ENANOS DE VELÁZQUEZ ( 2) : EL NIÑO DE VALLECAS

 

 

Francisco Lezcano, Lezcanillo o el Vizcaíno – cuenta Julián Gállego – fue bufón del príncipe Baltasar Carlos, y también, según Camón Aznar, del funcionario palatino Encinillas. El nombre puede indicar que era naturall de Lezcano, pueblo de Vizcaya. El mote de Vallecas ( pueblecillo cercano a Madrid, hoy absorbido por la capital) se añade medio siglo después de pintado el retrato, que data, para unos, en 1643 y para Camón en 1642.

Lezcano aparece vestido de paño verde, color propio de cacerías, lo que se aviene con el paisaje natural de la sierra de Madrid, que asoma al fondo. La cueva o abrigo donde se halla el enano es un escenario asimismo propicio para la meditación, que los anacoretas de Ribera suelen buscar, afirma Gállego. Por la parte del escote asoma, arrugada pero limpia, la camisa blanca; de las mangas bobas del tabardo, salen los brazos, con mangas rosadas. La pierna derecha aparece de frente, mostrando su deformidad y la suela de su recio zapatón; la izquierda ha dejado resbalar la calza, que se arruga en el tobillo. El vestido, que no es en absoluto de mendigo, ofrece un aspecto de desaliño propio de la descuidada mentalidad del enano, cuya enorme cabeza se inclina ligeramente al sol, con apacible inexpresividad. Pese a su aspecto monstruoso fue pintada por Velázquez con la belleza de una fruta madura.

Entre las manos juntas, gordezuelas, sostiene un objeto que ha sido la peor cuestión interpretativa. Camón piensa que es “un pincel de mango y brocha cortos y planos, que el pintor le dejaría para que se entretuviera “. Para Madrazo es “un trusco de pan o un casco de teja”; Pantorba anota que puede ser un naipe, aunque “ es imposible precisar lo que el Niño tiene entre sus manos”. Para Brown se trata de unos naipes, “mecánica actividad que es todo lo que precisa el pintor para animar la postura y establecer la atmósfera psicológica del cuadro”.

El doctor  Moragas diagnostica que Lezcano “sufre de un cretinismo con oligofrenia y las habituales características de ánimo chistoso y fidelidad perruna.” “ En la cara hay una expresión de satisfacción, favorecida por el entornamiento de los párpados y la boca entreabierta, que parece acompañarse del inicio de una  sonrisa…” Tenía, según Moragas, un criado a su servicio, lo que era común entre los bufones reales.”

(Imagen – Francisco Lezcano,  el niño de Vallecas – Velázquez – Museo del Prado)

ENANOS DE VELÁZQUEZ (1) BUFÓN CON LIBROS

 

 

Le han llamado siempre don Diego de Acedo, ahora lo llaman “Bufón con libros “. ”El enano, elegantemente vestido y peinado como un caballero, bigote y perilla negros, rodilla negra brochada, de mangas bobas, cerrada al cuello con valona almidonada, calzones con pasamanería y lazos, calzas y zapatos negros en sus endebles extremidades, aparece en el campo, con un fondo de montañas inacabado, sobre el que el pintor ha limpiado repetidamente su pincel – así lo va describiendo Julián Gállego -.  La cara es inteligente, de frente muy despejada, que el enorme sombrero no puede tapar. Su aspecto es pensativo, algo distante, con la mirada perdida. Sus delicadas manecitas manejan con soltura el librote que forma, con los restantes y el tarro, un “bodegón”. Para el doctor Jerónimo Moragas se trata de un “acondroplástico con inteligencia normal o lo suficientemente poco usada para permitirle una infatuada vanidad”. La gama del cuadro es sobria, dominando blancos, negros y grises azulados. La cabeza está pintada sobre otra, más acusada, aunque del mismo personaje, como revelan las radiografías. Camón Aznar ve ésta más juvenil que la definitiva, la que, según Mayer, repintó Velázquez en 1644. El contraste entre el tamaño del librote y el de quien lo maneja, resulta, en este cuadro, natural. Se le llamó un tiempo “El filósofo” y acaso por eso lo pintaba Velázquez en un desierto y no en palacio. Se ignora la razón de lo inacabado del fondo, aún así admirable”.

(Imagen – don Diego de Acedo  – Velázquez- Museo del Prado)

HORAS EN EL MUSEO DEL PRADO

 

 

”Yo vengo aquí porque no veo, me doy cuenta de que no sé ver, de que pocas veces he visto algo”, decía María Zambrano  en “Una visita al museo del Prado”. Estos días se plantean sugerencias sobre lo que conviene ver en el espacio de una hora dentro del Museo. Tarea difícil y muy personal. En 1922, Eugenio D’ Ors publicó su célebre libro “Tres horas en el Museo del Prado”. En uno de sus prólogos, el dedicado a la undécima edición, en los años cuarenta, señalaba que “el Prado ha mejorado mucho, justamente  como consecuencia de haberse transformado poco”. Hace ya casi veinte años se evocaban una vez más los impresionantes tesoros que guardaba el Museo. Sólo de pintura española, así lo indicaba Gustavo Torner, el Prado tiene 23 cuadros de Zurbarán, 40 de Murillo, 52 de Ribera, 35 de El Gredo, 120 de Goya y 51 de Velázquez. En pintura flamenca parece ser que en el Prado hay más que en el resto del mundo, incluido Flandes. En total, 238 cuadros.

