Existen palabras grandes y palabras largas, palabras del amor, palabras que juzgan, palabras viejas y palabras recién incorporadas, palabras frías y calientes, palabras grandilocuentes y a la vez vacías, y ahora también se evoca el triunfo de las palabras alegres sobre las tristes en muchos países del mundo. La cadena de los vocablos enlazan «irradiar de alegría» con alegría rebosante, contagiosa, indescriptible, exultante, uno puede perfectamente «brincar de alegría», «estar gozoso», «borracho de alegría», derrochar, contagiar, gritar, «colmar de alegría» expresiones exteriores de una satisfacción que a veces nos inunda y de este modo los sinónimos nos pueden llevar de la mano desde la algazara hasta la animación y desde el entusiasmo hasta el regocijo. Existe sin duda una conciencia de las palabras, como así lo recordaba Canetti, que nos transmite emociones y sentimientos y el optimismo se hermana con la ilusión y con el aliento, en ocasiones con la euforia y muchas veces con la jovialidad y la esperanza.
En el mapa combinatorio del gran Diccionario «Redes» dirigido por Ignacio Bosque el vocablo pesimismo por su parte se hace con frecuencia arraigado, amargo, doloroso, exagerado, infundado, inoperante, profundo, alguien se abate bajo sus síntomas, se siente asaltado por el pesimismo y cede ante él. La tristeza a su vez puede ser angustiosa, uno se puede hundir en la tristeza, es difícil amortiguarla, hay que combatirla, no dejarse consumir por ella, en ocasiones es abrumadora y desconsoladora.
«Las palabras tienen el valor de saciar los estados de ánimo – recuerda Alex Grijelmo en «La seducción de las palabras« -, recrean la propia tristeza hasta que el poeta disfruta de ella y es feliz en su desdicha; también exaltan la felicidad hasta que quien escribe consigue vivirla de nuevo».
(Imágenes.-1.-Scott-Gelber/ 2 –Juliano Lopes/ 3- Dick Beer– 1918)