CAMINOS VISIBLES E INVISIBLES

caminos-ybbb-Richard Long- nationalgalleries org

 

«El tiempo pasa, los lugares permanecen – confiesa el escultor inglés Richard Long -. Un paseo atraviesa la vida, es físico, pero también invisible. Una escultura está quieta, es un alto en el camino, visible. La libertad de usar de manera precisa todos los grados de visibilidad y permanencia es importante en mi trabajo. El arte puede ser un paso o una piedra. Una escultura, un mapa, un texto, una fotografía, todas las formas de mi trabajo son iguales y complementarias. El conocimiento de mis acciones, en cualquier forma, es el arte. Mi arte es la esencia de mi experiencia, no una representación de ella».

Visibles e invisibles caminos se abren cada vez que empieza un día, sea uno artista o no. Lo importante es recorrer  esos caminos, hacerlo inteligentemente y hasta el final.

(Imagen.-Richard Long)

¿CÓMO SE ESTRUCTURA UN CUENTO?

 

 

 

“Un cuento —decía Sergio Pitol —no siempre responde a los mismos estímulos, obedece  a una intranquilidad interna tal vez por estar obsesionado por un personaje, o por una o dos frases que uno ha oído al azar en un café, o una tonadilla de canción que repites sin saber por qué; casi todos mis cuentos están muy ligados a cosas que he visto y  escuchado que después transformo. No puedo casi imaginar si no veo algo, oigo una conversación, veo una cara con determinada expresión que después, a veces muchos años después, brota de la memoria. Todo empieza a esbozarse muy vagamente; de pronto en medio de esa vaguedad comienzo a estructurar una historia que se anuda con algunas preocupaciones inmediatas. Al escribir el borrador de un cuento se organiza de inmediato la trama; todos sus componentes  surgen inmediatamente, y construyen una estructura, que para mí es lo fundamental. En el primer bosquejo el lenguaje puede ser muy elemental, redacto como un niño de once o doce años. En uno de mis cuentos trabajé intensamente para lograr una coherencia interna. Pienso, por ejemplo, cómo se comportaría ante alguna situación una señora de una ciudad de provincias, por ejemplo, de sesenta  años, dentista, esposa de dentista, qué sinsabores y alegrías conoce en su profesión, qué libros lee, qué cine prefiere, cómo se viste, en qué periódicos se informa, y mil detalles más; es aún el proceso previo a la escritura, gran parte de esa información no interviene en el relato, está en mis diarios, pero para mí algunos detalles me resultan como sostenes de la historia y le imprimen verosimilitud; permite un encuentro con la realidad y al mismo tiempo establece una niebla que contamina y  transforma esa realidad.

 

 

Después empieza el trabajo verdaderamente difícil, el que más me gusta , convertir en una geometría lo que ha llegado como un flujo; añadir, mutilar, ordenar. En esa fase empiezo a redondear los personajes. En uno de mis cuentos me atreví a mezclar lo real y lo onírico. Lo tengo muy cerca de mí, pero en general una vez publicados los cuentos dejan de interesarme; debo seguir escribiendo y enfrentarme a otro tipo de problemas y a requerimientos diferentes. “

 

 

(Imágenes—1-Alfred Kubin/ 2-Yu donglu/ 3-David Hockney)

CREACIÓN Y ESCRITURA

 


“Entre creación y escritura hay interdependencia. En la mayoría de los casos la escritura  no es sólo la traducción simbólica de la creación  — anota Julio Ramón Ribeyro en su “Diario” —, sino que a su vez  opera sobre ella, hasta el punto de convertirla en una consecuencia de la escritura. Escribir no es un acto continuo. Generalmente va acompañado de largos intervalos de distracción durante los cuales se hacen dibujitos al margen del papel, se enciende un cigarrillo, se mira por la ventana, se piensa en cosas que nada tienen que ver con la literatura.  Por esta razón, si a las ocho de la mañana nos sentamos en nuestra mesa de trabajo y a las ocho de la noche hemos escrito una página, no puede decirse que hemos tardado doce horas en escribirla. Es necesario deducir de este tiempo todas las pausas iniciadas.

Pero  todas esas pausas han sido importantes porque ellas forman parte del tiempo de la creación. Creación y escritura son dos actos diferentes, entre los cuales no existe una relación de necesidad sino una relación convencional. La verdadera creación se efectúa al nivel de la inteligencia pura y la escritura no es sino el signo que la transporta al mundo sensible, le da fijeza y curso obligatorio. La escritura es el signo visible y universal de un proceso invisible y personal. Un creador no es forzosamente un escritor. Existen, sin duda, creadores incapaces de expresarse. Un gran creador es aquel que ha encontrado el correlato perceptible de su proceso interior.

