EL ENTIERRO DE MODIGLIANI

 

 

“El entierro de Modigliani — contaba Corpus Barga —, que fue el nacimiento de su pintura, puede tomarse como la fecha arbitraria y fatal para marcar la muerte del Montparnasse cubista. Modigliani había sido un cubista de Montparnasse que no hacía cubismo. Cuando los mercaderes empezaron a fijarse en este pintor, ya arruinado y alcohólico, el hombre se murió. La muchacha que vivía con él se tiró por la ventana para seguirle para el otro mundo que han falsificado tantos pintores antiguos. Al entierro de Modigliani asistió  todo Montparnasse, desde Picasso hasta el último mono. Desfilaron en el depósito,  por delante del cadáver, pintores de todas las nacionalidades; cada cual saludaba según su rito, con el sombrero, con la cabeza, con los brazos o con el cuerpo.  El último mono de Montparnasse, con el cuello del gabán  levantado sobre el pelo rubio —a quién quiso imitar este personaje de la selva —, le dio el último adiós, un adiós con la mano, volviendo la cara. Parecía el adiós que se daba paradójicamente todo un Montparnasse a sí mismo.”

( a los cien años de la muerte de Modigliani)

 

 

 

(Imágenes—1- Modigliani _1917 – colección privada – Washington – Wikipedia/ 2-Modigliani -1918- colección particular)

RETRATAR EL ALMA

 

 

“Una persona es su cuerpo y su alma. El cuerpo es un compuesto de sustancia orgánica, algo material, dotado de cualidades sensibles: color, volumen; la forma exterior, en una palabra. Luego tenemos el alma. ¿Qué es el alma? —se preguntaba el artista español  Enrique Segura al tratar del retrato en la pintura — Algo indefinible, inmaterial; pero tan evidente que es lo único.  Porque la materia es común a todos, pero el alma, no, pues, ¿qué es, por el contrario, lo que nos distingue a unos de otros?  Por tanto, la captación de ese fluido misterioso que irradia de los rostros y que es más que la simple ordenación de formas y rasgos; esa vibración arcana de la carne constituye el objeto esencial del retrato. Esta es la realidad psíquica que se esconde en la faz humana. Porque no es la forma peculiar de un rostro, la fisonomía, la que determina su personalidad, sino, lo contrario, la personalidad del sujeto determina la peculiaridad de su forma. Investigar esta personalidad, descubrirla, constituye el fin primordial del pintor de retratos. Todo lo demás  — el parecido, la sensación de la vida, la gracia — se nos dará por añadidura.”

 

 

(Imágenes: 1-Amedeo Modigliani – 1907/ 2- Amedeo Modigliani – 1917)

EN VERANO, VIAJAR

 

 

«Viajar – dice Montaigne – me parece un ejercicio provechoso. El alma se ejercita continuamente observando cosas desconocidas y nuevas. Y no conozco mejor escuela para formar la vida, como he dicho a menudo, que presentarle sin cesar  la variedad de tantas vidas, fantasías y costumbres diferentes , y darle a probar la tan perpetua variedad de formas de nuestra naturaleza. El cuerpo no está ni ocioso ni agitado, y ese moderado movimiento lo pone en vilo. Aguanto a caballo sin desmontar – dice en 1580 en su viaje por Suiza y Alemania hasta Roma -, enfermo de cólico como estoy, y sin aburrirme, ocho y diez horas.

(…) No ignoro que, si lo tomamos al pie de la letra, el placer de viajar es prueba de inquietud e irresolución. Por otra parte, estas son nuestras características principales y predominantes. Sí, lo confieso, no veo nada, ni siquiera en sueños, ni con el deseo, donde pueda detenerme; sólo me satisface la variedad, y la posesión de la diversidad, si es que me satisface alguna cosa. En los viajes, me alienta hasta el hecho de poder parar sin perjuicio, y de tener donde distraerme cómodamente de ellos».

 

 

Antoine Compagnon, al evocar estas frases en «Un verano con Montaigne» (Paidos), recuerda que «la equitación le proporciona a Montaigne una «agitación moderada», hermosa combinación de términos para designar una especie de estado intermedio e ideal. Aristóteles pensaba caminando y enseñaba deambulando; Montaigne encuentra sus ideas trotando y cabalgando«.

 

 

(Imágenes -1-Nicola Simbari– 1968/ 2- Henry Moret- 1895/ 3-Gustave Moreau)

NATALIA GINZBURG

 

ciudades.- iobr.-. ópera- Arnaldo De Lisio.- 1903

 

«Si tengo un abono para la ópera, voy a la ópera más veces al año. No entiendo la música, por eso no escucho. A menudo duermo, o pienso. Pienso en todas las óperas que he oído en mi vida. No escuchado, oído. Y quizá oído es también decir demasiado. Pienso en todas las óperas a las que he asistido, testigo inútil y perdido entre mis pensamientos. El Teatro de la Ópera, que frecuento desde hace tiempo, es un lugar en el que he dormido y pensado largo tiempo, un lugar muy familiar y, por consiguiente, muy hospitalario para mí.

