«DENTRO DE CARAVAGGIO»

» Al entrar dentro del cuadro «La vocación de San Mateo» de Caravaggioconfesó el director de cine Vittorio Storaro – se me quitó el aliento. Hay un rayo de luz que va desde la cima hasta el fondo de la pintura y la divide en dos partes. Por un lado es la luz del día y el otro está en la oscuridad. Recuerdo haber pensado que representa lo humano y lo divino de los dos lados de la vida y nuestro ser consciente e inconsciente. Esa fue la primera vez que vi la luz y la oscuridad utilizadas como metáforas de la vida y la muerte. También recuerdo haber leído un libro de William Faulkner «Absalón, Absalón!» , donde uno de los personajes principales explica cómo un rayo de sol penetra y divide una habitación como si fuera separando períodos en la vida de otro personaje. Fue el mismo concepto que encontré en «la vocación de San Mateo«.

«Dentro de Caravaggio«, el reportaje visual que sobre el pintor ha realizado Maurizio Calvesi como experto en su obra, va demorándose en los pliegues y en los gestos. Como recuerda Kenneth Clark cuando explica «¿Qué es una obra maestra?» (Icaria)no hay Caravaggios menores ni triviales. Cada uno de sus cuadros es un puñetazo en la boca del estómago, y cuando gradualmente nos vamos recuperando del impacto, vemos que la maestría se ha sostenido descendiendo hasta los menores detalles. Las revoluciones eficaces – dice – se basan en los detalles convincentes«, y precisamente a la importancia e intensidad de esos  detalles me he referido varias veces en Mi Siglo.

Evoca Matteo Marangoni ante «La muerte de la Virgen«- a la que considera el punto mas alto a que hayan llegado el arte de Caravaggio y la pintura italiana del Seicento – que esta pintura fue rechazada por los que la encargaron a causa de que Caravaggio se había servido, como modelo para la Virgen, de una mujer ahogada en el Tiber. Rubens, que se encontraba como embajador en Roma, no se dejó escapar tan buena ocasión y la adquirió, iba a decir – comenta Marangoni – … a ojos cerrados.

Todo ese tema de la entrada de la luz en Caravaggio, que impresionaba tanto al director de cine, ha sido muchas veces estudiado. En esa habitación de «la vocación de San Mateo» hay una ventana abierta, pero la luz más importante que ilumina la habitación no entra por la ventana – y así lo cuenta Lionello Venturi -, sino que proviene de algo que se encuentra fuera de la pintura, a la derecha. La función de  esta luz consiste en atraer la atención del observador hacia el grupo de figuras sentadas alrededor de la mesa; tiene por objeto evidenciar la historia y ocultar el resto. Caravaggio no emplea la luz universal, sino una luz particular que ha sido interpretada por varios escritores como luz nocturna.

«Pero el descubrimiento del estilo luminístico consiste para Caravaggiosigue diciendo Venturi –  precisamente en el hecho de que su luz no es natural, ni diurna ni noctura, porque es luz artística. Por eso, dicha luz obra como una palanca moral. Penetra en la habitación por la derecha e ilumina la mano de Cristo, la mano que realiza el milagro. La imagen de Cristo no se encuentra en primer plano, y está muy sombreada para sugerir el misterio de su aparición. Mateo, sentado en el banco, recibe de lleno la luz, comprende su mensaje y se asombra».

http://youtu.be/Ay5BpOrra0s

(Imágenes:- 1.- Caravaggio: «La vocación de San Mateo».-iglesia de San Luis de los Franceses.-Roma/ 2.- «La dormición de la Virgen».- Louvre.-París-/ 3.- «El prendimiento de Cristo».-Museo Estatal de Arte Occidental y Oriental.-Odessa / 4.- «La incredulidad de Santo Tomás».- antes en Potsdam, Neues Palais)

¿PUEDE ABOLIRSE EL DINERO?

