ASPECTOS DE LA BIOGRAFÍA

escritores.-5gyu.-Stefan Zweig y Maximo Gorki.-Sorrento.-1930

El primer rasgo que debe tener una biografía, según opinaba un gran conocedor del género como fue André Maurois, es la valiente búsqueda de la verdad. El segundo, la inquietud por la complejidad de la persona. También se ha dicho que el objetivo de la biografía es la transmisión verídica de una personalidad y que algo esencial en toda biografía es la elección de los detalles. Cuando Maurois escribe «De la biografía como obra de arte» desea recoger, aunque no lo comparte, el acercamiento que tiene Marcel Schwob al enfocar la vida de personajes muy distintos. «El arte del biógrafo consiste – había señalado Schwob -en valorizar tanto la vida de un pobre actor como la vida de Shakespeare. Es un bajo instinto el que nos lleva a ver con satisfacción el mechón en la frente de Napoleón. La sonrisa de Monna Lisa, de la que nada sabemos, es más misteriosa. Y una mueca dibujada por Hokusai, conduce a meditaciones más profundas». Pese al enorme encanto de este extracto – matiza Maurois sobre estas palabras-, no considero justas las ideas que expone. Lo propio de las vidas de desconocidos es que dejan escasas huellas, a menos que imaginemos a un hombre genial que haya escrito cartas admirables y no las haya publicado».

Monna Lisa.-2sdc.-Leonardo da Vinci.-museo del Louvre.-wikipediaLas biografías como género han continuado expandiéndose a lo largo del tiempo y tienen gran eco entre nuestro público. Sobre el trabajo de un biógrafo excelente y ameno como fue Stefan Zweig al escribir su «María Antonieta«, habló Friderike Zweig en sus Memorias «Destellos de vida» (papel de liar) y la polémica sobre si es lícito o no novelar de algún modo dentro de una biografía siempre ha estado viva. Mientras existen biografías muy fieles, minuciosas y enormemente documentadas como, entre otras, las de Painter y Ghislain de Diesbach sobre Proust o la de Knowlson sobre BeckettMaurois opinaba: «Críticos e historiadores han dicho sobre todo esto: «Quizá los  personajes tradicionales que se nos había descrito, el Wellington de la leyenda inglesa, el Washington de la leyenda americana, no eran verdaderos. Es posible, pero, ¿qué nos importa? No todas las verdades pueden decirse. A menudo conocemos historias crueles sobre nuestros amigos vivos, historias que nos guardaremos de contar. ¿Por qué íbamos a mostrarnos menos leales con nuestros amigos muertos y con los grandes hombres? No hay duda de que no fueron perfectos; no hay duda de que había una parte de leyenda en el retrato, demasiado bello, que se hizo de ellos. Pero, la leyenda, ¿no inspiraba acaso grandes cosas? Servía como ejemplo a hombres débiles elevándoles por encima de su propia talla. Por otra parte, ¿era acaso tan falsa? Las acciones de un hombre son, con frecuencia, más grandes que él. ¿No hay grande hombre para su ayuda de cámara? Esto no demuestra que hayan existido grandes hombres. Demuestra que ha habido pocos ayudas de cámara».

escritores.-ffoo.-André Maurois

En nuestras letras hispanas acaso unas biografías excelentes como las que escribió Gómez de la Serna sobre Quevedo, Lope de Vega, Valle- Inclán o en sus «Efigies» de Baudelaire, Ruskin o Gerardo de Nerval son ejemplo de la mezcla entre anécdotas verdaderas y anécdotas apócrifas, presentadas de un modo consciente, añadiendo que hubieran podido ser verdad. Al comentarlas, Carmen Bravo – Villasante, autora de una importante biografía de Pushkin, decía: «Estas anécdotas inventadas nos iluminan, a veces, tanto sobre la vida de los biografiados, que no podríamos prescindir de ellas en sus biografías. Con esto, el artista acentúa los rasgos característicos del hombre. Es la misma fantasía poética de Picasso en sus retratos, cuando pinta a Jacqueline con tres rostros o dos cabezas, para darnos la impresión sobrecogedora de la verdad de una personalidad«.