 

 

Sánchez Cantón en sus “Itinerarios de arte” recordaba también que el Prado “ no es un tesoro arqueológico, testimonio del pasado, inoperante fuera de la erudición, inteligible no más que por el docto, sino fuente viva de enseñanzas y de goces. Porque la sensibilidad de quienes no somos pintores puede explayarse en sus salas por el campo de la belleza plástica. Hay museos más completos; cada día son más los que piensan que ninguno aventaja al nuestro en riqueza estética”.

¿Cómo aprovechar entonces el valor de una hora dedicada a la contemplación?

 

 

(Imágenes-1-Velázquez- Pablo de Valladolid – museo del Prado / 2- Tiziano -1566– – autorretrato- Museo del Prado/ 3- Velázquez- Francisco Lezcano- Museo del Prado)

PERROS EN EL MUSEO DEL PRADO

 

 

“…este eco no existe en parte alguna sino en El Prado cuando está desierto, el mundo se ha cerrado entre unos muros, y el eco, al fondo del larguísimo pasillo, me tentaba en cartones luminosos y para allí fui y aún voy ahora muy despacio, atravesé arcos de luz, una mesa florentina apoyada sobre cuatro leones atenazando bolas me vio pasar, mis ojos eran atraídos por el eco, mundo ido, mundo despojado de todo ruido que no sea el creado por el pincel, Madrid, Recoletos y el Botánico transmitían rumores de vehículos veloces o silencios de flores entre árboles, pero no aquel eco, ¿lo oye usted?, el ojo desnudo avanza muy despacio por este corredor, es el Museo para mí, festín de cuadros que adquieren vida, han dudado un momento los animales que pintó Velázquez pero me sorprendió que un suave aliento de refrigeración escapara a la altura del suelo y por los dientes de aparatos mecánicos y por las rejillas de los rincones un aire artificial moviera algo, y tuve entonces que volverme y retroceder

 

 

porque oí ruidos y eran las hojas del gran libro que sostenía el bufón y que estaban esparcidas por el suelo, era don Diego de Acedo, el Primo, pintado por Velázquez, enano de bigote y de perilla, vestido en ropa negra brochada y con mangas bobas pues así se llaman, y lo vi en calzones con pasamanería y lazos, y estaba él en cuclillas en la gran sala, con sus calzas y sus zapatos negros sosteniéndose apenas sobre sus cortas piernas y recogiendo con una manecita las grandes hojas desperdigadas mientras con otra mano intentaba sostener el enorme sombrero, y así le sorprendí, fuera del marco, y estaba el marco vacío de blancos, negros y grises azulados, y un fuerte olor a pintura salió del fondo como un fulgor que esperara a que el bufón volviera a su retrato, pero el Primo me vio y debió sorprenderse de hallarme allí a tales horas, y al observarme con su mirar distante, perdido y pensativo, se le volvieron a escapar las hojas del enorme libro y ese ruido alertó  a muchos animales creados por Velázquez y nadie supo cómo, pero los perros fueron los primeros, y no hubo ni ladridos ni gemidos, fue un silencioso movimiento, jamás se escuchó a tantos perros mansos moverse como sombras en un Museo, bajó el mastín de “Las Meninas” y se desperezó como la espuma y tras ese mastín entraron como el humo otro

 

perro de larga mancha blanca en el hocico que dormía a los pies del príncipe Baltasar Carlos niño junto a un árbol, un perdiguero blanco y canela que había levantado su hocico del suelo y sacudiendo su sopor adormilado, entró campante viniendo desde una sala vecina y le seguía un galgo dorado y avispado, de nariz negra y mirada viva, y ambos juntándose con otros muchos en mansedumbre y humo, y parecían de lana transparente o acaso de vidrio tan invisible y tenue que ni rumor hacían, paseando sobre losas desiertas y husmeando el aire, ladrando sin emitir sonidos, jamás escuché sin oír a tantos perros  y tan entremezclados que ni olor despedían, llevaban en sus lomos pegada la pintura pero eran auténticos y poseían tal fuerza que ellos atrajeron a más potentes animales, escuché ahora cómo bajaban de los cuadros las pezuñas de los corceles de Velázquez, y la grupa del caballo del Conde Duque caracoleó de pronto y se unió al concierto de aquel otro  mastín de cara negra , perro de caza, perro real, despierto y vigilante y de tan gran vitalidad que apenas le oí saltar del lado donde estaba, al costado de la escopeta de cañón que sostenía Felipe lV, aquella grupa del corcel del Conde Duque movió su torso y se salió del marco de manera tan suave que el poderío del gran caballo abandonó al jinete y el valido del Rey quedó ridículamente, ya sin cabalgadura y sin apoyo para su altanería y pretensión…”

José Julio Perlado  – ( del libro “Ciudad en el espejo”) ( relato inédito)

 

 

( Imágenes–Velázquez: 1-Las Meninas/ 2- bufón don Diego de Acedo, el Primo /3- príncipe Baltasar Carlos/ 4- caballo del Conde Duque de Olivares)

ALREDEDOR DE «EL PRADO»

 

 