En momentos de convulsiones financieras mundiales vienen a la memoria las respuestas que el economista Paul Samuelson le dictara al periodista italiano Enzo Biagi, al que más de una vez me he referido en Mi Siglo. «Nuestra moneda actual – decía Samuelson entonces– es un convencionalismo artificial de la sociedad. Si por cualquier razón determinada sustancia empieza a emplearse como dinero, todo el mundo le dará el valor del dinero, incluso aquellos que no crean en absoluto en su utilidad intrínseca. Mientras las cosas puedan comprarse y venderse por medio de aquella materia, la gente será feliz al vender y comprar sirviéndose de ella. A eso se debe la paradoja: el dinero se acepta porque se acepta. Por lo tanto, no se desea el dinero por amor al dinero, sino por las cosas que con él se pueden comprar.(…)  Lo que no debe hacerse es confundir el dinero con el egoismo. No se debe pensar que la inexistencia de una sociedad ideal, en la que reinen la caridad y el altruismo, sea debida a la presencia del dinero, porque uno puede no tener dinero y no altruismo, y pueden desencadenarse guerras entre pueblos autosuficientes. Eso no impide que conozcamos individuos obesionados por el dinero y enloquecidos por él, que olvidan que el papel moneda es un signo convencional, una imagen. Pero los grandes financieros no amontonan dinero, sino que amontonan barcos, petroleros, depósitos inmensos de material en bruto. Para ellos, lo último que cuenta es el dinero contante».

Al otro lado de los telediarios, al fondo del callejón de las noticias, podemos seguir la imagen vacilante y borrosa del vagabundo al que John Dos Passos hizo andar al final de «El gran Dinero«. Es un hombre con pocos horizontes, casi sin esperanza, uno que reconocemos al pasar: «El joven espera al borde del camino – escribe el novelista norteamericano -. Fue a la escuela; los libros hablaban de oportunidades; los anuncios prometían rapidez; posea su casa propia, sea más que su vecino; el cantante de la radio hablaba de hermosas chicas; fantasmas de platinadas muchachas hacían guiños desde la pantalla del cine; en los pizarrones de las oficinas había ganancias de millones escritas con tiza; los cheques de los sueldos eran para todas las manos ansiosas de trabajar y la mesa del jefe con tres teléfonos;

el joven esperaba casi cayéndose, todo lo que necesitaba se le convertía en un nudo en la barriga, las manos sin trabajo se entumecían al borde del zumbante tráfico».

Dinero y  paro, paro y dinero, cara y cruz de la moneda de nuestro tiempo.

(Imágenes:- 1.- Marka.-2008. -Societé Réaliste.-bronce -Wwork/ 2.-Martha Moffett Bache.-1942)

DASHIELL HAMMETT, EL HOMBRE DELGADO

“El lenguaje del hombre de la calle – escribió Dashiell Hammett en 1926– rara vez es claro o simple (…) El hombre coriente quizá se exprese un poco mejor por escrito. Si desean comprobar esto, elijan al azar a media docena de hombres cuyo trabajo cotidiano no guarde relación alguna con las palabras y háganles redactar algún párrafo. El resultado será interesante e instructivo. Pero no será ni claro ni sencillo. Las palabras que prefiere el hombre corriente son las que le permiten hablar sin tener que pensar. (…) La simplicidad y la claridad no hay que tomarlas del hombre de la calle.  Son lo más difícil de obtener y el logro literario más arduo, y todo escritor que intenta conseguirlas precisa de una gran dosis de habilidad. Simplicidad y claridad son las cualidades más importantes para asegurar el máximo efecto que se desee producir en el lector; y asegurar ese máximo efecto deseado es la meta principal de la literatura«.

Escribió esto Hammett para la revista Western Advertising y sin duda el manejo del lenguaje sería instrumento clave dentro de sus novelas. Palalabras igual que hachas, verbos como puñetazos, interrogaciones envueltas en desprecios. «¿Cuál es la frase mejor escrita? – había leído que aconsejaba un novelista francés -: «¡La más corta!». Y a ello se aplicó.

Literatura y ruidos, literatura y sonidos : “El timbre de un teléfono vibró en la oscuridad – se lee en «El halcón maltés» -. Cuando hubo sonado tres veces, los muelles de la cama crujieron, unos dedos tantearon la madera, algo pequeño y duro produjo un ruido sordo al chocar en el piso alfombrado, los muebles crujieron de nuevo y la voz de un hombre dijo…”. Literatura e imagen, literatura y cine :  “Entonces Spade sonrió. Su sonrisa era plácida, casi soñadora. Su hombro derecho se elevó unas cuantas pulgadas. Su brazo derecho, doblado, fue echado hacia atrás por el movimiento del hombro. Puño, muñeca, antebrazo, codo y brazo parecían constituir un mecanismo rígido y uniforme que sólo se movía mediante la acción del hombro”.

