VERANO 2020 (3 ) : VIAJAR A UNA ESTRELLA

 


Este verano, en que parece tan complicado viajar, vuelven las palabras de Van Gogh a su hermano Theo:

”Si tomamos el tren para irnos a Tarascón o a Ruán, tomamos la muerte para irnos a una estrella. Lo que es realmente cierto en este razonamiento es que, estando en “vida”, no podemos irnos a una estrella; lo mismo que estando muertos no podemos tomar el tren. En fin, no me parece imposible que el cólera, el mal de piedra, la tisis, el cáncer, sean medios de locomoción celeste, como los barcos a vapor, los ómnibus y el ferrocarril, lo son terrestres. Morir tranquilamente de vejez sería ir a pie.”

Murió Van Gogh un día como hoy, un 29 de julio. En 1890.

 

(Imágenes— 1-Van Gogh- autorretrato 1887-rijksmuseum/ 2- la lluvia – Auvers – 1890- museo nacional de Gales)

PAPELERÍA SALAZAR

 


Ahora va a cerrarse la papelería Salazar nacida en 1905. Me veo entrar en abril de 1993 en esta papelería de la calle de Luchana de Madrid para comprar unos cuadernos. Son cuadernos de tapas duras, de muchas páginas, con estas páginas blancas, de pequeños cuadritos, tamaño folio, tomo el metro que me acerca hasta la Biblioteca Nacional y allí, en un pupitre de la Sala General, comienzo el  18 de abril mi novela “Lágrimas negras”. La iré escribiendo en 18 meses y cada día anotaré a lápiz, encima de la línea de la pluma, la fecha de mi trabajo. El cuaderno se extiende como un campo blanco, habitan en él los personajes, mi letra, que entonces era clara y diminuta, trazada con una punta azul, extiende situaciones, humor, conflictos, en general una velocidad de escritura con pocos retoques, casi sin tachaduras, cada mañana sé lo que voy a escribir y el cuaderno lo recibe mansamente.  Acabo el libro el 7 de diciembre de 1994.

Muchos años antes, en los 70, entro en la papelería Salazar a comprar unos cuadernos. Son siempre los mismos, De tapa verde o azul. En el centro, arriba, dentro de un recuadro, aparece dibujada la palabra “Miquelrius”. Ellos no saben que aparecerán en mis Memorias. Yo tampoco. Hemos entablado una estrecha relación familiar y ellos me han presentado a sus hijos. Mientras yo escribo “Contramuerte” a lo largo de  7 años los cuadernos viajan conmigo. Han conocido París, Roma, el mar, los campos, han descansado en armarios y sus hijos, de tamaño más pequeño, me han recibido  siempre en confidencia. En ellos he escrito “Diarios” desde el 94 hasta el 2017, antes de pasarme al ordenador. En esos hijos de los cuadernos grandes guardo  relatos,  notas, descubrimientos.  De repente leo en uno de ellos una frase de Van Gogh a su hermano Teo: “tengo la paciencia de un buey”. Lo creo. Lo he anotado. Lo comparto. En otro pequeño cuaderno encuentro la confesión de Sebald diciendo qué hay que leer y escribir cuando a uno le es imposible leer o escribir. Miles de anotaciones. Decenas de ideas. Cientos de sugerencias.

Luego, cuando pasó por última vez ante la papelería Salazar veo el bosque de donde han salido estos cuadernos. Está el bosque lleno de mi escritura, años enteros de páginas. De  vez en cuando se oyen piar los pájaros.”

José Julio Perlado

 

 

(Imágenes-1- Brígida Baltar- 2004- artnet/ 2- papelería Salazar)

CONFESIONES DE VAN GOGH

 

 