Se prepara «El Prado» para celebrar amplia y solemnemente su bicentenerario. Aún recuerdo la impresión que me causó ese gran museo cuando hace unos años – y tras los convenientes permisos – pude visitarlo de noche, con el museo cerrado,  disfrutando y tomando notas sobre las pinturas negras de Goya, acompañado únicamente por un guarda, aquella luz encendida de la sala y el resto del museo solitario y a oscuras. Diferentes y muy célebres pasos en muy distintas ocasiones han recorrido este Museo y han dejado valoraciones e  impresiones. En las «Lecciones sobre el Museo Del Prado» que tuvieron lugar en la Fundación March en 1997 – diez conferencias en torno al edificio y a sus pinturas -, se habló ampliamente de la  biografía constructiva del museo, de las colecciones reales, de los cuadros, de la comparación entre el Prado y los demás museos, y de su cara y cruz en el tiempo.

 

 

Sánchez Cantón, en una conferencia pronunciada en 1961 en la Universidad Internacional «Menéndez Pelayo» de Santander, evocaba, entre muchas otras cosas, la preferencia de los Felipes por la pintura veneciana del XVl y la flamenca del XVll, y al comentar los fondos de El Prado quiso recordar que éste » no es un tesoro arqueológico, testimonio del pasado, inoperante fuera de la erudición, inteligible no más que por el docto, sino fuente viva de enseñanzas y de goces. Hay museos más completos; pero cada día son más los que piensan que ninguno aventaja al nuestro en riqueza estética».

 

 

Los pasos también de María Zambrano en su visita a El Prado, pasos escritos en 1953 en La Habana y que vieron la luz en París en 1955, nos llevan a su contemplación : «allí estaban – nos dice Zambrano  – los Felipes de la Casa de Austria, simples aun a caballo encabritado, con banda de raso y sombrero de plumas, pues vestían así y tenían aquella apostura porque era el Rey, pero allí, al fondo del cuadro estaba la sierra desnuda con la luz primigenia, no un salón con un trono. Y Felipe ll ya fantasma, mirando de frente, como diciendo : «Miradme, aquí me tenéis, cómo los trabajos me han dejado de aquel mozo enamorado que fui». Y en la sala de Tiziano, Carlos V, el más ensimismado, yéndose cada vez más dentro de sí. Y los pobres Borbones pintados por Goya, marionetas de la historia, ¿quién gobernaba a sus hijos? Y se dieron cuenta de que no miraban la pintura  como tal, sino lo que en ella había, lo revelado por su magia invisible, y no es que fuera real, ¿realista Velázquez? Ni siquiera Goya lo era».

María Zambrano se va alejando por las salas con estos textos recogidos hoy en «Algunos lugares de la pintura» y El Prado se dispone a congregar muchos acontecimientos para  celebrar su bicentenario. Es este un museo tesoro del arte pero es también espectáculo.  Así quiso anotarlo Félix de Azúa en su «Diccionario de las artes» : » la última vuelta de tuerca  -escribe – se  produjo cuando, a mediados del siglo XX, los museos pasaron a ser  centros turísticos de notable interés económico y, por lo tanto, anexos a la ingeniería del ocio, el turismo y la diversión. Desde entonces los museos han pasado del mundo del conocimiento al mundo del espectáculo (…) Los turistas no visitan colecciones sino recintos, no ven piezas maestras de todos los tiempos o las vanguardias del siglo XX, sino «el Guggenheim» , el «ReinaSofía – de Nouvel» o «la Tate Modern».

El Prado, pues, conocimiento y espectáculo.

 

 

(Imágenes -1- Elliot Erwitt/ 2 – Velázquez – las Meninas /  3 – Goya – el majo de la guitarra / 4 – Goya- dibujo – la calle – museo de El Prado)

VERANO 2015 (5) : VELÁZQUEZ Y JUAN RAMÓN

Velázquez- Las Meninas- museo del Pado

 

«Hoy, cuando entro en un museo, todo lo realista me parece falso y todo lo inventado me parece real y cuando salgo, qué muerto se me queda atrás lo inventado real del museo y qué vivo lo irreal. Tan vivo que la vida de la calle me parece muerta.

Naturaleza y museo, al entrar o al salir yo de uno a otra, siempre se contradicen. Lo que no se contradice es museo y cuerpo o espíritu y naturaleza.

De todo lo realista pintado, sólo me permanece inexplicable un cuadro ¡ qué cuadro! Las Meninas de Velázquez. Caso de tiempo y de silencio».

Juan Ramón Jiménez

(Imagen.- «Las Meninas» de Velázquez- museo del Prado)

GOYA : CARTONES Y TAPICES

 

Goya-unnng-perros en traílla- museo del Prado

 

Cuenta Gudiol en su «Goya» que el 13 de abril de 1791 el director de la Real Fabrica de Tapices envió un memorial al Rey dando cuenta de que los obreros estaban parados por falta de originales de los dos pintores titulares, Goya y Ramón Bayeu. La orden real fue inmediata y terminante: » Que se le diga a Goya que se ocupe en estos dibujos». Y Goya dio comienzo a la pintura de los bocetos para los cartones de los tapices destinados a decorar el despacho del monarca en El Escorial. En una carta muy posiblemente de diciembre de 1791 – continúa GudiolGoya le comunica a Zapater su visita al Rey, que lo recibió: « Muy alegre…y me ha apretado la mano y se ha puesto a tocar el violín…«. La primera mitad de 1792 debió dedicarla a pintar los cartones correspondientes a los bocetos realizados el año anterior.