Se sabe que a Dashiell Hammett le gustaban Faulkner y Scott Fitzgerald, que saludó la aparición de «El secuestro de Miss Blandish», de James Hadley Chase como una obra maestra – «la leí diez veces y las diez lloré como un niño«, escribió en The New York Times» -; Lillian Hellman cuenta en «Mujer inacabada» que cuando Hammett comenzó a escribir «El hombre delgado» cesaron las borracheras y se terminaron las fiestas. «Nunca había visto trabajar a nadie de esa manera: la atención que dedicaba a cada palabra, el orgullo en el limpio mecanografiado de la página misma, la negativa a salir ni siquiera a dar un paseo durante diez días o dos semanas por temor a que se le escapara algo. Fue un buen año para mí y aprendí algo de él y sentí, tal vez. miedo ante un hombre que no me necesitaba. (…) ; pasaba muchas jornadas invernales sentado en un taburete en el bosque, observando las ardillas o los castores o los ciervos. Los intereses del día se prolongaban por las noches en que leía «Las abejas: su visión y su lenguaje» o «Armeros alemanes del siglo XVlll » (…) Me sería imposible recordar ahora todo lo que quiso aprender; pero recuerdo un largo año de estudio sobre la retina del ojo; cómo jugar al ajedrez sin tablero; las sagas islandesas; la historia de la tortuga mordedora (…) y finalmente, y durante el resto de su vida, las matemáticas. Las matemáticas le interesaban más que cualquier otro tema, excepto el béisbol».

El hombre delgado, de porte distinguido, fue retratado por Raymond Chandler en una carta. La imagen podría pertenecer perfectamente a una de sus novelas: «alguien quería hacerle un propuesta y fue a verlo a la mañana, cerca del mediodía, cuando estaba ocupando una suite en el Beverly- Wilshire ; le abrió la puerta un criado de Hammett, que lo hizo pasar a una sala, y después de una muy larga espera se abrió una puerta y apareció el gran hombre, envuelto en una costosa bata (seguramente con sus iniciales en el bolsillo) y una bufanda dándole artísticas vueltas al cuello. Se quedó en silencio mientras el hombre exponía su asunto. Cuando terminó, respondió con un cortés «No». Se volvió y salió, la puerta se cerró, el criado condujo al caballero afuera, y se hizo el silencio, interrumpido sólo por el gorgoteo del wisky desde un cuarto interior. Si usted vio alguna vez a Hammett, podrá imaginarse la dignidad y el dramatismo de esta pequeña escena. Es un tipo de aire muy distinguido, y supongo que podrá decir «no» sin el menor rastro de acento de Brooklyn. Yo lo apreciaba mucho y era un borracho increíblemente eficaz, cosa que yo, con mi poca resistencia al alcohol, siempre admiro. Fue una gran pena que dejara de escribir«.

(Pequeña evocación en el aniversario de su muerte: 10 de enero de 1961)

(Imágenes: 1.-Dashiell Hammett/2.-San Francisco en los años en que tiene lugar la trama de «El halcón maltés».-wikipedia/3.-escenas de la película de John Huston, «El halcón maltés«)

SALINGER Y LAS OPINIONES

«Nadie le ha visto nunca –decía de él William Styron -. Recientemente se decía que Salinger no existía; que, en realidad, era Mailer. Sí, ha sido Nelson Algren quien ha lanzado ese bulo: nunca se les ve juntos. Nelson ha llegado a la conclusión de que Salinger era Mailer disfrazado, o al contrario».

«Entre los escritores norteamericanos – seguía diciendo Styron -, el polo mundano está representado por Truman Capote, el otro, por alguien como Salinger: vive en una cueva, en un buzón o algo parecido».

