INMORTAL

El día en que descubrí que mi padre era inmortal estábamos los dos, recuerdo, ( “recuerdo” tengo que decir porque asi me lo enseñaron a evocar) en el despacho, en pie, a media tarde, al lado de la biblioteca. Estaba él con un libro abierto, un libro grande, antiguo, muy leído por él, con las cubiertas azules algo desgastadas de tanta trato y lectura. Yo tenía en ese momento 28 años y él 64 . ” Es el “Eclesiástico” — me dijo —, un libro del Antiguo Testamento, un libro lleno de Sabiduría.” Y me leyó : “ Antes de los siglos, en el principio, Él me creó, y por los siglos no dejaré de existir”.

Y ahora siempre que entro en el despacho —esté o no esté él — veo allí a mi padre, de nuevo de pie, a mi lado, Inmortal.

José Julio Perlado

(Imagen— Turner- elpais)

EXPECTACIÓN

 

“Le devuelvo a la tarde triste la luz que me entristece,

y  voy entristeciendo

la plaza,

el río,

el campo

y, más allá, la línea del horizonte.

Mas reprendo a mis ojos y regreso

a la página vacía

en que, poseso,

aguardo a que despunte

la luz de un nuevo día.

 

 

 

 

“Un día alegre,

limpio,

singular,

de ninguna semana,

de ningún mes,

de ningún año,

milagrosamente amanecido

en las sílabas de un verso hechizado,

que resuena, medido y desmedido,

en la concha de mi oído

deslumbrado.”

Miguel Torga – “ Expectación “ –  9 de Julio de 1975

 

(Imágenes— 1-moohdaholic – imagery  our wordl/ Turner/ 3- Emil Nolde)

ISAK DINESEN Y LA MELODÍA

 


“Todo el universo (en el cual los planetas giran tan hermosamente alrededor del sol, las estaciones danzan  dando forma a los años, y los años se suceden para formar las eras de la historia) — decía Isak Dinesen — se salva del caos y se mantiene en orden gracias al ritmo y a la melodía. Lo mismo ocurre con el hombre. Cuando pierde la melodía pierde el corazón, que es donde nacen las manifestaciones de la vida”.

(Imagen – W Turner)

DIBUJAR DILUVIOS Y TORMENTAS

 

 

 

“ Va aconsejando Leonardo da Vinci a quien desee dibujar un diluvio :  “Representa en primer lugar — dice — la cima de una montaña escabrosa, con valles a sus pies . Deja que la superficie  del suelo cause la impresión de que se desliza, llevando consigo pequeñas raíces de arbustos y arrastrando grandes bloques de las rocas que rodean los valles. Y al bajar entre los precipicios el cauce tumultuoso, causando ruina, haz que pongan al descubierto y arrastren consigo las raíces de los árboles, retorcidas y nudosas, y que las montañas privadas de esa protección, aparezcan tal como son mostrando las fisuras que produjeron en ellas antiguos terremotos. La base de la montaña debe estar cubierta con restos de matas, mezcladas con barro, raíces, ramas de los árboles y toda clase de hojas, formando una misma masa con la tierra y las piedras.  Los pedazos de alguna montaña deberán haber caído en la profundidad de algún valle, represando las aguas revueltas del río que corría por él, que se habrá dividido en diferentes partes y correrá formando olas enormes; las mayores de éstas golpearán y destruirán los muros de las ciudades y las casas del valle. Las ruinas de los edificios de las ciudades y los pueblos, al desmoronarse, levantarán gran cantidad de polvo, que se alzará hacia el cielo, formando nubes en forma de humo, que se opondrán a la lluvia que está cayendo. Pero las aguas revueltas se levantarán contra lo que las contenga, formando remolinos y golpeando contra diversos obstáculos, haciendo una espuma sucia; y después, cayendo de nuevo, el agua batida se arrojará contra el viento…”

 

 

Y a quien desee dibujar tormentas Leonardo le aconseja: “Debieras ver sobre muchas de las cumbres o de los altos animales de distintas clases aterrorizados, reunidos y dominados, en compañía de hombres y mujeres que han huido allí con sus hijos. Sobre las aguas que cubren los campos se ven tablas, trozos de camas, botes y distintos artefactos que los hombres han ocupado obligados por la necesidad y el temor a la muerte. Sobre ellos se han refugiado hombres y mujeres con sus hijos, llorando atemorizados por la furia de los vientos, que se revuelven con violencia tempestuosa levantando las aguas y los cuerpos de los ahogados. No hay allí ningún objeto menos pesado que el agua que no estuviese mezclado con distintos animales, entre ellos, lobos, zorros y serpientes, que, en su afán de escapar de la muerte, han hecho una tregua y se forman un grupo atemorizado, que busca la manera de salvarse.

