenta Luisa Sofovich  que — con los traslados y las muertes— uno de aquellos anillos o sortijas que llevaba la muñeca en sus manos fue a parar, al cabo de los años, a una tienda de compra-venta parisina situada en el Palais- Royal.

Allí, al verla en el escaparate, Luisa Sofovich  entró  y la compró y llevó mucho tiempo en sus dedos aquella sortija que lució en las manos la enigmática mujer de madera 

José Julio Perlado

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RAMÓN Y LUISA SOFOVICH (1)

Copio de mis Notas antiguas:

“Asisto al homenaje que le dedica el circo Price a Ramón Gómez de la Serna. Sentada en el palco central, la viuda del escritor, Luisa Sofovich, asiste a la velada con una expresión lejana y triste, emocionándose en el momento en que le es ofrecido el homenaje del Circo  a su marido y sonríe débilmente al contemplar los denodados esfuerzos repetidos a los que se van entregando los payasos. Verdaderamente Ramón fue un escritor de raza, un singular creador. Ciertas  greguerías sin embargo, lanzadas anoche sobre el público a través de los micrófonos resultaban un tanto sorprendentes, con esa sorpresa que provocan algunas greguerías de Ramón, donde uno no sabe si el pensamiento ha estado bordeando la genialidad  o si se acerca peligrosamente a la ridiculez. A pesar de ello, la función de anoche fue una función única. Un  día, cualquiera de nosotros, cuando desee recordar episodios casi históricos, surgirán las palabras: “Yo asistí a la sesión de circo dedicada a la memoria de Gómez de la Serna”. Fue el 25 de enero de 1963. Después se cerró el circo Price de Madrid.” 

José Julio Perlado

imágenes- 1- el Circo Price antiguo en el paseo de Recoletos/ 2- Ramón Gómez de la Serna- ilustración por Bagaría)

LA PENUMBRA Y LA SOMBRA

 La Penumbra le dijo a la Sombra:” A ratos te mueves, otros te quedas quieta. Una vez te acuestas, otra te levantas. ¿ Por qué eres tan cambiante? “. “ Dependo —  dijo la Sombra – de algo que me lleva de aquí para allá. Y ese algo a su vez depende de otro algo que lo obliga a moverse o a quedarse inmóvil. Como los anillos de la serpiente, o las alas del pájaro, que no se arrastran ni vuelan por voluntad propia , así yo. ¿Cómo quieres que responda a tu pregunta?

 Chuang-tse (poeta chino del siglo lV antes de Cristo)

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FILMAR UNA FAMILIA (10) : ARROJAR LOS MIEDOS

Delante de la mesa del psiquiatra hemos puesto un prado, más bien un jardín que baja desde la carretera de las vacas, un jardín en el que estoy yo de niño, llego corriendo con mis pantalones cortos y pregunto a mi abuelo que me espera: “Abuelo, ¿estás enfadado?” Y ese fue mi primer miedo, al menos el que yo recuerde, porque en la guerra, me han dicho, nuestra familia tuvo mucho miedo, pero yo no lo tuve, yo descubría, conforme huíamos de las bombas hacia los pueblos, las pastelerías iluminadas y decía: “¡ Aquí hay pasteles!, gritaba, “¡Aquí hay pasteles! “, repetía. “¿Pero entonces usted, cuando repasa sus miedos, me dice el psiquiatra, el primero de ellos que se le ocurre es en ese jardín?”. Es curioso que le llamen a un niño de usted, pero en las películas pasan estas cosas. Está, pues, aquí el jardín, en mi imaginación pero también en la realidad, estoy yo corriendo,atemorizado, mi abuelo me espera en lo alto del porche que da a la casa, y a la vez yo le estoy contando esto al psiquiatra años después, es decir, hoy, porque para eso he venido, para ahuyentar mis miedos, para contarle aquel jardín que me persigue y la voz ronca de mi abuelo saliendo de la garganta de su figura en pie, calado con un sombrero negro, y un bastón nudoso en una de sus manos. “¿Tenía usted miedo de que le pegase?”, me pregunta el psiquiatra. “No. Yo tenía miedo de mi impuntualidad, del genio de mi abuelo. Pero mi abuelo nunca me pegó”. “¿Y el segundo de sus miedos?”, me pregunta el psiquiatra. Hemos puesto ahora en la película un túnel delante de la mesa del psiquiatra, para que las gentes puedan ver en la pantalla el segundo de mis miedos, que era un túnel casi a oscuras, un túnel negro, largo, “yo iba conduciendo, le digo al psiquiatra, no sé qué año sería, iba conduciendo en la negrura del túnel, y de pronto pasó a mi lado, fulgurante, atronador, un enorme camión interminable envuelto en lonas, me pasó al costado igual que un animal, rozándome sin hacerme caer, pero sus ruedas y su potencia en la noche me llenaron de escalofríos, sí, pasé mucho miedo, creí que me aplastaba, que me moría.”

