VIEJO MADRID (29) : EL «TAPÓN DEL RASTRO»

«El Rastro – escribe RAMÓN en su célebre libro del mismo título – no es un lugar simbólico ni es un simple rincón local, no; el Rastro es en mi síntesis ese sitio ameno y dramático, irrisible y grave que hay en los suburbios de toda ciudad, y en el que se aglomeran los trastos viejos e inservibles, pues si no son comparables las ciudades por sus monumentos, por sus torres o por su riqueza, lo son por esos trastos filiales.

Por eso donde he sentido más aclarado el misterio de la identidad del corazón a través de la tierra, ha sido en los Rastros de esas ciudades por que pasé, en los que he visto resuelto con una facilidad inefable el esquema del mapamundi del mundo natural».

Pero el Rastro de Madrid tiene, como todas las cosas, una vida anterior que es interesante investigar. Indagando en ella, María Isabel Gea, al estudiar el Plano de  Madrid de Teixeira, descubre que » el llamado «Tapón del Rastro» era una manzana de casas que obstruía la entrada al Rastro, conocida popularmente como»tapón del Rastro«. Las calles que circundaban la manzana eran las del Cuervo (al oeste), travesía del Rastro (al sur) y San Dámaso (al oeste). El tapón del Rastro fue derribado en 1905 dando lugar a la actual plaza de Cascorro y facilitando así la entrada al Rastro«.

«El matadero del Rastro y Carnicería Mayor se hallaba junto al llamado Cerrillo del Rastro, en la actual plaza del General Vara de Rey. El 14 de mayo de 1569 se acordó la instalación del Rastro junto a un cerrillo, entre las calles Ribera de Curtidores y Piñón . Para ello – sigue contando Gea – se compró un terreno propiedad de Antonio de Rojas y Pedro de Quintana por 60.000 maravedies a los que se unió, en 1585, la tierra de Miguel Pérez para degolladero de carneros. En 1583 se construyó un edificio en la zona más alta, con vistas a un cerrillo que gozaba de buena ventilación natural. Debido a su emplazamiento fue conocido como «Casa Cerrillo«. El matadero era un edificio grande. Según Jerónimo de la Quintana tiene «de largo ciento setenta y cuatro pies y de ancho ochenta y seis, dentro tiene dos patios grandes de igual proporciones, alrededor de ellos hay soportales grandes y capaces que sustentan columnas con capiteles y piedra berroqueña; debajo de las cuales están las escarpias con la carne. Se entra a él por cuatro puertas correspondientes en cruz, en cada lado la suya, es obra de mucho aseo, y costa«, escribe. Una puerta con un escudo de Madrid esculpido en piedra – continúa explicando Gea  -daba acceso al caserón del matadero y cerca se hallaba una fuente con un pilón y tres caños. El degüello se realizaba durante la madrugada y un reguero o rastro –El Rastro – de sangre salía por la puerta del matadero y bajaba por la Ribera de Curtidores«.

Son los inicios o prólogos del Rastro tal como lo conocemos hoy. Paseaba RAMÓN por las páginas de su Rastro personal de 1900 a 1914.  Allí  «las golondrinas – iba contando en sus greguerías – juegan sobre la calle de cielo que corresponde a nuestra calle de tierra como párvulos en vacaciones o al salir de las escuelas» . «¡Qué deseo queda en uno de nuevos paseos por el Rastro, de más lentas andanzas hasta morir de repente un día y que eso nos absolviese de tener que terminar lo interminable, lo que debía consumarse en el silencio y en el secreto, viviéndolo más vastamente que escribiéndolo!«.

Y así iba hablándose RAMÓN, contándose cosas a sí mismo por la cuesta de la larga calle, doblando la última esquina del Rastro en 1914.

(Imágenes:- 1.- El Rastro.- Fundación Saber.es.-Ferias y mercados/ 2.-El Rastro en 1929.-Museo Municipal de Madrid/ 3.-El Rastro.-Plaza de Cascorro en 1912)

VIEJO MADRID (18 ) : LAVADEROS DEL MANZANARES

En mis paseos por el tiempo sobre este Madrid de la Historia contemplo en la distancia el perfil borroso del Palacio Real y me parece ver en el cielo el célebre Plano de Texeira, de 1656, sobre cuya superficie me va conduciendo María Isabel Gea con sus palabras: «Los lavaderos – informa la periodista, especialista en Madrid -constituían una sucesión de casitas o chozas de caña situadas junto al puente de Segovia que protegían a las lavanderas de los rayos del sol en verano. Éstas cavaban en la arena unos hoyos – los lavaderos – donde retenían el agua del río. La ropa se tendía en largas filas paralelas de pértigas».

