MÚSICA DE LA NATURALEZA

El caballo relincha, el toro muge, el león ruge, el tigre gruñe, el mundo entero resuena de voces. Sólo los pájaros cantan  -recuerda el músico norteamericano Simeon Pease Cheney -. Son los artistas más delicados de la Naturaleza, que viven y trabajan por encima de la tierra”. Pero cuando Cheney desciende, por ejemplo, a escuchar al atajacaminos señala que éste “acentúa la primera y la última sílaba de su nombre -«whip-poor-will», en inglés – repitiéndolo valientemente y acentuando con más fuerza su final.(…) Los pájaros cantan magníficamente. Utilizan todos los intervalos de las gamas menores y mayores con una entonación perfecta, una voz pura, y ejecutándolos a la perfección; con un arte consumado de la melodía, un encanto magnético y espiritual que no posee ninguna otra música de la tierra».

Sobre la música de los pájaros he escrito alguna vez en Mi Siglo. Pero Cheney, además de acercarse al cielo exterior de los pájaros, descubre melodías en los interiores de las casas, allí donde el silencio de las cosas inanimadas y en las habitaciones de los objetos cansados, se escucha la música del agua de un grifo que gotea en un cubo medio lleno. «Me he quedado embelesado– dice Cheney en «La música de los pájaros« (Centellas) – por la música de una puerta que golpeaba perezosamente; producía unas sonoridades encantadoras, semejantes a las de un clarín que sonara a lo lejos, formando agradables acordes melódicos, mezclados con graciosas notas ligadas y con tecleados artísticos dignos de ser estudiados e imitados. Despertado por un viento violento una noche de invierno, oí cómo un vulgar perchero hacía arrremolinarse una melodía salvaje en unos intervalos de una pureza perfecta».

El oído se afina ante la animación de los objetos como el oído se afina tanbién ante el canto del jilguero amarillo, del tordo solitario, del charlatán, del verderón canoro o del cardenal de pecho rosado. Cheney fue el primero en Estados Unidos que se dedicó a transcribir directamente el canto de los pájaros en notas musicales. Pasó treinta veranos de su vida en los bosques de Nueva Inglaterra escuchando el canto de las aves. Y Antonín Dvorak  según puede leerse en el prólogo de este pequeño volumen – cuando estuvo en el verano de 1893 en un remoto pueblo de Iowa, dio largos paseos acompañado de este libro. Allí escribió su famoso Cuarteto de Cuerda nº 12 mientras meditaba en lo que decían estas páginas.

(Imágenes:-1.-Nathalie Maranda.- Gallerie de Bellefeuille/2.-pájaros de Durero/ 3.-foto por Paul Nicklen.-The National Geographic)

OTOÑO 2010 (5) : HAN YÜ

«Todo resuena, apenas se rompe el equilibrio de las cosas. Los árboles y las yerbas son silenciosas; el viento las agita y resuenan. El agua está callada: el aire la mueve y resuena; las olas mugen: algo las oprime; la cascada se precipita: le falta suelo; el lago hierve: algo lo calienta. Son mudos los metales y las piedras, pero si algo los golpea, resuenan. Así el hombre. Si habla, es que no puede contenerse; si se emociona, canta; si sufre, se lamenta. Todo lo que sale de su boca en forma de sonido se debe a una ruptura de su equilibrio.

La núsica nos sirve para desplegar los sentimientos comprimidos en nuestro fuero interno. Escogemos los materiales que más fácilmente resuenen y con ellos fabricamos instrumentos sonoros: metal y piedra, bambú y seda, calabazas y arcilla, piel y madera. El cielo no procede de otro modo. También él escoge aquello que más fácilmente resuena: los pájaros en la primavera; el trueno en verano; los insectos en otoño; el viento en invierno. Una tras otra, las cuatro estaciones se persiguen en una cacería que no tiene fin. Y su continuo transcurrir, ¿no es también una prueba de que el equilibrio cósmico se ha roto?

Lo mismo sucede entre los hombres; el más perfecto de los sonidos humanos es la palabra; la literatura, a su vez, es la forma más perfecta de la palabra. Y así, cuando el equilibrio se rompe, el cielo escoge entre los hombres a aquellos que son más sensibles, y los hace resonar».

Han Yü (768-824) : «Misión de la literatura» ( traducción de Octavio Paz)

(Imagen: foto Kurasovas Olegas.-The National Geographic)

OTOÑO 2010 (4) : SHELLEY

«El día es más solemne y más sereno

al declinar la tarde. En el otoño

hay brillos en el cielo, hay armonías

que el ardoroso estío desconoce

como si fueran algo inexistente.

Tú, cuya fuerza descendió lo mismo

que la verdad de la Naturaleza

sobre mi triste juventud antaño,

de hoy más tu calma cede a mi destino,

yo que me consagré a tu culto, amando

todas las formas que te contenían,

Espíritu sereno, cuyo hechizo

a mi propio temor me encadenara

y a amar por ti la humanidad entera».

Percy B. Shelley: «Himno a la Belleza intelectua

(Imagen: foto: Michael Yamashita.-National Geographic)