«Horas nocturnas en el escritorio.
La página vacía – de un blanco incorregible.
Mimosas con aroma de Niza y sur ardiente,
y en el rayo de la luna un gran pájaro volando.
Trenzo apretado mi cabello para el sueño
-¡como si mañana necesitara trenzas! –
y ya sin tristeza miro por la ventana, más allá,
hacia el mar, hacia las pendientes arenosas.
¡Cómo un hombre tiene tanto poder
que ni siquiera pide ternura!
De cansancio ya no se alzan mis párpados
cuando oigo que pronuncia mi nombre».
Anna Ajmátova -(1913)
(Imagen.- Albert de Belleroche)