Ahora, el autor de «El guardián entre el centeno» aparece en la prensa como el gran desaparecido, el hombre que no hizo declaraciones, el que no aceptó una entrevista, el que intentó no relacionarse con nadie. Se le acusó de narcisimo: Norman Mailer dijo de él: «Ya es hora de que Salinger vuelva a la ciudad; que se ensucie las manos introduciéndolas en la corrupción y la violencia, ya que los elementos que constituían su fuerza y su reputación, su rechazo absoluto de los mass media y de la sociedad, comienzan a volverse contra él. Hay en ello un regusto de narcisimo, de autocontemplación e incluso de putrefacción en esa eterna contemplación de un ombligo completamente liso».

John Updikehablando de «Franny y Zooey» – señaló que Salinger «no deja de revolotear en torno a sus  criaturas, las acaricia  con amor, las aplaude disimuladamente. Priva al lector de toda posibilidad de entusiasmo respecto a ellas». Por su parte Saul Bellow comentaba que «Salinger hace lo que debe hacer todo escritor: se aferra testarudamente a su frágil idealismo. En estas historias – se refería a la familia Glass – hay una nobleza de sentimientos que, por desgracia, es rara en nuestra literatura contemporánea. Quizás esa nobleza no pertenezca más que a la inocencia; quizá no pueda ser apreciada más que en un reducido círculo. Los hijos de la familia Glass constituyen una reducidísima comunidad de elegidos. (…) No es raro ver en la literatura norteamericana (en Hemingway y Fitzgerald entre otros) que lo que hay de mejor en la vida no puede ser apreciado más que por un pequeño grupo de iniciados, los que comparten el secreto. En este caso el secreto de un corazón puro».

(Pequeño coro de opiniones en el día en que Salinger nos dejó. Desapareció el que hace ya tantos años quiso quedar como desaparecido)

(Imágenes:- 1.-Salinger en 1951.-foto AP.-Anoymus/ 2.-una de las pocas fotografías de Salinger años después.-elmundo.es)

Saul

LOS LIBROS, EL FUEGO, TRUFFAUT 25 AÑOS DESPUÉS

TRUFFAUT .-1.-con Julie Christie en Farrenhit 451.-flims.-Bio

 

     «Imagínalo. El hombre del siglo XIX con sus caballos, sus perros, sus coches, sus lentos desplazamientos. Luego, en el siglo XX, acelera la cámara. Los libros, más breves, condensaciones. Resú-menes. Todo se reduce a la anécdota, al final brusco.

     (…)

     Los clásicos reducidos a una emisión radiofónica de quince minutos. Después, vueltos a reducir para llenar una lectura de dos minutos. Por fin, convertidos en diez o doce líneas en un diccionario. Claro está, exagero. Los diccionarios únicamente servían para buscar referencias. Pero eran muchos los que sólo sabían de Hamlet lo que había en una condensación de una página en un libro que afirmaba: Ahora, podrá leer por fin todos los clásicos. Manténgase al mismo nivel que sus vecinos. ¿Te das cuenta? Salir de la guardería infantil para ir a la Universidad y regresar a la guardería. Ésta ha sido la formación intelectual durante los últimos cinco siglos o más.

     (…)

     Acelera la proyección, ¿Clic? ¿Película? Mira, Ojo, Ahora, Adelante, Aquí, Allí, Aprisa, Ritmo, Arriba, Abajo, Dentro, Fuera, Por qué, Cómo, Quién, Qué, Dónde, ¿Eh? ¡Oh! ¡Bang! ¡Zas!,  Golpe, Bing, Bong, ¡Bum! Selecciones de selecciones, selecciones de selecciones de selecciones. ¿Política? ¡Una columna, dos frases, un titular! Luego, en pleno aire, todo desaparece. La mente del hombre gira tan aprisa a impulsos de los editores, explotadores, locutores, que la fuerza centrífuga elimina todo pensamiento innecesario, origen de una pérdida de valioso tiempo».

fuego.-BBVSB.-por Donald Sultan.-1986.-artnet 

    » Más deportes para todos, espíritu de grupo, diversión, y no hay necesidad de pensar. Organiza y organiza y superorganiza super superdeporte. Más chistes en los libros. Más ilustraciones. La mente absorbe menos y menos. Impaciencia. Autopistas llenas de multitudes que van a algún sitio, a algún sitio, a algún sitio, a ningún sitio. El refugio de la gasolina. Las ciudades se convierten en moteles, la gente siente impulsos nómadas y va de un sitio para otro, siguiendo las mareas, viviendo una noche en la habitación donde otro ha dormido durante el día y el de más allá la noche anterior.

