«El día octavo escalamos el monte Gassan. Llevábamos bufanda de algodón en los hombros y capucha blanca en la cabeza. Nos conducía un guía porteador apodado Gôrichi (hombre musculoso). Fuimos entre nubes, nieblas y aire de montaña, haciendo un trecho sobre el hielo y la nieve. Con pasos de bruma, parecíamos transitar rutas del sol y de la luna. Al llegar a la cumbre, el cuerpo helado y la respiración cortada, el sol se iba poniendo, mientras la luna se asomaba. Extendimos hierba de bambú – así lo sigue contando Matsuo Bashô en sus «»Diarios de viaje» (Fondo de Cultura) -y de cortos tallos de bambú hicimos nuestras almohadas. Nos tendimos y esperamos a que amaneciera. Cuando el sol apareció y las nubes se dispersaron, iniciamos descenso hacia Yudono.
Al borde del valle se encuentra una cabaña llamada «cabaña de forjadores». En esta provincia los herreros usan agua sagrada: purifican cuerpo y espíritu para así templar las espadas. En ellas graban el sello «gassan» ( o espadas loadas en toda la tierra). Podrá compararse al ejemplo de aquellos chinos que forjaban sus armas en la fuente del dragón.
Me senté sobre una roca. Mientras descansaba descubrí un árbol de cerezo con sus capullos medio abiertos. Todavía sepultado bajo densa nieve, este cerezo tardío nunca había olvidado la primavera; realmente enternecedor. Era como flores de ciruelo que siguen esparciendo su fragancia bajo un cielo abrasador».
(Imágenes.- 1–el poeta, según Yokoi Kinkoku- 1820- Wikipedia/ 2- Kotuzuka Eichi- 1950/ 3.-Hasui Kawase)



Basho y sus haikus, fueron un extraordinario descubrimiento para mí.
Gracias por traerlo a su página profesor.
Un saludo.
Avelina,
Basho siempre nos transporta a paraísos breves de inusitada delicadeza, llenos de matices, cantando a la belleza.
Gracias, como siempre, a tan atenta y fiel lectora.
Un saludo cordial.