LAS NUBES, LAS NUBES, WISLAWA SZYMBORSKA

Ahora la acogerán las nubes.» Happening» de nubes, como aquí escribí. La mujer que escribía de las nubes. La mujer que prefería el cine, los gatos y los robles a la orilla del río. La mujer que aconsejaba lo que había que hacer después de cada guerra.

Muchas veces he hablado en Mi Siglo de Wislawa Szymborska.

Las nubes,

las nubes.

Ahora la acogerán las nubes.

El poeta está sentado a la mesa o tendido en un sofá, con la vista clavada en la pared o en el techo – contó en su discurso al recibir el Premio Nobel -, de vez en cuando escribe siete versos, uno de los cuales tacha al cabo de un cuarto de hora, y pasa una hora más en la que no ocurre nada…¿Qué espectador aguantaría semejante cosa?”.

Las nubes,

las nubes.

Ahora la rodearán las nubes a Wislawa Szymborska que acaba de morir.

(Imágenes:- 1.-Wislawa Szymborska.-poetryfoundation org/ 2.-nubes.-Charlie Schreiner.-contemporayworks)

DESPUÉS DE CADA GUERRA

«Después de cada guerra

alguien tiene que hacer limpieza.

Un mínimo orden no se hará solo.

Alguien tiene que apartar los escombros

de los caminos

para que puedan pasar

carros llenos de cadáveres.

Alguien tiene que hundirse

en el fango y en la ceniza,

en los muelles de los sofás,

en las esquirlas de vidrio

y en los trapos ensangrentados.

Alguien tiene que arrastrar una viga

para apuntalar la pared,

alguien debe poner cristales en las ventanas

y colocar la puerta en los goznes».

Wislawa Szymborska.

(Imágenes:- 1.-Sam Weber.- Soldado de invierno/2.-Albrecht Altdorfer.-la batalla de Alejandro.- detalle.-1529)

PREFIERO

«Prefiero el cine.

Prefiero los gatos.

Prefiero los robles a orillas del río.

Prefiero Dickens a Dostoievski.

Prefiero que me guste la gente a amar a la humanidad.

Prefiero tener en la mano hilo y aguja.

Prefiero el color verde.

Prefiero no afirmar que la razón es la culpable de todo.´

Prefiero las excepciones.

Prefiero salir antes.

Con los médicos prefiero hablar de otra cosa.

Prefiero las viejas ilustraciones.

Prefiero lo ridículo de escribir poemas a lo ridículo de no escribirlos.

En el amor prefiero los aniversarios que se celebran todos los días.

Prefiero a los moralistas que no me prometen nada.

Prefiero la bondad del sabio a la del demasiado crédulo.

Prefiero la tierra vestida de civil.

Prefiero los países conquistados a los conquistadores.

Prefiero tener reservas.

Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.

Prefiero los cuentos de Grim a las primeras planas del periódico.

Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.

Prefiero los perros con la cola sin cortar.

Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.

Prefiero los cajones.

Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado a muchas otras que tampoco he dicho.

Prefiero el cero solo al que hace cola en una cifra.

Prefiero el tiempo de los insectos al tiempo de las estrellas.

Prefiero tocar madera.

Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.

Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad de que todo tiene una razón de ser».

Wislawa Szymbroska: «Posibilidades» (1985) (recogido por Umberto Eco en «El vértigo de las listas» (Lumen)

Varias veces he hablado de esta gran poetisa polaca, Premio Nobel, en Mi Siglo. Después de leer la lista de sus preferencias puede uno preguntarse:

¿Qué prefiero yo?

¿Qué prefieres tú?

¿Qué prefiere usted?

(Imagen: Wislawa Szymborska en una lectura de poemas.-wikipedia)

BACH EN EL JARDÍN

bach-8-wikimedia-commonsCuenta J. M. Coetzee en una conferencia pronunciada en 1991 que, cuando él tenía quince años, mientras paseaba por el jardín de su casa en los suburbios de Ciudad del Cabo, oyó música en la casa de al lado. «Mientras duró la música – confiesa Coetzee -, me quedé helado, sin atreverme ni a respirar. La música me hablaba como nunca antes me había hablado. Lo que estaba escuchando era una grabación de «El clave bien temperado» de Bach para clavicémbalo.(…) Llegó aquella tarde en el jardín, y la música de Bach, después de la cual todo cambió. Fue un momento de revelación que tuvo una gran transcendencia en mi vida porque, por primera vez, recibía el impacto de lo clásico«.

Coetzee profundiza en qué es lo clásico. Horacio – recuerda el Premio Nobeldice, de hecho, que si una obra pervive cien años después de ser escrita debe de ser un clásico. Pero Coetzee llega a algo más. Treinta y seis años después de aquella tarde en el jardín parece como si el profesor y el novelista se asomaran a la ventana del tiempo para verse a sí mismo recibiendo a Bach, pero tampoco a Bach, sino recibiendo a la música, pero tampoco a la música, sino recibiendo al fin la potencia y la supervivencia de lo clásico en su vida y en muchas otras más.jardin-botanico-kistenbosch-ciudad-del-cabo-mundoenred

«¿Ha pasado desde 1955 suficiente tiempo, y he cambiado lo bastante, para empezar a comprender mi primera relación con el clásico – que es una relación con Bach – de un modo histórico?, se pregunta Coetzee. (…) En un primer sentido, el clásico es aquel que supera los límites del tiempo, que retiene un significado para las épocas venideras, que «vive». En un segundo sentido, una buena parte de la música de Bach pertenece a lo que vagamente se denomina «los clásicos», la parte del canon de la música europea que aún se interpreta con relativa frecuencia en todo el mundo, aunque no demasiado a menudo ni ante auditorios particularmente masivos».

Pero quizá lo más interesante de la conferencia de Coetzee («¿Qué es un clásico?.- «Costas extrañas» (Debate), sea el final, cuando se refiere a «nuestro gran poeta contemporáneo de los clásicos», al  polaco Zbigniew Herbert. «Para Herbert – escribe Coetzee -, lo opuesto de lo clásico no es lo romántico, sino lo bárbaro; aún más, lo clásico frente a lo bárbaro no es tanto una oposición como una confrontación. Herbert escribe desde la perspectiva histórica de Polonia, un país con una cultura occidental asediada intermitentemente por vecinos bárbaros. No es la posesión de alguna cualidad esencial la que, según el punto de vista de Herbert, permite a un clásico soportar el asalto de los bárbaros. Más bien, lo clásico es aquello que sobrevive a la peor barbarie, aquello que sobrevive porque hay generaciones de personas que no se pueden permitir ignorarlo y, por tanto, se agarran a ello a cualquier precio».

Cada uno tiene su clásico (o clásicos)  a los que acudir. En música, en literatura, en teatro, en cine, en arte. Cada uno habrá vivido quizá una tarde en un especial jardín, a cualquier edad – un jardín natural o íntimo -, en donde lo clásico se le habrá revelado de repente, con esa profundidad pasmosa que transmite la serenidad de la supervivencia por encima de los siglos, dominando a cualquier asedio de los bárbaros. Cada uno conocerá la barbarie que llega, con la polvareda que lo circunstancial levanta en el horizonte. Cada uno sabrá cómo se llaman los bárbaros y  en cuántos clásicos deberá refugiarse cada vez para no sucumbir a las inclemencias del tiempo.

(Imágenes: Juan Sebastián Bach.-wikimedia. Commons/ jardín botánico Kistenbosch.-Ciudad del Cabo.-mundoenred)