(Imágenes:-1.-Stefan Zweig y Maximo Gorki en 1930/2.-Monna Lisa.-Museo del Louvre.-wikipedia/3.-André Maurois.-tecnoculto.com)

MISTERIOS DE LA CREACIÓN

«Echemos un vistazo sobre los manuscritos de Beethoven explicaba Stefan Zweig en una conferencia pronunciada en Buenos Aires en octubre de 1940 -¡ Qué contraste tan sorprendente nos ofrecen! (…) He aquí, primero, sus anotaciones de bolsillo, que siempre llevaba consigo en sus amplios faldones y en los que de vez en cuando trazaba unas cuantas notas con un gran lápiz grueso – un lápiz como, por lo demás, sólo suelen usarlo los carpinteros. Le siguen otras notas que no tienen relación alguna con las anteriores; en esos libros de trabajo de Beethoven todo forma un caos tremendo; es como si un titán hubiera tirado bloques montañosos, impulsado por la ira. (…) Los contemporáneos nos han dado noticias claras sobre su modo de trabajar. Corría horas enteras a campo traviesa, sin fijarse en nadie, cantando, murmurando, gritando salvajemente, ora marcando el ritmo con las manos, ora lanzando los brazos al aire en una especie de éxtasis; los campesinos que de lejos le veían le tomaban por un loco y le esquivaban con cuidado. De vez en cuando se detenía y registraba con el lápiz unas cuantas de esas notas, apenas legibles, en su cuadernillo de apuntes. Luego de haber llegado a su casa, se sentaba a su mesa y trabajaba y componía poco a poco esas ideas musicales aisladas. En tal estado surgía otra forma del manuscrito, hojas de un tamaño mayor generalmente escritas ya con tinta y en que se presenta la melodía con sus primeras variaciones». 

Así va adentrándose Zweig en los recovecos de «El misterio de la creación artística» (Sequitur) analizando a célebres y variados artistas.  Stefan Zweig, en ese largo mes que pasa en Buenos Aires, sin que el escritor, adulado y aplaudido encuentre las satisfacciones del amor propio de otras veces, quiere penetrar en ese mundo que él define así :» de todos los misterios del universo, ninguno más profundo que el de la creación». «Schubert – comenta por ejemplo -podía estar sentado con unos amigos en una habitación, hojear un libro y encontrar en el mismo una poesía, levantarse de pronto, dirigirse a una pieza contigua y volver al cabo de diez o quince minutos (…); se sentaba entonces al piano y tocaba para los amigos la canción que acababa de componer, uno de aquellos lieder que aún hoy se cantan en todos los países».

La mirada divulgadora y precisa de Zweig nos recuerda también que «Leonardo dedicaba a un solo cuadro, su Monna Lisa, dos o tres años, una sola hora o dos por día, y algunos días ninguna, porque deseaba reflexionar primero sobre cada detalle, cada matiz. Holbein y Durero trazaban bosquejos al lápiz y medían la tela con el compás antes de colocar el primer trazo de color, y necesitaban meses enteros para concluir un cuadro, que no por ello era más perfecto que uno de Goya o de Frans Hals, quienes en pocas horas retenían de modo inolvidable la imagen del ser humano».

«No basta que el artista esté inspirado para que produzca. – concluye el escritor austriaco – Debe, además, trabajar y trabajar para llevar esa inspiración a la forma perfecta. La fórmula verdadera de la creación artística no es, pues, inspiración o trabajo, sino inspiración más trabajo, exaltación más paciencia». Cuestiones que en más de una ocasión han aparecido en Mi Siglo.

(Imágenes.-1.-Steef Zoetmulder.-1944/ 2.-Robert Motherwell.-1960/ 3.-Bill Brandt.-1948/ 4.-The Faience violin.- One of the Masterpieces of  Rouen Faicence.-foto Petiton.- Rouen Museum)

GABRIELA MISTRAL Y LOS RECUERDOS

La aparición del libro «Gabriela Mistral. La niña errante» (Lumen) con el análisis de la correspondencia privada entre la poetisa chilena  y la estadounidense Doris Dana, poeta también y traductora, vuelve a evocarme la figura de aquella mujer sobre la que he escrito no hace mucho en la Revista Alenarte el siguiente artículo:

Lucía Godoy Alcayaga, nacida en Vicuña, provincia de Coquimbo, en 1889 y fallecida en Nueva York en 1957 – conocida mundialmente como Gabriela Mistral -, maestra en las escuelas rurales de su país, madre vocacional sin hijos, convocada por el ministro José Vasconcelos en 1922 en México para colaborar en la reforma de la enseñanza, fue galardonada con el Premio Nobel en1945.