 

Escribo porque el placer que me produce el acto de escribir es de una calidad tan especial que no puedo compararlo con ningún otro que pueda ofrecerme la vida (…) Lejos de mí sin embargo darle al acto de escribir un carácter sacral o religioso. Pero sí sostengo que escribir es una inmolación consciente y razonada que el escritor —el verdadero — hace de su tiempo, de su salud,  de sus intereses materiales, de su vida, en suma, para crear un orden de palabras que lo satisfaga. ¿ Qué es escribir si no inventar un autor a la medida de nuestro gusto?”

 

(Imágenes—1-manuscritos de Proust/ 2-Paul Serusier/ 3-Dulac- 1911- ilustración de los cuentos de Andersen)

 

TACHADURAS

 


“Cuando estoy en plena crisis de escritura — decía el francés Pierre Michon —, en mi mesa, escribo diez horas al día, entre dos y cinco páginas, primero a lápiz. Son páginas en las que algunas palabras faltan de entrada, pero en que la rítmica — es decir, la puntuación — tiene ya desde el principio la forma definitiva. Le doy muchas vueltas y tacho mucho. Pero  lo hago hasta que esas páginas me parezcan perfectas. Entonces no puede ya revisarse nada. Las tecleo de forma tal que, al día siguiente, no tenga libertad para corregirlas, sino obligación de seguir adelante.
Soy de los que vuelven a escribir diez veces la primera página, por ejemplo, pero que tachan muy poco cada vez que la vuelven a escribir. La décima versión puede ser diferente por completo de la primera; pero en el medio, tacho muy poco. La sobrecarga de tachaduras me parece que estorba para que surja algo largo…, en fin, cuando digo largo, quiero decir tres páginas. La tachadura bloquea las salidas. Cuando pongo muchas tachaduras es que estoy enfadado con mi texto, y a mí no me gusta enfadarme con lo que escribo porque resulta ruinoso para el vigor de lo que venga después. No hay que bloquearse contra el propio texto. Torturarlo así me daría pena, ya no podría seguir. Yo tengo muchos arrepentimientos, no paro de hacerme preguntas en todas las encrucijadas. Pese a todo, me obligo a seguir adelante. Hago una página en una mañana, la hago diez veces. Como digo, la décima vez la paso al ordenador. Entonces es intangible. Puedo aún corregir un adjetivo o dos en el ordenador, pero al día siguiente me pongo a redactar “ lo de después” de esa página. No vuelvo a tocar ya la página anterior, es decir, que lo ya escrito es como si estuviera petrificado. Es mármol.”

 

 

(Imágenes—1- manuscrito de Watt , de Beckett/ 2-Jonathan Edwards)

CONFIDENCIAS DE TRUMAN CAPOTE

 


“Al cumplir diecisiete años — confesaba Truman Capote al prologar “Música para camaleones” —, yo era un escritor consumado. Si hubiese sido pianista, habría llegado el momento de mi primer concierto público. Según estaban las cosas, decidí que me encontraba dispuesto a publicar. Envíé cuentos a  los principales periódicos literarios trimestrales, así como a las revistas nacionales. Más tarde, en 1948, publiqué una novela, “Otras voces, otros ámbitos”. Bien recibida por la crítica, fue un éxito de ventas. Una novela corta, “Desayuno en Tiffany’s”, concluyó el segundo ciclo en 1958. Durante los diez  años intermedios, experimenté en casi todos los campos de la literatura tratando de dominar un repertorio de fórmulas y de alcanzar un virtuosismo. Desde luego, fracasé en algunas de las áreas exploradas, pero es cierto que se aprende más de un fracaso que de un triunfo. Sé que aprendí, y más tarde pude aplicar los nuevos conocimientos con gran provecho.

 

(…) Creo que la mayoría de los escritores, incluso los mejores, son recargados. Yo prefiero escribir de menos. Sencilla, claramente, como un arroyo del campo. Pero noté que mi escritura se estaba volviendo demasiado densa, que utilizaba tres páginas para llegar a resultados que debería alcanzar en un simple párrafo. Volví a leer “A sangre fría” y tuve la  misma impresión: había demasiados sectores en los que no escribía tan bien como podría hacerlo, en los que no descargaba todo el potencial. Con lentitud, pero con alarma creciente, leí cada palabra que había publicado, y decidí que nunca, ni una sola vez en mi vida de escritor, había explotado por completo toda la energía y todos los atractivos estéticos que encerraban los elementos del texto ¿Por qué? ¿  Cómo puede un escritor combinar con éxito en una sola estructura — digamos el relato breve —todo lo que sabe acerca de todas las demás formas literarias? Un escritor debería tener todos sus colores y capacidades disponibles en la misma paleta para mezclarlos y, en casos apropiados, para aplicarlos simultáneamente. Pero ¿ cómo?

