EL DETALLE

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«En la infancia del arte, los pintores copian cuidadosamente los detalles – se lee en el Diccionario de Bellas Artes de Millin, en 1806 -; es el primer esfuerzo de un arte que no se atreve a abandonar la naturaleza ni un instante y que la imita sin principios ni discriminación.  Cuando alcanza la madurez, el arte no se interesa más que por lo grande, sin detenerse en nada de lo que pueda distraerle o apartarle de la grandeza. Pero cuando las artes han alcanzado la perfección que acompaña siempre a lo grande y a lo sencillo, la vuelta a la imitación de los pequeños detalles es un signo de decadencia que cabe comparar al retorno a la infancia bosco-2que se produce durante la vejez».

Pero los detalles siempre estárán ahí. Escondidos en el amor artesanal y delicado de la perfección minúscula, el pintor acaba de manera precisa todos los detalles porque los detalles son la vida, nuestra existencia está empedrada de detalles y el amor se muestra en la donación que hacemos de detalles, detalles que el enamorado o la enamorada piden, y si no es así todo resultará evanescente.

Ahora –  exactamente desde ayer – el ojo puede  navegar  proyectando su pupila sobre los lomos de Google Earth para llegar hasta el fondo de los 14 cuadros que el El Prado nos regala. Del detalle, y del libro de Daniel Arasse (Abada) , ya hablé en Mi Siglo hace unos meses, pero ahora a  los detalles pictóricos nos podemos acercar velozmente (o ellos acercar su intimidad a nosotros) con sólo la pulsación de nuestro dedo encima de las conquistas de la técnica. Viajamos, pues, hacia el Bosco vertiginosamente, pero no  sólo hacia su perspectiva general, sino hasta las habitaciones de sus ocultas intimidades, allí donde la paleta muda pinceladas y  pliegues. Viajamos también  hasta el centro de los objetos que el artista creó y en el caso, por ejemplo, de Velázquez, no solamente nos abrimos paso entre las meninas sino que nos detenemos en la mejilla de una svelazquez-detalle-elpaisesola menina. En esa mejilla está lo grande y lo minúsculo hermanado. Como en todos los grandes artistas la intensidad y la soltura se revelan y así, comparando, por ejemplo, en Durero la minuciosa representación de los detalles con el estudio de las proporciones, se asombraba  Panofsky de que «los famosos estudios del natural en lo que cada pelo del pelaje de una liebre (…), cada hierba (…) están estudiados y representados con una devoción cercana a la adoración religiosa son obra del mismo hombre, que, precisamente en esos años, somete el cuerpo humano a un sistema de líneas y de círculos tan esctricto como una construcción de Euclides«.

Así el detalle se acerca a nuestra pupila y ella se hace una con el detalle.

(Imágenes: El Bosco.-El jardín de las delicias.-Web Hallery of Art/ detalles de El Bosco/ detalle de las Meninas.-elpais.es)