Todas las veces me propongo escuchar, todas las veces decido que escucharé. Pero al cabo de poco, mi atención se desvanece. Hay unos breves instantes durante los que, de manera involuntaria y casi distraída, escucho, y en esos breves instantes, disfruto de los sonidos. La satisfacción de haber escuchado es tan grande, que me pierdo en su mar, y ya estoy de nuevo ausente.

 

Opera- nnbb- Jules- René Herve

 

(…) Se me preguntará entonces por qué he tenido abonos para la ópera. No lo sé. Ahora sé que la música es algo para mí definitivamente perdido. Así, estoy asombrada y perpleja por mi inferioridad respecto a los demás, porque el teatro entero parece escuchar aquel fragor y aquellos gritos y contemplar aquellas rocas espectrales y entender su lenguaje. A mí no me dicen nada, estoy casi siempre fuera de juego. Pero pienso que tal vez para los demás todas las óperas son como para mí «la bóveda negra», o como, en «Las bodas de Fígaro«, » Está usted servida, brillante señora», aria que me encanta y que me llevo a casa y repito hasta el infinito, y que cuando bebo Acqua Brillante sopla en mi memoria y me produce un escalofrío, un escalofrío de alegría que es, quizá, el amor por la música que hay en mí».

Natalia Ginzburg Nunca me preguntes» (1969)

(pequeña evocación de la escritora italiana cuando se cumplen cien años de su nacimiento)

 

baile.-tu8uuu.-danza.-Degas.-- la ópera de Meterbeer Robert Le Diable

 

(Imágenes- 1- Arnaldo de Lisio- 1903/2.-Jules René Herve/ 3.- Degas.- La Opera de Meterbeer Le Diable)

GREGUERÍAS DE LOS JARDINES

 

jardines.- tyyhh.- otoño.- Gustave Caillebotte

 

Al jardinero le horroriza el otoño porque se le descose todo el jardín

 

jardines-yeew- Galileo Chini

 

Debería de haber unos gemelos de oler para percibir el perfume de los jardines lejanos

 

jardines- bhhu- John Singer Sargent

 

El guarda del jardín fue el primer mariscal de campo que conocimos

 

jardines-ffty-Peder Monsted- mil novecientos veintinueve

 

El jardín estaba nervioso por las cosquillas de las mariposas

 

jardines-ysv-Giovanni Giacometti- mil novecientos diecisiete

 

El jardín se fuma en pipa las hojas caídas

 

jardines-unny- Ernest Lawson

 

Las verjas de los jardines presentan armas al que pasa

Ramón Gómez de la Serna

 

jardines- bvc- Guy Billout

 

(Imágenes.- 1.-Gustave Caillebotte/ 2.- Galileo Chini/ 3.-John Singer Sargent/ 4.- Peder Monsted- / 5.- Giovanni Giacometti– 1917/ 6.-Ernest Lawson/ 7.- Guy Billout)

SCHUBERT Y LA CURACIÓN POR LA MÚSICA

 

 

 

música.-56hh.-orquesta colgante.-por Allyzia Zherno

 

«Durante semanas me levanté, me vestí, cogí el coche para ir a trabajar – confiesa uno de los personajes de «Musicofilia» de Oliver Sacks -, visité a mis pacientes, intenté aparentar un aspecto normal. Pero por dentro estaba muerto, tan sin vida como un zombi. Y luego, un día, mientras bajaba por Bronx Park East, sentí una repentina iluminación, un avivamiento de mi estado de ánimo, un súbito susurro o insinuación de vida, de alegría. Sólo entonces me di cuenta de que estaba escuchando música, aunque tan baja que quizá sólo era una imaginación o un recuerdo. Mientras seguía andando, la música sonaba más alta, hasta que por fin llegué a su origen, una radio que emitía a Schubert a través de la ventana abierta de un sótano. La música me atravesó, liberando una cascada de imágenes y sentimientos: recuerdos de infancia, de vacaciones de verano juntos, y de lo mucho que mi madre apreciaba a Schubert (pues a menudo cantaba su Nachtgesang con una voz un tanto desafinada ). No sólo me descubrí sonriendo por primera vez en semanas, sino riendo en voz alta…, vivo una vez más.

Quise quedarme un rato junto a la ventana del sótano: Schubert y sólo Schubert, me dije, era la vida. Sólo su música contenía el secreto de mantenerme con vida. Pero tenía que coger un tren y seguí andando. Y volví a caer en mi depresión».

 

música.-6hy.-otoño.-Mikhail Nesterov

 

Pero no sólo Schubert puede en momentos determinados aliviar el peso de la vida  (Schubert, del que Beethoven en sus últimos días decía: «¡Verdaderamente en este Schubert habita la chispa divina! No podía concebir cómo Schubert había tenido tiempo de «acometer tan largos poemas muchos de los cuales contenían otros diez), sino que el itinerario de la curación por la música ha sido muy largo y Ramón Andrés lo ha recorrido minuciosamente en su «Diccionario de música y mitología». El fenómeno del tratamiento y curación mediante los sonidos se remonta a Egipto -allí para apaciguar los ánimos -y en China y Japón con el uso de instrumentos como el tambor ku. La idea de la música y el movimiento como generadores de salud se ha expresado muchas veces a través de la Historia. Así como el agua estancada se corrompe – señalaba un autor del siglo XVl -, lo propio sucede con el cuerpo, y la música es un instrumento ideal para incitar el movimiento, lo cual equivale a generar salud: lo que parece razonable en nuestra mente, «la música lo produce como por arte de magia».