 

Goya-ytrr-La gallina ciega- museo del Prado

 

Ahora se exponen en el Prado los dibujos para cartones de Goya y parece que – entre tantas valiosas interpretaciones de la Historia – oyéramos también la voz singular de Ramón Gómez de la Serna contemplando «El juego de la gallina ciega»: «¡Qué movimiento el del tal corro de jugadores! Todos tienen el ladeo del juego, mientras el cucharón del arroz de la merendola busca una cabeza con la que tropezar, para hacer que otro se quede envuelto en oscuridad de pañuelo, oyendo sólo la claridad del valle».

 

Goya-uvvv-La cometa- museo del Prado

 

Cuando Ramón dos siglos después de estos tapices se quede igualmente boquiabierto ante «La cometa» otra pirueta de sus «comentarios-greguerías» se atreverá a decir: « los que lanzan una cometa son sobre el montículo como los primeros interesados en la aviación, pues los que lanzaban una cometa se iban tras ella, se remontaban en su estrella. De la emoción del tiempo esa cometa, que se remonta mientras la contemplaban algunos entretenidos de la vacación de las afueras, que se ve que aún no saben fumar, pues están en los primeros cigarros que fuman los siglos.»

 

Goya-ubbf-el majo de la guitarra- museo del Prado

 

Son las interpretaciones de Ramón, tan personales, cuyo ojo recorre estos cartones con mirada singular y se fija en el fondo de los azules: «Goya encuentra en el azul lo único tolerante y acogedor de aquella vida española llena de supersticiones y humos de vela y candil (…) En sus cuadros dichosos, cuando se escapa de las brujerías y las pesadillas, triunfa en sus lienzos ese azul (…) Ese azul claro de Goya, en juego con los ambientes que pinta, es música de su pintura, jaleo alegre, reflejo de más intensos cielos en el bouquet de sus confabulaciones.»

 

Goya-ybbg-La nevada- museo del Prado

 

«En el momento en que Goya es llamado a trabajar para la Fábrica de Tapices recuerdan Gassier y Wilson -, su inexperiencia en este género de pintura decorativa es, al parecer, total (…) Será, pues, naturalmente su cuñado quien le inicie en la técnica especial del cartón para tapices». Comentando «La merienda» y «El baile a orillas del Manzanares» añadirán que «todo el encanto de la vida española surge de golpe en su obra; se percibe que pinta a su gusto: los personajes viven  sin trabas en «su» paisaje, donde incluso aparece a lo lejos la cúpula recién terminada de San Francisco el Grande; los grupos se coordinan armoniosamente, la composición es fluida, sin ser dispersa, y la paleta, con su brillantez, refleja una alegría de vivir que no es fingida. Por vez primera Goya ha encontrado su estilo, y muy pronto, en esta producción abundante de la Real Fábrica, se impone como el mejor, el único pintor de su tiempo.»
Goya-uuyyb-baile a orillas del Manzanares- mil setecientos setenta y seis- setenta y siete- Museo del Prado

 

(Imágenes.-Museo del Prado : 1.-perros en traílla/ 2.-la gallina ciega/ 3.-la cometa/ 4.-el majo de la guitarra/5.-la nevada/ 6.-baile a orillas del Manzanares)

 

PINTURA Y POESIA (3) : EN EL MUSEO

gentes-bbcce- museos- pintura- Gilbert Garcin- dos mil uno

 

» A veces, observando a la gente ambulante

por los lentos pasillos del Museo del Prado

no puedo contenerme, y me pongo a su lado

para saber qué opina – con un gesto pedante –

de un conde, un santo, un dios, o de un perro elegante.

Os aseguro que lo mejor que he escuchado

son esos comentarios del niño malhablado

al mirar a una venus desnuda por delante.

Cuando esa gente huye y en la misma salida

afirma ciegamente haberlo visto todo,

no haber dejado atrás ni una sala olvidada

me entristezco, pensando que hay quien deja la vida

jactándose saciada de eso mismo, de modo

que mirándolo todo no han contemplado nada.»

Jaime  García- Máiquez. – » En el museo»

 

arte-nnbbr-pintores- museos- Pierre Jahan- mil novecientos cuarenta y siete

 

(Imágenes- 1-Gilbert Garcin/ 2-Pierre Jahan– 1947)

 

 

«POR LO QUE OCURRIÓ AQUELLA NOCHE» .- NAVIDAD 2013 (1)

Navidad.-86nn.-San Lucas pintando a la Virgen.-Giorgio Vasari.-1565.-missfolly tumblr

«Parece un contrasentido,

pero hay quien muere a la misma

hora en la que otro ha nacido.

Juntos el gozo y la pena.

Tenía que suceder

la noche de Nochebuena.

«Mi vida entera daría,

Niño, por poderte ver».

Esto dicen que decía

un hombre que se moría

aquella noche en Belén.»