Podías haber visto también grupos de hombres que, con armas en la mano, defienden los pequeños espacios donde han logrado refugiarse contra los leones, lobos y fieras que buscan su salvación en los mismos lugares ¡Ah!, podía haber visto a muchos tapándose los oídos con sus manos, para evitar el ruido ensordecedor, que se capta en la oscura atmósfera por las ráfagas de aire y los vientos que se mezclan con la lluvia y los truenos de los cielos y la furia de los rayos…”

 

 

(Imágenes—1-Turner- 1843/ 2-Turner- 1830/ 3- Turner -1843j

UN SUEÑO

 

 

“Anoche soñé que estaba sentado en mi viejo sillón de casa, algo ya desvencijado, el sillón de mi despacho, un sillón de recias patas y respaldo suavemente curvado donde yo paso tantas tardes escribiendo sobre el mundo y sus cosas, y no sólo sobre el mundo cercano y moderno, el más vecino a mí, sino también sobre el mundo lejano, incluso a veces, con asombrosa e inaudita osadía, escribiendo sobre lo invisible y la eternidad. Recordaba perfectamente la primera vez en la que quise asomarme al umbral de la eternidad. No era exactamente el umbral, así no lo debería definir, sino una sucesión de innumerables cordilleras violáceas y azules tales como yo las vi aquella tarde, cuyos tonos dependían del paso de la luna y del sol, y que se extendían de forma ondulada en el borde de la eternidad. ¿Y dónde podía empezar la eternidad si es que empezaba en algún lado? De pie en aquella altura de la entrada a la eternidad, contemplando las cordilleras que se perdían en la lejanía, pensé en una imagen pintada por Caspar David Friedrich, un gran artista del romanticismo alemán del siglo XlX, en el que un hombre en pie, tal como ahora me encontraba yo, envuelto en nubes, envuelto también en densos vahos que surgían de un fondo indescriptible, apoyado en un ligero bastón, contemplaba de espaldas el mar de nubes extendido entre las rocas, un mar insondable, unas nubes igualmente insondables, un infinito al final de sus ojos que también eran los míos cuando ahora veía la eternidad frente a mí sin poder naturalmente abarcarla, oyendo únicamente los pasos que en ella se daban.

 

 

Me acordaba también de cómo Dante escribía en su gran poema: “levanté los ojos, y así como por la mañana la parte oriental del horizonte supera en claridad a aquella por donde el sol declina, del mismo modo, mirando como el que va desde el valle al monte con los ojos, vi una parte en lo más alto que sobrepujaba en claridad a todas las demás”. Recuerdo que enseguida  me aturdió el inmenso ruido de alas que pasaban encima de mí y que me rodeaban de modo constante, alas cada milésima de segundo y que se arrojaban velocísimamente hacia la eternidad, alas igual que vidas o vidas en forma de alas, alas de médicos, de profesores, de mujeres jóvenes, alas de niños, de soldados, de comerciantes, de políticos, de poetas, alas de campesinos, de malhechores, de reyes, alas de triunfadores y de perdedores, alas de harapientos y de millonarios, alas de ancianos, alas de santos, de criminales, alas de enamorados y de despechados, todos sorprendidos por el impulso del final de sus vidas y que volaban de modo continuo abriéndose hacia la eternidad. A mí no me dio tiempo ni siquiera a contarlos puesto que alas y vidas eran bandadas y bandadas y bandadas innumerables de existencias a la vez sueltas y solitarias, cada una sin recuperarse aún de la sorpresa  y que caían de bruces en el misterio de la eternidad.

Entonces algo ocurrió en el cielo, no sé,  quizás fue un relámpago, no lo sé bien, y me encontré de nuevo  sentado de repente en mi sillón del despacho como si no hubiera soñado jamás.”

José Julio Perlado—(del libro “Recuerdos”) (texto inédito)

 

 

(Imágenes —1- Caspar David Friedrich- el caminante sobre el mar de nubes- arte selecto/ 2- Knud Andreasen Baade -1885/ 3-Turner- 1830)

ENAMORADOS DE LOS LIBROS

 

 

“Aquel que creía ser el autor de un libro cuando no era más que su personaje”.

 

 

”También ese otro que sacaba de los tribunales el tema de sus libros y que, al final, considerando decepcionante lo que leía  y por tanto escribía, asesinó a su portera en unas condiciones particularmente atroces, lo que le permitió durante los siguientes años de prisión componer su obra cumbre”.

 

 

”Aquel otro que estuvo esperando en una habitación durante veintitrés años a que algún tema de novela viniera a visitarlo, cosa que no ocurrió nunca, salvo una vez , durante el sexto año, en un brumoso día de noviembre, poco después de las tres de la tarde, cuando había salido de la habitación unos minutos para ir al servicio, pero claro, a su regreso no se dio cuenta  de nada y ya era demasiado tarde, pues en casos así siempre es demasiado tarde”.

 

 

”Aquel, muy viejo, que se vio distinguido con el Premio Nobel de Literatura, pero a quien no se pidió que asistiera a la ceremonia de Estocolmo porque en la residencia de ancianos en la que llevaba ya varios años no conseguía distinguir una manzana de unos andadores, trataba de comerse los unos y apoyarse en la otra, y había olvidado por completo que hubiese dedicado su vida a la poesía”.