El actor que interpreta en mi película a mi psiquiatra mientras yo sigo rodando esta escena es un hombre alto, delgado, con gafas, envuelto en su bata blanca. No le gusta que los pacientes se tumben en un sofá sino que estén delante de él, delante de su mesa, cubierta astutamente de objetos variados— bolitas de billar, abrecartas, secantes— y observa si el paciente los toca o no, porque le revelan su nerviosismo o su placidez, depende de cómo los coja. Pero yo no los he tocado nunca ni quiero tocarlos. He venido a rodar esta escena porque quiero utilizar mi película de la familia para ahuyentar mis miedos, que para eso sirve también el cine, para desahogarse, muchos grandes directores han confesado que al final en una película suya se vaciaban por dentro, echaban fuera los demonios interiores, la plasticidad de unas vivencias que ellos no habían confesado nunca. Gracias a ello quedaban limpios, como quedo limpio yo cuando el psiquiatra, al otro lado de la mesa, me pregunta: “¿Ha tenido usted muchos miedos más?”. Y como yo no le respondo, enseguida avanza con la pregunta capital, que me formula con exquisita suavidad: “¿Tiene usted miedo a la muerte?”. No dudo un momento. Es curioso. He pensado tanto en ello que no tengo nada que imaginar. “No. No tengo miedo a la muerte. Me abandono a la esperanza. Me da seguridad la esperanza. Más que serenidad, me da seguridad.Todo es cuestión de abandono. Me abandono a la esperanza y me dejo llevar.”

José Julio Perlado

(del libro “Carnet de un director de cine”)

(texto inédito)

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LOS PRIMITIVOS CINES

Archivo - El primer cartel de cine de la historia, el de la película El regador regado de los hermanos Lumière (1895)

Yo todavía alcancé en el primitivo cine “Proyecciones”, en la calle de Fuencarral — recordaba el editor José Ruiz-Castillo —, a ver una película con “explicador”. Estos “explicadores” ,por lo menos para los chicos de la época, insoportablemente se hacían los graciosos pero resultaban tan extraordinarias las imágenes animadas que “oscurecían” la interferencia del enojoso comentarista. El cine “Proyecciones”, en su modestia, como los que después fueron construyéndose,  como el cine de “La Flor” en la calle de la Flor Baja y más tarde el cine “Ideal”, tenían unas portadas con cierto aire cinematográfico catedralicio. En el seudo atrio del “Proyecciones” campeaba un grupo escultórico de variadas y policromas figuras que temblorosamente danzaban, por procedimientos mecánicos, al son de un órgano que “ejecutaba” un perenne vals lento, aderezando las graves notas del acompañamiento con un intermitente y agudo campanilleo. Y detrás de todo ello, las películas mañana, tarde y noche. No es de extrañar que los chavales del barrio merodeáramos durante una parte de nuestras escapadas por los aledaños de semejantes palacios del espectáculo.

José Julio Perlado

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EL ARTE DE LA CONVERSACIÓN

El motivo de que haya tan pocas personas que resulten agradables en la conversación — recuerda  en sus “Máximas” La Rochefoucauld  — es que cada cual piensa más en lo que quiere decir que en lo que están diciendo los demás.


Hay que escuchar a los que hablan, si se quiere ser escuchado;  hay que dejarles en libertad de hacerse oír y hasta de decir cosas inútiles. En lugar de contradecirles o interrumpirles, como suele hacerse, debemos al contrario tomar parte en sus ideas y gustos, mostrarles que los escuchamos, hablarles de cosas que les atañen, alabar lo que dicen si lo merece y demostrarles que los alabamos más por convicción que por amabilidad. Hay que evitar discusiones sobre cosas  indiferentes, hacer pocas preguntas inútiles y no dar  a entender nunca que pretendemos tener más razón que los demás,  así como cederles de buen grado el privilegio de tomar una decisión

Se deben decir cosas naturales, fáciles y más o menos serias, según el humor y la inclinación de las personas con quienes se conversa;  no acosarlas  para que aprueben lo que decimos, ni siquiera para que nos contesten. Cuando se han satisfecho de esta suerte los deberes de cortesía, pueden exponerse los propios sentimientos sin prevención ni tozudez,  dando a entender que tratamos de apoyarlos con la opinión de aquellos que nos escuchan. 