Antonio Murciano.«Villancico triste por lo que ocurrió aquella noche»

(Imagen.-Giorgio VasariSan Lucas pintando a la Virgen.– Museo del Prado

CANALETTO EN SOLEDAD

Canaletto- bb- Entrada al Gran Canal  y la iglesia de Santa María de la Salud

«Toda Venecia gritaba de color demasiado cerca de él – señala Luigi Dami al hablar de la pintura italiana del Seicento e Settecento -, y Canaletto halló allí el vehículo de la luz, que a veces se estanca en el aire, prisionera de vapores húmedos, como un velo entre nosotros y la visión de las cosas. La vida de las piedras rubias, bajo la luz, sobre la extensión de las aguas, entre salsedumbres de mar y respiración de la laguna, fue el tema dominante de su pintura. Sus pastas llevadas al grado de sutileza de una epidermis, y como ella porosas, como ella sedosas incluso en las rugosidades apenas surcadas por el pincel, llenaron como tejidos vivos los recuadros de los telares de dibujo. Pero para las cosas menudas que la perspectiva no encuadra en sus rasgos – una góndola que se desliza, un pordiosero en un escalón, un mástil que oscila, una vela que se afloja, un puente derrumbado -, encuentra acentos de briosa desenvoltura que admira si no hemos reparado en lo que hay de vivido y contenido en el aplanamiento y chatura de sus escenarios de casas.»

Canaletto-cc- a solas con Canaletto- elmundo.es

Toda una prosa que envuelve a la crítica y que va y viene por la superficie de la pintura, va y viene por el agua de los canales en una Venecia tantas veces retratada por el arte. Ahora – mirando a Canaletto – se puede contemplar en Venecia y en soledad  (hasta el 27 de diciembre) su gran cuadro «La entrada al Gran Canal, con la iglesia de la Salud» que pintara en 1744. Todos los enfoques, todos los ángulos. pueden admirarse en un momento único. Es la Venecia actual como fondo de la Venecia de siempre. «Toma el vaporeto que recorre el Gran Canal – nos aconseja Tiziano Scarpa en «Venecia es un pez» (Minúscula) -, por si no bastaran los cuatro kilómetros de palacios que flanquean la S formada por el agua, al final el canal desemboca en Bacino San Marco. Acabas de dejar a tus espaldas la basílica de Santa María de la Salud..», y allí, ante la iglesia y entre las aguas el ojo de Canaletto dispone las grandes masas de sombra y de luz.

Contemplar un cuadro en absoluta soledad es una experiencia inolvidable. Recuerdo hace años (con motivo de estar preparando un libro) haber entrado de noche – tras laboriosos permisos correspondientes – en el Museo del Prado. Visité a Goya de diez a once de la noche, con el museo vacío. Me acompañaba únicamente un conserje que me iba iluminando las salas y me dejaba contemplar. Era la pintura y yo en un largo instante de silencio total. Algo que nunca olvidaré.

http://www.canalettovenezia.it/

(Imágenes:- 1.- Canaletto.-«La entrada al Canal Grande, con la iglesia de la Salud».-1744.-Castillo de Windsor, colecciones reales/ 2.- el cuadro de Canaletto tal como está actualmente colocado en Venecia.- elmundo.es)

VISITAS AL MUSEO DEL PRADO

pintores.-rvttb.-Goya.-los fusilamientos del 2 de mayo.-Museo del Prado

» He aquí al villano – dice Eugenio D`Ors – que, en la noche de Los fusilamientos, se yergue con los dos brazos en alto, la luz del farol en la camisa. Velludo, casi negro, grotesco y sublime, monigote y arcángel, anónimo e inmortal – este madrileño rebelde es, para nosotros, la Revolución -. No quiero decir la Revolución política, únicamente. Esta es, pero también la otra, la de la cultura, la del arte, la revolución que el Pasado intenta fusilar y no puede. ¿Qué vemos, anecdóticamente, en este cuadro? Una ejecución. ¿Qué vemos, ideológicamente? Al contrario, una apoteosis. Un grito triunfal de la libertad. Jamás se ha pintado con tanta libertad- – sigue diciendo D`Ors en sus «Tres horas en el Museo del Prado» (Aguilar) -. Jamás se ha roto tan descarada, tan violentamente, con cualquier tradición. Late aquí, desnudamente, irracionalmente, la vida misma».

D`Ors publica esto en 1922 y narra su paseo por el Museo, acompañado – dice – de un amigo ideal, joven, inteligente, de buen gusto instintivo. Años después, María Zambrano, acompañada también de un amigo de juventud, estudiante de Historia del Arte, a quien denomina Ulises por haberle guiado en sus crisis y dudas juveniles, se detiene en El Prado ante el mismo cuadro. «… Y en cuanto al pueblo… – escribe en 1955, ahora recogido en «Algunos lugares de la pintura»

pintores.-eyu.-Goya.-Los fusilamientos.-detallle.-Museo del Prado

(Eutelequia) – moriría como el hombre aquel de la camisa blanca, figura central del cuadro de Goya Los fusilamientos de la Moncloa, que venían de ver y ante el cual habían pasado sin decir palabra; aquel hombre que abre los brazos en cruz, en lugar de apretarlos sobre su pecho desamparado, en un gesto antinatural, más allá del miedo instintivo de todo animal frente a la muerte, dando esa su alma que se le sale antes de que las balas lo alcancen; el alma entera con sus brazos clamando al cielo, abrazando al mundo, maldiciendo, bendiciendo. Y en sus ojos que se salen también antes de ser alcanzados y en ese grito… ¿qué nos grita ese celtíbero de camisa inmaculada, que da su alma? Ese grito, España, de tu animal, de su alma volcándose por encima de la muerte, no va a parar al mar del morir, sino a verterse en vida que no acaba».