 

música-hn-Lionelllo Balestrieri- mil novcientos diez

 

(Imágenes.- 1.-Allyzia Zhermo- orquesta colgante/2.- Mikhail Nesterov/ 3.-Lionello Ballestrieri- 1910)

 

 

VERANO 2014 ( 8 ) : ANTONIO MACHADO

 

rostros.-yyu.-foto por Svetlana Petrova

 

«Al hombre público, muy especialmente al político, hay que exigirle que posea las virtudes públicas, todas las cuales se resumen en una: fidelidad a la propia máscara. Decía mi maestro Abel Martin – habla Mairena a sus discípulos de Sofística – que un hombre público que queda mal en público es mucho peor que una mujer pública que no queda bien en privado. Bromas aparte – añadía -, reparad en que no hay lío político que no sea un trueque, una confusión de máscaras, un mal ensayo de comedia, en que nadie sabe su papel.

Procurad, sin embargo, los que vais para políticos, que vuestra máscara sea, en lo posible, obra vuestra; hacéosla vosotros mismos, para evitar que os la pongan- que os la impongan – vuestros enemigos o vuestros correligionarios; y no la hagáis tan rígida, tan imporosa e impermeable, que os sofoque el rostro, porque, más tarde o más temprano, hay que dar la cara

Antonio Machado.-«Juan de Mairena»

 

rostros-rrttn-Guino Severini- autorretrato- mil novecientos doce

 

(Imágenes.- 1.-foto Svetlana Petrova/ 2.-Guino Severini.-autorretrato.-1912)

 

 

GUARDAR UNA COSA NO ES ESCONDERLA

objetos-rrggyy-Fulvio Rinaldi

«Guardar una cosa no es esconderla o encerrarla.

En cofre no se guarda nada.

En cofre la cosa se pierde de vista.

Guardar una cosa es mirarla, fijarla, mirarla por

admirarla, esto es, iluminarla o ser iluminado por ella.

Guardar una cosa es vigilarla, esto es, hacer vigilia por

ella, esto es, velar por ella, esto es, estar despierto por ella,

esto es, estar por ella o ser por ella.

Por eso se guarda mejor el vuelo de un pájaro

Que un pájaro sin vuelos.

Por eso se escribe, por eso se dice, por eso se publica,

por eso se declara y declama un poema:

Para guardarlo:

Para que él, a su vez, guarde lo que guarda:

Guarde lo que sea que guarda un poema:

Por eso la jugada del poema:

Por guardarse lo que se quiere guardar».

Antonio Cicero.-«Guardar» (1996) (traducción de Adolfo Montejo Navas)

objetos.-85frf.-Berenice Abbott.-Cambridge -Massachussets.-1958-1961

(Imágenes.-1.-Fulvio Rinaldi– 2006/ 2.- Berenice Abbott.-magnetismo con clave-Cambridge Massachusetts- 1958-1961)

LA GRAN GUERRA (1)

guerra- nnddl-Guido Severini- cañones en acción

«El viaje duró una noche, un día y otra noche entera (….) Habiendo llegado el 22 de agosto de 1914 al pueblo de Jamoigneles- Belles, en Bélgica, el regimiento perdió sólo en la jornada del 24 a once oficiales y quinientos cuarenta y seis soldados de un total de cuarenta y cuatro oficiales y tres mil soldados. Tras replegarse durante los días 25 y 26, recibió la orden de desplegarse en la linde del bosque de Jaulnay donde, en el transcurso del combate que libró el 27, las pérdidas ascendieron a nueve oficiales y quinientos cincuenta y dos soldados. Cuando, a las cuatro semanas, el corpulento general con bigotes de hortelano, logró parar y hasta, en algunos puntos, hacer retroceder la muralla de fuego (pasando la mayor parte de aquel tiempo durmiendo, sin despertarse más que para oír la lectura de los despachos, contemplar un momento el mapa, enterarse de las reservas, dar órdenes y volver a dormirse), no quedaba ni uno solo, incluido el

