¡AÚN DICEN QUE EL PESCADO ES CARO!

Sorolla.-4fty.-pescadora con su hijo.-Valencia.-1908

«Cuatro tablas unidas a una peña

que borda con espuma el mar rugiente;

una red, una barca muy pequeña,

y un chiquitín, rubillo y sonriente,

durmiendo en pobre cuna…

compendian el amor de los amores,

la dicha, el bienestar y la fortuna

de humildes y sencillos pescadores.

Sorolla.-uggb.-esperando la pesca

Cuando entre nubes de zafir y grana

despierta el rojo sol con la mañana,

por buscar la comida de su hijuelo,

entonando dulcísimos cantares,

el ave cruza la extensión del cielo;

y raudo, como el ave, el barquichuelo

surca las olas de los turbios mares.

Sorolla.-rwwa.-pescador.-1904

Cuando mueren del sol los resplandores,

cuando el lucero de la tarde brilla

con trémulos fulgores,

desgarrando los velos de la bruma,

a su nido retorna la avecilla;

y, también como el ave, la barquilla,

entre montañas de bullente espuma,

retorna al nido que labró en la orilla.

Sorolla.-edvv.-Playa de Valencia.-Pescadoras.-1919.-Museo de Bellas Artes de Valencia

Y en el nido roquero,

donde gozoso el pajarillo canta,

y en el modesto hogar que se levanta

sobre peñón costero,

el pájaro y el hombre

gustan los goces del amor fecundo:

inefable placer, dichas sin nombre,

que ni comprende ni adivina el mundo.

Sorolla.-ubgg.-pescadores valencianos.- 1895

Y los pescados de rosáceo brillo

que saltan en las mallas de las redes,

y las cuatro paredes

que cobijan el sueño de un chiquillo,

y el chasquido del tronco que se quema,

y del hogar las plácidas canciones…

son las notas vibrantes del poema

que ritman al latir dos corazones.

Sorolla.-5bby.-pescadoras valenciana.-1915

Mas a veces la joven pescadora

regresa a su cabaña

al despuntar la aurora,

y triste llanto su pupila empaña,

y se nubla su rostro bondadoso

al pensar en su esposo,

que lucha con las olas denodado

en combate infecundo,

por obtener un poco de pescado,

que apenas si se vende en el mercado,

pues dice que es muy caro todo el mundo.

Sorolla.-rvuuj.-a la sombra de la barca- Museo Sorolla

Cuando entre nubes de zafir y grana

despierta el ro o sol con la mañana,

ya no sale a la pesca el barquichuelo;

y cuando el astro de la tarde brilla

sobre el azul del cielo,

ya tampoco retorna la barquilla,

cual ave errante de cansado vuelo,

buscando el nido que labró en la orilla.

Sorolla.-playa de Valencia.-1908

Ya las tablas unidas a la peña

que el mar rugiente azota

y la barca pequeña

por el empuje de las aguas rota,

y la modesta cuna

compendio del amor de los amores…

féretros son que encierran la fortuna

de humildes y sencillos pescadores.

Sorolla.-34vb.-Ayamonte.-la pesca del atún.-Museo Sorolla

Ya los pescados de rosáceo brillo

no bullen en las malla de las redes;

ya las cuatro paredes

son el lecho de muerte de un chiquillo

que agoniza cual débil pajarillo,

falto de pan y dulces afecciones;

ya en el hogar un tronco no se quema,

y el rugir de los fieros aquilones

es la fúnebre nota del poema

que rimaron dos nobles corazones.

Sorolla.-ewsv.-Y aún dicen que el pescado es caro.-1894.-Joaquín Sorolla.-Museo del Prado

Perdida la razón, la pescadora

regresa a su cabaña

al despuntar la aurora,

y triste llanto su pupila empaña;

la pobre mujer llora

la muerte de su esposo idolatrado,

y contemplando un cesto de pescado,

exclama con dolor acre y profundo:

– Dos vidas ha costado;

y al quererlo vender en el mercado,

¡aún me dice que es caro todo el mundo!».