Al ver la película de Julian SchabelVan Gogh, a las puertas de la eternidad”, al seguir los comentarios y valoraciones que Gauguin y Van Gogh entrecruzan en torno al proceso creativo – quizá lo más interesante del film -, las voces del autor que muchas mañanas salía en busca de amarilllos nos llegan desde todas partes recorriendo en confesión su atormentada biografía. “Mi única preocupación es para qué podré valer, a quién podría ayudar, cómo me las arreglaría para ser útil de algún modo (…) Me he dicho: coge otra vez el lápiz, ponte de nuevo a dibujar; y desde entonces, todo ha cambiado para mí (…) “Al coger el tren en la Gare du Midi – dice en 1888 -, estaba hecho trizas, medio enfermo y convertido casi en alcohólico, de lo mucho que había bebido para poder tenerme en pie (…) Cuando partí de París, iba de cabeza hacia un ataque de parálisis . Cuando he dejado de fumar tanto, cuando he vuelto a reflexionar sobre las cosas, en vez de desechar, como antes, todo pensamiento acerca de mi suerte, ¡qué melancolía, Dios mío, qué aplanamiento!

 

 

(…) Cuando trato a mi cuerpo con un poco de dulzura, no me niega ningún servicio (…) Decididamente me estoy reponiendo; desde el mes pasado, mi estómago ha mejorado una enormidad. Todavía padezco emociones inmotivadas, pero que no puedo hacer nada por evitar, y crisis de atontamiento (…) El vivir como podía y debía, como un filántropo, no me ha costado sino verme como me veo, con los huesos molidos y tocado de la cabeza (…) El buen calor me devuelve las fuerzas. También me doy cuenta de que puedo embrutecerme y ver cómo pasa, sin aprovecharla, la hora de la plenitud creadora, perdida como se pierden tantas oportunidades en la vida… Además, muy a menudo me aburro de esperarla (…) Si no fuera por lo terriblemente perturbado que me siento, y porque sigo trabajando en  medio de la mayor inquietud, casi podría decir que todo marcha a pedir de boca (…) Mientras estuve enfermo – dice en diciembre de 1889 -, caía una nieve húmeda y delicuescente. Me levanté por la noche a contemplar el paisaje: jamás, jamás me ha parecido la Naturaleza tan conmovedora y sensitiva.

 

 

“Tengo menos necesidad de compañía – dice en abril de 1888 – que de trabajar desenfrenadamente…No saboreo la vida sino cuando trabajo de firme…En algunos momentos no confío más que en mi exaltación, y entonces me dejo arrastrar a las mayores extravagancias (…) Ciertos trabajos pintados a más velocidad que todo lo demás que he hecho, son de lo mejor que ha salido de mis manos… Pero cuando vuelvo después de una sesión así, puedes creer que tengo el cerebro tan fatigado, que, si este trabajo se repite a menudo, me quedo tan abstraído, que soy en absoluto incapaz de hacer todo un montón de cosas de lo más corriente.”

 

 

La voz de Van Gogh prosigue a lo largo de años. Pero como le diría a su hermano Theo, “en realidad, a quienes únicamente podemos hacer hablar es a nuestros cuadros.”

Ellos nos hablan en los museos y de vez en cuando en las películas.

 


 

(Imágenes -1- museum art museum  syndicate/ 2-Van Gogh- lirios/ 3-avanzó Gogh -1888/ 4 y 5 – Van Gogh)

CORREO POSTAL Y CORREO ELECTRÓNICO

 

 

cartas-bbnu-postales. postal de Jean Cocteau a Pablo Picasso- mil  novecientos diecinueve

 

«Lo primero que muchos hacemos al levantarnos y justo antes de acostarnos – nos recuerda Simon Garfield en «Postdata» (Taurus) – es mirar el correo electrónico. Y repetimos varias veces a lo largo del día. La equivalencia, antiguamente, habría sido levantarse cada pocos minutos para ver si el cartero ha dejado algo en el buzón, una y otra vez. Los correos electrónicos, claro, nos siguen allá donde vamos. Tienden una línea de suministro vital y dan trabajo continuamente». En esta curiosa historia de la correspondencia Garfield evoca cómo el 29 de octubre de 1969 se intentó que dos ordenadores hablaran entre sí por primera vez en la historia. «Uno de los ordenadores estaba en la tercera planta de un edificio de

 

objetos.-986bgr.-leon y ordenador.-tomado de silhouettemasterpiecetheatre,com Blog

 

una universidad en Los Ángeles (…) El otro ordenador estaba a casi seiscientos kilómetros de distancia, en Menlo Park, cerca de San Francisco (…) ¿Qué se dijeron estos dos ordenadores? El plan consistía en que un ingeniero de la universidad de California en Los Ángeles introdujese la palabra LOGIN (inicio de sesión) letra a letra y un investigador en Melo Park recibiera la transferencia digital de cada letra en forma de código (… ) El resultado fue positivo; aunque solo se completaron dos letras con éxito – la L y la O -,  era suficiente. Los dos ordenadores habían dicho «L- O». En ese momento se inauguraba el lento declive del arte de la redacción epistolar».