Me situé a mí mismo en el centro de la escena, y de un modo severo y mínimo, reconstruí conversaciones triviales con personas corrientes: el administrador de mi casa, un masajista de gimnasio, un antiguo amigo del colegio, mi dentista. Tras escribir centenares de páginas acerca de esta sencilla clase de temas, terminé por desarrollar un estilo. Había encontrado una estructura dentro de la cual podía integrar todo lo que sabía acerca del escribir”.

 

 

(Imágenes—1- Hans Holbein/2- Watanabe Shozaburo- 1927/ 3- John Lewin – 1805)

DOS PÁGINAS EN BLANCO

 


Cada obra de ficción tiene su ritmo, sus curiosidades y sus métodos. Todos los métodos son válidos. Hay autores que inician una novela sin tener un plan previsto, guiados  sólo por la iluminación de un instante, y otros que por el contrario, necesitan imperiosamente un esquema completo, detallado y minucioso de cuanto escribirán después. Vargas Llosa al hablar de Flaubert recordaba la costumbre de sus dos páginas en blanco. “ Trabaja —dice—con dos páginas en blanco, una al lado de la otra. En la primera escribe — con letra pequeña, dejando grandes márgenes — la primera versión del episodio, sin duda muy deprisa, desarrollando las ideas tal como brotan, sin preocuparse demasiado de la forma. Así, borronea algunas cuartillas. Entonces, retorna al principio  y comienza la corrección meticulosa, lentísima, frase por frase, palabra por palabra. La página se va cubriendo de tachaduras, añadidos, repeticiones, capas superpuestas de palabras que llegan a hacerla incomprensible. Entonces, pasa en limpio esa misma página en la que hasta ahora no ha tocado. Avanza muy despacio y en esta nueva versión es sometida a la prueba del oído. Su convicción es la siguiente: una frase está lograda  cuando es musicalmente perfecta. Por eso cuando una frase le parece  más o menos concluida  la lee en voz alta, la interpreta, subiendo mucho el tono, paseando por la habitación y gesticulando como un actor. Si no “suena” bien, si no es melodiosa y envolvente, no es correcta, las palabras no son las justas, la “idea” no ha sido cabalmente expresada. Así se van acumulando las hojas por parejas. Un buen día  de trabajo puede significar media página definitiva; pero hay jornadas  dedicadas a  componer una sola frase. Se trata de una auténtica guerra de cinco años para culminar una novela.”

 

Son métodos, maneras y modos de escribir distintos. Todos válidos. A veces será útil  emplear dos páginas en blanco. A veces ninguna. En la Biblioteca Municipal de Rouen se conserva todo ese trabajo de Flaubert;  46 hojas grandes de “escenarios”y el “plan” del libro: argumento, caracteres de los personajes, división en capítulos, etc, y 1.788 hojas de borradores, escritas por ambas caras y sembradas de anotaciones en los márgenes, de tachaduras y agregados, y al fin, 487 hojas que constituyen el manuscrito definitivo.”

 

( Imágenes— 1-manos de Arthur Miller escribiendo – foto Inge Morath/ 2-manuscrito de “Tierra baldía” de Eliot/ 3- manos de H G Wells trabajando en Londres 1939)

BENET REVISITADO

 

La aparición de un  texto inédito  escrito en paralelo entre Juan Benet y Luis Martín Santos nos lleva hasta las confidencias y la voz del novelista Benet, tan valorado  por muchos y tan discutido por otros. “No siento ningún “odio”— decía Benet — hacia “ Tiempo de silencio”, Martin Santos era muy amigo mío.  Hicimos las primeras armas literarias juntos. Ėramos íntimos, y su novela no me gustó justamente por venir de quien venía. Vivíamos separados; ėl en San Sebastián y yo en Asturias, y fui en coche  expresamente para verle y decirle que era impropia de él. Se asombró de que estuviese en contra de una opinión creciente laudatoria: estaba seguro de su obra… De hecho se produjo un distanciamiento entre ambos después… Veía yo, una vez más , el peligro del costumbrismo y la ramplonería; me parecía que romper el cerco del realismo con elementos joyceanos era relativamente fácil. “

Hablando del proceso de escritura Benet confesaba: “ No puede saberse con exactitud cuando una obra ha sido fecundada. A lo mejor uno es consciente de una idea siete meses después. No creo, además, que el motor de arranque de una novela sea una idea. Creo más bien que se trata de un conjunto de imágenes que el escritor tiene guardadas  en algún lugar del cerebro y que combina a la hora de escribir. Pero las cosas se complican a partir de que uno ha escrito el primer renglón. Y hay que escribir cientos y cientos de folios. De cualquier forma, la idea no está madura al empezar a escribir. Eso sólo se consigue con el proceso de la escritura mismo. Todas las ideas son móviles, y no tienen formulación hasta el final de la novela.”