 

 

”Ese que todavía no ha escrito, que no sabe que algún día escribirá y que vive feliz y ligero, en la ignorancia del asunto, sin disfrutar siquiera del hecho de no ser todavía escritor, sin darse cuenta siquiera de la suerte que tiene de no serlo”.

 

 

”Aquel que afilaba sin cesar sus lápices con un cortaplumas mientras le iban viniendo las ideas, pues las ideas tan sólo le venían durante aquellas sesiones en las que afilaba lápices, pero cuando se decidía a poner por escrito todo lo que se le había ocurrido, ya no le quedaban lápices para escribir, y de este modo hizo rico al dueño de la papelería, pero ningún librero conoció jamás su nombre”.

Philippe Claudel – “Sobre algunos enamorados de los libros” (Minúscula)

 

 

( Imágenes- 1-Alexander Calder/ 2-Auguste Macke- 1910/ 3 – Francis Picabia/ 4-Jerzy Grabowski-1999/ 5-Karl Gestner/ 6-Rachel Davis-hartman- fineart/ 7- Turner- 1824)

IMPRESIÓN : AMANECER

 

 

«En 1874, Edmond, el hermano de Renoir que publicó el catálogo de la exposición inaugurada ese año en París,  le pidió a Monet que le diera una lista de todos los títulos. Para su cuadro del amanecer en Le Havre  pintado en 1872 Monet sugirió, sin duda algo distraído – según recuerda Sue Roe en «La vida privada de los impresionistas» -, el título de «impresión». El cuadro apareció con el título de «Impresión : Amanecer ( Impression soleil levant).

El crítico Louis Leroy, de la revista satírica «Le Charivari», escribió un artículo a modo de parodia, y cuando a lo largo de la exposición llegó ante la contemplación del  cuadro de Monet, preguntó :

– ¿Qué representa eso? ¿Qué dice el catálogo?.

Su acompañante  le contestó:

Impresión : Amanecer»

– Ah, claro, impresión. Debe de haber una impresión en algún lugar, aquí metida. ¡Qué libertad!, ¡qué flexibilidad de estilo! – dijo irónicamente – El empapelado en sus prineras fases estaba mucho más terminado que eso».

Bela Lázár describió así este famoso cuadro: «El sol se eleva sobre las casas de la orilla ; su luz tiembla en zigzag en el espejo de las aguas del río. Por encima de las casas y del agua se extiende un aire azul, en el cual surgen, como luminosas manchas, las siluetas de los campanarios y de los barcos que cruzan el río. El cuadro representa la pugna entre la niebla y la luz del sol, entre los valores cromáticos del cielo y del agua, así como la compenetración y mutua influencia de sus colores. Los matices se funden, las formas se hacen insensibles. El pintor toma, como punto de partida, un efecto real: la observación de las relaciones que existen entre las masas de color y el ambiente inundado por ellas. Tales son sus motivos».

 

 

Ahora el Museo de Arte Moma en Le Havre expone este cuadro y lo rodea de célebres amaneceres o atardeceres, entre otros, de  Eugene Boudin, Turner, Raoul Dufy o Gustave Le Gray

 

 

«Impresión: Amanecer» , la palabra de donde surgirá después el «impresionismo», y sobre cuyo estilo Whistler, el impresionista norteamericano, quiso comentar : » cuando la niebla del crepúsculo tiende sobre las márgenes del río el velo de la poesía, y las pobres viviendas parecen flotar en el cielo turbio; cuando las elevadas chimeneas se convierten en esbeltos campanarios y los bazares fulguran en la noche tenebrosa como si fueran palacios y toda la ciudad parece colgar del cielo, transportándonos a un mundo fabuloso…»

 

 

Distintos amaneceres y atardeceres mostrándonos la mirada del artista.

 

 

Impresiones de luz y pinceladas, sombras y enfoques.

Fotografía y pintura.

 

 

(Imágenes -1- Monet – «Impresión: Amanecer» – museo Marmotan/ 2- Eugène Boudin- 1882 – colección particular/ 3- Turner – 1834 – tate – Londres/ 4- Raoul Dufy – 1925 – museo de  Bellas Artes de Nancy/ 5-. Gustave Le Gray – Le Havre -1856/ 6- Eugène Boudin- Le Havre- 1888 – Muma – Le Havre)

EN TORNO AL AGUA (1)

 

agua-vvb- tumblrs Goodniight y humbrelles

 

En torno al agua se han reunido siempre poetas y pintores de todos los tiempos asomándose a su espejo. «El que se inclina sobre el borde de una barca lenta, sobre el seno de un agua tranquila- escribía, por ejemplo, el romántico inglés Wordsworth -, complaciéndose en lo que su ojo descubre en el fondo de las aguas, ve mil cosas bellas – hierbas, peces, flores, grutas, guijarros, raíces de árboles – e imagina aún más. A menudo queda perplejo y no siempre puede separar la sombra de la sustancia, distinguir las rocas y el cielo, los montes y las nubes, reflejados en las profundidades de la corriente clara». Claudel afirmaba que «todo lo que el corazón desea puede reducirse siempre a la figura del agua». Y así, aguas maternales y aguas femeninas, aguas dulces y violentas, aguas durmientes, muertas, profundas, aguas primaverales y aguas corrientes, aguas enamoradas que atraen el rostro de quienes las miran hasta querer devorarlas, han fascinado a los artistas.