2 T UMAX     Mirage II        V1.4 [4]

propio coronel, de aquellos que, oficiales y clases de tropa, una sofocante tarde de agosto y bajo las aclamaciones de la muchedumbre, habían cruzado la ciudad donde estaba de guarnición el regimiento para dirigirse a la estación y subir al tren que había de llevarlos a la frontera (…) Entre los que cayeron en el combate del 27 de agosto se hallaba un capitán de cuarenta años cuyo cuerpo aún caliente hubo de ser abandonado al pie del árbol en el que lo habían apoyado. Era un hombre bastante alto, robusto, con facciones correctas, bigote retorcido y afilado, barba cuadrada y cuyos ojos pálidos color de loza, abiertos de par en par en el apacible rostro ensangrentado, miraban por encima de los soldados el follaje

guerra mundial- ffvg. Roger de la Fresnaye- la artillería- mil  novecientos once

destrozado por las balas en el que jugaba el sol de la tarde veraniega. La sangre pastosa formaba en la guerrera una mancha de un rojo vivo cuyos bordes empezaban a secarse, ya amarronados, desapareciendo casi totalmente bajo la nube de moscas de coseletes rayados, alas grises punteadas de negro, que se apiñaban y se subían unas en otras como las que se abaten sobre los excrementos en el suelo de los bosques. La bala se había llevado el quepis y en los cabellos pegajosos de sangre aún se podía ver el surco dejado por el peine que

guerra-vvgh-Verdun- Félix Vallotton

aquella misma mañana había trazado con esmero la raya en medio enmarcada por las dos ondas. Con gran decepción por parte del soldado enemigo que se acercó prudentemente, agachado, con el dedo en el gatillo del arma, y que, atraído por la vista de los galones, se inclinó sobre el cuerpo, apartando las moscas para registrarlo, los bolsillos de la guerrera estaban vacíos y no encontró ni el reloj de oro con carillón, ni la cartera, ni ningún otro objeto de valor. Más tarde, junto con la cartera, se mandó todo a la viuda, incluida una mitad de la plaquita grisácea que llevaba el nombre del muerto y estaba fijada a la muñeca por medio de una

guerra-vvhhu-Max Edler von Poosch- una escuadrilla- mil novecientos diecisiete

cadenita, conservándose en las oficinas de los efectivos la otra mitad de la placa partida siguiendo una línea de puntos varios hechos ex profeso con embutidera (…) En cuanto al juego de fumador de esmalte decorado con aves chinas de color añil con vientres rosa que volaban sobre nenúfares, había sido cuidadosamente guardado antes del combate en el estrecho baúl de metal reglamentario, pintado de un verde oscuro y sujetado con correas, transportado en los furgones con el equipaje de la compañía.»

Claude Simon.- «La acacia»

(Recuerdos de vidas únicas al cumplirse un siglo de la Primera Guerra Mundial)

guerra-ffcvvb-Sydey Carline- la destrucción de un convoy- mil novecientos dieciocho.- museo imperial de la guerrra- Londres

(Imágenes.-1.-Guido Severini.-cañones en acción/2.- André Dunoyer de Segonzac– preparación de artillerería-1915/3.-Roger de la Fresnaye.-la artillería- 1911/4.-Félix Vallotton– Verdun/ 5.-Max Edler von Poosch– una escuadrilla- 1917/ 6.-Sydney Carline– 1918)

UNA RUEDA DE PRENSA

figuras.-hbgll.- Lucio Fontana.-1959.-Concepto espacial

(Hay ruedas de prensa que tenemos que seguir casi todos los días y ruedas de prensa en cambio que aparecen de pronto como invención de la realidad – ( es el subtítulo de MI SIGLO) -, fruto de la creación literaria, tal como sucede en estas páginas de mi última novela «Mi abuelo, el Premio Nobel», tras el momento en que a Dante Darnius – el escritor que todo lo lleva en la cabeza y que nunca ha podido escribir nada en el papel – le conceden el Nobel de Literatura) :

» Como le han dado el Premio Nobel a Dante – se lee en la novela – nos convocan a una rueda de prensa.

–¡A ver! ¡Colóquense ustedes lo más juntos que puedan, lo más apretados que puedan! ¡Los más altos pónganse detrás, por favor! ¡Y al niño delante! ¡Pongan al niño delante!

La foto familiar nos la hacemos los Darnius por fin en el jardín, sobre la tierra del jardín, sobre los bordes de la fuente que aguanta nuestro peso.

Han sido tan reiterativos los periodistas y los fotógrafos queriendo reunir a los Darnius, que aunque no estemos todos, sí ocupamos toda la plataforma de la fuente.

–¡O se acercan ustedes un poco más –nos gritan los fotógrafos desde los extremos, cada uno inclinado detrás de su objetivo–, o no salen todos en la foto!

«¡Es que nos vamos a caer al agua, es que estamos tan apretados ya que nos podemos caer al estanque, es que no nos podemos juntar más!», decimos a coro.

No nos entienden.

O quizá no quieren entendernos.

Se han apostado fotógrafos a nuestra derecha, al frente, a nuestra izquierda. Nos quieren a todos los Darnius tan apretados, en pie y tan juntos, que vamos a parecer pingüinos.

–¡No se muevan ahora, que así están bien! –nos grita el fotógrafo que está enfrente– ¡A ver, a ver! ¡No se muevan! ¡Miren al cielo! ¡Al pajarito!

Miramos todos los Darnius al cielo, inmóviles bajo el sol. No vemos el pajarito. No pasa el pajarito. ¿Dónde está el pajarito?

–Yo no veo al pajarito, Amenuhka –le digo a mi hermana que posa a mi lado.

