KAFKA Y LAS CEREZAS

 

 

“Doy fe de que me gustan las cerezas— escribe Álvaro Cunqueiro en uno de sus ‘Retratos imaginarios” —: las como con pan, como un labriego de por aquí , metiendo tres o cuatro a un tiempo en la boca y escupiendo de lado los huesos; me gusta verlas en las cestas, enredadas unas con otras, tal como las humanas criaturas entre sí. A los ojos del Todopoderoso, la humanidad, el “gran teatro del mundo”, ofrecerá el aspecto de una gigantesca cesta de cerezas, y quizás los sociólogos quitarán  más provecho de una meditación ante la cesta de cerezas, que de esos estudios sobre los pueblos primitivos que de siempre son caros. Y volviendo a Kafka, allí a la página de su Diario, donde dice: “Toda cosa no es más que imaginación “, tan desesperado y solo como estaba, yo le hubiera regalado una cesta de cerezas blancas, y ante ellas le hubiese hecho reflexionar sobre la humana condición, sobre el libre arbitrio y los trabajos y los días, los siglos y los niños, las lenguas que los hombres hicieron en común y qué es orar. Quizás exista, como dice Brod y otros, una esperanza  “kafkiana”, y sea desde ella y no desde  una “desesperación kafkiana”, como hay que leer a Kafka y entenderlo y amarlo. Pero “amar” es un verbo que para Kafka era pura imaginación, y “entender”, para el aterrado hebreo de Praga es, simplemente, no sobresaltarse ante el absurdo… Entre los hombres yo, como una cereza entre las cerezas, que tirando de mí sale conmigo una confusa compañía y parentela, a la esperanza, a la esperanza que me atengo no es al orden y sosiego que en mí ponga la desnuda soledad, sino a la remisión de los pecados y la resurreccción de la carne, tal y como digo “Credo”…

 

 

(Imágenes— 1- national geográfico/ 2-Kafka— el mundo es)

KAFKA Y LOS RATONES

escritores.-88y -Franz Kafka.-Uncredited and Undated Phoyograph

«En la casa le habían hecho una cómoda tumbona –evoca el gran crítico italiano Pietro Citati al recordar a Kafka en el otoño de 1917, cuando el escritor se encontraba en Zürau – Allí estaba estirado «como un rey», sin camisa, mientras nadie podía verle. Una noche, hacia mediados de noviembre, le asaltó el horror. (…) De vez en cuando, en el otoño, había sentido un roer ahogado: una sola vez se levantó temblando y fue a ver. Pero, esa noche, asistió al alboroto mudo y rumoroso del pueblo espantado de las ratas. A las dos fue despertado por un roce cerca de la cama y desde ese momento no cesó hasta la mañana. » Arriba y abajo por la caja de carbón – confiesa Kafka -, una carrera a lo largo de la diagonal de la habitación, círculos trazados, leños roídos, silbidos ligeros durante el reposo, y mientras tanto siempre el sentido del silencio, de la secreta actividad de un pueblo proletario oprimido, al que pertenece la noche». «Nada a lo que agarrarme en mi persona – le escribe a Felix Weltsch -, no me levanté ni encendí la luz, la única posibilidad era gritar un poco para intentar asustarles… Por la mañana estaba demasiado asqueado y deprimido para levantarme hasta la una».

animales.-99h.-gatos.- Mokona.-Linda Gavin

A partir de entonces Kafka tuvo un gato en la habitación, según lo cuenta Ronald Hayman en la biografía del escritor, aunque detestaba que el gato le saltara a las rodillas cuando estaba escribiendo o a la cama cuando estaba acostado. Kafka atribuyó su miedo a los ratones » a la impresión que dan de poseer -así se lo dijo en una carta a Max Brod a principios de diciembre de 1917- esa inesperada, indeseada, ineludible, considerablemente silenciosa, obstinada y secreta intención, junto con la sensación de que todas las paredes de alrededor están infestadas de sus galerías, y de que están acechando ahí, y de que a causa de las horas nocturnas que les pertenecen, y de su tamaño diminuto, son ajenos a nosotros y en consecuencia es tanto más difícil atacarles«.

escritores--5gcc.-manuscrito de El Proceso de Kafka

Ahora puede leerse en la prensa que El Archivo Literario Alemán ha adquirido en una subasta por una suma que no ha dado a conocer la famosa carta de Franz Kafka a su amigo Max Brod, en la que confiesa su miedo a los ratones. Son cuatro páginas fechadas el 4 de diciembre de 1917 y la carta – según dice la nota de prensa– será subastada junto a otros manuscritos de Kafka acompañada con testimonios de su influencia sobre escritores como Elias Canetti, W.G. Sebald y Gilles Deleuze en una pequeña exposición titulada «Los ratones de Kafka«. Son patentes también, añade esa nota, las huellas que llevan a obras diversas, como por ejemplo «Josefina la cantora o el pueblo de los ratones» o «La madriguera».

animales.-98.-gatos.-Neil Libbert

El tema de los animales, de sus galerías subterráneas y de sus madrigueras fue recurrente en la obra narrativa de Kafka, y en sus Obras Completas  – la edición dirigida por Jordi Llovet (Opera Mundi) – se recuerda la carta que el escritor dirigió a Milena Kesenská diciendo: «Yo era un animal salvaje que no vivía casi nunca en el bosque, sino que me enterraba en cualquier lugar cavando un agujero» o aquella otra que envió a Max Brod en 1923: «Camino para uno y otro lado o estoy sentado, petrificado, tal como haría en su madriguera un animal desesperado…». Si Luis Izquierdo en su «Kafka» (Barcanova) hace alusión a las transformaciones de animales en el escritor checo como estados de ánimo, es sin duda la gran traductora y especialista en Kafka, Marthe Robert, la que recuerda que «lo que distingue  de manera fundamental a los animales de Kafka de todos los animales alegóricos y fabulosos es su animalidad verdadera, doliente, misteriosa por su misma limitación, digna de atención y de infinito respeto. (…) Lo que hace de «La madriguera» un relato conmovedor y no una fría alegoría es el trabajo del Animal, ese trabajo para el que tiene una sola herramienta: su cabeza, su pobre frente martirizada y sangrante«. «Kafka fue un individuo aislado – evoca igualmente Marthe Robert en «Reales e imaginarios» (Cuatro) -; en cierta medida, fue un apátrida en Europa«.