 

pintores.- yyhhuuio.- Vicent Van Gogh.- cartas

 

Mirando hacia atrás en el tiempo, las impresionantes cartas de Van Gogh a su hermano Theo, las cartas de Tolstoi a Golzew, las de Wagner a Listz, la misiva de Abraham Lincoln al maestro de su hijo, el correo postal de Gandhi a Hitler, las cartas de Schiller a su novia Carlota, las de Mozart a su esposa Constanza y todas esas vocales y consonantes erguidas o torcidas,  la cursiva inglesa o la letra bastarda española, los secretos escondidos de la grafología, todo quedaba ya en la Historia como documentos a los que era muy difícil volver. Las aventuras de las cartas postales serán innumerables. En 1910, Valle-Inclán escribe desde Madrid a Luisa Díaz «En el momento de poner en el correo una carta para ti, echo de menos que no tiene el nombre de tu calle ni el número de tu casa. Te pongo estas líneas por si puedes hacer la reclamación. Mañana te volveré a escribir».

 

 

lectura-onnm-carta- Robert G Harris

 

En el correo electrónico las anécdotas también se sucederán. El símbolo de la arroba se ha usado en el ámbito del comercio y de las medidas desde al menos el siglo XVl, empleado por ejemplo para abreviar la cantidad de vino contenido en un ánfora. En 2012 el programador Ray Tomlinson, recuerda Garfield, entró en el Salón de la Fama de Internet porque había hecho mucho más que acelerar los mensajes a través de la frontera digital, transformando así nuestras vidas: también ideó un nuevo uso para @ . Tomlinson afirma que escogió ese símbolo rebuscando en el teclado, porque no se utilizaba para nada más. Pronto se convirtió en una forma universal de separar los mensajes personales y locales de los globales en una dirección de correo electrónico.

La arroba nos acompaña siempre. En abril de 2012 se estimaba que 1.900 millones de personas utilizan el correo electrónico y que enviamos unos 300.000 millones de correos electrónicos al dia ( unos 2,8 millones por segundo)

Es la nueva comunicación.

 

cartas-yrre-Vincent van Gogh

 

(Imágenes. – 1-carta postal de Jean Cocteau a Pablo Picasso- 1919/ 2.-  silhouettemasterpiecetheater com/ 3.-carta de Vincent van Gogh / 4.-Robert G Harris / 5.- carta de Vincent van Gogh)

¿QUÉ ES UNA OBRA MAESTRA? ( y 2)

«Las obras maestras – recordaba  Dominique Vivant Denon – son los guardianes silenciosos del misterio del arte».

Cuadros como «El jardín de las delicias», «Las Meninas», «La ronda de noche», «Los girasoles» o «Las señoritas de Avignon«, entre muchos otros, han sido considerados por varios autores como obras maestras y ese «misterio del arte» lo llevan consigo.

«Las artes tienen un desarrollo – comentaba Matisseque no viene sólo de un individuo, sino de toda una fuerza adquirida en la civilización que nos precede. No se puede hacer cualquier cosa. Un artista dotado no puede hacer lo que fuere. Si no empleara más que sus dones no existiría. No somos dueños de nuestra producción; la producción nos es impuesta».

“Si cuando Van Gogh estaba pintando se hubiese controlado el flujo de sangre en sus venas – señaló un crítico japonés en 1912 al ver el cuadro de «Los girasoles» -, sin duda se habrían registrado las mismas ondulaciones que encontramos en su pintura“. Así lo recuerda Neil MacGregor en uno de los estudios que completan el volumen conjunto “¿Qué es una obra maestra?” (Crítica).

