«EL PASO SUSPENDIDO DE LA CIGÜEÑA»

Pocas veces la soledad ha sido dividida por un río, pocas veces un matrimonio se ha visto celebrar en la distancia, pocas veces las manos han arrojado flores o arroz en el silencio del aire, gestos de felicidad muda, gestos de felicidad sin compartir. El río con sus aguas sosegadas intentaba separar los corazones de los novios y las aguas del río fueron testigos de la ceremonia, esa ceremonia filmada por Theo Angelopoulos con «El paso suspendido de la cigüeña«, la película de ese gran director griego que este año falleció y del que varias veces he hablado en Mi Siglo.

(Imagen: escena de «El paso suspendido de la cigüeña»)

TONINO GUERRA

«En el otoño de 1972, Federico Fellini telefonea a Tonino Guerra -así lo recuerda Benito Merlino en su estudio sobre el gran director italiano – al que conoce desde hace largo tiempo; son de la misma edad y hablan el mismo dialecto. Nacido el 16 de marzo de 1920 en Sant´Arcangelo, un pueblo que se encuentra a nueve kilómetros de Rimini, hijo de un pescador, Tonino Guerra es un poeta dialectal muy conocido. Empieza a escribir para distraer a sus compañeros de deportación, en el campo de Troisdorf, en Alemania. Desde 1953 se establece en Roma y trabaja con Giuseppe de Santis, Elio Petri, Vittorio De Sica, Mario Monicelli, Francesco Rossi, Wim Wenders, Theo Angelopoulos, los hermanos Taviani, Andreï Tarkovski y Michelángelo Antonioni. Es amigo también, y consejero artístico de Marcello Mastroiani, al cual orienta en todas sus películas».

A Tonino Guerra he aludido alguna vez en Mi Siglo y el Diario de Tarkovski ( 1970-1986) (Cahiers du Cinema) está lógicamente salpicado de referencias a él. «Tonino – dice por ejemplo Tarkovski el 8 de junio de 1980 –¡ qué hombre tierno y bueno, e ingenuo como un niño!«.

«Durante su infancia y adolescencia – sigue diciendo Benito Merlino -, Tonino Guerra y Federico Fellini casi han vivido las mismas historias en los mismos paisajes; están impregnados de las mismas tradiciones, con personajes que padecen las mismas locuras, iguales ignorancias, idénticas ridiculeces. A dos voces – podría decirse que a dos memorias – los dos se esfuerzan por trazar un retrato del mundo provinciano italiano. Federico dibuja y Tonino escribe. Es en el restaurante Cesarina, el preferido por Federico, cuando Fellini encuentra el título de su película. Se llamará «Amarcord» («Me acuerdo»):

«Lo sé, lo sé, lo sé,

que un hombre a los cincuenta años

tiene siempre las manos limpias

y yo me las lavo dos o tres veces al día;

pero sólo me veo las manos sucias

me acuerdo

de cuando era mozo».

(Pequeña evocación sobre el gran guionista italiano que acaba de morir)

(Imágenes:- 1.-Tonino Guerra.-ravennaedintorni. it/ 2.-Tonino Guerra.-ilrestodelcarlino.it/ 3.-Tonino Guerra con la viuda de Antonioni.-it ibtimes.com)

¿»CUÁNTO DURA EL MAÑANA»? O THEO ANGELOPOULOS

Hablaba Angelopoulos de la nueva “forma de mirar” tan influida por los americanos y señalaba que ellos “han sido muy listos y han logrado imponer una determinada manera de contar las cosas; la consecuencia es que han contaminado de una forma profunda nuestra forma de mirar. Ahora el público, influido también por la televisión, pide eso. El resultado es una falta total de educación estética. Lo vemos todos los días. Hoy la mayoría de películas escamotean el diálogo con la obra fílmica. Sucede todo tan rápidamente que no hay tiempo de pensar conjuntamente, que es lo que debe procurar un filme”.

En varias ocasiones he hablado en Mi Siglo de este gran director griego. De declaraciones suyas, de bellísimas películas.

(Una mirada hoy, una «nueva forma de mirarle«, como pequeño homenaje a quien acaba de morir)

(Imagen: de la trilogía de «Eleni», de Theo Angelopoulos.-dvdbeaver.com)

THEO ANGELOPOULOS

angelopoulos.-aa.-vertigomagazine.co.ujEl tiempo. Siempre el tiempo en el cine y en la vida. «En una ocasión estaba en Japón y fui invitado a cenar a casa del gran cineasta Nagisa Oshimacuenta Theo Angelopoulos en una interesante entrevista que publica el semanario «El Cultural» – Acababa de perder a su mujer a la que estaba muy unido. Nos sentamos a la mesa y allí estaba, en una esquina, una foto de ella. Para mi sorpresa, puso un plato enfrente de su imagen para que comiera. Después le pregunté por su último guión y me dijo que primero tenía que leerlo ella. Ahí tiene usted un caso de cómo el pasado y el presente suceden al mismo tiempo. Lo mismo pasa con el futuro, ¿qué es? Una respiración después. Ya está aquí (…) Yo parto de la idea de Heidegger de que el tiempo somos nosotros, con todo lo que ello implica. En este sentido, pasado, presente y futuro son, en realidad, una misma cosa».