Sorolla.-uuyn.-barcas pescadoras.-1908.-colección particular

M.R. Blanco -Belmonte.-«¡ Aún dicen que el pescado es caro!».- (Aves sin nido) en «La Corte de los poetas.- florilegio de rimas modernas»– edición de Marta Palenque-2009)

(Imágenes.-.-Joaquín Sorolla: 1-pescadora con su hija.-Valencia.-1908/ 2.-esperando la pesca.-1908/ 3.-pescador.-1904/ 4.-Valencia.-pescadores.- 1919-Museo de Bellas Artes de Valencia/5.-pescadores valencianos-1895/ 6.-pescadoras.-Valencia.-1915/ 7.-a la sombra de la barca.-1903-1904.- Museo Sorolla/ 8.-playa de Valencia.-1908/ 9.-Ayamonte.-la pesca del atún.-Museo Sorolla/ 10- aún dicen que el pescado es caro.- 1894.-Museo del Prado/ 11.-barcas pescadoras.-1908.-colección particular)

DALÍ EN PARÍS

”Desde 1929 – le dijo Dalí al gran periodista Indro Montanelli -, tengo la clarísima conciencia de ser un genio, es más, «el» genio: el representativo de mi tiempo. Esto se halla escrito ya en la morfología de mi rostro, como estaba escrito en el de mi hermano, que murió de meningitis a los siete años. Se llamaba Salvador también, porque también él hubiera, como yo, salvado al mundo: es decir, hubiera salvado lo que se puede y se debe salvar del mundo.

Lo que yo no sabía, era que este mi genio era, pongamos, no leonardesco o goethiano, sino rafaelesco. He atravesado períodos leonardianos y goethianos, en mi vida; pero ahora me doy cuenta de que eran mediocres aprendizajes. Todo lo que he hecho bajo ese signo representa cuanto de mejor ha sido hecho, pictóricamente, en la primera mitad de este siglo; pero no es nada, comparado con lo que estoy haciendo ahora y haré en adelante».

Montanelli se pregunta entonces ante estas palabras : «¿Orgullo consciente? ¿Mitomanía? ¿Deseo de asombrarme? Dalí, al hablar, no me mira a la cara, no se preocupa lo más mínimo de observar si le creo o no. Sabe muy bien que, si no le considero un genio, como se proclama, debo por fuerza considerarle un loco: lo cual, a efectos de éxito, vale otro tanto, si no acaso más. Probablemente, sólo se ofendería si adivinase lo que en realidad pienso de él: que no «es» genio, ni loco; pero se «hace» lo uno y lo otro con insuperable maestría».

«¿Bromeo seriamente? – había escrito antes el mismo Dalí – ¿Estoy diciendo verdades extraordinarias? ¿Es que las bromas se transforman en verdades? ¿Es que las verdades no son más que horribles chiquillladas? La locura, en mí, puede ser substancial, y la substancia más profunda, pura broma. Permanezco siempre ante esta constante interrogación: No sé cuándo empiezo a simular o cuándo estoy diciendo la verdad».

(Pequeño apunte, mientras está teniendo lugar una gran exposición en París sobre Salvador Dalí)

(Imágenes:- Salvador Dalí: 1.-Rosa meditativa.- 1958.-Fundación Gala-Dalí/ 2.-nacimiento de una Divinidad.-1960/ 3.- El simulacro transparente de la falsa imagen.- 1938.- Albright Knox Art Gallery.-Buffalo.-NY/ 4.- Salvador Dalí en 1954.-foto Philippe Halsman)

TÀPIES

«¿ Me preguntas si mi obra se halla en la corrientes vigentes y actuales? –decía Tàpies en una entrevista en 1968 -. Pero ¿ de qué vigencias hablas? Porque me imagino que los criterios, pongamos por caso, de un funcionario oficial de Bellas Artes, deben ser muy distintos a los que pueda tener, por ejemplo, un crítico independiente. Yo poco sé de corrientes pictóricas y de vigencias. Siempre he sentido una gran alergia por los viajes en rebaño y por lo que se dice que está de moda en un momento dado. Nada más fugaz que las modas. Es un mundo más propio de campañas comerciales, de las tan a la moda «promociones de ventas», que naturalmente necesitan proclamar a los cuatro vientos que sus productos son el último grito.