El suicidio de un joven con quien compartió un breve idilio, el suicidio también, en 1942, de Stefan Zweig – con quien mantenía una profunda amistad –  y  asimismo el suicidio en 1943 de un sobrino de la poetisa parece que quisieran rondar de alguna forma los versos de este poema, “Interrogaciones”, obra de esta gran escritora chilena.

“¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?

¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,

las lunas de los ojos albas y engrandecidas,

hacia un ancla invisible las manos orientadas?

¿O Tú llegas, después que los hombres se han ido

y les bajas el párpado sobre el ojo cegado

acomodas las vísceras sin dolor y sin  ruido

y entrecruzas las manos sobre el pecho callado?”

El poema sigue. La fuerza de la poesía y de la vida continúan. Esos versos y otros muchos dejan las interrogaciones abiertas y las preguntas asomadas a cuestiones vitales, hondas cuestiones del vivir:

“Padre Nuestro que estás en los cielos,

¿por qué te has olvidado de mí?”

Te acordaste del fruto en Febrero,

al llagarse su pulpa rubí.

¡Llevo abierto también mi costado,

y no quieres mirar hacia mí!

(…)

Ahora suelto la mártir sandalia

y las trenzas pidiendo dormir.

Y, perdida en la noche, levanto

el clamor aprendido de Ti:

“Padre Nuestro que estás en los cielos,

¿por qué te  has olvidado de mí?”.

Desolación” (1922), “Ternura” (1925), “Tala” (1938), “Lagar” (1954) son algunos de sus grandes títulos. Unos preferirán la primera etapa de “Desolación”, otros se inclinarán por las composiciones más abstractas de “Tala”, pero en cualquier caso su poesía será  elogiada por Vicente Huidobro, Paul Valéry, Pedro Salinas, Miguel Ángel Asturias y Pablo Neruda. A lo largo de sus incontables viajes como diplomática y conferenciante conocerá a Romain Rolland, Giovanni Papini,  Henri Bergson, Unamuno o Madame Curie. Pero sobre todo se acercará a los niños, a las arenas, a las aguas, a la gruta y al árbol, a la menuda materia que le rodea en la vida y a la sombra de tantas criaturas que encuentra a su paso para elevarlas luego al paso del Creador.

Su ansia de maternidad le empujará a exclamar:

“¡Un hijo, un hijo, un hijo! Yo quise un hijo tuyo

y mío, allá en los días del éxtasis ardiente,

en los que que hasta mis huesos temblaron de tu arrullo

y un ancho resplandor creció sobre mi frente.

Decía: ¡Un hijo!, como el árbol conmovido

de primavera alarga sus yemas hacia el cielo…”

Se acercará también hasta el crepúsculo y  sobre él, y mirándolo fijamente, lanzará una visión audaz:

“Yo no le amo. Yo le odio su traición de pulpo blando que babea el noble poniente y se come la vida. Yo le odio el ojo sesgado de ladrona doméstica, cuando se va con mi día, que me era fiel y quería quedarse en mi cara: la maña callada con que me hace resbalar la luz que estaba tendida de mi rodilla a mi rodilla, como una gran mazorca luminosa”.

Es la potencia, la audacia, la ternura de una composición poética original,  voz a la orilla de la maternidad, voz en el quicio de la Naturaleza, voz contemplando cuanto admira e interrogando a la vez a toda extrañeza».

( Para una cronología de la autora puede visitarse la sección de la Biblioteca del Cervantes Virtual, en especial el artículo de Inmaculada García Guadalupe)

(Imágenes:Salvo la primera foto -perteneciente a Alenarterevistael resto son propiedad del Instituto Cervantes.)

