VIAJES POR ESPAÑA (1) : PLAYAS DE CIRO BAYO

estaciones.-5ggb.-verano.-mar.-Félix Vallotton.-La playa blanca

«Pero antes de llegar al mar- escribe Ciro Bayo en el «Lazarillo español» – hay que atravesar la vega almeriense, que se extiende hasta la ribera, donde la besan y acarician las espumas del Mediterráneo; una vega de un color típico no parecido a otra región alguna, mezcla de árabe y español, de andaluz y levantino. Chumberas, higueras, palmas esbeltas como las de África, parras y más parras que tejen la tierra con sus verdes pámpanos, y extensas plantaciones de naranjos y limones cuyos dorados frutos parece han de encenderse para alegrar de noche la espléndida fiesta del sol. E interpolados aquí y allá pueblecitos y caseríos, como manchas deslumbrantes de blancura entre el tono más suave del paisaje, con azoteas morunas.»

estaciones.-588j.-verano.-mar.-Robert Cardenal

Azorín, en el prólogo a esta obra, comenta que el libro de Ciro Bayo, que éste subtitula «Guía de vagos en tierras de España por un peregrino industrioso» – o «peregrino entretenido» -,  no es una Guía, ni aun en un sentido amplio, lato; es más bien una obra «sentimental». Y añade que aun cuando un extranjero llegara a escribir de España con entera imparcialidad, con absoluta escrupulosidad, siempre en su libro faltaría algo que sólo se puede encontrar en el libro de un español; «algo de nuestro espíritu, de nuestro ambiente. Lo más hondo, lo más castizo, lo que es etéreo e impalpable, no puede ser comprendido ni hablado sino por los naturales del país.»

mar-r5tttg-.-Leon Spilliaert- 1916

Ciro Bayo marcha por la sierra de Almería y saluda después su encuentro con el Mediterráneo:  llegan hasta él playas y arenas. «Desde allí se extiende la playa libre – escribe en 1911  -, pisada únicamente por carabineros y pescadores. Dos filas de  éstos, cantando la zaloma, tiraban de la red que iba empujando un bote desde el mar. En el relevo de uno de los gañanes le tomé el corcho y quise probar a tirar; pero me engañaron las fuerzas. Y para tonificar mi humanidad me aparté a honesta distancia a bañarme.

¡Con qué deleite lo hice! Un baño tomado en el seno de ondas mansas y acariciadoras, bajo una cúpula de azur, como sucede en las rientes playas mediterráneas, comunica cierta sensación voluptuosa y difícil de experimentar bajo el cielo variable del Norte y en mar de ordinario ceñudo. En éste se baña uno por higiene, casi a la fuerza; en el otro, por recreo, casi sin querer. Me zambullí, nadé como un atún, lavé bien la piel, y siguiendo el arenoso fondo en declive, la resaca me devolvió a la playa. Apenas si el cuerpo se enfría en las templadas ondas levantinas. Se sale del agua sin tiritar, y la reacción viene en seguida a favor de una atmósfera tibia, casi ardorosa.»

(Imágenes:- 1.- Félix Vallotton/ 2.-Robert Cardenal/ 3.-Leon Spilliaert.-1916)

MEDITERRÁNEO

«Hubiera querido sentirme áspero y esencial

como los guijarros que volteas,

comidos por el salitre;

esquirla fuera del tiempo, testimonio

de una voluntad fría que no pasa.

Otro distinto fuí: hombre atento que examina

en sí, en los demás, el hervor

de la vida fugaz – hombre tardío

a la acción, que nadie, después, destruye.

Quise buscar el mal

que carcome el mundo, la pequeña torcedura

de una palanca que para

la maquinaria universal; y vi todos

los eventos del minuto

prontos a disgregarse en un derrumbamiento.

Siguiendo el surco de un sendero, me encontré

con lo opuesto en mi corazón, con su ofrecimiento; y acaso

preciso me era el cuchillo que corta,

la mente que decide y se resuelve.

Otros me eran los libros necesarios,

no tu página retumbante.

Mas nada sé añorar: tú aún desatas

esos nudos internos con tu canto.

Tu delirio ya sube a las estrellas».

