
Nueva York ha cambiado mucho después del 11 de septiembre. Desde sus orígenes ofrece un nuevo rostro cada cuatro o cinco años – confesaba Siri Hustvedt— .En este momento hay allí muchos más escritores que en todos los Estados Unidos. Yo he estado enamorada de Nueva York mucho antes de conocerla. Había decidido ser escritora y obtener un diploma literario para participar en una vida cultural intensa. En el barrio donde yo vivía había crímenes, tráfico de drogas, violaciones. Pero era un paraíso para mi. Ir en el metro y pasear era una experiencia fascinante. Amo la muchedumbre, amo los colores, descubro sin cesar lugares nuevos. Cada vez que atravieso el puente de Brooklyn noto un sentimiento de excitación: Manhattan es uno de los paisajes urbanos de lo más singulares y fascinantes que yo conozco. De una acera a otra la experiencia puede ser radicalmente diferente. La tolerancia es tan manifiesta que cada habitante puede afirmar su personalidad como quiera reinventarla, libremente. Este barrio donde yo vivo es una parte de mi misma. Hago mis compras siempre en los mismos comercios, conozco a los comerciantes por sus nombres. Y nadie presta atención a mi vida privada. Ahora parece prácticamente imposible escribir una novela situada en Nueva York sin evocar lo que está absolutamente incrustado en la conciencia de la ciudad, como es el 11 de septiembre. Hemos vivido en el miedo. Pero los habitantes de Nueva York .están mucho menos convulsionados que las gentes del interior. La atmósfera sigue siendo liberal, abierta.