     (…)

     Los autores, llenos de malignos pensamientos, aporrean las máquinas de escribir. Eso hicieron. Las revistas se convirtieron en una masa insulsa y amorfa. Los libros, según dijeron los críticos esnobs, eran como agua sucia. No es extraño que los libros dejaran de venderse, decían los críticos. Pero el público, que sabía lo que quería, permitió la supervivencia de los libros de historietas.

     (…)

     No era una imposición del Gobierno. No hubo ningún dictado, ni declaración, ni censura, no. La tecnología, la explotación de las masas y la presión de las minorías produjo el fenómeno, a Dios gracias.

     (…)

     Como las universidades producían más corredores, saltadores, boxeadores, aviadores y nadadores, en vez de profesores, críticos, sabios y creadores, la palabra “intelectual”, claro está, se convirtió en el insulto que merecía ser.

     (…)

     Un libro es un arma cargada en la casa de al lado. Quémalo. Quita el proyectil del arma. Domina la mente del hombre. ¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho?».

Ray Bradbury: «Fahrenheit 451

http://www.youtube.com/watch?v=d160eWmOrRc

(Pequeño recuerdo de  Francois Truffaut cuando en esta semana se cumplen 25 años de su muerte)

(Imágenes:-1.-Truffaut y Julie Christie en el rodaje de «Fahrenheit 451».-films.Bio/ 2.- «Earl Morming, May 20, 1986»- por Donal Sultan.-artnet)

LA CASA BLANCA

despacho-oval-foto-eric-draper-the-white-house-the-new-york-times

¡Qué lejos – felizmente – están los tiempos en los que el escritor negro Richard Wright escribía en «The Black Boy«! («El negrito») (Edit. Afrodisio Aguado, 1950):

«- Tú has visto esto? – preguntó señalando una siniestra caricatura.

-No, señor; nunca leo más que el suplemento.

– Bueno, pues fíjate en eso. Con calma. Y dime después lo que piensas – dijo.

Era el número de la semana anterior, y contemplé un dibujo que representaba un enorme negro, de cara grasienta y sudorosa, gruesos labios, nariz aplastada y dientes de oro, sentado en un sillón giratorio ante una mesa reluciente. Tenía puestos unos zapatos de color amarillo, chillones, y apoyaba sus pies sobre la mesa. Entre sus gruesos labios tenía un enorme cigarro puro negro, con una pulgada de ceniza blanca. Un deslumbrante alfiler de corbata en forma de herradura brillaba ostentosamente en su corbata de lunares rojos. El individuo llevaba unos tirantes encarnados; su camisa era de seda rayada, y mostraba enormes sortijas de brillantes en sus dedazos. Una cadena de oro cruzaba su vientre y de la leontina de su reloj colgaba como dije una pata de conejo. En el suelo, al lado de la mesa, se veía una escupidera rebosante de mucosidades. En la pared del cuarto se veía un gran cartel, que rezaba:

 

«La Casa Blanca.»

 

Bajo este título había un retrato de Abraham Lincoln, cuyas facciones distorsionadas le hacían tener la cara de un «gangster». Mis ojos subieron a la parte superior de la caricatura y leí:

«El único sueño de un negro es llegar a ser Presidente y acostarse con mujeres blancas. ¡Americanos!, ¿consentiremos esto en nuestra hermosa nación? ¡Organizaos y salvad la feminidad blanca!»

Permanecí con los ojos clavados en el dibujo, intentando adivinar el sentido del dibujo y del texto, extrañado que todo ello me pareciese tan raro y sin embargo tan conocido.

– ¿Sabes tú lo que quiere decir esto? – me preguntó el hombre.

-¡Ja!, pues no lo sé – confesé.

-¿Oiste hablar alguna vez del Ku-Klux-Klan? – me preguntó con suavidad.

-Claro. ¿Por qué?

– ¿Sabes lo que hace el Ku-Klux-Klan a la gente de color?