Pero esto es lo accesorio. Lo importante reside en otro punto: en este imprevisible saber qué pasará el día de mañana en mi taller o en el taller de los artistas más jóvenes, como es imprescindible en los manejos de un laboratorio conocer de antemano un descubrimiento científico. Confiamos en que algo pasará, pero no sabemos qué. Además, los cambios no son gratuitos – insisto en mi poca confianza en los cambios bruscos de la moda -, sino que están en función de las evoluciones ideológicas y de los acontecimientos que se suceden en el mundo en general…

(…) El antagonismo entre la pintura figurativa y la abstraccionista ha sido siempre para mí un falso problema. Yo no sé qué es el «minimal art» y estoy de acuerdo en lo del falso problema entre la pintura figurativa y la nebulosista: puede ser tan mala una marina relamida como un conglomerado de manchas funerarias. El problema está en la limitación del hombre. El lenguaje abstracto es limitado y encogido. Como el lírico o el místico. Intentar reflejar con ellos una manifestación estética o una sensación anímica o vtal, requiere forzosamente, si se pretende hacerlo sin adocenamiento, un punto de genialismo, de originalidad candente y poderosa en el artista o en el místico, en el poeta. Debe crear una obra grande con materiales breves. Si el lenguaje escogido, en cambio, responde a la realidad – un rostro crispado… -, toda la carga dramática, toda la plenitud física, todo el complejo material e inmaterial que conforma esta realidad y alienta en ella, son el cañamazo rico y grávido sobre el cual puede proyectarse la potestad creadora del pintor, y, de la conjunción, puede salir un cuerpo artístico de resonancias más vastas que la de un cuerpo estrictamente informal».

(Pequeño recordatorio de Antoni Tàpies en el día de su muerte)

(Imágenes.-1 y 2.-obras de Tàpies.-elconfidencial.com)

GASTRÓNOMOS, ESCRITORES Y LECTORES

«Mi gusto por la cocina, como aquel por la poesía, me vienen del cielo – confesaba Alejandro Dumas -.El primero ha estado destinado a arruinarme; el gusto por la poesía, en cambio, a enriquecerme, puesto que yo no renuncio a llegar a ser rico algún día«. En el momento en que se publican las recetas culinarias de Dumas vienen a la memoria tantos textos mezclados con sabores y olores, palabras aderezadas en bandejas de estilo, servidas por grandes escritores y gastrónomos, como cuando Cunqueiro, por ejemplo, dedica su epístola a los cocineros y cocineras en su «Viaje por los montes y chimeneas de Galicia» (Austral)  hermanado con José María Castroviejo. «No innovéis en cocina – les pide Cunqueiro a los cocineros -, porque corréis el riesgo de mezclar. Ateneos, hermanos, a la patrística, y así como no mezcláis los vinos, respetad la pureza del hallazgo antiguo, y si en vuestro fogón, un dichoso día, se produjese el milago, antes de publicar la receta, provocad procesos de canonización, y que el más fino de entre vosotros sea el abogado del Diablo».

Del arte de comer y del arte de la palabra hablé ya en MI SIGLO. Como también dediqué otro artículo a cocina y literatura. Brillat- Savarin escribía que estaba tentado de creer «que el olfato y el gusto no forman más que un sentido del que la boca es el laboratorio y la nariz la chimenea, o para hablar más exactamente, del que uno sirve a la degustación de los cuerpos táctiles y el otro a la degustación de los gases«.