Nos quedamos en silencio detrás de D `Ors, detrás de María Zambrano, en estas horas de tiempo del Museo – amigos de ambos escritores – absortos en muda contemplación.

(Imágenes.-1 y 2.-Francisco de Goya.-«Los fusilamientos del 3 de mayo».-Museo del Prado)

HILANDO

(La hilandera, de espaldas, del cuadro de Velázquez)

«Tanta serenidad es ya dolor.

Junto a la luz del aire

la camisa ya es música, y está recién lavada,

aclarada,

bien ceñida al escorzo

risueño y torneado de la espalda,

con su feraz cosecha,

con el amanecer nunca tardío

de la ropa y la obra. Este es el campo

del milagro: helo aquí,

en el alba del brazo,

en el destello de estas manos, tan acariciadoras

devanando la lana,

el hilo y el ovillo,

y la nuca sin miedo, cantando su viveza,

y el pelo muy castaño

tan bien trenzado,

con su moño y su cinta;

y la falda segura, sin pliegues, color jugo de acacia.

Con la velocidad del cielo ido,

con el taller, con

el ritmo de las mareas de  las calles,

están aquí, sin mentira,

con un amor tan mudo y con retorno,

con su celebración y con su servidumbre».

Claudio Rodríguez: «Hilando«.- «El vuelo de la celebración» (1976)

(Imagen .-«Las hilanderas» de Velázquez.- 1657.-Museo del Prado)

«EL NIÑO DE VALLECAS»

«De aquí no se va nadie.

Mientras esta cabeza rota

del Niño de Vallecas exista,

de aquí no se va nadie. Nadie.

Ni el místico ni el suicida.

Antes hay que deshacer este entuerto,

antes hay que resolver este enigma.

Y hay que resolverlo entre todos,

y hay que resolverlo sin cobardía.

Sin huir

con unas alas de percalina

o haciendo un agujero

en la tarima.

De aquí no se va nadie. Nadie.

Ni el místico ni el suicida.

Y es inútil

inútil toda huida

(ni por abajo

ni por arriba).

Se vuelve siempre. Siempre.

Hasta que un buen día (¡un buen día!)

el yelmo de Mambrino

-halo ya, no yelmo ni bacía –

se acomode a las sienes de Sancho

y a las tuyas y a las mías

como pintiparado,

como hecho a la medida.

Entonces nos iremos todos

por las bambalinas.

Tú, y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas,

y el místico, y el suicida».

León Felipe.«Pie para «El niño de Vallecas» de Velázquez»

(el enano Francisco Lezcanosegún afirma Brown en su «Velazquez» -estuvo empleado en la Corte entre 1634 y 1649, salvo una ausencia de tres años. «Lo que tiene en la mano – nos enseña Brown – es un mazo de cartas, símbolo tradicional de la ociosidad, que puede referirse a su condición de compañero de juegos de Baltasar Carlos o, de manera más general, a la misión de entretenimiento que cumplía en la Corte. El enano está sentado en una roca, con la pierna derecha osadamente extendida hacia el espectador. (…) Viste traje de color verde hoja seca y tiene por fondo una oscura escarpadura rocosa. En el centro de tan leñosos colores, el rostro es el núcleo de atención irresistible de toda la composición. La cabeza, echada ligeramente hacia atrás, se inclina hacia un lado en la medida justa para trastornar el equilibrio de la postura. La descompensación se afirma suavemente por medio de la mancha blanca de la camisa, por completo visible a un lado y casi invisible al otro. Aunque los rasgos están plasmados con la técnica de transparencias que caracteriza a los retratos informales, la nariz respingona y casi sin caballete, el gesto torcido de la sonrisa semiinconsciente y la expresión velada pero vacía de la mirada retratan con contundencia a una criatura cuya deformidad parece alcanzar tanto al alma como al cuerpo. (…) Velázquez se animó a plantear la ejecución por la vía de audaces atajos: por ejemplo, la sumaria descripción de las manos, en las que los dedos parecen surgir de las sombras por medio de dos breves e irregulares pinceladas de un pigmento rojo anaranjado»)

La poesía y la pintura – como tantas otras veces – se entrelazan ante un mismo motivo. Como también aquí se une la medicina, cuando en 1964 el doctor Moragas, al estudiar «los bufones de Velázquez,» diagnostica que Lezcano «sufre de un cretinismo con olifogrenia y las habituales características de ánimo chistoso y fidelidad perruna». » En la cara hay una expresión de satisfacción, favorecida por el entornamiento de los párpados y la boca entreabierta, que parece acompañarse del inicio de una sonrisa…» Murió Lezcano en 1649 y tenía este llamado «Niño de Vallecas», según señala Moragas, un criado a su servicio, lo que era común entre los bufones reales.