-Nos matan. No nos dejan votar y nos impiden tener buenos puestos – contesté.»

¡Qué lejos felizmente están aquellos tiempos y aquellas frases de Richard Wright! Publicado en 1945,  de «The Black Boy» se dijo que fue una novela que descubría las raíces del pasado inmediato del autor, las tensiones raciales, la denigración del hombre negro como ente social y el cansancio y el deterioro existencial de una raza. Wright – nacido en 1909 cerca de Nat, en el Mississipi, autodidacta, criado en Memphis, que perteneció unos años al Partido Comunista norteamericano y que murió en 1960 -, mantuvo en este libro una sorprendente actitud de rechazo cuando aludía a la comunidad negra, no quiso mostrar aquí simpatía alguna por sus hermanos de raza.

Han pasado sesenta y tres años desde aquellas palabras sobre la Casa Blanca. Wright no podía imaginar que un negro estaría un día sentado en el Despacho Oval.

(Imagen.-George Bush y Barack Obama en el Despacho Oval.- foto: Eric Draper.-The New York Times)

LAS UVAS DE LA IRA

fonda_henry1940

«El viñedo pertenecerá al banco. Sólo los grandes propietarios pueden sobrevivir porque también son suyas las conserveras.(…) La podredumbre se extiende por el Estado y el dulce olor de una desgracia para el campo. Hombres que pueden hacer injertos en los árboles y hacer la semilla fértil y grande, no saben cómo hacer para dejar que gente hambrienta coma los productos. Hombres que han creado nuevos frutos en el mundo no pueden crear un sistema para que sus frutos se coman. Y el fracaso se cierne sobre el Estado como una enorme desgracia. (…)

Y esto era bueno porque los salarios seguían cayendo y los precios permanecían fijos. Los grandes propietarios estaban satisfechos y enviaron más anuncios para atraer todavía a más gente. Y los salarios diminuyeron y los precios se mantuvieron. Y dentro de muy poco tendremos siervos otra vez.

Y entonces los grandes propietarios y las compañías inventaron un método nuevo. Un gran propietario compró una fábrica de conservas. Y cuando los melocotoneros y las peras estuvieron maduros puso el precio de la fruta más bajo del coste de cultivo. Y como propietario de la conserva se pagó a sí mismo un precio bajo por la fruta y mantuvo alto el precio de los productos envasados y recogió sus beneficios. Los pequeños agricultores, que no poseían industrias conserveras, perdieron sus fincas, que pasaron a manos de los grandes propietarios, los bancos y las compañías, que al propio tiempsteinbeck-swisseducch1o eran los dueños de las fábricas de conservas. Con el paso del tiempo, el número de las fincas disminuyó. Los pequeños agricultores se trasladaron a la ciudad y estuvieron allí un tiempo mientras les duró el crédito, los amigos, los parientes.Y después ellos también se echaron a las carreteras. Y los caminos hirvieron con hombres ansiosos de trabajo, dispuestos incluso a asesinar por conseguir trabajo.

Y las compañías, los bancos, fueron forjando su propia perdición sin saberlo. Los campos eran fértiles y los hombres muertos de hambre avanzaban por los caminos. Los graneros estaban repletos y los niños de los pobres crecían raquíticos, mientras en sus costados se hinchaban las pústulas de la pelagra. Las compañías poderosas no sabían que la línea entre el hambre y la ira es muy delgada. Y el dinero que podía haberse empleado en jornales se destinó a gases venenosos, armas, agentes y espías, a listas negras e instrucción militar. En las carreteras la gente se muvas-de-la-ira-22-flickr1ovía como hormigas en busca de trabajo, de comida. Y la ira comenzó a fermentar.(…)

Luego algunos fueron a las oficinas de ayuda estatal y regresaron tristemente a su propia gente.

Hay unas normas… Tienes que haber estado aquí un año para poder recibir la ayuda. Dicen que el gobierno nos va a ayudar. No saben cuándo.

Y gradualmente llegó el terror más grande de todos.

No va a haber nada de trabajo en seis meses.

Y la lluvia cayó sin cesar y el agua inundó las carreteras porque las alcantarillas no podían llevarla».

John Steinbeck: «Las uvas de la ira» (1939).

