
Cada vez que se levanta el telón de un teatro asistimos a la evolución de una historia que no es la nuestra, por eso nos asomamos a ella y levantamos el tabique para ver qué le pasa a los personajes de Shakespeare,de Albee o d e Pinter, sus ropajes, pero sobre todo sus ademanes, reacciones y vicisitudes. Conocemos perfectamente nuestra historia,y a veces su monotonía nos aburre, por eso vamos o a conocer la historia de los otros, que en muchas cosas se parecen a la nuestra, pero nos asombra el color d e las pasiones ajenas, los distintos pliegue de las ambiciones, de los celos o o de la envidia. Necesitamos las historias de los otros para distraernos de la nuestra.
Lo mismo ocurre en las películas y en las novelas. Nos asomamos al tren donde viaja Anna Karenina, nos arrastran los ojos crueles de Betty Davis, nos impulsan los gritos que da Marlon Brando en una escalera de Nueva York. Todo son historias ajenas a la nuestra que al final se hacen nuestra por su fuerza interior.

Pero los creadores de historias—los dramaturgos, guionistas, novelistas y todos los escritores — viven en soledad. Su amiga es la soledad y el silencio, a veces el entusiasmo, a veces la desesperación. Un carpintero no se desespera porque no le salga bien una mesa, un escritor si. Siempre he pensado que están sobrevalorados los escritores. Son traficantes de palabras, arquitectos de mundos, ilusionistas de personajes y escenas, investigadores de la belleza. A pesar de ello los considero sobrevalorados. Hay muchas profesiones superiores a los escritores. Las gentes se quedan más admiradas ante un escritor que ante un ingeniero que ha trazado un puente sobre el océano.
Y sin embargo los creadores de historias — los escritores— son muy necesarios. Son un espejo, un examen de conciencia, un acercamiento a la fascinación de la belleza y un imán para el asombro. Los escritores están llamados a escribir por una fuerza interior que llevan dentro. Se les hace necesario crear historias no por diversión sino por una suerte de necesidad vital por la que son empujados a desbordarse, a ser artesanos del espíritu y de la palabra. Cualquier creador merece un respeto — o al menos yo lo respeto — porque inventa de la nada una acción y un mundo que a otros seres humanos les hace pensar o al menos les distrae en sus vidas. Creadores que intentan mostrar el misterio y la belleza del mundo
. José Julio Perlado

Imágenes- 1- Irving Penn; 2- Steve McCurry/ / Walker Evans