» Ante la obra maestra de todas las obras maestras de nuestros días, conocemos que «Los girasoles» de Van Goghsegún opinión de MacGregor -, tenía que ser una expresión de gozo y de alegría. Lo pintó para celebrar la llegada de su amigo Gauguin a la Provenza y demostrar con ello toda la satisfacción que le producía dicho acontecimiento. Pero nos obsesiona de tal manera la personalidad del artista, la personalidad angustiada de Van Gogh, que queremos encontrar sin falta en él, como en todos sus cuadros, las huellas, los indicios de la angustia que sufrió.(…) El cuadro se convierte no sólo en indicio del sufrimiento redentor del artista sino, en cierta medida, en una reliquia de dicho sufrimiento».

«Los girasoles avanzan – le escribía Vincent Van Gogh en agosto de 1888 a su hermano Theo -, hay un nuevo ramo de 14 flores sobre fondo amarillo verde, es pues exactamente el mismo efecto que una naturaleza muerta de membrillos y de limones que tú tienes ya, pero en los girasoles la pintura es mucho más simple».

(Imágenes:- 1.-Géricault.-La balsa de la Medusa.-1818- 1819.-Louvre/ 2.-Watteau.- Lémbarquemente por Cythere.-Louvre/3.-Henri Matisse.-vista de Collioure.-1905.-L´Hermitage.-San Petersburgo/ 4.-Van Gogh.-florero con quince girasoles.-1888.- National Gallery)

ESCRIBIR DESPUÉS DE AUSCHWITZ, DESPUÉS DE FUKUSHIMA

«Aquí no he hecho más que pintar incansablemente para aprender a pintar, le comenta Van Gogh a su hermano Theo. Yo escribía para tratar de saber qué era escribir (…), escribía continuamente y sobre cualquier cosa y de ese modo aprendía a escribir, confiesa el argentino Ricardo Piglia. Tengo la paciencia de un buey, decía sobre su trabajo Gustavo Doré. No es imperioso que escriba ‑aconsejaba a un amigo Raymond Chandler‑, y si no tiene ganas es mejor que no lo intente. Puede mirar por la ventana, o retorcerse en el suelo, pero no tiene que hacer ninguna otra cosa positiva, no leer, escribir cartas, hojear revistas o escribir cheques. O escribir o nada. La sociedad se ha sacado la literatura del medio, y la ha sustituido por la televisión. Ha desplazado los lugares de enunciación de la tradición intelectual y de sus problemas hacia la cultura de masas. Quizás ahora que la literatura en este sentido ha muerto, se pueda , por fin, escribir, comenta también Piglia.

Hay que escribir, pues, precisamente después de Auschwitz y después del Gulag, después del atentado a las Torres Gemelas, después de Afganistán y después de Irak, después de las devastaciones y de esas barbaries que siguen viniendo y que, lamentablemente, aún vendrán. Porque, además, no todo es barbarie. ¿Son numerosos los horrores? ‑se preguntaba Jorge GuillénPero también el hombre ha hecho cosas admirables. Comencemos por la admiración. El autor de Aire nuestro pasó por Rotterdam, y se quedó asombrado. La ciudad, destruida por los bombardeos nazis en Holanda, ha sido totalmente rehecha. Cualquier viajero tiene que sentirse atónito.

… Y bajo los diluvios demoníacos,

reiterada la furia

con método.

Fue conseguida ‑casi‑

la destrucción total.

Y cayeron minutos, meses, años.

Y no creció entre ruinas

el amarillo jaramago solo,

amarillo de tiempo,

de un tiempo hueco a solas.

Se elevaron los días, las semanas.

Y vertical, novel,

surgió el nombre de siempre.

Ya Rotterdam es Rotterdam.

¡Salud!

(…)

En este muelle, frente a embarcaciones

y grúas y horizontes,

siento inmortal a Europa,

uno siento el planeta.

La historia es sólo voluntad del hombre.

Valga como conclusión ‑repite Jorge Guillén‑: “La historia es siempre voluntad del hombre”. Esto es, al menos, lo que este poeta cree.