Olfato y gusto los paseaba igualmente Alejandro Dumas cada vez que visitaba Marsella. Caminaba por los muelles, compraba pescados y mariscos, volvía a su hotel y, en mangas de camisa, confeccionaba una sabrosa bullabesa. En 1857 daba especiales clases de cocina en su casa y uno de los asistentes cuenta cómo el escritor, con las mangas de su camisa remangadas hasta los codos y ante un tablero blanco, preparaba la cena. «Cuando entramos en su inmensa cocina, estaba elaborando un pescado y vigilando el asado. Su sirviente, con adoración muda, seguía cada paso del gran novelista (…) El asado apareció dorado, soberbio. La cena fue exquisita«.

Entre tantas otras ciudades del mundo, la capital de Francia ha recibido siempre, como si tuviera imán para los manjares, los productos que abastecían sus comedores. En el siglo XVlll Eugêne- Victor Briffaut, en su libro «París en la mesa,» contaba que «cuando París efectivamente se sentaba a la mesa, la tierra entera se estremecía; de todas las partes del universo conocido llegaban los productos de todos los reinos, aquellos que el globo ve crecer en su superficie, aquelllos que guarda en su seno, aquellos que el mar esconde y alimenta, aquellos que pueblan el aire: todos se aceleran, se presentan presurosos para obtener el favor de una mirada, una caricia o una dentellada».

En España, la literatura y la gastronomía se han ido cruzando, siglo a siglo, por los caminos del mutuo interés. Evocaba Néstor Luján en un artículo de hace años los libros de Emilia Pardo Bazán, «La cocina española» y «La cocina moderna», el «Practicón» de Ángel Muro, la «Guía del buen comer español» de Dionisio Pérez y, naturalmente, la excelente «La casa de Lúculo o el arte de comer» de Julio Camba, y las obras de Pla.

Muchos otros autores antiguos y modernos han ido escribiendo sobre el tema. Mientras los leeemos, vemos pasar de plato a plato la perdiz y la paloma torcaz, la codorniz y el pato, la liebre, el conejo, la nutria, el corzo, el jabalí y el ciervo mientras Cunqueiro continúa su epístola a los cocineros y cocineras elevado sobre todos los montes y entre las chimeneas de toda Galicia.

(Imágenes.- 1.-Joan Miró.-naturaleza muerta con conejo/2.-Nicolay Bogdanov-Belsky/3.-Félix Valloton.- bodegón con pimientos rojos.- artisangallery/4.-Stanko Abadzic.-tenedor y plato.-contemporaryworks)

GRANADA, SOROLLA, JARDINES

«La frondosa vega, el marco de montañas, la confluencia de los ríos, las colinas coronadas de pinos y ceñidas de arbustos, las pirámides volcánicas de Sierra Elvira, esmaltadas por la luz de Andalucía; el cristal veneciano de Sierra Nevada, que toma tantos reflejos y tiene tantos resplandores; los contrastes del color, la variedad de la vida en aquel resumen de la Creación, le encontraton indiferente, que ni la Naturaleza ni el Arte lograban penetrar en su aborbente misticismo».

Así iba contando Emilio Castelar en 1876, en «La cuestión de Oriente«, cómo un árabe iba descubriendo la belleza de  Granada por primera vez en su vida.

«Subieron al cerro de la Alhambra seguía Castelar -. Pasaron las umbrosas alamedas, por donde bajan susurrando los claros arroyuelos. Detuvieron un momento la vista en las torres bermejas doradas por el sol, en los mármoles del interrumpido palacio imperial, en los bosques del Monte Sacro, en las quebradas márgenes del aúreo Darro, en los blancos miradores y minaretes del Generalife, que se destacan sobre el cielo azul, entre adelfas, cipreses y laureles. Por fin, atravesaron la puerta del árabe alcázar y dieron con el patio de los Arrayanes. La fisonomía del árabe se contrajo, sus ojos se oscurecieron y sólo se aumentó su silencio. De aquella alberca ceñida de mirtos, con sus ajimeces bordados como encaje, sus galerías ligeras y aéreas, sus aleros incrustados, sus frisos de azulejos, sus pavimentos de mármol, pasaron al Patio de los Leones, al bosque de ligeras columnas, sostenes de arcos que parece prontos a doblarse, como las hojas de los árboles, al menor soplo del aire que pasa por los inersticios de su gracioso y transparente alicatado. El árabe, pálido como la muerte, se apoyó en una columna para poder continuar en aquella visita».