 

 

“La inspiración  viene sólo a condición de que haya estilo. Inspiración y estilo  vienen a ser dos cosas prácticamente compenetrables e indentificables. La inspiración dicta. Ese dictado se siente como algo ineluctable. Algo revelado. Tal y como viene hay que ponerlo en el papel. Para que esa inspiración sea verdaderamente  válida, hay que reconocer que dicta en un estilo determinado que además predetermina el estilo venidero; eso es muy evidente en las composiciones líricas, que por lo general siempre tienen un verso inspirado. Pero la inspiración dicta poco y hay que completar ese dictado escaso con un relleno que ya no es tan inspirado, hay que darle redondez y componer.  Esa labor de composición a partir de un breve dictado de la inspiración es ya el trabajo propio de un escritor,, que tiene que alcanzar la cota que le ha sido dada casi sin trabajo.  Y al final, la síntesis de esa dialéctica entre inspiración y ejecución del estilo viene a resumirse cuando la inspiración es de tal índole que dicta en un estilo muy regular, que es el mismo que ayudó ella a forjar.”

 

 

(Imágenes—1–Shiaru Shiota/ 2- Sarah Meyohas/ 3-John Chervinsky)

UN PINTOR EN LA OSCURIDAD

 


“¿Cómo trabaja un pintor en la oscuridad? —se pregunta John Berger en “Charla en el estudio”. (Londres,1998). Tiene que someterse. A veces tiene  que dar vueltas y más vueltas en lugar de avanzar. Suplica colaboración de fuera. Construye un refugio desde  el que hacer incursiones a fin de estudiar el terreno. Y todo ello lo hace con los pigmentos, las pinceladas, los trapos, un cuchillo, los dedos. El proceso es táctil. Pero lo que el pintor espera  tocar no es por lo general tangible. Éste es el único misterio real, y es la razón por la que algunos se hacen pintores.

Cuando un cuadro se transforma en un lugar, hay la posibilidad de que aparezca en éste la “cara” de aquello que el pintor está buscando. Esa  “mirada” que el pintor espera, anhela, que le devuelva el lienzo nunca es directa, sólo puede llegarle a través de un lugar.

Si la cara llega a aparecer realmente, será, en parte, pigmento, polvo coloreado; y, en parte, formas dibujadas, corregidas una y otra vez. Pero lo más importante será el proceso, el proceso de que llegue a existir lo que está buscando. Y esa existencia todavía no es — y de hecho, no lo será nunca— tangible, al igual que nunca fue comestible el bisonte pintado en las cuevas rupestres.

 

 

Lo que toca toda pintura verdadera es una ausencia, una ausencia de la que, de no ser por la pintura, no seríamos conscientes. Y eso sería lo que perderíamos.

Lo que el pintor busca sin cesar es un lugar para recibir la ausencia. Si lo encuentra, lo dispone, lo ordena, y reza por que aparezca la cara de la ausencia.’

 

 

(Imágenes—1- Paul Sietsema- 2013/ 2– Kiril Doron— 2009/ 3— Bartosz Beda)

PÓLVORA DEBAJO DE MÍ

 

 

“Trabajo ahora tanto o más de lo que trabajaba hace tres o cinco años —cuenta Chejov en una carta de 1889– .Trabajar y tener el aspecto de alguien que trabaja desde las nueve de la mañana hasta el almuerzo y desde el té de la tarde hasta la hora de dormir, se ha convertido para mí en una costumbre. En este sentido, soy un funcionario. Si de este trabajo no salen más de dos relatos al mes, la culpa no es de la pereza, sino de mis características psíquicas y orgánicas. Para la medicina me falta amor al dinero y para la literatura me falta pasión y, por consiguiente, talento. La llama que arde en mí es regular y apagada, sin estrépito ni llamaradas. Nunca podría escribir en una noche, de un tirón, tres o cuatro hojas o quedarme en vela trabajando. Cuando tengo sueño, me voy a la cama. Por eso, no escribo ni tonterías relevantes ni notables sabidurías. Poca pasión. Hay que añadir a esto una psicopatía del siguiente tipo: sin motivo, hace dos años me dejó de gustar ver mis obras publicadas, me volví indiferente a las críticas, las conversaciones literarias, los cotilleos, los éxitos, los fracasos, los altos honorarios, en una palabra, me volví un imbécil. En mi alma hay una especie de estancamiento, que atribuyo a mi vida personal.  No estoy decepcionado, ni cansado, ni melancólico, sino que sencillamente de pronto todo me parece menos interesante. Debo poner pólvora debajo de mí.”