(«Me gustó y nada más – dijo John Ford sobre su película de 194o -. Había leído la novela – que era buena- y Darryl Zanuck tenía un buen guión basado en ella (…) Me gusta la idea de esa familia que se marchaba, y trataba de encontrar un camino en el mundo (…) Gregg Toland trabajó estupendamente en la fotografía cuando no había nada, pero nada que fotografiar, ni una sola cosa bonita, siquiera una buena fotografía. Le dije:

«Parte quedará negra, pero vamos a fotografiar. Vamos a correr un riesgo y hacer algo que resulte distinto». Salió bien».)

Steinbeck, 1939; Ford, 1940; el mundo, 2008

(Imágenes: Henry Fonda, 1940, en «Las uvas de la ira»/ John Steinbeck.-swisseduc.ch/ cartel de «Las uvas de la ira».-flickr.

AMAR, TRABAJAR, BUSCAR LA VERDAD

obama-1-foto-ruh-fremson-the-new-york-times1

«Todos los años, el mundo cambia radicalmente. Se transforma a un ritmo para el que no tenemos instrumento de medida adecuado. Es pavoroso. Y cada uno de nosotros tiene que enfrentarse – solo – a esa enorme complejidad… Hemos de pensar, pues, para vivir. Es un problema de urgencia inaplazable. Las soluciones no dependen sólo del exterior. Muchas dependen de nosotros mismos. Se les ha aplicado un nombre: necesidades neuróticas, exigencias del alma y también necesidades realmente humanas, tales como la de ser libre, de amar, de trabajar, de buscar la verdad, de dar un sentido al mundo. Luchamos por encontrar un orden y un equlibrio».

Saul Bellow

(Imagen: foto:Ruth Fremson.-The New York Times)

HARLEM, 1929

Se ha hablado mucho del Harlem de los años veinte y de su poder de catalización. La década más fantástica que haya podido conocer este barrio negro de Nueva York, comienza con el éxito de la comedia musical  negra  y el charleston, para acabar con la caída de la Bolsa en 1929. El Renacimiento de Harlem participa de la exuberancia ruidosa de los años veinte. «Cuando murió A`Leila Walker, rica heredera y diosa alegre de Harlem, el reverendo A. Clayton Powell ofició sobre su féretro. En los funerales de Florence Mills, un aeroplano arrojó pájaros negros sobre los asistentes. Un predicador charlatán, el reverendo Becton, tenía dos ballets y utilizaba una orquesta de jazz para acompañar los sermones. La vida nocturna era desenfrenada. El Cotton Club, en la avenida de Lenox, rebosaba de gansters y de blancos ricos. Los bailarines de Lindyhop se dedicaban a hacer acrobacias cada tarde en Savoy para animar a la clientela y el escenario estaba concebido de tal manera que los bailarines se balanceasen con el ritmo. Gladys Bentley tocaba al piano música hipnótica, durante noches enteras en un pequeño club.

Había también fiestas literarias. De vez en cuando se podía ver a Theodore Dreiser en los clubs de Harlem. La moda se extendió a los libros, a la escultura africana, a la música, a la danza: nombres hoy día célebres comenzaban entonces a ser conocidos: Louis Armstrong, Josephine Baker, Duke Ellington. Los libros escritos por negros se vendían bien y en cada temporada, había por lo menos una obra de éxito en Broadway interpretada por negros».

 Se cuenta todo esto en la biografía dedicada al escritor Langston Hughes. Es la narración en la que triunfa un barrio elevado de repente a la categoría mundial de la negritud.

Leo todo esto ante la actualidad de las próximas elecciones norteamericanas y del muy posible triunfo de Obama. Como leo y me llegan – nos llegan a todos – las convulsiones de la Bolsa y de la economía de entonces, con aquel balance que Marc Saporta hace de la crisis del 29 en «Historia de la novela norteamericana» (Júcar):

«Las compras escribe habían bajado frente a los préstamos garantizados por las acciones en alza; el proceso se detuvo brutalmente cuando las disponibilidades de los bancos y del ahorro se encontraron absorbidas sin remedio. Desde hacía ya mucho tiempo, el dinero líquido en vez de ser invertido en la producción ( la construcción estaba en pleno marasmo) había tomado el camino de la Bolsa. El jueves 24 de octubre de 1929, el punto de ruptura era esperado. Los prestamistas comenzaban a vender las acciones empeñadas. Hacia la mitad de noviembre el total de las pérdidas alcanzaban los 30.000 millones de dólares. Empresas privadas y bancos estaban amenazadas de bancarrota. Los pequeños ahorradores estaban arruinados. Todo el mecanismo económico se desplomó».