MAHLER, 150 AÑOS

Gustav Mahler confesó una vez a Bruno Walter que tenía miedo de que alguien se suicidara tras escuchar el finale de La canción de la tierra. Su viuda recordaba también que el compositor y director de orquesta se lamentaba así: » soy un desarraigado por triplicado; por ser bohemio, en Austria; por ser austriaco, en Alemania; por ser judío, en el mundo entero. Intruso en todas partes: en ninguna bienvenido«. Fue Mahler el primer director, en un siglo de existencia del Teatro de la Ópera, que permanecía en pie en vez de sentarse mientras dirigía. Usaba las dos manos para separar cada frase. Como director musical de ópera -lo recuerda William Johnston al analizar «El genio austrohúngaro» (Krk) -, Mahler aterrorizaba a los intérpretes con su perfeccionismo y sus ansias de reforma, que llevaba a cabo guiado por el lema que se le atribuye: «la tradición es desidia«.

De Mahler dijo igualmente Thomas Mann que este músico era «el hombre en el que se encarna la voluntad artística más profunda y sentida de nuestro tiempo«. En mayo de 1911 Mann leía impresionado los comunicados que informaban hora a hora sobre la agonía del compositor. Pasión y técnica en Mahler, como evoca Bruno Walter en sus Memorias. Concretamente del  «golpe de tambor» ocurrido en 1907 en el Hotel Majestic de Nueva York hablé ya en Mi Siglo: fue aquel tremendo golpe de tambor escuchado en la calle, desde lo alto de un balcón, el que él usaría en la Décima Sinfonía. Mahler puso extremada atención con su oído ante ese golpe de tambor; lo mismo ante el canto de los pájaros y el estremecimiento de las hojas; lo mismo para escuchar a Freud el 26 de agosto de 1910, cuando acudió a su consulta con ocasión de un viaje a Leiden. Mahler no  tenía tiempo de componer mas que en las épocas del verano que siempre pasaba en Austria. Y durante esos meses, lejos de las manifestaciones públicas de la vida musical, se refugiaba en su universo espiritual.

«Jamás, en ningún momento se detenía el motor gigante  que era su espíritu – decía Alma Mahler en sus Memorias -. De nada se aprovechaba, no reposaba nunca. Por el poder absoluto que ejerció durante años, y a causa de cuanto alrededor le sometía en cuerpo y alma, acabó por acceder, solitario, a un camino que le aisló completamente de sus contemporáneos«.

Y quizá deberían existir por alguna parte unos apuntes puntualmente anotados por Stefan Zweig si hubiera contemplado uno de aquellos «pequeños momentos estelares de la humanidad«, cuando en el verano de 1896 Brahms y Mahler salen a dar un paseo cerca de Ischl. Llegan a un puente y permanecen silenciosos contemplando una espumosa corriente de montaña. Un momento antes han estado discutiendo acaloradamente sobre el futuro de la música y Brahms ha dicho cosas verdaderamente duras sobre la joven generación de músicos. Pero ahora están fascinados ante la vista de los remolinos golpeando las piedras y haciendo espuma. Mahler mira corriente arriba y señala la interminable procesión de remolinos. ¿Cuál es el último?», le pregunta a Brahms con una sonrisa. Más que en el futuro de la música piensa en el futuro del agua.

Pequeña evocación de Gustav Mahler a los ciento cincuenta años de su nacimiento: Bohemia, 7 de julio de 1860- 7 de julio 2010

(Imagen.-Gustav Mahler.-wikipedia)

KANDINSKY O EL MOMENTO ESTELAR

pintores.- 22nb.-Kandinsky.-Mujer en Moscú.-1912.-Museum Syindicate

 «Un día, en Munich, Kandinsky ha entrevisto en el espacio de un instante un cuadro de una belleza extraordinaria – cuenta Brigitte Hermann en la biografía del pintor (Hazan) -. La extraordinaria impresión no ha durado mucho tiempo: se trataba de uno de sus propios cuadros que, colocado de lado y visto desde otro ángulo, se ha transformado instantaneamente en la imagen tornasolada de un azul sutil revelando el crepúsculo. El artista no lo había reconocido».

