«Un puerto es estancia placentera para el alma cansada por las luchas de la vida. La anchura del cielo, la arquitectura móvil de las nubes, las coloraciones cambiantes del mar, el centelleo de los faros, son un prisma maravillosamente apto para divertir los ojos sin cansarlos nunca. Las formas esbeltas de los navíos, con su complicado aparejo al que el oleaje imprime un armonioso balanceo ayudan a mantener en el alma el gusto por el ritmo y la belleza. Y luego, sobre todo, hay una especie de placer misterioso y aristocrático para quien no tiene ya ni curiosidad ni ambición, en contemplar, recostado en el mirador o de codos en el muelle, el movimiento de los que parten y de los que vuelven, de los que aún conservan la fuerza del querer, el deseo de viajar o el ansia de enriquecerse».
(Imágenes. – 1.-James Abbott Mcneill Whisler/ 2.- Eugene Laurent veil)