Y no sólo habrá que escribir después de las batallas y de las vergüenzas sino también después y durante el consumismo, después y durante este largo y extraño período moderno del antiarte que comenzó hace tiempo ya, en 1919, cuando Marcel Duchamp le pintó un bigote a una reproducción de la Mona Lisa. Aquel bigote ‑señala el historiador Jacques Barzunabrió una puerta, dio una contraseña o encendió una permanente luz verde que daba paso al hecho de que cualquier cosa bien realizada con un lápiz o un cincel fuera considerada arte, o mejor dicho, se pensara que cumplía la pretensión colectiva de ser un antiarte. A partir de aquel momento y tiempo después se inauguraría la mera diversión del espectador, el arte encontrado (desechos marinos recogidos en la playa), el arte basura (la puerta del frigorífico abandonado), el arte desechable (objetos magnificados o hechos de materiales endebles; puentes y edificios envueltos en tela), el arte aleatorio (basado en la impresión de puntos cuya ubicación azarosa la dictan los dados o el ordenador), el arte móvil (en el que se incluyen “esculturas” que representan pequeñas máquinas inútiles moviéndose sin sentido, o el par de zapatos que da pasos hacia atrás y hacia adelante), los lienzos que muestran líneas geométricas simples o complejas (una serie entera que “explora el cuadrado”), los dibujos o fotografías de bacterias, copos de nieve u órganos internos, etc. etc. (…), y todo eso hasta llegar al fin a ese hecho ‑uno entre tantos‑ en el que en una exposición celebrada en Nueva York, el propio artista se convirtió en el modelo definitivo pintando de verde su cuerpo desnudo y tumbándose en un ataúd abierto. Después hemos visto ‑concluye Barzuncómo un artista británico elegía los excrementos como material «.

Ese es parte del escenario del mundo actual y de él y sobre él tendrá que escribir el escritor contemporáneo.

Es su tiempo, es el que le ha tocado vivir. Un tiempo de modificaciones celéricas, tiempo de emigraciones y de reajustes, tiempo de curiosas obsesiones (como la del cambio por el cambio), tiempo de tantas cosas más.

Ahora que la sociedad ha sustituido la literatura por la televisión, ahora que la literatura en este sentido ha muerto, quizás ahora se pueda, por fin, escribir».

(Esto escribí yo en «El ojo y la palabra» y compruebo ahora – en un número último de «Le Magazine Littéraire» – que los autores japoneses se proponen – naturalmente – escribir después de Fukushima.

Siempre escribir)

(Imágenes:- 1.-George Grosz.-Paz.-1946.-Museum of Art.- New York/ 2.-Carlos Anderson.-1939- Smithsoinan.-American Art Museum/3.-Dan Mumford)

ROSTROS DE FRANS HALS

Cuando se contemplan estos retratos de Frans Hals, en tantas ocasiones celebrados y valorados, quizá haya que recordar como contrapunto las palabras que Arnold Hauser dedica al mercado artístico en Holanda. «Un buen retrato – dice – costaba entonces sesenta florines, cuando por un buey había que pagar noventa. Rembrandt percibió por la «Ronda nocturna«, ya en la cumbre de su gloria, no más de 1.600 florines y Van Goyen cobró por su vista de La Haya 600 florines, el más alto precio de su vida. Con qué salarios de hambre tenían que contentarse famosos pintores lo demuestra el caso de Isaak van Ostade, que entregó a un marchante trece cuadros por 27 florines en el año 1641. Ni Frans Hals, ni van Goyen, ni van Ruysdael alcanzaron nunca altos precios».

Pero los rostros y los retratos están muy por encima del dinero y todos los matices del paso de la edad han quedado para siempre reflejados en los rasgos de la pintura: sobre todo en las manos, en la piel, en los ojos. «El rostro – comentaba Jan van Eyck – es una cosa más, perceptible y corporal, pero más compleja, variable y – en este sentido – vital que las demás cosas». El gran crítico de arte e historiador inglés Kenneth Clark, del que más de una vez he hablado en Mi Siglo, recuerda en «Civilización» (Alianza) al referirse a Hals «el extrovertido por excelencia» que » conocemos mejor la fisonomía de los holandeses del siglo XVll que la de cualquier otra sociedad, con la posible excepción de los romanos del siglo l «.

