
La música rodea a muchas obras de Cervantes. Como ha estudiado brillantemente Miguel Querol, entre escena y escena de las novelas cervantinas suena siempre la música, sea para simplemente regocijar y distraer, sea para intensificar el espíritu de la acción. La protagonista de La Española Inglesa, por ejemplo, recibe una conveniente educación, «pero en lo que tuvo extremo – escribe Cervantes – fue en tañer todos los instrumentos que a una mujer son lícitos, y esto con toda perfección de música, acompañándola con una voz que le dio el cielo tan extremada, que encantaba cuando cantaba».

En El celoso extremeño Cervantes recuerda también que en su tiempo estaban en boga canciones como «La estrella de Venus», «Por un verde prado» o»A los hierros de una reja«. Uno de los personajes toca y canta zarabandas, seguidillas, acabando las escenas musicales con el canto de las coplas de «Madre, la mi madre, guardas me ponéis«, «que entonces andaban muy válidas en Sevilla«.

En Persiles y Sigismunda, por otro lado, un personaje es un músico cantor y, sobre todo un gran maestro de danzar. Igualmente otro personaje posee «la mejor voz del mundo» y canta largas estancias a la Virgen de Guadalupe. Allí, en el casamiento de Leonora, «hundíase el templo de música, así de voces como de instrumentos«. En ese libro, donde hay fiestas militares o civiles, allí hay instrumentos bélicos y alegres. Manuel de Sosa aparece como un soldado y cantor portugués de fama. Al compás de los remos, y por fondo instrumental los arrullos de las brisas marinas, como recuerda Querol, se escuchan cantos tan bellos como los sonetos «Mar sesgo, viento largo, estrella clara» o «Huye el rigor de la invencible mano».

Las danzas y bailes evolucionan sus ritmos en las obras de Cervantes. Ahí están entre otros la zarabanda, la seguidilla, el zambapalo, la gallarda, la jácara, el contrapás, la morisca, la chacona, el turdión. Y entrelazados en las páginas la variedad de múltiples instrumentos: vihuela, guitarra, arpa, silbato, órgano, clavicémbalo, chirimía, dulzaina, gaita zamorana,

zampoña, corneta, clarín, cuerno, tamboril, cencerro, cascabeles, panderos, sonajas, matracas, castañetas, flauta, pífano o laúd, entre muchos otros.

Pero el oído de Cervantes no se detiene solamente escuchando romances y danzas. Además del elogio que dedica a la voz humana, la música de la naturaleza, «que de diversos géneros de pájaros en riquísimas jaulas – dice en el Persiles – estaban haciendo una confusa, pero agradable armonía»; y lo mismo los pájaros en El Quijote, cuando «con sus harpadas lenguas saludan con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora».

(Imágenes.- 1.-La Gitanilla- monumento a Cervantes en Madrid- Wikipedia/ 2.-El celoso extremeño- lidekin/ 3.-Persiles y Sigismunda- museonacionaldeCervantes/ 4.-La ilustre fregona/ 5.-Coloquio de los perros- dibujo de Antonio de Santis/ 6.-La española inglesa- RTV/ 7.-Rinconete y Cortadillo- Plaza de España de Madrid- Wikipedia)