Sentado ante «La novia judía» de Rembrandt, Vincent van Gogh, en el otoño de 1885, se queda embelesado. Como cuentan en su «Van Gogh» Steven Naifeh y Gregory White Smith (Taurus), quien firmaría años más tarde «Los girasoles» «llevaba un abrigo de pelo mojado y un gorro de piel que se negaba a quitarse. «Parecía un gato mojado», recordaría un visitante del Rijksmuseum. Bajo el gorro empapado asomaban la cara quemada por el sol de un marinero y una barba roja revuelta. Más de un visitante pensó que parecía un «trabajador del metal».
«!Qué cuadro más íntimo e infinitamente amable!», escribiría Vincent después. Anton Kerssemakers, que se había unido a Vincent durante parte del viaje a Ámsterdam, siguió visitando el museo sin él. «No había manera de sacarle de allí», recordaría después. Cuando volvió más tarde, Vincent aún seguía allí. A ratos se sentaba, a ratos se quedaba de pie, en ocasiones juntaba las manos como si estuviera en piadosa oración. En un momento dado observaba el cuadro muy de cerca, después retrocedía y apartaba a la gente de su línea de visión.»
Ahora que el Rijksmuesum abre sus puertas tras una década de restauración, emociona ver a este singular visitante arrobado ante el gran Rembrandt o ante Hals, aprendiendo de todos los matices. «Las paredes del museo estaban llenas de oscuras ventanas repletas de la imaginación de los maestros – cuentan los biógrafos de Van Gogh -; las exploraciones veladas y profundamente misteriosas de lo sublime, y de sí mismo, de Rembrandt; la deliciosa documentación que hace Hals de la condición humana: pícaros soldados,
bebedores de mejillas sonrosadas, novios poseídos de amor y sus alegres novias, burgueses satisfechos consigo mismos y sus mujeres hartas del mundo. (…) Tras esa visita de 1885, Vincent había guiado a su pincel por el milagro de ejecutar la pintura y el mandato de trabajar «deprisa», como Rembrandt, para obtener una imagen de «sentimientos nobles e infinitamente profunda«.
Liberado al comprobar que ni Rembrandt ni Hals «expresaban las verdades literalmente«, Vincent exigió después su derecho a «idealizar, a ser un poeta» y a dejar que sus colores «hablaran por sí mismos.»
(Imágenes.-1.-«La novia judía» de Rembrandt- 1666.-Rijksmuseum/ 2.-carta de Vincent Van Gogh a Theo en 1882/ 3.- Frans Hals.-«El alegre bebedor».-Rijksmuseum/4.-Gerard van Honthorst.-«El alegre músico».-Rijksmuesum/ 5-«La ronda de noche» de Rembrandt en su lugar original.-cortesía del Rijksmuseum)