(Imágenes:- 1.-detalle de «El Niño de Vallecas»/ 2.-Velázquez.-Francisco Lezcano, el «Niño de Vallecas».- Museo del Prado.-wikipedia)

«LOS SENTIDOS» DE JOSÉ RIBERA

«La vista – recordaba Brillat-Savarin -, que abarca el espacio y nos instruye, por mediación de la luz, de la existencia de los colores y de los cuerpos que nos rodean» figura en la serie de los sentidos, de la etapa del joven Ribera, que ahora se expone en el Prado. La vista, que en la historia de la pintura a veces se ha representado con un espejo en la mano que contempla con admiración, en otras ocasiones ha querido acompañarse de una antorcha: siempre la luz y el rostro iluminado.

«El oído – sigue diciendo Savarinrecoge por medio del aire el ruido causado por los cuerpos ruidosos o sonoros«. María Zambranocuenta Ramón Andrés en «El mundo en el oído» -refiere que la escucha de Apolo en el templo de Delfos parecía situar «el oído divino en el centro del mundo«, ese oído que como órgano o sentido, dice, es el que se emplea o «ejerce» de un modo más intermitente: «en el escuchar se da lo más  penetrante y hondo de la atención, la decidida atención que el ejercicio de la vista no requiere«. «¿Sería aventurado concebir el oído – apunta Andrés – como el eje del ser humano? En un tratado escrito bajo el nombre del legendario Hermes Trismegisto se razona que aquel  que escucha debe tener el oído más veloz « que la palabra del hablante».

«El olfato – prosigue Brillat-Savarin -, mediante el cual percibimos el olor de los cuerpos que lo poseen. El olfato, que va a la búsqueda, al cultivo y al empleo de los perfumes».

«El gusto, con el cual apreciamos lo que es sabroso o suculento» da origen – dice también Salavina la producción, a la elección y a la preparación de cuanto pueda servir de alimento«.

«El tacto, al fin, cuyo objeto es la consistencia y la superficie de los cuerpos» y se aplica a todas las artes, a todas las habilidades, a todas las industrias».

«El tacto– cncluye Brillat-Salavin en su «Fisiología del gusto»  – ha rectificado los errores de la vista; el sonido, por medio de la palabra articulada, se ha convertido en intérprete de todos los sentimientos; el gusto se ayuda del olfato y de la vista; el oído compara los sonidos y aprecia las distancias»

( Pequeño apunte sobre esta exposición donde Ribera, además de la serie de los apóstoles y de los filósofos, ofrece aquí  tres de los cinco sentidos: la vista, el olfato y el gusto)

(Imágenes:-1.-la vista.-1615.- Museo Franz Mayer.-ciudad de México/ 2.-el oído.-Museo de Valencia/ 3.-el olfato.-1615.-colección Juan Abelló/ 4.-el gusto.-1615.-Wadsworth Atheneum.-Hatford/ 5.-el tacto.- óleo sobre lienzo- Norton Simon Art Foundation en Pasadena)

CHARDIN Y LA VIDA DOMÉSTICA

«En las habitaciones donde vosotros no veis mas que la banalidad de los demás y el reflejo de vuestro aburrimiento – señalaba Proust en «Contre Sainte- Beuve« (Tusquets) -,  Chardin entra como la luz, dando a cada cosa su colorido que evoca la noche eterna donde se habían enterrado a todos los seres de naturalezas muertas o animadas, con el significado de su forma, tan brillante a la vista como oscuro a la mente».

Así aparecen, tanto en este «Cesto de fresas salvajes» como en el «Bodegón con gato y pescado«, piezas de caza, utensilios de cocina, frutas, el universo de la profundidad y la delicadeza, el espacio interior de muchas casas del siglo XVlll.

Chagrin presentaba sus pinturas, entre otros muchos sitios, en la exposición tradicional de la octava del Corpus que se celebraba en la parisina plaza Dauphine y en la que todos los comerciantes estaban obligados a cubrir de lienzos blancos las fachadas de sus establecimientos, sobre los cuales se colgaban los cuadros. La exposición tenía lugar fuera cual fuera el tiempo que hiciera y no podía durar más de dos horas. Las crónicas de la época señalan que era tal la cantidad de gente que se congregaba que quedaba prohibido el acceso a los vehículos. El público y los críticos siempre se quejaban de que sólo se podían apreciar la espalda y los sombreros de las espectadoras. Y alli estaban los cuadros de Chardin, junto a los de Coypel, Boucher, Nattier, Oudry o Natoire, y también se mostraban allí las pinturas de la señorita Vallayer- Coster, de veintidos años de edad, y las de la señora Vigée-Lebrun.

En las «Observaciones sobre las artes y sobre algunas obras de pintura expuestas en el Louvre en 1748«», se describe  la obra titulada «Los entretenimientos de la vida apacible», «que representa a una mujer sentada descuidadamente en un sillón, con un librito en rústica en una mano posada sobre sus rodillas. Por una especie de languidez que reina en sus ojos,  fijos en un rincón del cuadro, se adivina que estaba leyendo una novela y que las impresiones que de ella ha recibido le hacen soñar con alguien a quien quisiera ver llegar».

Es la hora de la lectura en las habitaciones de la vida privada del siglo XVlll, como otras horas parecen resonar en pasillos y estancias que nos van poco a poco llevando desde las páginas de ese libro hasta la cocina, y desde la amplitud de la cocina hasta el detalle minúsculo y lleno de color de un tarro de albaricoque pintado, o hasta la luminosidad del agua acompañando a una cafetera, o incluso hasta el cuarto de juegos donde, absortos, los ojos de  un niño siguen imantados el baile perpetuo de una peonza.