–¡No hagas caso! ¡Esa es una frase que siempre dicen los fotógrafos! ¡Tú no hagas caso! –me dice mirando al sol, sin moverse.

Pero de repente, otro fotógrafo a la izquierda nos habla de que también tiene él otro pajarito, de que le miremos fijamente porque encima del estanque ante el que nos quiere retratar, hay otro pajarito.

–¡Miren al pajarito, por favor, miren al pajarito!

–¿Tú crees que ahí sí hay pajarito? –le pregunto a mi hermana mirando al objetivo.

–¡Ya te he dicho que eso es cosa de los fotógrafos! –me replica Amenuhka–. Tú sonríe y no te muevas.

No, tampoco hay pajarito sobre el estanque. Como no lo hay sobre la casa, ni sobre el agua, a pesar de que otro fotógrafo se inclina también detrás de su aparato y levanta su mano en el aire para entretenernos, haciendo con los dedos la forma de un pajarito.

–¡Ya está! ¡Quietos, por favor! ¡Un segundo más! ¡Un momentito más, que vamos a repetirla!

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Yo no sé qué interés podemos tener los Darnius para todos esos fotógrafos, no me lo explico, pero la verdad es que han venido de todas partes para inmortalizar a mi abuelo y parecen empeñados en que quedemos para la posteridad.

–¡A ver, ahora vuélvanse un poco hacia la derecha, que vamos a coger al grupo de perfil!

Casi no nos podemos mover pero intentamos mirar todos hacia la derecha, hacia los árboles, poniéndonos de perfil y dejando que nos tueste el sol.

–¿Tú crees que aún les falta mucho para acabar? –le susurra mi tío Byron al abuelo Dante, molesto por tanto asedio.

Mi abuelo, al que han sentado en el centro del grupo –en el centro del estanque– y que ocupa un gran sillón de mimbre, un sillón amarillo que van cambiando de lugar según cambia la orientación del sol, procura calmar los ánimos.

–Hay que tener paciencia con la prensa. Están haciendo su trabajo.

Cuando terminan con la sesión de fotos, los reporteros vienen hacia nosotros. Cruzan el aire azul para entrevistar­nos.

–Hay que nombrar un portavoz de la familia para la rueda de prensa –dice apresurada mi madre–. No vamos a hablar todos los Darnius a la vez porque no vamos a entendernos. Tampoco va a hablar sólo Dante. A ver, tú, Byron, que tienes buena voz, ¿por qué no nos representas y contestas a la prensa?

Mi tío Byron posee un vozarrón muy potente, su garganta parece una cueva resonante. Yo creo que es una cueva resonante.

–Estoy a su disposición –les truena a los periodistas situados en semicírculo, preparados ya con sus cuadernos, lápices, teléfonos móviles, cámaras, vídeos y grabadoras–. Contestaré a todas sus preguntas.

Los periodistas están inquietos y parecen querer una exclusiva.

–¿Qué es para usted lo maravilloso, señor Byron? –se atreve a interrogar el primero.

–¿De dónde es usted? –le pregunta a su vez un poco retador mi tío.

–Del The Wall Street Journal –contesta nervioso el reportero.

Y mi tío Byron Darnius entonces le explica muy bien con su gran vozarrón, desde la cueva de su profunda garganta, qué es para él –y para todos nosotros, puesto que él nos está representando– lo maravilloso.

–Señor del The Wall Street Journal –le dice–. Lo maravilloso es muy sencillo. Lo maravilloso es vivir, nacer, no caerse en el espacio, reír, soltar una carcajada instantánea, llorar de repente, emocionarse, divertir a los demás, levantar a un niño en el aire, ver que amanece todos los días.

figuras.-5jbv.-Yves Klein.-hoja de oro en el panel.-1961

Los periodistas siguen nerviosos: apuntan, graban, piensan. Está claro que quieren una exclusiva.

–Represento al Times, señor Byron –levanta su mano un espigado pelirrojo–. ¿Puede decirme qué es para usted –o para ustedes, los Darnius– lo fantástico?

De la garganta de mi tío Byron empieza a salir en caracolas la piel de la naranja de la definición de lo fantástico. Da unas vueltas en el aire la corteza de la definición y va cayendo poco a poco, sin romperse, sobre la rueda de prensa.

–Lo fantástico es la alegría, son los regalos, es dominar el dolor, es la amistad, el primer beso, una conversación entrañable, es perdonar y ser perdonados, es el fuego en los troncos en una noche de invierno, es la mirada de un hijo.

Otra mano se levanta entre la nube de periodistas:

–De La Stampa, señor Byron –dice una voz pizpireta y femenina–. ¿Qué es para usted lo mágico?

–Lo mágico es la vida misma –dice mi tío–. Llegar a fin de mes, seguir enamorados, inventar distracciones, ir contra corriente, no aburrirse, descubrir colores en la tarde, crear ilusión, provocar la risa en una mujer, mirar de vez en cuando el cielo, cerrar los ojos escuchando música.

Otro periodista, al que las gafas le cabalgan sobre la nariz, levanta ahora la mano:

–¡Del International Herald Tribune, por favor!