Ya en el siglo XX, Juan Martínez Gómez (Juanito), que fue primero limpiabotas en el Ateneo y luego pasó a bedel, publicando  sus» Estampas de aquel Madrid querido» en 1977, recordaba que, en los primeros años del siglo XX,  en las casas de Madrid, se carecía de agua corriente. «El vecindario – evoca el autor – se suministraba del líquido elemento en las fuentes públicas. De esta labor se encargaba en gran parte los aguadores, hombres fornidos y casi todos gallegos. En las casas había una gran tinaja de barro adonde el aguador iba vaciando una cuba de madera que llevaba al hombro, encima de un cuero que le preservaba de la humedad. Al precio de cinco céntimos la cuba,  llenaba aquel depósito. Nació alrededor de todo esto la lavandera, que recogía la ropa sucia a domicilio y se la llevaba a lavar al río Manzanares, devolviéndola limpia y seca al sol».

«En la calle de la Solanacontinúa «Juanito« – vivía un matrimonio: ella era lavandera y su marido aguador. Antón, que era el nombre del aguador iba y venía cargado con una cuba y subiendo y bajando con ella a cuestas las escaleras. Pía, su mujer, era de la procincia de Burgos. Lavaba la ropa en el río. Desde muy temprano salía de su casa con su enorme saca de ropa que llevaba a la cabeza. Las lavanderas en el río tenían unas bancas de madera en las que se metían de rodillas, bancas colocadas a la orilla del Manzanares. Muchas veces la crecida del río inundaba las márgenes y a las bancas se las llevaba la corriente. Las lavanderas se colocaban en la cabeza un pañuelito que sujetaban con una horquilla para defenderse del sol. Se cantaban canciones unas  a otras mientras lavaban:

«A la orilla del río

sonaba el agua:

eran las lavanderas

repuñeteras

cuando lavaban».

Lope de Vega canta a su vez en «La moza del cántaro«:

«Tomé el jabón con tanto desvarío

para lavar de un bárbaro despojos,

que hasta los paños me llevaba el río,

mayor con la creciente de mis ojos.

Cantaban otras con alegre brío,

y yo, Leonor, lloraba mis enojos:

lavaba con lo mesmo que lloraba,

y el aire de suspiros lo enjuagaba».

Y Alonso Castillo Solórzano en «Jornadas alegres«, en 1626, dice también:

«Marginado Manzanares,

parece plana de niño,

con manchas de lavanderas

y borrones de coritos».

Vuelvo así, entre versos y recuerdos, caminando despacio y bordeando las lindes históricas del Palacio Real, hoy Palacio cercado por carreteras y edificios. Suenan mientras tanto las aguas en las modernas lavadoras. El tiempo va dando vueltas y vueltas, va envuelto en múltiples jabones, gira y gira tras el cristal.

(Imágenes:-1.-lavaderos del Manzanares/2.-Las ninfas del Manzanares.-30 de diciembre de 1897.-dibujo de Cecilio Pla en «La Ilustración Española y Americana».-cervantesvirtual/ 3.-Madrid desde el Manzanares.-Eduardo Vicente.-ciudad de la pintura)

VIEJO MADRID (13) : EN UN 23 DE ABRIL

«Tienen los libros sus enfermedades, su vejez y su muerte; hállase libro que en un tiempo anda y corre como sano, y en otro ya, como enfermo, ni anda ni corre; y hay libros que, aunque siempre buenos, ya por viejos, no sólo no corren, pero ni anduvieran, si no se arrimaran a un báculo, a una caña o pluma de algún moderno escritor que, escudereándolos, traiga y haga andar su doctrina y sentencias. Y el que hace este servicio a la antigüedad, hace a nuestra edad beneficio, si no digno de encarecimiento, a lo menos digno de que no se atribuya a vanidad del que escribe».

(Esto va contando en torno al libro Fray Dionisio Jubero en 1610, editadas estas palabras en Viuda de Artús Taberniel, en Salamanca)

Las escribió seis años antes de la muerte de Cervantes. Y las voy leyendo mientras recorro en este 23 de abril -el día en que enterraron a Cervantes en el Convento de las Monjas Trinitarias – las calles de este silencioso barrio madrileño, llamado entonces de las Musas y hoy de las Letras.  Barrio vivo de voces, estampa de tantos comediantes, escritores y artistas, desdenes y amores, enemistades y amistades,  misticismo y mundanidad mezclados, abigarrada  fauna de estafadores y mendigos, lujo y pobreza, inmortales obras del Siglo de Oro.

(Imágenes:- 1.-Convento de monjas Trinitarias.-Madrid.-foto JJP/ 2.-mapa del barrio de las Letras sobre el plano de Texeira, 1656.-wikipedia)