
«Toda esta tarde, esta tarde perfumada y serena, la he pasado contemplando el poniente en el cielo, su tinte particular de un amarillo verde, y contemplo siempre, pero mis ojos perciben y no sienten. Y esas ligeras nubes que allá arriba planean, esas nubes en copos y en bandas, que parecen prestar sus movimientos a las estrellas, esas estrellas que se deslizan entre ellas, detrás de ellas, ora centelleantes, ora oscurecidas, pero siempre visibles. Y, allá, abajo, el creciente de la Luna tan fijo como si se agrandara al crecer en su lago azul sin nubes y sin estrellas. Las veo, las veo sublimemente bellas, ¡pero tan sólo las veo, no siento cúan bellas son!».
(Pudiera servir como sencilla oracion para pedir que la Belleza llegue no sólo a los sentidos sino a los sentimientos)
(Imagen: foto de Matthew Porter.2008.-Marty Walker Gallery.-Dallas.-artnet)
Hola Jose Julio!
Antes de ir esta mañana a la ‘huerta’, me he parado a leer tu blog y me has recordado ese bellísimo pasaje colorista de Alfanhuí donde el protagonista se va a una meseta provisto de unas sábanas y unas ollas de cobre para recoger «la sangre del poniente», una sangre que se derrama a esa hora por el horizonte para madurar la fruta (según le explica el gallo de veleta).
«Poco a poco vieron venir una nube rosa; luego una niebla rojiza les envolvía y tenía un olor ácido, como a yodo y limones […] La niebla se hizo cada vez más roja, más oscura y espesa y dificultaba la luz, hasta que se vieron en una noche de color escarlata. Entonces la niebla empezó a soltar una humedad y una lluvia finísima, pulverizada y ligera, de sangre que lo empapaba y lo enrojecía todo».
Después de agitar las sábanas en el aire enrojecido, Alfanhuí las escurrió en las ollas, que quedaron llenas de «una sangre densísima, roja, casi negra», que «hervía despacio en grandes, lentas burbujas que explotaban sin ruido como besos de boca redonda».
Creo que el sentimiento vivo de belleza del que hablas en tu blog es mucho más intenso en la infancia, cuando la pupila se traga la realidad sin digerirla (con toda la pulpa), como un embudo sin filtro que fuera directo del ojo al corazón…