 

agua-bffty--rio- paisajes- Claude Monet.-mil novecientos siete

 

Edgar Allan Poe, en Las aventuras de Arthur Gordon Pymdescribe un agua misteriosa: «En razón del carácter de esta agua – dice -, nos negamos a probarla, suponiendo que estaba corrompida y sólo un poco más tarde llegamos a comprender que tal era el aspecto de todas las corrientes en todo este archipiélago (…) Aunque esta agua corría con rapidez en cualquier pendiente, como haría cualquier agua común, sin embargo nunca tenía, salvo que se tratara de una caída o de una cascada, la apariencia habitual de la limpidez. Sin embargo, tengo que decir que era tan limpia como cualquier agua calcárea que exista, y la diferencia era sólo aparente. A primera vista, y sobre todo en los casos en que el declive era poco sensible, se parecía un poco, en cuanto a la consistencia, a una espesa disolución de goma arábiga en agua común. Pero esa era la menos notable de sus extraordinarias cualidades. No era incolora; tampoco era de un color uniforme, cualquiera que fuese, y al correr ofrecía a la vista todas las variedades de la púrpura, como tornasoles y reflejos

 

agua-yyrrc-pantano-paisajes-Gustav Klimt- mil novecientos

 

de seda cambiante… Al llenar un recipiente con esta agua y al dejarla asentarse y nivelarse, observábamos que toda la masa de líquido estaba hecha de una cantidad de vetas distintas, cada una de un color; que esas vetas no se mezclaban y que su cohesión era perfecta en relación con las moléculas que las formaban e imperfecta en relación con las vecinas. Pasando la punta de un cuchillo a través de las partes, el agua se volvía a cerrar inmediatamente sobre la punta, y al retirarla, los rastros del paso de la hoja se borraban en seguida. Pero si la hoja se interponía cuidadosamente entre dos vetas, se producía una separación perfecta que el poder de cohesión no rectificaba inmediatamente. Los fenómenos de esta agua constituyeron el primer anillo definido de esta vasta cadena de milagros aparentes que a la larga debería rodearme».

 

paisajes.-4ewc.-agua.-luna.-Granville Redmond.-americano.-1916

 

Aguas misteriosas aquí en Poe, pero también aguas bellas en otras partes, millones de gotas que se suicidan desde lo alto de las cataratas y asimismo aguas subterráneas, cercadas por mil colores de sus habitantes profundos: aguas del mundo submarino. En el texto más antiguo de la India, el Rig-Veda, se habla en uno de sus himnos del padre de las aguas: «Agni, el padre de las aguas, respira entre las aguas como un cisne; se despierta al alba. ¿Quién de vosotros distingue a Agni cuando se esconde en medio de las aguas? Apareciendo entre las aguas, el brillante Agni crece elevándose por encima de las llamas agitadas y expandiendo su gloria; el cielo y la tierra se alarman cuando el radiante Agni aparece… Asociado en el firmamento con las aguas, toma una forma excelente y brillante; el sabio, apoyo de todas las cosas, barre la fuente de las lluvias».

 

jardines.-4rfb.-agua.-Kay Bradner.-Charles Campbell Gallery

 

Aguas tranquilas entre los nenúfares de Monet, aguas tumultuosas bajo las nubes de Turner.

 

animales.-5rrf.-agua.- Giuseppe Archimboldo.-1566

 

(Imágenes.-1-trumblr goodnilght/ 2.-Claude Monet- 1907/ 3.-Gustav Klimt/ 4.-Granville Redmond– 1916/ 5.-Kay Bradner- Charles Campbell gallerie/ 6.- Agua- Giuseppe Archimboldo)

MÚSICAS NATURALES

música- trrem-Turner- mil ochocintos treinta y cinco

 

» A veces pensamos que unos aires de música oídos tiempo atrás y en otro lugar tienen el poder de despertar en nosotros el recuerdo y como el encanto de los lugares, de la época en que los oímos. Pues el recuerdo conserva el pasado sin mutilarlo, y lo que unido estuvo en la realidad unido queda en nuestra memoria. Y esas músicas naturales que no contienen, como las músicas de arte, un sentimiento independiente del tiempo en que las oímos, que no tienen ninguna otra cosa que expresar, cuánto más vivamente conservan para nosotros el mismo encanto de la hora, de la estación, del país en que las oímos. Y este encanto no está sólo aquí, como en la música humana, en nuestra memoria, está verdaderamente en esas músicas naturales. Una melodía de Schumann puede

 

