
«Voy conduciendo en la noche por una autopista amplia, de Milán a Roma, la autostrada del Sole. Vuelvo del Congreso de Literatura en que hemos hablado de Pirandello. Todos los faros se proyectan. Todos van en la misma dirección, hacia el infinito: todas las rectas, las curvas, los vaivenes suaves del volante, todas las subidas y bajadas en los montes oscuros, entre los pueblos aislados y dormidos, entre los oasis de las estaciones de servicio. Ráfagas de velocidad rozan en haz de vértigo mi ventanilla. Son bramidos. Zumbidos. Escapan su ahogo en fuga de estrellas. Va conmigo este cuadro de mandos, los relojes, el cuentakilómetros encendido, los pedales, las marchas: una intimidad iluminada. Cada vez que toco muy ligeramente la rueda del volante, la tierra gira sus ruedas en el espacio y me deja ver a la derecha la noche curvada, luego la noche enderezada, la noche rectilínea, la noche plana y sin fin. ¿A dónde vamos? Recorremos la orografía del mundo como gusanos de luz que van y vienen velozmente, clavadas las vidas tras los cristales. Ahora empieza a llover y las gotas son barridas en curva por un parabrisas con media luna de humedad. Conduzco. Recuerdo que conduzco. Sigo conduciendo deprisa y de noche por la autostrada del Sole. He dejado atrás Florencia. Por las luces debo estar acercándome a Arezzo, una ciudad que queda en la vasta oscuridad. Mis faros blanquean la negrura. He puesto hace un rato música suave, jazz solitario, un ritmo que va golpeando muy cadenciosamente al motor. De pronto, como en un arrebato de fuego, roza un bólido junto a mí, veo sus rojos pilotos traseros alejándose, adivino su tremenda velocidad, no me da tiempo a asombrarme del vértigo porque le veo y no le veo hacer un zig-zag, se levanta el bólido en el aire, vuela, desaparece. Suena un horrendo estampido de hierros, intento frenar deprisa, viene una nube de gas que se amplía, que avanza mientras sigo frenando, no consigo frenar, no puedo frenar, voy a estrellarme contra esta nube de gas que se extiende, recuerdo, recuerdo que al fin freno. ¿Qué hay detrás de esta nube de gasa que es ahora lento polvo blanco, polvo que vaga iluminado ante mis faros inmóviles, proyectados sobre la muerte, proyectados contra esta puerta de niebla, niebla de lo desconocido? Recuerdo. Recuerdo que sigo agarrotado al volante, clavado contra este umbral.
Lo desconocido toma entonces la vida que he vivido, estos huesos aún articulados, esta cabeza poderosa y pesada, todas las venas rumorosas y azules de mis manos, mi memoria, los latidos de mi corazón, este respirar acompasado de toda mi vida, lo desconocido toma mi sonrisa, mis dedos alargados al hojear el periódico, mi timbre de voz, mis carcajadas, todas las veces que he subido y bajado escaleras por tantos trabajos, mis emociones, los labios, esa mirada cálida y entrañable cuando he reprochado algo, lo desconocido lo toma todo – mis movimientos, la temperatura de mi cuerpo -, lo aquieta, lo enfría, lo deja absolutamente quieto, casi como una madera, igual que un objeto. Mi cuerpo cruza lo desconocido. Atraviesa lo desconocido. Lo desconocido me toma de una mano y me saca así de la autostrada del Sole«.
José Julio Perlado: del libro «Vida contemporánea» ( relato inédito)
(Imagen: foto de Ted Croner- 1947 .-Collection Miami Art Museum)






«Al ver al opositor delante de él, ante su mesita, recostado como se veía en el respaldo de uno de los cinco sillones del Tribunal, al verse a sí mismo allí sentado, con las manos saliendo de los puños blancos de su camisa, al moverse hacia el Catedrático Presidente del Tribunal, hacia los labios entreabiertos del Presidente a su lado, erguido, que seguía atento la intervención del joven opositor a la derecha, un hombre solitario que exponía los argumentos de su lección, se dio cuenta de que su vida a veces estaba allí, en horas de escucha en silencio entre vasos de agua, tomando notas, hojeando publicaciones, girando largos ratos hacia la derecha, hacia el opositor de turno, para inclinarse despacio hacia su izquierda, cuchicheando algo a su compañero de Tribunal, un vaivén muy lento de la derecha hacia la izquierda, atención a quien habla, paciencia, leve curiosidad, monotonía, algo más de curiosidad, nueva caída en la monotonía, los puños de las mangas rozando los proyectos docentes y los programas, ahora hablaba el joven opositor y apoyaba su intervención en palabras, Mi lección consta, los motivos que me guían a explicar aquí, palabras, citas, vueltas, recovecos, pliegues, Ya que con la segura confianza en este Tribunal, mi aportación no intenta sino desentrañar, palabras, pausas, sorbos de agua, pausas, palabras, palabras. Todo estaba allí, en escuchar lo que decían las palabras, lo que ellas escondían, palabras que revelaban ideas, hojarasca de palabras que tapaban el camino de la sabiduría, ¿qué se sabía?, ¿cuánto se sabía?, Porque mi concepción del tema no es otra que la que, aunque las aportaciones extranjeras en este punto, yo no sabría decir sin embargo, porque la corriente clásica marca aquí un hito, palabras que rodeaban la espuma de la boca reseca y el bedel entraba a sussurrarle un recado al Secretario, palabras con ojos devorados de insomnios, blancas palabras recortadas en fichas, clasificadas en archivos, suelas de palabras recitadas de un lado a otro de una habitación, temas al aire, palabras, palabras en vigilias, delgadez de palabras, rodillas de palabras prensadas contra pupitres de bibliotecas, Que yo divido ahora en seis apartados y sin ánimo de, aunque en su día la lección magistral, pero ha de tenerse en cuenta que la bibliografía, Y lo que estoy intentando ante este Tribunal, horas amarillas, años, soledad, vaivén de piernas, codos, columna vertebral, espinazo, Por lo que voy a ir resumiendo este primer ejercicio puesto que el tiempo de que dispongo…Y luego las vueltas lentas hacia la izquierda, comentando un aspecto al oído del colega, murmullo de matiz, recortándose la oreja del compañero que escucha, luego la tos del Presidente, voz del opositor, Voy entonces a ser muy breve para no cansar a este Tribunal, lo que he sintetizado en mi intervención, Mi deseo es haber acertado a, palabras del joven solitario, palabras sudorosas y lívidas, a punto de llegar desvanecidas a la Pausa primera, oasis de pausa líquida de agua, mano arrastrada hacia el vaso, palabras que tantean, balbucean ansiando descanso, Por lo que doy las gracias a la atención y a la amabilidad de este Tribunal, y el tono del Presidente pisando en el silencio: «Muchas gracias. Este Tribunal ha decidido que el siguiente ejercicio tenga lugar mañana a la cuatro»
PLAYA

Murmullos de la Puerta del Sol en paz:
«Hijo de pequeño propietario rural y aún insular – explicaba Porcel en la pequeña Introducción al primer tomo de «Los encuentros» (Destino) -, viví mi infancia y adolescencia en un medio aislado, hermoso y reaccionario. (…) Opté por indagar cerca de los individuos notables, tipificadores, dentro de la existencia digamos laboral del país en sus facetas más sobresalientes y diversas y aún contrapuestas. Nacieron, pues, «Los Encuentros de Baltasar Porcel», serie de entrevistas- retrato literario cuya publicación inició, y continúa haciéndolo, el semanario «Destino«, el sábado día 11 de febrero de 1967».