(Imagen -Chejov – wikipedia)

LA LOCA DE MAIGRET

 

 

“Entre las lecturas de este confinamiento he vuelto a asomarme a “La loca de Maigret”,  de Simenon, publicada en 1970, escrita del 1 al 7 de mayo en Epalinges (Suiza), y que me lleva hasta los paseos del inspector con su mujer por la Bastille y el bulevar Beumarchais en los atardeceres  de París. Madame Maigret  ha preparado de cena para esta noche del mes de mayo, fiambres, ensalada y mayonesa, y a los pocos días Maigret y el inspector Lapointe prueban en la cervecería  Dauphine unas morcillas de Auvernia guarnecidas con patatas fritas y un vaso de Beaujolais. Siempre el detalle gastronómico de Simenon. (Simenon, que comía deprisa y no dedicaba mucho tiempo a la mesa, evocaba su plato favorito, que era —decía — un plato de gente humilde: la bullabesa hecha sólo con los medios de a bordo, y recordaba de su infancia, la cabeza de vaca con salsa de tortuga).

Simenon preparaba todos esos detalles, pero sobre todo los datos biográficos y topográficos de los personajes, las direcciones, números de teléfono, secciones de edificios, planos de barrios, edades, estudios, antecedentes familiares, estado civil , etc, todo ello al dorso de un sobre amarillo de formato comercial. Lo hizo durante años. “Cuando escribo —decía— estoy obligado a tener a mi lado lo que yo llamo el plan de la novela, que consiste, no en un resumen de la acción,  sino en una lista: los nombres de los personajes, su edad, su dirección, sus relaciones familiares, etc. Porque muchas veces me ha sucedido, hace treinta años como hace diez años, tener que cambiar el nombre de uno de mis personajes a lo largo del relato. Incluso en la revisión , esta situación se me escapaba y podría encontrarse una muchacha que pudiera llamarse Amelie en el  primer capítulo y Josette a partir del quinto.”

Esos detalles tan cuidadosamente entrelazados configuran y dan pie a toda una existencia. Es la verosimilitud de una vida. Luego venía lo que los críticos llamaban la “atmósfera”,  que Simenon  —contaba —, no es más  que el impresionismo  del pintor adaptado a la literatura.  “Mi infancia —confesaba el novelista — tuvo por marco la época de los impresionistas y yo siempre estaba en los museos y las exposiciones. Conseguí  de esa forma cierta sensibilidad.”

 

 

Leemos en “La loca de Maigret”:  “¿ cómo era madame Antoine? “ Y  se nos cuenta: “Frágil, bonita. Permaneció sola cerca de diez años. Luego encontró, no sé dónde, a ese monsieur Antoine con el que acabó casándose. No tengo nada que decir contra él. Pero no tenia la distinción de su primer marido. Trabajaba en el Bazar del Hotel de Ville, donde era, según creo, Jefe de Sección. Era viudo. Había montado un pequeño taller ahí  arriba, donde hacía chapuzas que eran su gran pasión. No hablaba mucho. Tenían un auto y el domingo llevaba a su mujer al campo. En verano, iban a algún pueblo cerca de Etretat.”

Todos esos detalles, aparentemente minúsculos pero necesarios, incluso para poner en pie a un personaje secundario,  quedarán ya fijos en la  mente del lector. Le harán creíbles la escena.

Le proporcionarán verosimilitud.

 

 

 

(Imágenes—1–Simenon/ 2- Jean  Pougny/ 3- Albert Monier—1950)

NIÑOS, JUGUETES Y POETAS

 

 

“En el mundo de juguetes del niño no se trata de encontrar lo nuevo —así lo recuerda la argentina María Negroni —, sino de renovar lo viejo haciéndolo propio, de perderse por horas en la selva del sueño, donde los papeles de estaño son tesoros de plata, los cubos de madera ataúdes, los cactus árboles totémicos y las monedas escudos.

La felicidad infantil proviene de esa aglomeración azarosa, solitaria y placentera, parecida a la que experimentará más tarde el poeta moderno cuando proyecte sobre las cosas su mirada alegórica, transportando sus objetos encontrados al desorden de la poesía. Los cajones donde el niño guarda sus tesoros son arsenales y zoológicos. Los del poeta serán reservas de imágenes y retazos de lenguaje. En ambos casos, se trata de un objetivo muy simple y muy complejo: habitar un “tiempo perdido”. Como los niños, los poetas intuyen el vínculo exacto entre curiosidad y memoria, melancolía y resistencia, aventura y tolerancia.  Y lo que busca es nada menos que liberar las cosas de su destino utilitario y el lenguaje de sus taras más odiosas: quedarse en su propio coto de caza donde es posible seguir siendo un pequeño príncipe. La poesía es la continuación de la infancia por otros medios.”