–¡Adelante!

–¿Cuál es la mayor cualidad que debe tener el hombre?

Byron no lo duda:

–La paciencia –contesta rápido.

–¿Y qué es la paciencia? –insiste el reportero de los lentes apuntando la respuesta en su cuadernito.

Entonces mi tío Byron da unos pasos respetuosos hacia el sillón donde está sentado Dante y hace girar a mi abuelo con lentitud. Mi abuelo es la imagen viva de la paciencia. Viste hoy, para la rueda de prensa, un traje de tonos tostados, de los que llevan los abuelos famosos, toques ocres, pliegues del paso de los años– y unos botines pardos que resaltan más su pelo blanco. Viste hoy mi abuelo una chaqueta de color otoño que hace juego con los botines pardos, que a su vez hacen juego con los brazos amarillentos del sillón de mimbre donde se sienta, un mimbre que hace juego con las ondas del pelo de mi madre, con el broche de oro en su gargantilla otoñal, gargantilla que sujeta los pliegues de los años, estrías de años surcando arrugas color café, café que hace juego con el color de las nubes que amenazan tormenta.

–Aquí tienen a la paciencia hecha hombre –le dice Byron al periodista con su gran vozarrón– o lo que es lo mismo, aquí tienen a un escritor convertido en paciencia.

Hace girar un poco más el sillón de mi abuelo y al mimbre del sillón, conforme da las vueltas, se le van poco a poco pegando las nubes, las hojas del sol tostadas en el pelo, los botines y la chaqueta de tonos ocres. Mi abuelo se deja llevar con una sonrisa amable mientras gira en torno a los colores del día.

figuras.-i8i8.-Claus Stolz.-Sonne 68.U .-2003- .photonetgalerie

–¿Y la peor cualidad del hombre? –vuelve a preguntar el periodista.

–A veces, la lengua –contesta inmediatamente Byron Darnius.

Y en un instante hace una demostración del poderío de la lengua. Abre su boca mi tío Byron y hace salir la salamandra de su lengua transformada en un músculo ondulante que se estira en el aire y se arrastra por la atmósfera. Yo nunca he visto tan de cerca el cuerpo de la lengua de mi tío Byron, que es un cuerpo de lengua normal y que vive, como todas las lenguas del mundo, encerrada entre las piedras de los dientes y las rocas de las muelas. Da la impresión de ser inofensiva. Pero de pronto Byron ha debido de hacer un movimiento de ira –un movimiento provocado, un resorte para hacer saltar una chispa– y en la punta de la lengua de mi tío aparecen miles de ojos fosforescentes y enrojecidos, inyectados en rubíes de sangre, y esa extremidad se convierte en un reptil de manchas verdes, quizá un lagarto, no lo sé, sí, parece un ágil y escurridizo lagarto que se está transformando ahora en culebra amarilla, quizá en áspid, no lo sé, sí, ahora ya lo veo bien, ya está fuera de la boca de Byron, es un áspid de manchas pardas y cuello dilatable que hace retroceder a los periodistas.

La voz potente de Byron Darnius hace bailar al áspid en el aire, le hace erguirse y doblarse al golpe de fusta de sus palabras, restallan los insultos, golpean las interjecciones, y el áspid, flameando fuego, avanza hacia los periodistas y les hace otra vez retroceder.

–Ésta es la lengua de la calumnia –dice el áspid alargando su flecha de veneno e intentando tocar el rostro de los reporteros–. Ésta es la lengua de la maledicencia.

¿Pero quién habla? ¿Quién está hablando?

¿Está hablando realmente este animal? ¿Es que acaso un reptil puede hablar?

¿Está hablando de verdad mi tío Byron?

Luego –como una cinta–, plegándose y ondulándose, la lengua de Byron Darnius vuelve a entrar en la boca de mi tío y queda calmada.

figuras.-3nhy.-Shaw Dulaney.-2011

–¿Y la soledad, señor Byron? ¿Qué puede decirnos de la soledad?

Se les ve asustados a los periodistas. Están asustados por el ataque de la lengua, pero necesitan seguir haciendo su trabajo. Yo comprendo que tienen que seguir haciendo su trabajo.

–La soledad es no poder compartir –contesta Byron–. La soledad es no poder cambiar miradas en una habitación. La soledad cae en capas sobre el oxígeno de un cuarto, oprime en planchas vacías, es fría, gélida, interminable. En la soledad no se acaban las horas. La soledad no tiene eco. La soledad está llena de sonidos imperceptibles. La soledad es darse cuenta de que tenemos soledad y no saber qué hacer con ella.

Entonces, desde la última fila de los reporteros se levanta una mano juvenil intentando llamar la atención.

–Señor Byron, cambiando de tema: si usted volviera a nacer y le dieran a elegir, ¿qué escogería? ¿Ser planta, animal o mineral?

–Planta.

–¿Qué planta?

–Nenúfar rojo –dice mi tío Byron.

–Y ahora que ya es usted nenúfar rojo, si pudiera volver a escoger, ¿qué elegiría ser?