Protagonismo negro y Bolsa a la vez.  Bolsa, y a la vez protagonismo negro.

¿Es un periódico de 1929 ?

¿ O es un telediario de 2008?

(Imágenes: Louis Armstrong/ Duke Ellington en Nueva Delhi, 1963.-foto: Duke Ellignton Collection, Archives Center National Museum of Awmerican History, Smithsonian Institution.-The New York Times/ Louis Armstrong en Nigeria, 1960,. foto: Louis Armstrong House Museum.-The New York Times)

EL GRAN DINERO

«NECESÍTASE HOMBRE JOVEN

Oh dime cuánto tiempo

Tendré que esperar

para contable avispado y ambicioso, en banco que recluta a sus dirigentes entre sus propias filas…- escribe Dos Passos en el «Noticiario 47» de su novela «El gran dinero» (1938) al contar la Gran Depresión – delineante proyectista con experiencia en construcciones fabriles e industriales de ladrillo, madera y cemento armado…broncista…rotulista…moldeador…pintor de carrocerías…oficial de primera para filetes y remates…joven para calcetería, lencería y mercería…auxiliar para departamento de compras…calígrafo versado en cuentas…operario trabajador y vigoroso para montar troqueles de piezas mecánicas… agente electoral…químico para estandarización de sabores…encargado de montacargas…vendedor a domicilio…agente de seguros…encargado de facturación…joyero…peón…maquinista…fresador…empleado para naviera…vendedor de zapatos…rotulista…agente comercial para mercado de pescado al por menor…maestro…cronometrador…matricero para utillaje, calcador, encargado de almacén de herramientas, traductor, mecanógrafo…guarnecedor de ventanas…empaquetador…»

«Cuando estalló la pompa de la Bolsa – sigue escribiendo Dos Passos en otra página de ese libro -, el señor Ford, el filósofo de aldea, dijo jubiloso: «Os lo advertí. Es lo que os pasa por daros al juego y endeudaros. El país demuestra que está sano» Pero cuando el país, con los zapatos rotos, los pantalones deshilachados, los cinturones apretados sobre los estómagos vacíos, las manos ociosas, resquebrajadas y agrietadas por el frío del día más frío de marzo de 1932…», y el novelista deja caer los puntos suspensivos.

«No echéis toda la culpa a Broadway – sigue diciendo Dos Passos en el «Noticiario 5o» de su novela- , salvo contadas excepciones, la gestión de nuestro gobierno ha estado y está en manos honradas y competentes: las finanzas son sólidas y están bien administradas, los intereses económicos de la nación – incluidos patronos, ejecutivos y empleados -, responden a motivaciones honrosas y patrióticas, y la situación económica actual garantiza el mantenimiento de la confianza y la prosperidad».

Y pocas páginas más allá se lee en «El gran dinero«:

«afuera, la escena constituía un auténtico alborozo: mujeres elegantemente vestidas se paseaban de un lado a otro retorciéndose las manos, impotentes para salvar sus pertenencias, mientras de las ventanas de los pisos superiores caía una lluvia indiscriminada de baúles, maletas y ropa. Joyas y curiosidades valoradas en miles de dólares eran recogidas del césped por los mirones, que las escondían bajo los abrigos y desaparecían».

Era la Gran Depresión. Leo estos días la trilogía de Dos Passos mientras miro los telediarios. Alguien en algún lugar está tomando notas mentales y en su día escribirá un libro. Leo también reflexiones sobre cuanto sucede y destaco aquí el interesante coloquio que acaba de tener Juan Pedro Quiñonero con Philippe Moreau Defarges recogido en Una temporada en el infierno, coloquio muy ilustrativo para iluminar los tiempos que vivimos.

(Imagen: Nueva York,1947, foto: Louis Faurer.-Michael Hopper Gallery)