 

 

(Imágenes—1–Randolph Caldecott/ 2- Abigail Halpin)

LA COMA

 

 

“La coma asomó por el borde de la página tímidamente, parecía lombriz, se curvó, se dobló, intentó levantar su rodilla, se inclinó, dio un toque suave, un rabo mínimo, el bastón del aliento, apenas nada, separó las palabras, para eso me quieren, se dijo, nunca fui letra, apenas valgo, y de repente a la coma un estruendo en vértigo de vocablos unidos le pasó por encima sin dejarla respirar aplastando el vientre de las frases de hierro su lengua hasta alisarla bajo un peso de líneas pasando y repasando interminablemente la piel de la hoja sin pausa alguna de izquierda a derecha en ritmo incesante y la coma quedó quieta y tan insensible como si se hiciera la muerta o la dormida a la vez que procuraba respirar para sobrevivir asustada por tantos vagones de palabras que no acababan nunca de pasar enganchados por conjunciones imantadas de plata y en carrera de voces y silencios con y griegas silbantes como espadas que segaban y unían adjetivos y nombres disfrazando conceptos de color y sabor viajando al ritmo del estilo que el flujo de la lengua arroja desde la boca del dragón  escritor cuando el placer de la luna se inflama y llamea el lenguaje incandescente en la noche blanca de la desierta página de un cuaderno que se deja cubrir por signos evocadores de tanto eco fantástico hasta quemar habitaciones de memoria y hacer que arda esa imaginación hecha castillos en pavesas de artículos zigzagueantes en el aire del humo que deja olor a verbos chamuscados por astillas de tantas preposiciones bajo lluvias de fuego en la fiesta nocturna a la que son convocadas las palabras cruzándose sus vidas solitarias en el juego de la sintaxis hasta que toda la prosa es incendio de árboles y las comas no existen embobadas por ese ejercicio malabar en la noche de la creación de tan variados sabores como segregan las palabras chorreantes en chasquidos y en jugos destilando un aroma único de madera labrada en sustantivos nobles que encierran su olor en bodegas de libros a punto ya de abandonar en buques la bóveda del resplandor del puerto iluminado y echarse a la mar de la aventura azul en seda silenciosa y suave que rasga la huida del escritor dormido en esa placidez de los vocablos avanzando en  silencios de ritmo hacia páginas nuevas de sorpresa que muestran un horizonte de color inexplorado por tantas esquinas de azar como la vida esconde tras rocas de mayúsculas blancas y misteriosas en las que encallan las proas de los verbos de lujo igual que trasatlánticos transparentes que bambolean bombillas infinitas vencidas por oleajes de estilo en espumas que rozan los

 

 

 

pies de las palabras y levantan penachos de admiraciones sorprendidas por lo que la lengua puede hacer enroscándose hasta ocultar sus comas bajo las alas de tantos adverbios volando con sus bes y sus uves de suavidad dulce y sosegada que ondulan el paladar del cielo  en la boca de ese escritor en tal recogimiento  que oye sólo el piar de los acentos prendidos en los cables de vocablos ateridos de frío por tanto picotear de tildes que despluman lágrimas aquí y allá en cada cumbre de la línea en momentos en que la inspiración se tensa en el trabajo y el campo de los temas aparece tan yerto que sólo el rasgueo de la pluma en la hoja blanca del cuaderno y la dentadura de las teclas en las máquinas de los ordenadores hacen saltar las notas musicales de la literatura  extendida en el mapa de niebla gaseosa cuyo horizonte es el linde de la niñez recobrada en esa hora en que la madre observa cómo el niño emborrona sus primeros cuadernos y la escritura no es aún vocación sino simplemente oficio manual del lento instrumento  de dedos apretados contra el lápiz cuya sombra refleja la lámpara sobre la mesa de la cocina familiar tan empañada de deberes escolares en donde las palabras nacen de los signos unidos y encantados mientras suben y bajan las tes y las jotas coronadas del punto de rey y hermanas mayores de esa i con lunar en su techo que vive en la guarida de las vocales necesarias y tan elementales que se engarzan como joyas entre las manos de las consonantes y antes de que el aliento de la madre inclinada hacia ese hijo que un día  será escritor pueda explicar que los asombros de la vida han de contarse entre admiraciones enhiestas como palos en las frases que aspiran a entreabrir secretos que ni los poetas pueden desvelar y cuando los vientres ganchudos de las interrogaciones no muestran aún esa inquietud por preguntar a  ese niño que aprende a trazar rasgos  y que sigue preocupado de enderezar su caligrafía tan difícil que el sudor del esfuerzo se mezcla con las lágrimas creyendo que ese cuaderno jamás acabará en perfección y  que nunca escribirá mas que palotes secos e indescifrables con los que ni siquiera podrá jugar en el recreo para dar empujones con la p al redondo balón  de esa o que rueda entre las piernas de sus amigos y que  sufre ese puntapié último que elevará a la o sobre el patio mientras se va inflamando y engordando y una nube al pasar la blanquea haciéndola luna esférica colgada sobre este escritor al que le zumba zigzagueante esa zeta del sueño en el momento en que el libro entrecierra sus párpados y parece caer y se escapan sillón abajo las graves palabras mayores perseguidas a gritos por las esdrújulas que cuelgan aferradas a sus acentos mientras un hálito de soledad entra con el viento desde todas las puertas de la imaginación animando a retomar la luna y a cazar en vuelo las palabras que huyen y a fijarlas igual que mariposas en la hoja límpida que espera a que ese niño que aprendió mansamente a escribir en la cocina  familiar prosiga tal y como si estuviera la madre siempre a su lado señalándole el esfuerzo diario que ha de hacer hasta lograr el dominio encantado de las palabras en matrimonios de frases cuyos hijos harán un día maravillarse a los lectores aunque antes, hijo, no te olvides, le va diciendo la madre,  de poner una coma aquí, y otra aquí, y llegarás así con algo de respiro hasta  que  tu mismo encuentres tu verdadero punto final.”

