LA INTELIGENCIA Y LA ESTUPIDEZ

 

 

“La inteligencia completa, equilibrada, fecunda, es un caso tan insólito — dice el pintor, escritor  y músico Alberto Savinio —; el esfuerzo que hace el hombre por subir los escaños de la inteligencia es tan doloroso, tan desesperado; los daños que resultan de una inteligencia incompleta son tanto más grandes que los que pueden derivarse de una estupidez franca y dócil, que, poco a poco, surge una serie duda sobre el valor efectivo, sobre la utilidad de esta tan decantada, tan añorada inteligencia. El mismo ardor, la ambición misma que el hombre pone en la búsqueda de la inteligencia, ¿ no serán, acaso, prueba sumamente persuasiva de que la inteligencia es una condición innatural, inhumana? El hombre desea  ante todo lo que no posee, lo que no puede, no debe poseer. Y, entre las cosas que desea el hombre, como amor, salud, riqueza, honores, ¿ no es acaso la inteligencia la principal de todas, la gran deseada?  Pero la estupidez, esa cenicienta, la pobre, la modesta, la despreciada, la vilipendiada estupidez, es aquella a la que, en el fondo, se vuelve el verdadero, el espontáneo, el duradero amor del hombre(…) De todas las decepciones de la inteligencia, caprichos, perfidias, traiciones, es ella la buena, la magnánima estupidez, la que nos consuela a fondo. Es ella la paciente, la fidelísima, quien, después de todos los pecadillos y tropezones de la prolongada juventud, nos espera en el rincón del hogar, para  compartir con nosotros, en idilio dulcísimo,  la paz de nuestra  vejez.”

(Imagen-:  foto: Xuebing du)

EL ELOGIO DEL PAN

 

 

“Contra la amenaza del esteticismo culinario — escribe Alberto Savinio en su ‘Nueva enciclopedia” — tenemos, afortunadamente, un arma invencible: el fiel  panecillo, alimento solariego, alimento grave y, al mismo tiempo, irónico, gorrión de los alimentos, geniecillo tutelar de la mesa. El pan tiene en la alimentación  un papel particular e insustituible. En la mesa del pobre el pan constituye la base misma de la comida ( pan y condumio) , o sea, en ambas palabras y en otros lugares es el acompañante necesario de todo alimento, el contrabajo que dirige la extensión de la melodía, el guía seguro y virtuoso, el corrector: suaviza los sabores demasiado vivos, anima los demasiado débiles, une los más diversos entre los demasiado semejantes, establece una oportuna división. Uso lamentable, indicio de pésimo gusto y de ánimo profundamente vulgar, es suprimir el pan de la mesa, o reducirlo a un minúsculo “acto de presencia”, porque el pan es el alimento del pobre, y en consecuencia “poco elegante”. El pan mitiga la artificiosidad culinaria y en medio de la química de las “piezas montadas”, representa lo honrado, lo sobrio, lo natural. El hombre de ánimo mínimamente honrado no aguanta sobre la mesa un panecillo puesto del revés, y se apresura a darle la vuelta.”

(Imagen— Salvador Dalí- Fundación Dali)

EL APRETÓN DE MANOS

 

 

“El saludo por medio de la unión de las manos — o apretón de manos— significa, dice Alberto Savinio en su “Nueva enciclopedia —”, que no solamente nos acercamos inermes a aquel a quien saludamos, sino que le entregamos además nuestras manos (el apretón de manos hoy en día es señal de gran afecto) y, en consecuencia, nos quitamos toda posibilidad, no ya de herirle con un arma, sino de darle un puñetazo o siquiera un pescozón. Un ejemplo de apretón de manos completo y traidor: invierno, 1907, en Milán. Un castañero está en Vila Manzoni, en la esquina con Vía Andegari, junto a su fragante hornillo. Se le acercan dos chicos. Uno le dice: “Dame las manos”. El castañero le tiende ambas manos y el chico se las aprieta con mucho afecto  en un apretón de manos “antiguo” y completo, o sea doble. Y, mientras el primero de los chicos le tiene las manos cogidas al castañero, el segundo chico le registra los bolsillos y le roba sus ganancias de todo el día.  Éste es el “verdadero” significado del apretón de manos: tener completa confianza en el que nos saluda.”

(Imagen—Paul Caponigo—1965)

EN TORNO A LA BARBA

 

 

“Muchos consideran todavía el pelo como testimonio de virilidad, y la virilidad es una de las ambiciones más hondas del hombre – escribe Alberto Savinio – . Mi infancia se vio adornada por espectaculares barbas.  Barbas mosaicas y barbas de sátiro, barbas de devorador de fuego, barbas diplomáticas en abanico, y militares barbas cuadradas, dóciles barbas de ramos de sauce y  barbas de brochas divergentes. Recuerdo los cuidados asiduos, amorosos, que el hombre dedicaba a la barba, lavándola, dándole masaje, cepillándola, dándole aspersiones de lociones perfumadas, peinándola y, finalmente, exponiéndola al sol en la ventana para secarla por arriba, por abajo y a ambos lados.

 

 

Recuerdo los gestos que hacían para devolver el orden a la barba desordenada, fluidez a la barba revuelta; recuerdo los revoloteos de la mano ágil en torno a la barba, ciertos jugueteos de los dedos con los anillos de la barba, un cierto escurrirse de la barba mano adentro, como en un tubo, un cierto voluptuoso rascarse los pelos de la barba bajo la mandíbula, un cierto frotar la barba con la servilleta después de la sopa en caldo y los manjares en salsa; recuerdo el peine de bolsillo que el hombre barbudo sacaba de vez en cuando de su estuche ( envainado, el peinecillo descansaba en el bolsillo superior del chaleco ), ya fuera para replegar la barba sobre el pecho, ya para darle ímpetu por medio de repetidos pases del peine desde la nuez  hasta  la barbilla.

 

 

(…)  El hombre con barba es “más rico en voces”,  más “personaje”, más ‘tipo”, más “misterioso” – sigue diciendo Savinio  (…)  El hombre  llevaba un pequeño bosque en el rostro ( y cuánto mayor era la profunda expresión de la boca, que se abría en medio de la barba, cuánto más impresionante el relucir de los ojos sobre toda aquella tupida pelambre, como ojos que mirasen por encima de un bosque).”

 

 

(Imágenes- 1-Rubens/ 2- Ezra Pound – foto Henri Cartier Bresson – 1971/ 3- Rembrandt/ 4- Anton Chejov)