árboles- nyuu- mujer- Francis Picabia- mil novecientos treinta

 

recordar la voz amada que la cantaba. Bien sabemos que no ha conservado nada de ella, que desde entonces ha sido de otras muchas voces, que, como la naturaleza, deja que cada uno esconda en ella su felicidad y sus recuerdos sin cuidarse de ellos, sin sentirlos, sin preferir ninguno, porque es de todos, porque expresa un ideal más elevado, superior a los individuos. Sabemos que presta simplemente su belleza a las ilusiones de nuestro recuerdo y que, mensajera indiferente, irá así hacia cada uno, llevándole el recuerdo que le es caro y que ella no ha conservado, de la misma manera que los bosques son bastante profundos para guardar tantos secretos como confesiones han oído, para enterrar tantos

 

árboles-uhhnn- André Derain - museo de l´Ermitage- San Petersburgo

 

goces como amores han escondido. Pero esas humildes músicas naturales tienen una relación profunda, una armonía oculta con la estación en que fueron oídas. Puede decirse que nacieron de su esencia y participan simplemente de su encanto. Nacidas de ella, voces de despedida de la golondrina en cuanto llegan los primeros fríos, o zumbido de las moscas cuando asoma el calor, esas músicas nos hablan de la estación con toda naturalidad, puesto que es la estación misma quien nos habla en sus cantos. No hay necesidad de nuestra amiga para cantar la melodía de Schumann. Y otras muchas que no serán ella la cantarán para otros que no seremos nosotros. Pero si no viniera el verano con su calor que nadie podrá nunca imitar, ¿creéis que no habría terminado la música de las moscas? Por eso, cuando las oímos, tenemos pleno derecho a reconocerlo, y el gozoso saludo que le dirige su amiga, nuestra memoria, no se equivoca».

Marcel Proust.- «Jean Santeuil»

 

árboles- nui- Georgia O ` Keeffe- mil novecientos cincuenta y tres- Georgia O´Keeffe Museum

 

(Imágenes.- 1.-W Turner– música company -1835/ 2.-Francis Picabia– 1930/ 3.- André Derain– museo de L´Hermitage- San Petersburgo/ 4.-Georgia O`Keeffe– 1953-Georgia O´Keeffe museum)

TURNER O LA POESÍA DE LAS NIEBLAS

 

 

Turner-vvbby-Wreckers costa de Northumberland- Yale Center for British Art- wikipedia

 

«La pintura en general es algo extraño», decía  Turner. Algunos de sus conocidos comentaban:  «Turner iba de un lado a otro en días de barnizado, juntando y aplicando todos los pigmentos brillantes que podía conseguir, cromos, verde esmeralda, bermellón, etc, hasta que éstos resplandecían literalmente de luz y color (…) Los artistas temían colgar sus cuadros junto a los de Turner, diciendo que era tan malo como colgarlos junto a una ventana abierta.»

Ahora el cine presenta la vida del pintor realizada por Mike Leigh. Su falta de sociabilidad no le granjeó el afecto de sus contemporáneos.  Su vida se proyectó en una atmósfera singularmente reflejada en sus lienzos. Cuando Philip Ball resume «la invención del color» recuerda que Turner solía comprar los colores a

 

Turner-wwsw-tormenta de nieve- mil ochocientos cuarenta y dos- TATE Gallery- Londres

 

 

George Field, el principal fabricante inglés de colores en el siglo XlX. Turner se apoderaba enseguida del azul cobalto, del verde esmeralda, del bermellón naranja, del cromato de bario, amarillo y escarlata cromo, así como de las nuevas lacas amarillas y rojas; utilizaba cada material a los pocos años de su aparición. Un grabador de la época – evoca Ball – comentaba que Turner osaba emplear esos pigmentos nuevos mientras que otros artistas no se atrevían. «Una anécdota de su comportamiento habitual en  la Royal Academy en «días de barnizado», cuando 

 

paisajes.-5gyy77.-Turner.-el paso del St Gothard.-1804

 

los miembros traían sus cuadros para barnizarlos, nos da una idea de la avidez de Turner por los nuevos pigmentos sintéticos. Se concedía a los pintores unos días para retocar las obras antes de aplicarles la capa protectora. Pero en la década de 1830 Turner acostumbraba a llevar lienzos con composiciones insípidas y mediocres. Una vez que éstas se colgaban junto a las de sus rivales (pues así los consideraba Turner), comenzaba el verdadero trabajo in situ.»

 

mar.-2244.-Turner.-La lucha contra el Temerario.-1838.-National Gallery

 

Penetrantes análisis de sus visiones pálidas, de sus tenues pinceladas de rosado, azul y amarillo, de las más delicadas películas y neblinas de color las hizo Kenneth Clark en «El arte del paisaje«. Como Raymond Cogniat quiso recordar juntos a Turner y a Monet : «Es imposible – dijo – no ver en Turner al precursor de Claude Monet, ya que comprende la poesía de las nieblas de las que emergen 

 

Turner-nnbbr- Interior at Petworth -mil ochocientos treinta y siete- TATE -Londres

 

lentamente visiones irreales. Es posible oponer el uno al otro, decir que Turner trata de construir sus temas con galas de colores que se funden imperceptiblemente unos con otros, mientras Monet adopta decididamente la yuxtaposición y la oposición de pinceladas de colores complementarios. Se puede añadir que Turner inventa paisajes misteriosos, mientras Monet

 

Turner-nnbm- The Blue Rigi- mil ochocientos cuarenta y dos

 

 

no renuncia jamás a los paisajes reales. Sin embargo, les une la estrecha relación de sus sensibilidades y de los procedimientos que emplean, y un nuevo concepto del paisaje que transforma totalmente las ideas anteriores y que no tienen paralelo en la historia de la pintura occidental.»