 

José Julio Perlado — “La coma” ( del libro Relámpagos”) (relato inédito)

 

 

 

 

(Imágenes —1- Mark Rothko -1969/ 2-Mark Rothko – 1949/ 3-Mark a Rothko – 1948)

LA LITERATURA Y LA VIDA

 


 

“La literatura y la vida son como un juego — decía Vila Matas —. Lo raro de escribir es que uno se aparta de la vida para escribir sobre la vida y sobre el mundo. A la hora de escribir sobre aquello que es lo apartado, la combinación entre literatura y vida entonces ha de darse en lo que saco plenamente de ambas cosas.(…)  Hay gente que también cree que cuando escribes no estás viviendo; ése es otro error. Porque es evidente que cuando uno está escribiendo también está viviendo. Y cuando estás viviendo , en muchas ocasiones, como en mi caso, puedes estar escribiendo. Hay veces en que soy consciente de estar viviendo algo que luego escribiré. Normalmente, si hay este aliciente, me intereso más por la secuencia habitual en la que me encuentro. Por ejemplo, doy conferencias  y coloquios en público que suelen ser un poco latosos para el escritor que prefiere escribir a hablar en público. Sin embargo, las doy como si formaran parte de mi propio trabajo; son experiencias que intento utilizar para después convertirlas en algo que tiene su reflejo en lo que escribo. De este modo no tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo en actividades que están fuera de la escritura. Es decir, que conduzco todo a lo literario, en realidad a mi trabajo.

 

 

Cuando me olvido de que estoy trabajando es cuando estoy en la parada del autobús. Me olvido, simplemente. Pero también observo muchas cosas en la calle y muchas cosas valiosas, como un niño que patina y cae con su helado; eso se convierte en una historia: todo, todo está allí. La mente también funciona de manera literaria. Por eso en “Dublinesca”, como había previsto que se podrían incorporar más lectores a mi obra, a la tercera página le advierto al lector que el personaje central ve la vida de forma literaria. Aquellos que no me conocen, no tropezarán entonces con esta rareza. Es como si advirtiera que un carnicero tiene la manía de ver cosas en las nubes, y así, cuando éste mira a las nubes, la gente sabe que es algo normal y no lo encuentra extraño. Así , los lectores descubrirán que hay un personaje que ve todo a través de una especie de lentes literarios. Muchas veces cuando me quedo solo no pienso en nada literario ni me importa nada la literatura. Supongo que debe ser como la necesidad de que junto al amor esté el odio. E incluso en mi excedencia.”

 

 

 

(Imágenes — 1- Albert Marquet/ 2- CIG Harvey-2008- artnet/ 3- Gerhard Ritcher)

SOBRE LAS DEPRESIONES

 

 

“Me cuenta un amigo mío escritor su personal receta para salir de las depresiones : “las depresiones —me dice—, con las lecciones de la vida, deben de durar ahora veinticuatro horas. Uno aprende y tiene trucos. Una de las cosas esenciales es afeitarse, estar limpio, estar bien vestido (si se sale a la calle), o estar cómodo si se queda uno en casa. Otra, es “preparar la preparación”, tener a mano un cuaderno nuevo, una pluma o un bolígrafo bueno, a punto. Otra, releer cosas que uno ha escrito hace tiempo, principios de cosas, aunque sin dejarse llevar por el desánimo que a veces da la perspectiva. Otra cosa es empezar a escribir “esbozos de esbozos”, sabiendo que nada de aquello es definitivo, que no hay que trabajar con prisa, que aquello es algo provisional, incluso escribirlo a lápiz, como si se fuera sólo ensayando. Otra cosa importante es releer trozos de escritores “cultural y literariamente amigos”, escritores de calidad, que alienten y que “tiendan la mano”. “Esto lo puedes hacer tú”, parece que te está diciendo el texto. Los escritores inaccesibles — por ejemplo, Valle Inclán —no quitan ninguna depresión. Son admirables, asombrosos, pero no imitables: no sirven en ocasiones así. Parecen gigantes, distantes, a los que no se puede llegar.