Hay que evitar hablar mucho de sí mismo y ponerse a menudo como ejemplo. Nunca  será excesivo el interés que pongamos en conocer la inclinación y alcances de aquellos con quienes hablamos, para unirnos a la opinión del que más talento tiene y añadir nuestras ideas a las suyas dándole a entender, en lo posible, que las tomamos de él. Es de gran habilidad no agotar los temas que se tratan y dejar para los demás algo que pensar y que decir.

José Julio Perlado

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PINTURA DE UNA RAMA FLORIDA

¿Quién dice que la pintura debe parecerse a la realidad?

El que lo dice la mira con ojos sin entendimiento.

 ¿Quién dice que el poema debe tener un tema?

 El que lo dice pierde la poesía del poema.

Pintura y poesía tienen el mismo fin: 

Frescura límpida, arte más allá del arte.

Los gorriones de Pien Luen pían en el papel,

Las flores de Chao Ch’ ang palpitan y huelen,

¿Pero qué  son al lado de estos rollos, 

Pensamientos-líneas, manchas- espíritus? 

¡Quién hubiera pensado que un puntito rojo

Provocaría el estallido de una primavera! 

TCH’EN T’AO (poeta chino : 768-831)

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LA MÁQUINA Y EL PENSAMIENTO

Cuenta la profesora suiza Jeanne Hersch, asistente del filósofo Karl Jaspers,  que un día escuchó a un ilustre informático concluir su exposición con la siguiente frase: “Deberemos acostumbrarnos a tener que tratar con seres que poseerán un pensamiento más sagaz que el nuestro”. Y yo le planteé una objeción: “Quiero

creer, le dije, que las máquinas informáticas efectuarán, más rápidamente que nosotros, operaciones mucho más complicadas que las nuestras. Pero nunca resultarán operaciones del pensamiento”.  Él se molestó: “¿Cómo lo sabe?”. Y yo le respondí: “ Porque a veces me ha sucedido que he pensado. Sé por experiencia que pensar es querer alcanzar algo verdadero y evitar algo falso. Esto vuestra máquina nunca lo hará. No quiere nada, no aspira a nada. Está  programada, pero no piensa.”

¿Hoy se puede decir lo mismo?

 José Julio Perlado

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RETRATO DE KAFKA

Los amigos le distinguían desde lejos, vestido siempre de manera pulcra y ordenada, nunca elegante:  trajes grises o azul oscuro, como un empleado. Durante  mucho tiempo, en su sueño de ascetismo y de impasibilidad estoica usó un único traje para el despacho, la calle, para escribir, para el verano y para el invierno, y ya avanzado  noviembre, mientras todos llevaban pesados abrigos,  él aparecía en la calle “como un loco con traje de verano y un sombrero estival”, como si quisiese imponer un solo uniforme a la diversidad de la vida. Apenas veía a los amigos — sigue evocando el gran crítico italiano Pietro Citati— y parecía sereno.  aunque se comunicaba con ellos “con la punta de los dedos”,  tenía una cortesía china que nacía de la extenuación del corazón y de un casi  inalcanzable refinamiento del espíritu. Tenía una gracia irónica en su manera de presentarse: una levedad de folletín romántico;  una fantasía caprichosa suspendida en delicadezas de poesía oriental.

llegaba puntual a su despacho en el “Instituto de Seguros contra los infortunios de los trabajadores para el reino de Bohemia”. Delante del escritorio cubierto por un montón desordenado de papeles y de legajos le dictaba al dactilógrafo. Y el dactilógrafo se adormecía, encendía la pipa o miraba por la ventana. Participaba en las reuniones:  escribía documentos e informes, hacía inspecciones. Se   le consideraba un empleado óptimo:  “incansable diligente y ambicioso… un trabajador con mucho celo, de un talento no común y extremadamente fiel al deber”.  Sus superiores no sabían en absoluto que él era “ambicioso”. Trabajaba allí, en ese murmullo, entre multitud de empleados y de porteros y de trabajadores desdichados, sólo porque sabía que no debía dedicar todo su tiempo a la literatura. Temía que la literatura lo chupase como un remolino, hasta hacerle perderse en sus comarcas sin límites. No podía ser libre. Necesitaba una limitación: tenía que dedicar los días a un trabajo ajeno, y sólo entonces podría recortar en su cárcel cotidiana esas horas preciosas, esas horas nocturnas, en las cuales su pluma rastreaba el mundo ignoto  que alguien le había impuesto sacar a la luz.

José Julio Perlado

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VIAJES POR EL MUNDO (52) : CORFÚ

Regí el imperio de Ninos, que se extiende hacia  el este hasta el río Indo,  hacia el sur hasta la tierra del incienso y la mirra, y hacia el norte hasta el país de los sacios  y los sogdianos. Antes de mí — seguía contando Polieno, el historiador macedonio del siglo ll—,ningún sirio había visto nunca el mar. Yo he visto cuatro mares, tan lejanos que nadie ha estado nunca en ellos.