«Me encanta – sigue diciendo Clark – su cándida jovialidad y valoro su facilidad.(…) Sus modelos son en su mayoría gente sólida, corriente, y fueron retratados por artistas corrientes». Y algún gran historiador del arte ha bautizado también a Hals como «el artista de la vehemencia», señalando que logra dominar su apasionamiento, dejando que su temperamento se desahogue en un arte muy espontáneo, de una pincelada rápida como un zarpazo.

«Digan lo que digan de los cuadros de Frans Hals le escribe Van Gogh en 1895 a su hermano Theo – él  nunca deja de pisar el suelo mientras que Rembrandt, en cambio, penetra tan lejos en el misterio que dice cosas que ninguna lengua puede expresar. Es con justo título que se dice de Rembrandt: el Mago… No es oficio fácil».

(Pequeño apunte con motivo de la actual exposición que sobre Hals  está teniendo lugar en el Museo Metropolitano de Nueva York)

(Imágenes:- Frans Hals:  1.- joven  fumador.-1625/retrato de Samuel Ampzing.-1630/ 3.- el joven  Ramp y su novia.- 1623/ 4.-retrato de hombre.-1650/ 5.- juerguistas en el Carnaval – 1616-1617)

TIEPOLO Y EL COLOR

«Para los pintores, el color no está sólo en todas aquellas cosas que todos vemos – dice Bridget Riley -, sino también, de un modo extraordinario, en los pigmentos extendidos en la paleta, y allí, de un modo muy especial, es sencilla y únicamente el color«. Sobre el azul he hablado alguna vez en Mi Siglo y sobre las  mezclas de colores en Delacroix, tal como él lo confiesa en su «Diario», en alguna otra ocasión. Hay que recordar la búsqueda de amarillos que en las madrugadas marchando por el campo obsesionaban a Van Gogh y que cuenta en sus Cartas a a su hermano Theo.  Colores y pintores han cubierto, pues, páginas ilustres. Ahora el gran crítico literario y artístico italiano Roberto Calasso dedica a » El rosa Tiepolo» (Anagrama) todo un libro.

«Si se pide hoy el rosa Tiepolo o el rojo Tiepolo en una tienda de colores o en una de telas – dice Calasso -, difícilmente se encontrará respuesta. Es problable que tampoco en los tiempos de Proust todos los negocios estuvieran provistos de tales mercancias. Es un color que llama la atención y, después, fácilmente se olvida. Pero para Proust debió de tocar un punto neurálgico, dado que lo evocó sólo para Odette, Oriane de Guermantes y Albertine. Acaso lo que unía a tales seres, tan diferentes, tan opuestos, tan obsesionantes, era ese color. Su aparición es siempre un deslumbramiento, fugaz y definitivo«.

Además de los amores, guerras y vicisitudes cruzadas de los siglos también ellos han llevado tras de sí la luminosa estela de matices y abanicos pictóricos inspirados en pacientes talleres, combinaciones perdurables, deslumbrantes aciertos. Philip Ball en «La invención del color» (Debolsillo) va recordando el sendero que han ido dejando los años de la púrpura, los años de azules desvaidos, los otros azules del siglo XX,  los modernos colores digitales. Es un recorrido que Calasso hace a su vez a la vera de Tiepolo: «entre los grandes de la pintura -señala – el último que supo callar. Nadie consiguió arrancarle declaraciones acerca de la fidelidad a la naturaleza o la santidad del dibujo».

Como le decía Gauguin a Paul Sérusier:

«¿De qué color ves aquel árbol

«Amarillo«.

Está bien, usa tu mejor amarillo. ¿De qué color ves la tierra?

Roja.

Entonces usa tu mejor rojo«.

Singulares percepciones entre color y naturaleza, entre visión y color.