Todos los comentaristas de Kandinsky recuerdan ese momento. Es un momento estelar, de los que le hubiera gustado fijar en la Historia a Stefan Zweig. En ese instante de Munich el pintor – recuerda otro crítico -«al ver a través de la ventana de su estudio sus cuadros al revés, le provocan una inmediata sensación de extrañeza, una profundísima emoción, prueba irrefutable de que lo esencial en un cuadro no era el reconocimiento de unas figuras concretas, sino precisamente de una sensación, en su caso, de una suerte de resplandor azul». Este incidente, sin embargo, no fue fortuito. Se ha dicho que Kandinsky llevaba tiempo dando vueltas a nuevas posibilidades. Una representación de Lohengrin en Moscú le hizo pensar que la pintura podía tener la misma capacidad que la música para transmitir sensaciones a través de lo abstracto: en música, ritmos, intensidades, pausas; en pintura, color, forma, composición.

pintores.-Kandinsky.-Amarillo, verde, azul.-1925.-Museum Syindicate

1909  es el año en el que Kandinsky empieza a elaborar en su mente lo que escribiría en 1910, su gran libro – «De lo espiritual en el arte» -, publicado en 1912.  «Las almas son diferentes, sus sonoridades son diferentes, y por consecuencia, las formas artísticas son diferentes».- dirá ese año al comentar una exposición -. «De ahí, una gran variedad en los colores, en la construcción, en el grafismo. Lo que no impide que todo obedezca a un deseo común, aquel del diálogo entre las almas. Y he aquí lo que explica la grande, feliz unidad de esta exposición«.

pintores.-77bvg.-Kandinsky.-Improvisación 11.-1910.-Museum Syndicate

Diálogo entre las almas. Diálogo entre diversos colores y diálogo entre la pintura y la música. Lo que Kandinsky llamará sus «impresiones» son los estudios que él pinta o dibuja tomados de la naturaleza exterior; sus «improvisaciones» serán en cambio la expresión de acontecimientos interiores: ambas obras nacidas de anotaciones directas. En cuanto a lo que él designa como «composiciones» serán expresiones interiores elaboradas muy lentamente para producir un efecto conscientemente organizado. Convencido de que los colores tenían correspondencia con sonidos, y en general, con sentimientos y sensaciones, Kandisnky veía todo el cuadro dentro de él antes de ponerse a pintarlo. También Kandinsky es atraído por el poderío de una especial montaña, como Cézanne  Si Cézanne quedó imantado por la «Montagne Saint Victoire«, Kandinsky pinta también su personal «Montaña azul«. 

pintores.-989nbm.-Kandinsky.-La montaña azul.-1908.-Museum Syindicate Pero todo nacía de aquel momento estelar fulgurante que él había vivido. Momento estelar o – también podría quizá llamarse  ( como se ha denominado especialmente en literatura) -, epifanía.

(Imágenes:-1.-Mujer en Moscú.-1912/2.-amarillo,rojo,azul.-1925/3.-Improvisación 11.-1910/4.-La montaña azul.-1908.-Museum Syindicate)

MOMENTOS ESTELARES

A veces en Mi Siglo no es necesario escribir sino transcribir. Hoy en «El Mundo» Arcadi Espada transcribe a su vez unos párrafos de «Decisiones instintivas«, el libro de Gerd Gigerenzer que narra con detalle el día de la caída del Muro. Espada evoca la tarde del 9 de noviembre de 1989 en que, en el lado soviético de Berlín, el portavoz del Partido Comunista convocaba una rueda de prensa, con preguntas. Ese portavoz se llamaba Schabowski y en la rueda de prensa un periodista de la agencia Ansa, Riccardo Ehrman, que había llegado corriendo y tarde, y ante la falta se sillas, ocupó un lugar en el suelo de la tarima, enfrente del funcionario soviético, le preguntó a Schabowski cuándo entraría en vigor la nueva ley de viaje. El portavoz dio a entender que iba a entrar en vigor de inmediato. Otro corresponsal de la NBC– sigue contando Arcadi Espada – le preguntó al funcionario comunista si la medida afectaba a todas las fronteras, y éste asintió. Riccardo Ehrman escribió en ese momento en su cuaderno: «La promulgación de la ley de viaje es el equivalente a la caída del Muro«. Su despacho de agencia lo tituló la agencia Ansa: «El Muro de Berlín ha caído«. Eran las 19,31, y así se extendió por todo el mundo.