Eugenio Montale: «Mediterráneo» (1924).-«Huesos de jibia» (1920-1929)

(Imágenes:-1.- Minor White.-.-1947.-Archivo White.-Universidad de Princeton.-Master of Photography/ 2.- Floriana Barbu.-photo.net)

«HAPPENING» DE NUBES

Hace ya meses – exactamente el 5 de noviembre de 2007 – transcribí en Mi Siglo unas palabras de la poetisa polaca Wislawa Szymborska que cantaba  a las nubes y cuyas frases ahora vuelvo a citar: «Las nubes son una cosa tan maravillosa, un fenómeno tan magnífico que se debería escribir sobre ellas. Es un eterno «happening» sobre el cielo, un espectáculo absoluto: algo que es inagotable en formas, ideas: un descubrimiento conmovedor de la naturaleza». Comenté en otro lugar cómo cuatro siglos antes, en 155o, Vasari relata en sus «Vidas de grandes artistas» cómo el pintor Piero di Cosimo se paraba al observar manchas en las paredes, «imaginando que allí veía combates de caballos y las más fantásticas ciudades y extraordinarios paisajes nunca contemplados». Y Vasari añade: «Él abrigaba las mismas fantasías acerca de las nubes». («El ojo y la palabra».-Eiunsa.-pág 78-79)

Las nubes siempre han sido objeto de las miradas de escritores y artistas, y ahora las nubes vuelven como observación y contemplación  en las frases del  gran escritor yugoslavo, Predrag Matvejevic, nacido en Mostar en 1932,  de padre ruso y madre croata, profesor de literaturas comparadas en la Sorbona, autor de «Breviario mediterráneo» (Destino), un delicioso y sabio libro ahora reeditado y prologado por Claudio Magris que nos lleva en diálogo perpetuo con lo animado y lo inanimado del gran mar, cartografía de mapas singulares, coloquio con  vientos,  faros,  litorales, conversación con las gentes y, por supuesto, reflexión y consideración sobre las nubes. «El fenómeno de las nubes, que también suele estar relacionado con los vientos y las olas – dice Matvejevic  -, entra dentro de la competencia de los meteorólogos, tal vez más de lo necesario. Ellos las han clasificado y denominado, según su forma, aspecto o efecto. De las nubes se ocupa la literatura también, sobre todo la poesía: las nubes navegan por el cielo como los navíos en alta mar, se alzan sobre el mar o lo envuelven como capas, unas veces son pesadas y oscuras y causan inquietud, otras son ligeras y transparentes, y traen alegría, hasta felicidad. Al amanecer, en el mar, no se distinguen del alba; al anochecer forman parte del crepúsculo. No es lo mismo mirarlas desde un barco que desde la costa. Los marineros se preocupan por su forma y su número, qué viento las lleva y adónde, qué viene detrás de ellas. La gente experimentada deduce de su aspecto qué tiempo hará, saca múltiples pronósticos. Las nubes constituyen el núcleo de charlas y disputas a lo largo del Mediterráneo«. La Premio Nobel polaca  Szymborska le había retado al periodista que la entrevistaba: «Intente imaginarse el mundo sin nubes». No es posible. Como un  mundo sin vientos o sin olas. Como un  mundo sin mar. «El mar – ha dicho también Matvejevic,  que lo ha recorrido amorosamente – es una lengua antiquísima que no alcanzo a descifrar. El mar es absoluto, sus dimensiones relativas. Cuanto más podamos conocer de este mar, menos lo vemos para nosotros solos: el Mediterráneo no es un mar de soledades».

(Imágenes: nubes.-derecho.uchile.cl/yunphoto.net/ elabra.org)

LAS PLAYAS INVISIBLES

Paseando por la playa con Karel Capek, el autor de «Guerra con las salamandras», apurando estos días de septiembre. Me cuenta que hace poco se embarcó en el Mediterráneo. «Es tan bellamente azul – me dice-que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, por lo que en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican dónde es arriba y dónde abajo; de otro modo uno podría confundirse. Fíjese, para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán, un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar la emprendió por el cielo; y como el cielo es infinito no ha regresado aún y nadie sabe dónde está».
Le pregunto si en el cielo hay ciudades invisibles como relata Calvino. Naturalmente que sí, me dice Capek, ya sabe que, como dice Calvino, «suspendida en el cielo existe otra Bersabea donde se ciernen las virtudes y los sentimientos más elevados de la ciudad y que si la Bersabea terrena toma como modelo la celeste llegará a ser una sola cosa con ella».
-Entonces ahora ¿dónde estamos?- le pregunto a Capek paseando despacio por la arena.
-Estamos arriba – me dice-, en esta playa invisible, de nombre Colina del Sol. Asómese y verá la Tierra.
Efectivamente, miro hacia abajo, al otro lado del mar y entre las nubes, y veo perfectamente la Tierra. Veo a dos hombres diminutos paseando por la arena de la playa que miran hacia el cielo y el mar.
– ¿Y cree usted que sabremos volver?- le digo a Capek preocupado.
-No lo sé. Esto es infinito. Vamos a intentarlo. No se preocupe. Mientras tanto vamos a dar una vuelta.