–Animal.

–¿Qué animal?

–El armiño –contesta mi tío Byron.

–Y ahora, siendo ya usted armiño, si pudiera volver a escoger, ¿en qué querría convertirse?

–En hombre.

–¿En qué clase de hombre?

–En Byron Darnius–responde mi tío Byron Darnius.

Parece que fuera a haber una tregua en la rueda de prensa, pero no es así, la voz juvenil vuelve a insistir desde la última fila. Es una voz reiterativa. ¿Por qué quiere hacerse la inteligente? ¿Qué intenta conseguir con eso? ¿Quiere demostrar que es la más original?

–Dígame un color, señor Byron –pregunta el periodista.

–El ámbar turquesa –contesta mi tío.

–Un instrumento musical.

–La cítara –responde Byron.

–Un libro.

–El libro de Job –dice Byron.

figuras.-55gioi.-Amy Sia

Parece una partida de tenis. Todos los Darnius vamos moviendo de un lado a otro el cuello para seguir en el aire las preguntas y respuestas. Van y vienen. Yo me mareo. Mi abuelo se marea. Amuhka creo que también se está mareando.

–¿Tú te mareas, Amuhka? –le pregunto a mi hermana.

–Sí, sí me mareo.

–¿Y tú, abuelo? ¿También te mareas?

–Sí, también me mareo –me dice Dante–. Pero las ruedas de prensa son así. Ellos están haciendo su trabajo.

Siguen haciendo su trabajo. Byron lo contesta todo sin mover un músculo. Devuelve cada golpe. Sin embargo, cuando llegan a determinada pregunta mi tío les cambia el ritmo.

–¿Qué es el tiempo, señor Byron?

–No lo sé. Yo puedo responderle qué es la edad.

–¿Y qué es la edad, señor Byron?

–Eso tampoco lo sé. Yo puedo contestarle sobre la vejez.

–¿Y qué es la vejez, señor Byron?

–No, eso sí que no lo sé. Yo le puedo hablar de lo que son las arrugas.

–¿Y qué son las arrugas?

Entonces mi tío Byron les explica muy bien las arrugas tal y como yo se las he oído contar muchas veces en casa, hablando con mi abuelo después de cenar. Les va contando la historia de las arrugas en el borde del lago de los ojos y la historia de los frunces en las comisuras de la boca y las rayas en la llanura de la frente y en el peñasco del mentón.

–Esas son las arrugas que forman parte de la vejez –les dice mi tío a los periodistas–. De la vejez que forma parte de la edad. De la edad que forma parte del tiempo.

Y todos los reporteros lo apuntan.

figuras.-9hxx.-Mark Rothko.-1961

Después mi tío Byron les explica también muy bien –como tantas veces yo le he oído contar, hablando con mi hermana Amuhka en el porche al aire libre, por las noches, después de cenar– la historia de las bolsas bajo los ojos.

–Las bolsas bajo los ojos –dice mi tío Byron– son hermanas de las arrugas. Las bolsas bajo los ojos son bolsas de aire invisible, globos de agua, hinchazones y depresiones de la piel que van avanzando por la cara durante el sueño y que suben por las mejillas y establecen su campamento antes de despertar.

Los periodistas lo anotan todo febrilmente. No se pierden ni una palabra.

Entonces mi tío Byron les cuenta a los reporteros lo que ya sabemos todos los Darnius por las tertulias que solemos tener la familia para hablar de estas cosas: que el sol amarillo en el cielo es un enorme platillo de batería de jazz, y que en verano, a la hora del mediodía, cuando las gentes están más descuidadas en las playas o en el campo, unos palillos que se desprenden de las nubes, unos palillos que los hombres no pueden distinguir, golpean rítmicamente en el platillo del sol, y esa cadencia, ese pulso, va dejando caer un fino polvillo en lluvia de luz, lluvia de luz que se posa en los rostros hasta solidificarse e ir formando arrugas.

–¿O sea que así se forman las arrugas? –pregunta la periodista pizpireta.

–Exacto, señorita. Así se forman.

–¿Y las pecas de la piel?

–¡Ah, eso es otra cosa, señorita! Las pecas de la piel –le explica Byron Darnius– son diminutas avecillas que pululan por el aire. Nacen también del sol, pero con una capacidad de volar que ningún hombre puede conocer. Están volando y volando durante miles de años, antes de que nazca el hombre, y vuelan sin necesidad de alimento ni de descanso. Son infinitas espumas de sombra gaseosa, con una cabeza y unas alas minúsculas, del tamaño del átomo. ¿Usted conoce el átomo, señorita?

–No, no lo conozco.

–Pues debería conocerlo porque es algo inusitado e increíble. Entonces, como le decía, las alas minúsculas de esas infinitas avecillas procedentes del sol vuelan y vuelan cargadas de sombra, una sombra más pequeña que el átomo. Y esa sombra la depositan al posarse, la depositan sobre todo en la piel de las manos de las personas mayores.

–Y se forman las pecas.