(Imágenes. 1, 2 y 3.-detalles de «El Carnaval» de Tiepolo.-1750.-Museo del Louvre)

MORIR COMO VIAJAR

viajar.-el hombre con la maleta.-por Alberto Sughi.-1992.-artnet

Ahora que pasan los obituarios por el arco iris de las palabrasBenedetti, Rafael Conte, tantos más – recuerdo las frases de Vincent Van Gogh a su hermano Théo:

«Si tomamos el tren para irnos a Tarascón o a Ruán, tomamos la muerte para irnos a una estrella. Lo que es realmente cierto en este razonamiento es que, estando en vida, no podemos irnos a una estrella; lo mismo que estando muertos no podemos tomar el tren. En fin, no me parece imposible que el cólera, el mal de piedra, la tisis, el cáncer, sean medios de locomoción celeste, como los barcos a vapor, los ómnibus y el ferrocarril, lo son terrestres. Morir tranquilamente de vejez sería ir a pie». («Cartas a Théo«) (Barral editores).

Ahora que pasan las palabras por encima de tantos obituarios morir recuerda mucho al viajar.

(Imagen: «Andare dove? L´uomo con le valigie».- por Alberto Sughi.-1992.-artnet)

¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA PINTURA?

¿Qué hay detrás de la pintura? Detrás de la pintura hay un hombre que muere poco antes de cumplir los treinta y siete años. Detrás de la pintura hay un decenio – de 188o a 1890 – en que la obra dejada por el pintor sobrepasa los 850 cuadros. Detrás de la pintura, de esos 850 cuadros,  hay un solo cuadro vendido por su hermano Theo el mismo año en que Van Gogh se suicida.  Detrás de la pintura – lo que no puede descubrir el haz de rayos X y el acelerador de partículas que han medido la fluorescencia de las capas de esa pintura misma  – existe un apasionado del arte, un buscador incesante del color, un hombre al que un nuevo cuadro le llama cada amanecer. Detrás de la pintura – a donde no ha podido llegar ese procedimiento utilizado que permite indentificar pigmentos de forma individual como acaba de hacerse en la Universidad de Tecnología de Delft (Holanda)- está un hombre solo, autor de las «Cartas a Theo» (Península), uno de los libros más estremecedores en la historia del arte.

» Vincent van Gogh  tiene muchos más motivos –se diría que puede tener todos los motivos– para desalentarse de cuanto hace. Ese único cuadro vendido en vida, esa ausencia total de comunicación del artista con el público (más precisamente en su caso, cuando se ha dicho y repetido cómo naturalezas, casas, muebles, objetos, figuras de sus cuadros están viviendo de tal modo que el espectador se hace partícipe activo y no contemplador pasivo de su obra), una opresión acuciante de los asaltos de la enfermedad y de las preocupaciones por cuantas atenciones económicas le dispensa su hermano Theo y a las que Vincent comprueba que no puede correspon­der vendiendo su pintura¼ Las causas del desaliento, en fin, en este artista pueden ser numerosas. Pues bien: su desánimo va y viene entrelazándose a su ánimo, y sus imprecaciones en momentos de cansancio en la lucha se alternan con declaraciones de fe y de firmeza en sí mismo, en su camino, en su tarea y hasta en su técnica.

          «No renuncio a la idea que tengo sobre el retrato, pues defender esa idea es muy importante, enseñarle a la gente que lleva dentro algo más que lo que la fotografía con su aparato puede sacar», escribe desde Anvers en 1885, para mostrar su atención unas líneas después a qué es lo que se vende: «Los marchands dicen que lo que se venden mejor son las cabezas y las figuras de mujeres. En fin, sea lo que sea, yo quiero a toda costa seguir adelante, quiero ser yo mismo. Y es que siento en mí la obstinación y estoy por encima de lo que la gente pueda decir de mí y de mi obra». Tiene en ese momento treinta y dos años. En enero de 1886 se inscribe en la Academia de Bellas Artes de Anvers, donde tras una corta estancia tormentosa decide abandonarla: «Debo decirte también que, aunque me acostumbre, las críticas de los de la Academia suelen resultar insoportables, porque decididamente siguen siendo desagradables. Sin embargo, busco sistemáticamente evitar las disputas, y prosigo tranquilamente mi camino. Me parece que estoy en vías de encontrar lo que busco» , escribe a punto de irse a París. Desde la capital de Francia confiesa, en el verano de 1887: «Me siento triste de pensar que, aun en caso de éxito, la pintura no compensará los gastos.» Y en la misma carta añade con despecho: «Yo siento pasar el anhelo de casamiento y de niños, y en ciertos momentos estoy bastante melancólico de estar como estoy a los treinta y cinco años, cuando me debería sentir completamente distinto. Y algunas veces se lo reprocho a esta sucia pintura. Y me sucede sentirme ya viejo y fracasado y, sin embargo, lo bastante enamorado todavía para no estar entusiasmado por la pintura. Para triunfar se necesita ambición, y la ambición me parece absurda». Ánimos y desánimos del artista» en «El artículo literario y periodístico. Paisajes y personajes») (Eiunsa, 2007, págs 295-296)