 

 

 

(Imágenes.-1.-Wreckers costa de  Northumberland- 1836- Yale Center for Btitish Art.-wikipedia/2.-tormenta de nieve- 1842- Tate Gallery- Londres/ 3.-el paso de San Gotardo- 1802/ 4.-la lucha contra el temerario- 1830/ 5.-interior of Petworth House- 1837- Tate Gallery- Londres/ 6.-The Blue Rigi- 1842)

EL MAR

mar.-trrbn.-paisajes.-Joseph Mallord William Turner

«Al atardecer, en verano, iba el tren hacia la costa atlántica del sur.  El departamento estaba ya en penumbra, y por la ventanilla corría un paisaje de chumberas y olivos, bajo un cielo de verdoso azul, que como metal ardiente al enfriarse, sólo una roja lúnula traslucía allá en el horizonte.

mar.- r6yyj.- Childe Hassam.- el viento del Oeste.- 1904.- Galería de Arte de la Universidad de Yale

Subía el tren un repecho, torcía luego en pronunciada curva. De pronto apareció el mar abajo, en la hondonada, y sobre el mar una estrecha faja de tierra en cuyo extremo se alzaba una ciudad: minuciosa profusión blanca de torrecillas, de terrazas, cercada por el agua. ¿Era la ciudad sumergida de la leyenda brotando a aquella hora silenciosa del seno marino? ¿Era un copo de ninfea abierto al beso del aire crepuscular? El mar estaba de un azul oscuro y profundo, y todo aparecía quieto, como si el tiempo quisiera detenerse en un encanto sin fin.

mar.- 43dvb.- Essi Kimpimäki.- ilustrador finlandés

La noche había cerrado al llegar el tren al pueblo costero, y apenas si se vislumbraban sus torcidos paredones, hileras de casuchas blancas y parejas de enamorados, bien juntos, los dos cuchicheando en el quicio de la puerta, a la luz verdosa del gas que salía de los patios. Callejas en pendiente llevaban a plazuelas silenciosas, y tras ellas, al fin cercano en olor denso y amargo, brotó su rumor hondo, largo, extraño, como el de unas alas inmensas que chocaran en vuelo impotente.

mar.-ttggn.-Karen Gunderson

Al pie del murallón los pasos se hundían ya en la arena, y por el aire negro, tal vagos fantasmas, surgieron las velas de las barcas pesqueras. Allí estaba él: en lo oscuro, un lamento de gozo o de pena; una voz insomne llamando nadie sabe qué o quién en la vastedad sin nombre de la noche.»

Luis Cernuda.«El mar».- «Ocnos»

mar.-tyybn.-Hossein Zare

(Imágenes.- 1--W Turner/ 2.- Childe Hassam.– 1804.- Galería de Arte de la Universidad de Yale/ 3.- Essi Kimpimäki/ 4.- Karen Gunderson/ 5.- Hossein Zare)

LOS AGUJEROS BLANCOS

TURNER.-Rain, Steam, and Speed.-1884.-Museum Syindicate

 

         » Me preguntan ustedes cómo ha sucedido y, la verdad, yo no sé qué decirles. Es la cuarta conferencia de prensa, ven ustedes que yo vivo humildemente, retiradamen­te, sólo Erika, mi mujer, es mi ayudante. Ella es la que les ha abierto la puerta y a ella la ven aquí, a mi lado. Ni a ella ni a mí nos gustan las entrevistas.

          Les diré lo que ustedes ya saben. Que fue el miércoles. A media mañana. Estaba limpiando este Turner. Este Turner ha dado ya la vuelta al mundo con tantas fotografías como le han hecho, y sin embargo no tiene nada de especial. Al menos, aparentemente. Es una copia de una copia. Una copia aceptable del célebre cuadro Lluvia, vapor, velocidad que pintó Turner en 1843. Yo tengo cuadros de ferrocarril por todas partes, como ustedes ven. Motivos de trenes. Otros tienen miniaturas, se dedican a otros coleccionismos. Yo escribo. Indudablemente colecciono cuadros de trenes, pero mi tarea –de lo que vivo y de lo que comemos mi mujer y yo– es escribir libros y dar clases en la escuela del pueblo de aquí al lado. La Selva Negra no da para más. Tengo mi pipa, mi cojera –mi reuma– y mi amor por la soledad. Ando todos los días. Desde hace años camino dos horas bajo los árboles. Quizá eso me hace amar el silencio y el paisaje. A mis alumnos en la escuela, cuando les interpreto el paisaje –cuando les hablo sobre el paisaje– les digo siempre que hay un paisaje exterior y uno interior, un paisaje presente cargado del pasado –del peso del pasado– y un paisaje futuro, que no vemos. Pero hay más. Hay un paisaje alto y un paisaje bajo, y sobre todo existe una densidad en el paisaje, algo que no sabemos apreciar porque no lo conocemos bien, nadie nos lo ha enseñado. Cada vez que hacemos una fotografía le robamos un instante al paisaje y a la vida, abrimos un hueco y lo absorbemos, nos llevamos algo fugaz para intentar fijarlo y ese segundo que creemos retener ya no volverá. Lo mismo ocurre con la pintura, aunque con un espacio mayor, con otras técnicas y otras características. Eso lo saben muy bien los fotógrafos y los pintores. O no lo saben, pero lo hacen.