Y ahora viene todo el relato de Gigerenzer sobre lo que ocurrió esa noche:

«A las ocho de la tarde, los noticiarios de Alemania Occidental resumieron apremiados la conferencia de prensa con sus propias palabras y apareció Schabowski, diciendo: «Ahora mismo, de inmediato». Las agencias de noticias entraron en esta competición de ilusiones e informaron erróneamente de que la frontera ya estaba abierta. El rumor llegó al Parlamento de Bonn, que casualmente estaba reunido. Profundamente conmovidos, algunos con lágrimas en los ojos, los diputados se levantaron y empezaron a cantar el himno nacional alemán. Los alemanes orientales que estaban viendo la televisión de la otra Alemania se sentían más que dispuestos a sumarse a las ilusiones sembradas por las noticias. Un sueño infinitamente lejano parecía haberse hecho realidad. Miles y luego decenas de miles de berlineses orientales subieron a sus coches o fueron andando hasta los pasos fronterizos. Pero naturalmente los guardias no tenían órdenes de abrir la frontera. Los airados ciudadanos exigían lo que creían que era su nuevo derecho de paso, y al principio los vigilantes se negaban a franqueárselo. Sin embargo, ante la avalancha de personas que los empujaban físicamente el oficial de uno de los pasos, temeroso de que sus hombres murieran pisoteados, levantó finalmente las barreras. Pronto se abrieron los demás pasos. No se disparó un solo tiro ni se vertió una sola gota de sangre. ¿Cómo pudo producirse este milagro? La causa inmediata de la caída del Muro de Berlín resultó ser una combinación de ilusiones y de un posterior rumor no fundamentado que se extendió como un reguero de pólvora. El Gobierno se sorprendió tanto como sus ciudadanos. Mientras que un levantamiento bien planificado podía haber sido aplastado fácilmente con tanques y soldados, como sucediera en 1953″.
Por tanto, ante crónicas detalladas y menudas como ésta, no es necesario escribir sino transcribir. He pensado inmediatamente qué haría ante este acontecimiento un nuevo Stefan Zweig con sus «Momentos estelares de la humanidad». Sin duda, para el siglo XX, éste – con otros muchos, porque hubo varios – fue un «momento estelar«. Algo que transforma las vidas de los hombres y el caminar de la Historia. No llega a ser, naturalmente, la conquista de Bizancio (el 29 de mayo de 1453); tampoco alcanza al descubrimento del océano Pacífico (aquel 25 de septiembre de 1513); no es en absoluto el minuto de Waterloo, el 18 de junio de 1815; tampoco las primeras palabras a través del océano, el 28 de julio de 1858. No es nada de todo eso y lo es todo. A las 19, 31 del 9 de noviembre de 1989 – no se han cumplido los veinte años – se transmite casi sin querer un momento estelar y los periódicos, las emisoras y las pantallas se quedan asombradas e incrédulas. El viento de la Historia acaba de cambiar.
(Imágenes: El Muro de Berlín.-ppc.uc.ac-cr/ El Muro.- foro. medotiempo.com/
Rachmáninov interpretando junto al Muro.-elpais.es)