Detrás de la pintura hay esta frase: «Creo que la vida es muy corta y pasa muy rápidamente; entonces, siendo pintor hay que pintar, por lo tanto». Detrás de la pintura,  en Van Gogh se descubre: «Todavía una vez más, es paciencia lo que me hace falta en este caso, y perseverancia«.

Todo eso hay detrás de la pintura.

(Imágenes: «Parche de hierba» (1887), Van Gogh, propiedad del Museo de Kröller-Müller, donde se advierte el retrato descubierto bajo la pintura.-elmundo.es/ Van Gogh, Autorretrato del verano de 1887, con sombrero de fieltro.-Rijksmuseum, Amsterdam.-indexarte.com)

EL QUE NOS DICTA EN LA OSCURIDAD


En La vida interior de Martin Frost, la película que ha dirigido Paul Auster, aparece la musa encarnada en mujer, esa aparición inesperada que en la vida de todos los artistas ocurre. ¿Pero la musa o la inspiración existe? ¿No es el trabajo lo que domina? Que la inspiración me coja trabajando, han dicho autores memorables. En mi siglo y en todos los anteriores y posteriores, el primer verso siempre nos ha sido y nos será regalado, como decía Valéry . Otro novelista francés, hoy olvidado, Georges Duhamel, confesaba : «El relato que yo voy a hacer ahora está atravesado en mi garganta desde hace casi un año. Me pesa sobre el pecho. Ya es hora de librarme de él». Alguien, pues, nos dicta en la oscuridad. Conforme caminamos por las calles, cruzamos pasillos, contemplamos paisajes, vemos una película o leemos un libro, alguien detrás de la butaca, detrás de la chaqueta, pisando donde nosotros pisamos, colándose por las conducciones internas de los ojos, de los oídos, de los sentidos, entra inesperadamente en las bodegas del cerebro y nos va dictando el primer verso del primer poema aún sin empezar, el brote de la primera idea para un cuento. Luego nos deja solos. Hemos de trabajar. La inspiración regala la brizna de un pequeño movimiento (musical, literario, plástico), y luego el quehacer – con sus dificultades normales, sus entusiasmos y desalientos – nos lleva a través de lo que alguien llamó la transpiración más que la inspiración. «Quiero dibujar personas con una línea redonda y única. Haré cien dibujos, y si no es bastante haré mil más» escribía Van Gogh a su hermano Theo.
Tenemos conciencia de visitaciones fugaces de ideas y sentimientos, a veces asociados con lugares y personas, a veces concernientes tan sólo a nuestro espíritu – decía Shelley en su Defensa de la poesía -, y siempre surgiendo imprevisibles y partiendo espontáneos, pero nunca sin elevar y deleitar nuestro ánimo más allá de toda expresión.
De repente alguien nos dicta en la oscuridad de la vida corriente, en la encrucijada de ocupaciones y de preocupaciones. Oímos un aliento detrás, que no está detrás sino dentro, que tampoco está dentro sino que nos los trae esa visión de fuera. Nos volvemos y no hay nadie. Ha huido pero existe. Ese rumor, el inicio del verso, esa idea de la cual ya no podremos desprendernos nos lleva hasta la mesa del trabajo. Allí nos espera extendido el quehacer.