          ¿Para qué les digo todo esto? Porque desde el miércoles me están llamando «El Loco». No, yo no estoy loco. Soy el profesor Martin Benn, un hombre sencillo, de sesenta y ocho años, metido entre libros, árboles genealógicos, un hombre al que la prensa de los últimos días ha calificado de huraño y que ustedes han podido comprobar que no lo soy. Les he invitado a café y mi mujer les ha puesto estas sillas para que estén más cómodos. Sólo les pido preservar mi intimidad. Siento no poder recibirles más que en este pequeño cuarto en el que hace frío, pero –les ruego– acérquense, acérquense más a esta chimenea.

          Les contaré una vez más mi pequeño descubrimiento. Se trata de la luz. Estaba yo, como les digo, limpiando este Turner que ven apoyado en esta mesa. ¿Qué se ve aquí? Un tren en la lejanía, una máquina que viene sobre un puente, difusa, luminosa, azotada por la lluvia y la niebla. Un tren que viene de la luz. Es la luz envuelta en la tormenta, diría que traspasando la tormenta, transgrediéndola, porque la luz, como ustedes saben, es devoradora, la luz aliada con el color prende en llamas la fantasía como se están prendiendo ahora estos troncos en esta chimenea que ahora ustedes miran fijamente. La luz me ha sorprendido a mí muchas veces en mi vida. No sólo la luz del bosque al amanecer o al atardecer, sino la luz en los cuadros, la luz que nace del amarillo de cromo, la luz del blanco de plomo, las luchas, los combates de la luz contra el bermellón, contra la laca roja, contra el violeta, contra el azul ultramar. Y sobre todo, las luchas de la luz contra el negro. La vida no es negra, a pesar de mi cojera, a pesar de la noche. Cada mañana, puntualmente, nace la luz sin que nosotros hagamos nada, hayamos trabajado o descansado, seamos heroicos o ruines. La luz viene del mundo de la noche, del caos, y cuando vi el miércoles esta máquina de Turner avanzar con su pitido de luz y rasgar la naturaleza como se rasga una gasa, expandiendo luz difuminada y envolviendo al mundo, me di cuenta de que esta copia que yo tenía guardaba algo escondido y me acerqué para mirar. Hay que mirar los cuadros como se mira la vida, y la vida hay que mirarla a la vez con unos ojos de sorpresa nunca habituados a la costumbre. Así acerqué mis pupilas a esta fría luz del cielo de Turner y, abandonando toda distancia y negándome a la perspectiva, entré en esas pálidas pinceladas en donde el rostro del día es abofeteado por la lluvia y el aire aparece como un gran estanque. Viajé en esa máquina de luz, pero al contrario de lo que me pasó hace un año con un célebre Monet –el de la Estación de Saint‑Lazare–, con sus nubes caracoleadas en el andén como cuerpos de ángeles, los mofletes de color gris, las volutas de la máquina fumando, el gas violeta, París entrevisto y plateado entre nácares y techumbres, ahora el cuchillo de la luz helada de Turner abría una herida en la neblina y no sólo atravesó el puente sino que se adentró en el tiempo, llevándome consigo. ¿De dónde venía aquel tren, de qué pasado? Son preguntas sin respuesta que me hago ahora ante ustedes como me las hice en aquel momento. Como les dije antes, la fotografía y la pintura pretenden arrancar un trozo de la tela de la vida y fijar la fugacidad enmarcándola en un lienzo o en un papel. Eso ya lo sabía. Sabía de la existencia de agujeros negros arrancados a la historia por los fotógrafos y los pintores. Lo que no conocía era la velocidad de la luz. Subido en aquella máquina fulgurante, el tren abandonó el puente y se precipitó tiempo abajo, hacia la Inglaterra del futuro. Entró en los verdes prados del porvenir. Así fue tocando la luz las campánulas azules, las anémonas, las violetas. Después, las luces mortecinas y húmedas de los pueblos al anochecer, las veredas, las granjas, la paz aldeana. Luego, como si fueran campanillas, hizo vibrar aquí y allá arbustos, las hojas de parra de un verde transparente, las hojas brillantes de un manzano, los sauces, los arroyos. Entró la espada de luz por los caminos amarillos y rodeó los maizales dorados y penetró en los mundos que ustedes conocerán sin duda directamente pero que yo tan solo puedo seguir por las películas inglesas en mi modesto televisor: tocó la luz el juego de criket en el prado, la falda de volantes de color cobrizo, las medias blancas, la labor de lana, los dibujos malvas de la taza de té, los pasteles, los bollos, las tartas, el tronco de chocolate. Tocó las sortijas en los dedos, la papada inglesa, el puente de Westminster, los autobuses rojos, el wisky con agua, las gaviotas. Tocó el enrejado con rosales, el frac, el sombrero hongo, el bastón de puños de oro, el día sulfuroso, la niebla espesa. Tocó la pamela violeta y un caballo al trote que pasaba montado por una gorra roja. Tocó la polvera dorada, la caja de música, los páramos, las marismas, las rocas blancas y los grandes ramos de claveles en la biblioteca. Tocó las cortinas de brocado verde y la cama con dosel de seda rosa. Tocó los labios húmedos de aquella muchacha que se giraba soltándose el moño de su pelo castaño sujeto con horquillas y en ese momento sentí el pinchazo.