En varias ocasiones he hablado en Mi Siglo de este gran director griego comentando algunas de sus películas. Puede ser polémico para algunos pero siempre es atrayente. Cuando se refiere, por ejemplo, a la nueva «forma de mirar» tan influida por los americanos señala que ellos «han sido muy listos y han logrado imponer una determinada manera de contar las cosas; la consecuencia es que han contaminado de una forma profunda nuestra forma de mirar. Ahora el público, influido también por la televisión, pide eso. El resultado es una falta total de educación estética. Lo vemos todos los días. Hoy la mayoría de películas escamotean el diálogo con la obra fílmica. Sucede todo tan rápidamente que no hay tiempo de pensar conjuntamente, que es lo que debe procurar un filme».angelopoulos.-9

Pero quizá una de las declaraciones más sugerentes de esta entrevista es la que alude de algún modo al proceso de creación, ese instante de magia, a veces mínimo, que nace dentro de la mente de un artista y transforma en un segundo una novela o un escenario. Cuando Angelopoulos estaba preparando «El paso suspendido de la cigüeña»  había una escena de una boda a la que el director le estuvo dando muchas vueltas porque quería algo realmente original. «De pronto recordé una noticia que había leído veinte años atrás- dice Angelopoulos – sobre una pequeña isla de Creta a la que era tan difícil acceder en invierno que a sus habitantes el cura les decía misa o los casaba subido a un monte de la isla de al lado. Yo quise rizar el rizo y puse a la mujer a un lado y al marido al otro. El resultado fue maravilloso».

Siempre un chispazo que roza lo fascinante, que penetra en lo insólito.

(Imágenes: 1.-vertigomagazine.co.uk/ 2.-escena de una de las películas de Theo Angelopoulos)

«EL POLVO DEL TIEMPO»

«La manera de expresión no la elige uno, sino que es ella la que te elige, y a mí me eligió el «plano-secuencia», ha dicho Theo Angelopoulos en su reciente visita a Madrid. 

 Varias veces he hablado en Mi Siglo de este director griego, del vapor de sus nieblas, de sus personajes avanzando sobre las aguas, de la atmósfera fantasmal que sabe recrear en sus películas. Leo que su film «El polvo del tiempo», con Irene Jacob, es una historia de amor entre dos mujeres y un hombre que se desarrolla en varios países y atraviesa el tiempo. El tiempo. Siempre el tiempo. «El cine, como la música – ha dicho Angelopoulos -, tiene un tempo lento y otro presto, y los músicos utlilizan los dos. Eso mismo sucede en el cine y en todas las narraciones. Al igual que hay escritores que escriben frases largas sin puntos, otros prefieren las cortas con muchos puntos. En el cine ocurre con el montaje, en el que yo prefiero el plano-secuencia. Es una forma de expresión que también depende del temperamento de cada director».

Tanto valora el tiempo este director que ha escogido al fin a Willem Defoe y a Bruno Ganz para esa película y ha desistido de Harvey Keitel. «Yo necesito actores que puedan esperar, que se tomen su tiempo – lo ha justificado así -, y Keitel no podía esperar».

Todos los artesanos del mundo toman tiempo y  paciencia para elaborar cuanto hacen. La arcilla, la tela bajo el pincel, la masa bajo las manos. También la bruma, la niebla, la historia y los personajes tienen su tiempo mientras avanzan sobre el agua.

(Imágenes: escenas de «El polvo del tiempo» de Theo Angelopoulos.-aaton.com/galbums.on-location/irene jacob en el film.-foto: Margarita Manda.-clprodtions.gr)

2008

En la memorable película de Theo Angelopoulos » La eternidad y un día«, un poeta va comprando palabras a todos aquellos que las venden, y adquiere así por unas pocas monedas la palabra cielo, y la palabra perfume, y la palabra olvido. Ahora que está a punto de llegar la gran esfera del misterio, un nuevo año cargado de paisajes y de conversaciones, rostros que conoceremos, penas y gozos, encuentros, despedidas, aquel proyecto hecho realidad y la última sonrisa que esperábamos, las palabras futuras se nos ofrecen aún sin abrir y será al rodar el mundo por los días del tiempo como la caja de las sorpresas nos mostrará el secreto.
«¿Cuánto dura el mañana?», pregunta en la película el escritor Aléxandros.
La respuesta la trae escondida el Año Nuevo.