Es la peonza de Chardin, los pinceles de Chardin,  la mirada de Chardin. Matices silenciosos de la pintura francesa en una exposición en el Museo del Prado.

(Imágenes: 1- cesta de fresas salvajes.- 1760.-colección privada/.-2.-Bodegón con gato y pescado.-1728.-Museo del Louvre/ 3.-Los entretenimientos de la vida privada.-Nationalmuseum.-Estocolmo/ 4.-El niño de la peonza.-1738.-Museo del Louvre)

PALETA Y VIDA EN RENOIR

«La paleta de Renoir estaba limpia «como una tacita de plata» – recuerda uno de sus hijos y de él he hablado ya en Mi Siglo Era una paleta cuadrada – evocaba Jean, el gran director de cine – que encajaba en la tapa de la caja, que tenía la misma forma. En una de las salserillas dobles ponía el aceite de linaza solo, en la otra una mezcla de aceite de linaza y de esencia de trementina, a partes iguales. En una mesa baja, al lado del caballete, había un vaso lleno de esencia de trementina en el que enjuagaba el pincel casi después de cada aplicación de color. En la caja y encima de la mesa había unos cuantos pinceles de recambio. Sólo usaba dos o tres a la vez. En cuanto empezaban a estar muy gastados, o chorreaban, o por la razón que fuere, no le permitían ya un toque de precisión absoluta los tiraba. Exigía que se destruyesen los pinceles viejos, por si se volvía a topar con alguno mientras trabajaba». Y ahora, al acercarnos a estos cuadros que se exponen actualmente en el Prado, esa paleta limpia de Renoir nos sigue revelando confidencias. «Sitúo mi tema como quiero – le decía a Walter Pach en 1908 -, después me pongo a pintar, como haría un niño. Quiero que un rojo sea sonoro y resuene como una campana; si no, voy añadiendo rojos y otros colores hasta conseguirlo. Esos son todos mis trucos. No tengo reglas ni métodos; quien quiera puede examinar lo que uso o mirar como pinto – verá que no hay secretos (…) ¿Quiere usted que le diga cuáles son para mí las dos cualidades del arte? Tiene que ser  indescriptible e inimitable…La obra de arte tiene que apoderarse de uno, envolverle, transportable. Así el artista puede expresar su pasión; la corriente que emana de él es lo que transporta a su pasión».

Paleta y vida en Renoir, también paleta y decrepitud, también paleta y enfermedad.  En 1912, tres años después de la conversación con Pach, cuando la salud del artista estaba empeorando y llevaba dos años sin ponerse en pie, se encontraba como siempre sentado ante el caballete y preparándose para empezar a pintar. «Tenía la paleta bien limpia en las rodillas – cuenta nuevamente su hijo Jean -. El médico alzó a mi padre del sillón. Volvía a ver las cosas desde el ángulo de una persona que tiene los ojos al mismo nivel que los demás hombres. Y miraba a su alrededor con gran satisfacción. El médico lo soltó. Mi padre, dependiendo ahora sólo de sus fuerzas, no se cayó. (…) Entonces el médico ordenó a mi padre que anduviese. (….) Mi padre dio otro paso, y luego otro; y parecía que iba quebrando los hilos del destino. (…) Mi padre dio la vuelta al caballete y regresó a su silla de inválido. Aún de pie, le dijo al médico: «Renuncio. Me exige toda mi voluntad y ya no me quedaría voluntad para pintar. La verdad es que – e hizo un guiño malicioso – si tengo que escoger entre andar y pintar, prefiero pintar«. Volvió a sentarse y nunca más se levantó».

Si esto lo evoca Jean en «Renoir, mi padre» (Alba),  Ambroise Vollard por su parte escucha las confidencias del artista recordando que » no pensaba más que en su pintura y había acabado resignándose a sus manos que se cerraban, a sus piernas que se agarrotaban un poco más cada día. «¡ A fin de cuentas- decía el pintor -. soy un hombre con suerte!». «Débil y viejo ya – resume Perruchot al hablar de su vida -, lejos de de corromper y destruir su genio de artista, de reducirlo a la suerte común, a la inercia de la decrepitud, le ha permitido un supremo avance en el corazón de la realidad».

«Blanco de plata, amarillo de cromo, amarillo de Nápoles – describía el propio Renoir la composición de su paleta -, ocre amarillo, tierra de Siena natural, bermellón, laca de granza, verde veronese, verde esmeralda, azul de cobalto, azul ultramar, cuchilla de paleta, rascador, esencia de trementina, lo preciso para pintar. El ocre amarillo, el amarillo de Nápoles y la tierra de Siena no son sino tonos intermedios de los que se puede prescindir puesto que se pueden hacer con los otros colores. Pinceles de marta, brochas planas de seda».

(Pequeña evocación al inaugurarse en Madrid la exposición «Pasión por Renoir«)

(Imágenes:-1.-autorretrato.-1899/ 2.-Pére Fournaise fumando en pipa.-1875.- Williamstrown Sterling and Francine Clark Institute/ 3.-En el concierto.-188o.-Wililamstown, Sterling and Francine Clark Art Institute)