«Y yo estaba sentado en el sofá del apartamento tercero de la octava planta, calle Chile al 600, aquel «San Telmo» que había colocado en el principio del Sur de Buenos Aires, e imaginaba con todos mis esfuerzos que aquel Onetti no vendría, y ahora me decía que para qué contar y recontar cosas que parecían muertas aun estando vivas sobre «La vida breve» y «Los adioses» y «El astillero» y «Juntacadáveres«, y acabando de morir a medias en mi interior para vivir en «Dejemos hablar al viento«, empujándome a ser literatura y salvación, ya desde mi mesa de oficina en la jamás y siempre existente «Brausen Publicidad» – cuando ya había algo de Arce en mí – y allí, en la calle Victoria, imaginaba a Stein, y a Díaz Grey, y a Mami, a Gertrudis, a la Queca, a Larsen y a Gunz, a Petrus y a Barrientos, a Medina y a Gurissa y a Frieda, mientras paseaba por la calle Corrientes, y Montevideo y Buenos Aires y ahora Madrid usurpaban con su fantasía la realidad en donde yo nací, entre Santa María y Lavanda, entre dos ríos, dos mujeres, dos sueños, aquel 1 de julio de 1909, en que yo, Juan Carlos Onetti, vine a un mundo sin papel de escribir y me inventó, en laberíntico ciclo novelesco soñado a veces, Juan Manuel Brausen.».
(…)
«¿Y sabe usted – me dijo Onetti aquella tarde de 1979, en su habitación madrileña, Avenida de América, octavo piso -¡qué coincidencia, pero qué macanas! – que yo nací un 23 de febrero?» – saltó Onetti con el vaso de vino en la mano – ¿Cierto querido? – dijo Onetti asombrado – Mi preocupación es hacer el futuro« (….) Entonces el Onetti cansino apoyó el libro en sus rodillas y sacó su pluma; en la primera página escribió. «¿A José?…¿José Julio o Juan Carlos?» – preguntó-. Y al comprobarlo, trazó con letra limpia y afilada: «Para Juan Carlos Onetti, lector implacable, con mi amistad«.Y debajo (apretados los signos) firmó : «Onetti«. Trazó una línea horizontal y dijo: «Ahora, querido, vamos a tutearnos«. Y gritó, animado, cuando entró su mujer: «¡Déjanos! ¡La cosa se está poniendo brava!!«. Luego agregó: «Ella corrige; yo corrijo poco. Ella lo pasa a máquina«. Buscó en el bolsillo su séptimo pitillo, sonó el teléfono, levantó su altura, y habló un momento».
«Alguien nos miraba: el médico Díaz-Grey desde «La vida breve«. En ella había nacido corporeizándose gracias a la invención de Brausen. Ninguno de los Onetti nos sentíamos observados. Él y yo estábamos sentados en el sofá de Lavanda-Santamaría, en el Medio Paraná, a pocas cuadras del diario y del cinematógrafo, del club Progreso, los hoteles y el arrabal, no lejos de la colonia europea de los alrededores. Onetti, con su ojo desviado, miró a Onetti, taciturno y abúlico, y a mí y al «otro» que nos estaba observando». (…)» Hay señores – me dice Onetti de repente– que se han indignado porque no aguantaban la angustia». «Querido – me añade -, la próxima novela serán personajes. Mi afición es contar historias. ¿Saldrá un libro de infinitas historias? ¿Será una novela o será un cuento?». («Diálogos con la cultura«, págs 215-222)
Y ahí lo dejé, ahí lo dejo. Más de una vez en Mi Siglo me he referido a ese 23 de febrero de 1979. Onetti tumbado, Onetti hablándome. Varios Onettis a la vez preguntando y contestando a la entrevista.
(Imágenes:-fotos Claudio F Pérez Miguez y Raúl Manrique Girón.-elmundo.es)

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Excelente.
Comparto mi experiencia onettiana: https://fadesga.wordpress.com/2016/07/30/un-rey-llamado-juan-carlos/
Fabio,
Muchas gracias por tus palabras.
Estar con Onetti en una escena tan literaria y vivida fue para mí una experiencia inolvidable.
Un cordial saludo
Y muchas gracias, José Julio, por la amable recorrida por mis páginas, me honra realmente.
Fabio,
encantado de hacerlo.
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