          El resto ya lo saben. Estaba solo. No pude llamar a nadie. Erika había salido al pueblo y no volvería hasta media tarde y yo, despacio, intenté volverme y recuperar­me sin un grito porque creía saber qué debía hacer en esos momentos. Ya me había pasado algo parecido hacía tiempo ante una pintura de una vela roja y ante un cielo tratado con plata bruñida. Pero esta vez no ocurrió así. Como ustedes saben, la luz no tiene edad. Carece de anchura, de hondura. ¿Qué significan años de luz? ¿Por qué no decir en cambio milenios de luz? ¿Y qué son los milenios? ¿Dónde comienzan? Cuando uno es pequeño, en la oscuridad, se toma la mano de la madre llamándola en la distancia y se espera angustiado salir de la pesadilla. Cuando uno ya no tiene madre, da igual, se sigue llamando –más aún cuando se acerca la vejez– y se sigue gritando «¡Mamá, mamá!». Pero todo eso sucede en la oscuridad, cuando uno palpa las telarañas de la negrura y no se sabe cómo salir. Uno, sin embargo, siempre sale porque siempre existe una puerta. Pero, ¿y la puerta para salir de la luz? ¿Es que hay una puerta? ¿A quién se llama?

          Me encontré entonces muy lejos de Inglaterra, muy lejos de Turner, solo, envuelto en luz total, luz como techo, como suelo y como pared. No se oía ningún ruido y no entraba ni una rendija de sombra ni un mínimo contraste. Intenté moverme para orientarme, y como no estaba acostumbrado a la luz desnuda me asombraron los pequeños granos iridiscentes y pulverizados que despedían los haces. Estaba en una especie de bosque petrificado, que tampoco era bosque, sin espacio, ni redondez, ni relieve. La máquina de Turner había vuelto al tiempo y me había dejado allí, en aquel agujero blanco, un sumidero de energía que se había tragado toda oscuridad. Entonces, como quería huir de allí, moví delante de mí los bastones de mi retina para no tropezar con las fuentes de luz y procuré hurgar el hueco de un claroscuro. No lo conseguí. No había nada. Los agujeros blancos carecen de paisaje. Les aseguro que es un tormento sentirse completamente solo y olvidado así, en plena luz, sin ninguna esperanza de salida. Recordé entonces aquella pregunta de Dios a Job: «¿Cuál es el camino para las moradas de la luz? Y las tinieblas, ¿cuál es su sitio para conducirlas a sus dominios y enseñarles los senderos de su casa?». Yo desconocía el sendero para volver y no sabía dónde me encontraba. ¿Dentro del sol? ¿Alrededor del sol? ¿Más allá del sol? Aquello era una estancia cerrada y tardé en acostumbrarme a aquel agujero blanco que se movía conmigo.

          Eso fue el miércoles.

          Sigue siendo miércoles.

          Sigo estando ahí, señores. Sigo aquí, en el agujero blanco.

          No sé, no me imagino dónde están ustedes, ni en qué día están.

          No les veo. No puedo verles. No puedo ver a nadie. No puedo salir.

          Sé que están ahí, delante de mí ahora, seguramente en esta habitación, porque mi mujer me lo ha dicho, porque ella les ha convocado para que me vean.

          Pero no estoy ciego.

          Es lo contrario de la ceguera.

          Es el fulgor.

          Por eso llevo estas gafas negras.

          No puedo. No puedo salir de aquí. Estoy encerrado en la luz. No puedo salir.

          Y ahora, para acabar con todo esto –y para que nadie se acerque ya a esta pintura–, Erika, mi mujer, arrojará este Turner a las llamas de la chimenea».

(José Julio Perlado: «Los agujeros blancos», finalista en el Premio de Narraciones «Antonio Machado» 1996.-Publicado en «Narraciones breves «Antonio Machado».-Fundación de los Ferrocarriles Españoles.-1997)

(Imagen: W. Turner.-«Rain, Steam, and Speed».-National Gallery de Londres.-Museum Syndicate)