MAYO 68 : HISTORIAS DE LA HISTORIA

París, 29 de mayo 1968

«A las 11.30 horas el General, su mujer y su ayuda de campo dejan el Elíseo. En dirección a Issy-les-Moulineaux, donde esperan dos helicópteros. A mediodía, tras haber cargado numerosos bultos – entre ellos material completo para transfusiones sanguíneas, que acompaña al Presidente de la República en todos sus viajes -,despegan.
Escala en Saint-Dizier para saber noticias de Massu, que a estas horas ya debe haber sido prevenido por De Boissieu. No hay noticias. De Boissieau no ha podido localizar a Massu a causa de la huelga de Correos y Teléfonos…¿Qué se puede hacer ahora? El General reflexiona, con el ruido ensordecedor del helicóptero al fondo. Luego escribe en el dorso de un sobre que tiende a su ayuda de campo: «Residencia del general comandante en jefe de las FFA» (Fuerzas Francesas de Alemania). Así que De Gaulle se va a ir a Alemania, al extranjero, a casa del general Massu, que ayer, cuando se ventilaba la independencia argelina era su adversario, – sin avisar.
Se vuela raso para evitar los radares. El helicóptero sigue las curvas del terreno, sube y baja acatando los caprichos de la geología. Es discreto, pero cansado. El General y Madame De Gaulle ya no son jóvenes.
14.40 horas. Por fin consiguen contactar con Baden-Baden a través de la radio y se anuncian.
15.01 horas. El general Massu los espera en la pista de aterrizaje en posición de firmes. Apenas han bajado del helicóptero, mientras Madame Massu se hace cargo de Madame De Gaulle y se bajan las maletas de la pareja presidencial, el General ataca:
– ¡Se fastidió todo, Massu!
-¡No lo crea, mi General! Un hombre de su prestigio aún tiene posibilidades de actuar -le responde el militar.
De Gaulle explica:
– Se fastidió todo, los comunistas han provocado una parálisis total en el país. Yo ya no tengo ningún poder de mando. Así que me retiro, y como en Francia siento que estamos amenazados, yo y los míos, vengo a buscar refugio en su casa… Le he dicho a mi hijo que se reúna conmigo aquí, acompañado de su familia…Lo único que hay que hacer es avisar a las autoridades alemanas de mi petición de hospitalidad.
Y añade, catastrofista:
-¡Ahora que ya no estoy en Francia, el Consejo Constitucional anunciará mi destitución!
Massu no se deja impresionar: «Mi General, qué importa eso, está Ud. en una situación jodida y todavía lo estará durante algún tiempo. Vuelva. No se puede hacer otra cosa».
Después de una tortilla, un vaso de agua y dos cafés, De Gaulle se siente mejor. A pesar de los sarcasmos de Madame Massu -«No se puede volver a vivir un 18 de junio a los setenta y ocho años» -, y por muy grande que haya sido su desconcierto, se ha recuperado en menos de una hora. Da la orden de realizar los preparativos para la partida».
(Esto – que cuenta Sitbon en «La primavera de París» y que yo recojo en mi libro sobre «Mayo del 68» – no es indudablemente un «momento estelar de la humanidad«, por tomar la frase de Stefan Zweig, pero sí un «pequeño momento estelar» de ese mayo parisino que estos días se evoca. Aquella mañana, a las siete, el General había anulado una cita para comer, anunció que tenía el proyecto de descansar y «dormir un poco» en su casa de Colombey-les-Deux-Églises. Era la versión oficial, pero esa versión era falsa. A las ocho de la mañana De Gaulle pidió al director de su gabinete militar que partiera inmediatamente hacia el Este, llevando a su hijo, su nuera y sus tres nietos, que serían confiados – dijo – al general Massu en Baden-Baden.
Nadie en París supo ese día la verdad de aquella «desaparición» del Presidente de la República. El Elíseo estaba vacío de poder. La verdad no la conocían ni los políticosMendès-France, Mitterrand, Pompidouni tampoco nosotros, los corresponsales que estábamos allí.
Son las pequeñas historias de la Historia que se saben mucho tiempo después y que desvelan muy despacio sus curiosos enigmas).

( NOTAS A LECTURAS) (Umbral. 2)

Hoy Arcadi Espada en su columna de EL MUNDO habla de Anna Caballé a la que yo me referí en mi blog del 29 de agosto. El libro de la profesora sobre Umbral -«El frío de una vida»-«cuya sola mención – dice Espada-se ha eludido estos días como peste en el duelo por el escritor» abre, como dije, el panorama sereno de la crítica. ¿No es más alto y profundo en Lorca «Poeta en Nueva York» que otros «Romanceros» aplaudidos popularmente en un principio? ¿No hay obras teatrales de Valle-Inclán o novelas como «Tirano Banderas» que superan a algunas de sus «Sonatas»? ¿Qué ha quedado de la musical sonoridad de Gabriel Miró? ¿Qué lugar ocupan en Galdós los «Episodios Nacionales»? Es necesaria la distancia. Hacer crítica rigurosa y sosegada supone ir colocando-lo hacen los historiadores-las cajas de las obras en las estanterías de la gran Biblioteca. Además vienen luego las modas. ¿No nos trae el viento, por ejemplo, de nuevo a Stefan Zweig? Vientos y modas entran y salen por las ventanas de la Biblioteca del mundo cruzada de laberintos. «El tiempo lo cura todo», le dice un lector a otro mientras hojea en la penumbra un libro olvidado. Y el otro en silencio asiente mientras abre también otras páginas y, tras desempolvarlas, las vuelve a colocar cuidadosamente alineadas en su memoria.