–Exactamente, señorita –confirma mi tío Byron–. Se forman las pecas. Más que pecas, son manchas de las aves, aves de sol, como le digo. ¿Tiene usted pecas, señorita?

–Sí –dice la periodista–. Sobre todo en la espalda.

–Porque la habrá picado en la playa la sombra de esas aves, señorita. Por eso tiene usted pecas. Pero serán seguramente pecas jóvenes, de avecillas jóvenes. Son una especie muy distinta a la de las avecillas mayores, que llevan manchas en las alas y han salido del sol hace millones de años, a la velocidad de la luz, y que queman al posarse. Usted no lo notará, pero queman al posarse.

–¿Y esas pecas me las puedo quitar? –dice la periodista–. ¿Usted cree que embellecen o que afean?

–Pues mire usted, señorita, yo en una rueda de prensa internacional como es ésta, no le puedo contestar directamente. Es un asunto privado. Lo que sí puedo decirle es que si la avecilla de sol que le ha picado era bella, usted quedará embellecida, y si la avecilla de sol era fea, su mancha le afeará.

–¿Y eso cómo puedo saberlo?

–Ya le digo que en una rueda de prensa de estas características no puedo contestarle con exactitud. Hay un aparato ahora que parece muy eficaz, y que va matando en el aire a la avecilla fea que sale del sol y respeta, en cambio, a la avecilla de sol que es hermosa y que cruza la atmósfera. Es como una escopeta de aire comprimido que lleva un radar para detectar la estética y apartar la fealdad.

–¿Dónde puedo comprarla?

–Le estoy diciendo, señorita –repite ya un poco molesto Byron Darnius– que en una rueda de prensa como ésta me es imposible responderle a cuestiones privadas que están desviando la atención general.

figuras.-5ttt.-Rod Jones

Se le nota un poco molesto a mi tío Byron. Sí, yo le noto bastante molesto.

–¿Alguna pregunta más? –dice mi tío mirando a todos, intentando concluir.

Se levanta una mano al fondo.

–Señor Byron.

–Dígame.

–¿Qué pregunta que no le hayamos hecho le gustaría que le hiciéramos?

–Ésta –dice mi tío Byron secamente, con su enorme vozarrón.

Y se les queda mirando.

Hay un silencio. Sólo se oye meter los lápices en los bolsillos, cerrar los cuadernos, guardar las cámaras en las fundas, recoger los teléfonos móviles.

Los periodistas se van.

Por la noche, cuando estamos reunidos todos los Darnius, mi abuelo felicita a mi tío por su intervención.

–Has estado muy bien, Byron. Un poco seco al final, pero en general, muy bien. Te vamos a nombrar portavoz.

Byron Darnius está agotado. Los encuentros con la prensa siempre le han dejado agotado.

–Estoy agotado –murmura tumbado sobre la piel del jardín, mirando al cielo, a la noche estrellada.

Se va quedando poco a poco dormido.

Yo me tumbo junto a él. Le cojo de la mano.

Miro cómo pasa la noche por el cielo. Y luego escucho el mar».

José Julio Perlado: «Mi abuelo, el Premio Nobel».-Editorial Funambulista.-2011

figuras.-69iii.-Graham Mileson

(Imágenes:- 1.-Lucio Fontana/ 2.-Jack Hardwicke/3.-Yves Klein,-1961/4.- Claus Stolz/5.-Shaw Dulaney.-2011/6.-Amy Sia/7-Mark Rothko/8.-Rod Jones/9.-Graham Mileson)

NOCTURNO DEL ROPERO

objetos.-ttbbn.-vestidos.-Guenther Uecker.-abiti inchiodati.-Miami fiera di Art Basel

«Cuando duerme la ropa es que va y viene

– despacio o rapidísimo – el silencio,

repitiendo la historia, interminable,

de aquello, lo lejano, o lo de afuera,

y también lo de adentro, lo que mira,

por donde llega el día o aquellas manos

de la noche encantada entre la seda.

Aquellos, los que vieron que la ropa

colgada – ya vacía – se confunde

con esos viejos trajes del silencio,

observaron que a veces casi duerme

en los roperos, y que su desvelo

le deja una invisible, aérea, arruga,

de paraguas perdido en la tormenta.

Cuando duerme la ropa, cuando duerme,

se le cae la desdicha de su sueño.

Los trajes cuando llegan a las perchas,

entre las horas callan, cautelosos,

escondidos del mundo, y en secreto,

oyendo aquellos ruidos

de cansados resortes en las camas;

o los pies sin zapatos que se mueven;

o los fósforos, rápidos, muriendo,

mientras la noche – sola – nos rodea

de pañuelos profundos, infinitos.

Y afuera están los astros que no cesan

de unir eternidades.

Y observando

cada cual – a su modo – nuestra esfera».

Otto de Sola«Nocturno del ropero»

vida cotidiana.-3wvb.-objetos.-vestidos.-Fortunato Depero.-Abiti da uomo-,.1945.-girovagandointentrino. it

(Imágenes.-1.–Guenter Uecker.-abiti inchiodati .-Miami, fiera di Art Basel/ 2.-Fortunato Depero.-1945)