«Por fín, cuando penetró en las estancias y alzó los ojos a las bóvedas compuestas de estalactitas empapadas en colores brillantísimos, y leyó las leyendas místicas o guerreras que esmaltan las paredes, semejantes a visiones orientales, y se detuvo en aquel camarín incomparable que se llama el mirador de Lindaraja, a través de cuyas celosías se esparce la esencia del azahar y se oye el rumor de la vega, su emoción iba rompiendo toda conveniencia y mostrándose en sacudimientos del cuerpo, semejantes a los espamos de la epilepsia. Ya en el salón de Embajadores, con el Darro a un frente y al otro el Patio de los Arrayanes, las paredes de mil matices, adornadas con los escudos de los reyes; los ajimeces, bordados con todos los prodigios de la fantasía asiática; las puertas, recuerdos de los días de esplendor y de la fortuna, cuando desde las tierras más remotas venían, unos, a recibir luz de tanta ciencia, y otros, de tantas artes, placeres y encantos; las bóvedas, incrustadas en marfil y oro; las letras, semejantes a las grecas de una tapicería persa, repitiendo entre las hojas de parra y de mirto y de acanto, cincelados, los nombres de Dios, el corazón le saltaba en pedazos y un inmenso lloro, un largo sollozo, que semejaba a la elegía de los abdibitas en Africa al perder a Sevilla o las lamentaciones de los profetas en Babilonia al perder a Jerusalén, llenó aquellos abandonados espacios, henchidos de invisibles sombras augustas, con el dolor de toda su triste y destronada raza».

Azorín recoge íntegra esta larga cita de Castelar y colocándola en «El paisaje de España visto por los españoles«, tras calificar de belleza insuperable este texto, se pregunta:  «si volviéramos a Granada, ¿perduraría luego en nosotros la primitiva impresiòn? ¿ No sería borrada aquella imagen por la imagen nueva? No – se contesta – ; hay imágenes imborrables, hay sensaciones que no se desvanecen nunca en nuestro espíritu».

Treinta y tres años después de este texto de Castelar, el 22 de noviembre de 1909, Joaquín Sorolla le escribe desde Granada a su mujer, Clotilde, al acercarse a la ciudad para pintarla: «la llegada es de noche, y el coche te lleva largo rato cuesta arriba por estos laberínticos jardines, produciendo igual efecto que si entraras con los ojos vendados… y si mañana hay sol es maravilloso el espectáculo, pues si como me dicen hay una gran nevada en esta estupenda sierra, entonces no dudo superará esta vez a la primera que vine».

Pintará así Sorolla la ciudad de Granada con enorme plasticidad y lo hará en varias ocasiones. Ahora, la exposición recién inaugurada en el Museo Sorolla  de Madrid dedicada al tema de Granada en Sorolla, recoge la belleza de todas aquellas horas, del sol y los jardines.

(Imágenes:– Joaquín Sorolla: -1.- Sierra Nevada en invierno.–Museo Sorolla/ 2.-Patio de Comares.-Alhambra de Granada.-1917.-Museo Sorolla/ 3.-Patio de la Justicia.– Alhambra de Granada.-Museo Sorolla/4.- Sierra Nevada en otoño.-1909.-Museo Sorolla/ 5.- calle de Granada.-1910.-Museo Sorolla/ 6.- Torre de las Infantas.-1910.-Museo Sorolla)