 

 

Lo peor para las depresiones  es sumergirse enterrado en un periódico o en la televisión : todo “se ve mal”, todo está mal (aunque sea lo mismo que el día anterior). Lo peor es descuidarse —desde la limpieza al atuendo —, es encogerse de hombros por dentro y dejarse arrastrar flotando por fuera. Las depresiones no sólo dejan caer el pasado negro, lo que no hemos hecho o no sabemos hacer, sino también la desorientación y la apatía hacia el futuro, la falta de ilusión y de razón por abordar lo próximo, por abordar el quehacer. Eso es lo que hay que cortar, abordando el quehacer sin prisas. Me gustan los lunes, con su ir y venir de gentes grises pero arrojadas a la lucha de la vida, sin ese deshacerse apático de los domingos por la tarde. Gracias a Dios que los lunes le arrojan a uno no a la tristeza, sino a la lucha. Lo peor de las depresiones es cuando, de tejas abajo, no se sabe el por qué del trabajo. Entonces es cuando hay que trabajar. Virginia Woolf decía que sus depresiones se las quitaba en la cocina. Cada uno tiene sus trucos. Acaso las mujeres sepan ir mejor a lo concreto. Hay que buscar lo concreto y ponerse a hacerlo.”

 

 

(Imágenes —1-Karen Hesse- Foto Chris Ramírez/2-biblioteque tumblr/ 3-Alexa Meade- 2010)

MOMENTOS DE INSPIRACIÓN

 

“No escribí prácticamente nada en un año. Mi esposa y yo hacíamos traducciones para llevarnos el pan a la mesa y el resto del tiempo me dedicaba a continuar con mis alocados proyectos financieros.—confesaba Paul Auster al recordar un momento de inspiración  —. Por momentos pensaba que estaba acabado, que nunca escribiría otra palabra. Entonces, en diciembre de 1978, asistí a un espectáculo de danza cuya coreografía había compuesto el amigo de un amigo y allí me ocurrió algo. Una revelación , una epifanía —no sabría cómo llamarlo. De repente se abrió ante mí un mundo lleno de posibilidades. Creo que tuvo que ver con la absoluta fluidez del espectáculo, el movimiento continuo de los bailarines que giraban sobre el escenario. El simple hecho de contemplar a hombres y  mujeres moviéndose en el espacio me llenaba de una sensación cercana a la euforia. Al día siguiente me senté  y comencé a escribir “Espacios blancos”, una pequeña obra de género impreciso , un intento de traducir en palabras la experiencia de aquel espectáculo de danza. Fue una liberación, un tremendo desahogo y ahora recuerdo aquel incidente como un puente entre el acto de escribir poesía  y el de escribir prosa. Aquella obra me convenció de que aún había un escritor dentro de mí.”

(Imagen —Gustave Caillebotte)

EL ARTE DE LA ESCRITURA (y 3)

 

“Puede ser que acompases tus palabras  —recuerda el escritor chino Lu Ji — con una rima tan pobre y tan escasa que, al final, sólo quede una huella imperceptible y una inmensa soledad. Así, quizá, esa rima se suspenda en el silencio sin otra nota que pueda secundarla, o se alce en el espacio, donde ni los ecos puedan responderle. Es igual que tocar una sola cuerda en un instrumento. Sonará clara y limpiamente, pero no habrá música acordada. Puede ocurrir que se tiña tu melodía de un tono tan débil y fatigoso que las palabras, inútilmente, serán långuidas. Esto es una única forma de belleza y fealdad compuesta. Una sustancia excelente pero cargada de imperfecciones. Es igual que los laúdes que suenan precipitándose en el patio. Entre ellos hay respuesta pero falta armonía.

Quizá abandones la Razón y prefieras quedarte con lo extraño, en una persecución de lo minúsculo, en un afán inútil de vacío. Así, no habrá emoción en las palabras, tampoco habrá ternura. Melodía que flota suspendida y no regresará. Es como una cuerda muy fina pero tañida violentamente. Puede ser que haya armonía pero no auténtica emoción..

Supón que el texto es de una límpida pureza, de una fina contención, eliminando lo complejo, abandonando siempre lo excesivo. Pero quizá le falte ese sabor antiguo de las pócimas secretas, rituales. Igual que las claras vibraciones  de las  cuerdas carmesíes de una cítara. Y es que, aunque uno cante y tres en coro le respondan, todo ello puede resultar digno y elegante, pero no grandioso.”

 

(Imágenes—1-Zhang  Xiagogan – 2007/ 2- Lín  Schunxiong)