 Cambié el curso de los ríos según mis deseos, dirigí sus aguas hacia donde más se necesitaban y con ellas regué tierras desiertas. Construí fortalezas inexpugnables y con el hierro abrí pasajes a través de la roca infranqueable. Gracias  a él viajé con mis carruajes por sitios donde ni aun las bestias salvajes podían andar. Y entre todas estas ocupaciones encontré tiempo para el amor
.

José Julio Perlado

imágenes- 1- Corfú- wikipedia/2- Corfú en 1488

FILMAR UNA FAMILIA (9) : BRILLANTES EN LA OSCURIDAD

Hoy hemos filmado una de las secuencias más misteriosas de la película. Creo que ha salido bien. La actriz que hace de mi tía Lola es una mujer pequeñita que, como ella, curiosamente, no se ha querido casar nunca. Anda despacio y a pasitos cortos por el larguísimo pasillo de la casa en la que hemos rodado, un pasillo en donde crujen las maderas, un pasillo de piso antiguo, escoltado de habitaciones vacías, numerosas habitaciones, que guardan las esencias de muchas vidas. Cuando Susana, mi ayudante de dirección, me ha preguntado si vamos a iluminar el pasillo con los focos, le he dicho que no, que quiero este pasillo como ha estado siempre, en penumbra, con sólo la luz de la calle entrando por las rendijas de las ventanas y de las puertas. Entonces he colocado en un extremo del pasillo, junto al comedor, a la actriz que hace el papel de mi tía Lola y he repasado los brillantes de bisutería con los que he recubierto sus manos. Son unas manos pequeñas y gordozuelas, muy carnosas, y en cada dedo le he introducido cuatro o cinco sortijas que son las que llevaba siempre mi tía Lola, la prima segunda de mi madre, unas sortijas enormemente brillantes, de distintos colores, tan ajustadas que no se las podía, o no se las quería, quitar por las noches. Únicamente con esas sortijas, sorprendentemente, hemos iluminado el pasillo.

Entonces la figura casi fantasmal pero entrañable de mi tía Lola ha empezado a andar muy despacio por este pasillo como una sombra iluminada mientras las maderas crujían. Eran sólo unas manos sobrecargadas de brillantes, brillantes baratos como los que se pueden encontrar en cualquier bisutería, pero con colores distintos, y entonces se ve en la película, como flotando en la oscuridad, unas manos a media altura que avanzan lanzando un destello de raro fulgor, solo los dedos de esas manos, y un broche miluminado que también aparece a media altura, un broche prendido del traje oscuro que viste mi tía. Y nada más hay en este pasillo.

No sé en qué momento meteré esta secuencia. Pero es una imagen que me fascina. Me lleva a mis primeros años de juventud. El silencio. El pasillo. La penumbra brillante. Los directores somos así. Bergman no puede desvincularse de la imagen de su infancia ni de su linterna mágica, tan recreada en sus films y en sus libros. Yo tengo este pasillo iluminado en sombras y al fondo, recuerdo, los ruidos que oía de unos perros ladrando. Restos del tiempo. A esa cacería le pondré sonido.

José Julio Perlado

( del libro “Carnet de un director de cine”)

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EL TRABAJO DE CONRAD

En una carta dirigida a un escritor amigo, Conrad decía en 1909” : perdóname el tono discordante de esta carta.  Mi editor me acaba de enviar las cuentas en las que leo que todas mis obras— son trece—  me han proporcionado el pasado año menos de cinco libros de derechos de autor. Esto es lo que enfría ese gozo de vivir que debería arder como una llama en el corazón de un autor y que como un motor de explosión hiciera correr su pluma a treinta páginas a la hora.”

Y en confesiones personales comentaba: “durante los últimos veintitrés  meses he escrito 618. 000 palabras, de las cuales 130.000 pertenecen a una novela. Trabajo doce horas, duermo seis  y el resto las paso reconcomiéndome al ver cómo transcurre el tiempo y contemplando a los que yo amo. Durante estos dos últimos años no he visto ni un cuadro, no he oído una sola nota de música, ni he gozado un solo momento de una sociedad humana y tranquila. Seis meses he invertido en una larga novela que está casi acabada;  más de 57.000 palabras he escrito en otro trabajo ; ¡ no está mal del todo! En cuanto a mí siempre he tenido la impresión cuando trabajaba, de estar agotado, de que mi pensamiento y mi voluntad eran impotentes. Pero tal vez estos días, sin  una línea, sin una palabra, estos días de una agonía atroz e insufrible, constituyen también una parte de mi método de trabajo.

José Julio Perlado

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