LA VIDA EN MADRID

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Madrid se nos aparece en la Historia, asoma entre los textos de literatos y periodistas, muestra de pronto las capas de su pasado, todos los sótanos ocultos bajo plazas y calles, y la mirada y la pluma de los que escribieron nos cuentan otra vez los cotidianos paseos de los que observaban, anotaban, iban contando a todas las gentes – a todos los lectores – cuanto ocurría. 

Así Larra, el gran periodista – tan vigente hoy con su ojo en observación -, querrá narrarnos el Madrid del XlX :

«La mirada de este gran escritor de costumbres se fijará, por ejemplo, en la actividad periodística descendiendo a situaciones que él retrata con gran visión cómica: “¿Quién me responde ‑se pregunta‑ de que algún maldito yerro de imprenta no me hará decir disparate sobre disparate? ¿Quién me dice que no se pondrá Camellos donde yo puse Comellas, Torner donde escribí yo Forner, ritómico donde rítmico y otros de la misma familia? ¿Será preciso imprimir yo mismo mis artículos? ¡Oh qué placer el de ser redactor! ¡Santo cielo! ¿Y yo deseaba ser periodista? Confieso como hombre débil, lector mío, que nunca supe lo que quise: juzga tú por el largo cuento de mis infortunios periodísticos, que mucho procuré abreviarte, si puedo y debo con sobrada razón exclamar ahora que ya lo soy: ¡Oh, qué placer el de ser redactor!» madrid-calle-de-toledo-1890 

 “Como a aquellas horas ‑escribe Larra el 12 de diciembre de 1834 en su artículo «La vida en Madrid«‑ no tengo ganas de volverme a dormir, dejo los periódicos; me rodeo al cuello una echarpe, me introduzco en un sobretodo, y a la calle. Doy una vuelta a la Carrera de San Jerónimo, a la calle de Carretas, del Príncipe y de la Montera, encuentro en un palmo de terreno a todos mis amigos que hacen otro tanto; me paro con todos ellos, compro cigarros en un café, saludo a alguna asomada y me vuelvo a casa a vestir.

¿Está malo el día? El capote de barragán; a casa de la marquesa hasta las dos, a casa de la condesa hasta las tres, a la tal otra casa hasta las cuatro; en todas partes voy dejando la misma conversación; en donde entro oigo hablar mal de la casa de donde vengo y de la otra adonde voy; ésta es toda la conversación de Madrid.

¿Está el día regular? A la calle de la Montera. A ver La Gallarde o a Tomás. Dos horas, tres horas, según. (…)

¿Está muy bueno el día? A caballo. De la puerta de Atocha a la de Recoletos, de la de Recoletos a la de Atocha. Andado y desandado este camino muchas veces, una vuelta a pie. A comer a Genieys o al Comercio; alguna vez en mi casa; las más fuera de ella.

¿Acabé de comer? A Solito. Allí dos horas, dos cigarros y dos amigos. Se hace una segunda edición de la conversación de la calle de la Montera. ¡Oh! y felizmente esta semana no ha faltado materia. Un poco se ha ponderado, otro poco se ha… Pero, en fin, en un país donde no se hace nada, sea lícito al menos hablar.

(…)

Acabado el teatro, si no es noche de sociedad, al café otra vez a disputar un poco de tiempo al dueño. Luego, a ninguna parte. Si es noche de sociedad, a vestirme; gran toilette. A casa de E… Bonita sociedad, muy bonita. Ello sí, las mismas de la sociedad de la víspera, y del lunes, y de…, y las mismas de las visitas de la mañana, del Prado, y del teatro, y…; pero lo bueno, nunca se cansa uno de verlo.

‑¿Y qué hace usted en la sociedad?

‑Nada; entro en la sala; paso al gabinete; vuelvo a la sala; vuelvo a salir al gabinete…

‑¿Y luego?

‑Luego, a casa, y ¡buenas noches!madrid-vista-desde-san-ididro-1875

Esta es la vida ‑termina Larra su artículo‑ que de sí me contó mi amigo. Después de leerla y de releerla, figurándome que no he ofendido a nadie y que a nadie retrato en ella, e inclinándome casi a creer que por ésta no tendré ningún desafío, aunque necios conozco yo para todo, trasládola a la consideración de los que tienen apego a la vida.” («El artículo literario y periodístico«, págs 44-45)

(Imágenes: 1.-Madrid.-Puerta del Sol, en 1877/-2.-Madrid- calle de Toledo, en 1890/- 3.-Madrid visto desde la Pradera de San Isidro, en 1875)