Faulkner escribía mejor por las mañanas – como así lo relatan varios de sus biógrafos -, aunque a lo largo de su vida fue capaz de adaptarse a diversos horarios según la necesidad. En el verano de 1930 Faulkner compró una finca venida a menos y el novelista se puso a reparar la casa y sus terrenos. Se levantaba temprano, desayunaba y escribía en su mesa toda la mañana. Le gustaba trabajar en la biblioteca, y como no tenía cerradura – lo cuenta Jay Parini – quitaba el picaporte y se lo guardaba. Después de un almuerzo al mediodía, Faulkner continuaba con las reparaciones en la casa y daba una larga caminata o se iba a montar a caballo. Su creatividad no necesitaba incentivo alguno. Recuerda David Minter que durante sus años más fértiles, desde finales de la década de 1920 hasta comienzos de la de 1940, Faulkner trabajó a un ritmo asombroso, a menudo produciendo tres mil palabras al día y en ocasiones el doble. Una vez le escribió a su madre que había logrado escribir diez mil palabras en un solo día, trabajando entre las diez de la mañana y la medianoche. «Escribo cuando el espíritu me impulsa – decía -, y el espíritu me impulsa todos los días».
«El ruido y la furia» – confesaba Faulkner en 1972 a «Southers Review» – es la única de las siete novelas que escribí sin que la acompañase ningún sentimiento de impulso o esfuerzo, o sin que la acompañase ningún sentimiento de agotamiento o alivio o desagrado. Cuando la empecé no tenía ningún plan en absoluto. Ni siquiera estaba escribiendo un libro. Estaba pensando en libros, en publicar, sólo en pasado, en decirme a mí mismo, No me tendré que preocupar en absoluto de si a los editores les gusta o no les gusta éste. Cuatro años antes había escrito «La paga de los soldados». No me había llevado mucho escribirlo y se publicó rápidamente y me dio unos quinientos dólares. Dije, Escribir novelas es fácil. Escribí «Mosquitos». No fue tan fácil de escribir y no se publicó tan rápido y me hizo ganar unos cuatrocientos dólares. Aparentemente el ser un novelista es algo más que escribir novelas, algo que antes no tenía tan claro. Escribí «Sartoris«. Me llevó mucho más, y el editor lo rechazó enseguida».
Un año después, en 1973, Faulkner, en «Mississippi Quarterly», incidía en ese momento de su vida : «Me dediqué a enviar esa novela durante casi tres años de editor en editor con una especie de terca y menguante esperanza de al menos justificar el papel que había usado y el tiempo que había pasado escribiéndola. Esta esperanza al final tuvo que morir, porque un día de repente pareció como si una puerta se hubiese cerrado silenciosamente y para siempre entre mí y todas las direcciones de editores y listas de libros y me dije a mí mismo, ahora puedo escribir. Ahora sólo puedo escribir».»
(Imágenes.- 1.-Faulkner- 1950- colección Harlingue/ 2.- Faulkner/ 3.-Faulkner- muy interesante es-/ 4.- Faulkner- foto Alfred Eriss- photo credit-pinterest)