Y fue allí, en Zürau, donde leía a Kierkegaard, a San Agustín y a Tolstoi, donde a Kafka le aterrorizó el ruido de los ratones.

animales.-88hh.-gatos.- Franz Marc

(Imágenes.-1.-Franz Kafka hacia 1917.-Undacredited and Undated Photography/2.-Mokona.-Linda Gavin- hide213.ebb.jp/ 3.- página del manuscrito de «El proceso»/4.-flying cat.-Neil Libbert.-michaelhoppengallery.com/ 5-Franz Marc.-1913.-Gallery Kumstsammlung.-Düsseldorf.-Alemania)

CUANDO KAFKA VINO HACIA MÍ…

Kafka.- 3 .-czech.tv

«La puerta de su habitación estaba siempre abierta. Junto a la puerta se enncontraba el escritorio. Sobre él, los dos tomos de Derecho Romano. Frente a la ventana había un armario. Delante, una bicicleta. Después, la cama, y al lado, una mesilla de noche. Junto a la puerta, una librería y un lavabo. De los libros que por entonces se leían en la familia Kafka, recuerdo uno sobre la tragedia de Mayerling«.Kafka.-7.-elmundo.es

Esto lo cuenta, muchos años después, Anna Pouzarová, que comenzó a trabajar en casa de los Kafka como chica de servicio el 1 de octubre de 1902: Anna tenía veintiún años y Kafka diecinueve. Otro cuarto muy distinto lo describe mucho tiempo más tarde, en la Ciudad Vieja de Praga, Alfred Wolfenstein, colaborador en varias revistas, cuando va a visitar a Kafka: «La habitación en la que entré estaba fría y llena de sombras. Del rincón, en el que él había estado escribiendo o leyendo en una penumbra casi completa, se elevó la larga y esbelta figura del escritor, y por su manera de saludar me di cuenta de que no había comprendido mi nombre«.

Por estas habitaciones y a través de estos encuentros (amigos, vecinos, Milena Jesenská, Dora Diamant, Max Brod, editores, recitadores, bibliotecarios, compañeros de trabajo) , advertimos que más que ir las gentes hacia Kafka es Kafka quien llega hasta ellas recorriendo pasillos y calles en el volumen editado por Hans-Gerd Koch «Cuando Kafka vino hacia mí…» (Acantilado). No es Kafka hacia el que los lectores van, es Kafka quien va hacia los lectores casi sin él quererlo, como cuando el editor Kurt Wolff ( que hasta el volumen «Un artista del hambre» editó todos los libros del escritor) revela que un día de junio de 1912 le escuchó a Kafka una frase que no había escuchado antes ni lo haría después a ningún otro autor, y que quedó ligada para él de manera definitiva. Kafka le dijo: «Le estaré siempre mucho más agradecido por la devolución de mis manuscritos que por su publicación«. 

De Kafka he hablado varias veces en Mi Siglo. Sobre todo, recordando aquella frase suya: » La felicidad excluye a la vejez. Quien conserva la capacidad de ver la belleza no envejece«.

Ahora, en este interesante volumen, se evocan muchas actitudes públicas y privadas del escritor: costumbres, carácter, relaciones. A Max Brod le escribe en 1923: «rabia es lo que siente un niño cuando su castillo de naipes se derrumba porque un adulto empuja la mesa. Pero el castillo de naipes no se derrumbó porque alguien empujara la mesa, sino porque se trata de un castillo de naipes. Un verdadero castillo no se derrumba, ni siquiera cuando alguien parte la mesa en trozos para hacer leña. No necesita unos cimientos ajenos. Se trata de cuestiones evidentes, remotas y magníficas«.

Kafka viene hacia mí con su prosa esencial y desnuda, no soy yo el que llega hacia él.

(Imágenes: Franz Kafka.-1.- elmundo.es/ 2.-czech.tv)

KAFKA Y SU PLUMILLA DE ESCRIBIR

Los investigadores, al acercarse a las obras de los grandes y pequeños autores para analizarlas, señalan cosas como éstas que llaman la atención:

«Legajo de 16 hojas con cuadrícula de color azul celeste procedente de un bloc, del que fueron segregadas. Según testimonio de Dora Diamant, compañera de Kafka durante su estancia en Berlín, la larga narración inacabada que ocupa la mayor parte del legajo, conocida en alemán, según la edición de Max Brod, como Der Bau (palabra que se ha traducido en español por «La construcción», «La madriguer o «La guarida»), fue redactada en esa ciudad a finales de 1923. Pero no «en una sola noche», como afirma Diamant, sino en varios días, como acreditan los cambios de letra en el manuscrito (…) Por el uso de una plumilla especialmente fina, que Kafka usó también en cartas fechadas a finales de 1923, se deduce que este legajo es anterior al que incluye la narración titulada «Una mujercita», por lo que cabe fechar su redacción en los dos últimos meses del año 1923″.

Leo esto en las Notas que Jordi Llovet aporta a la gran edición de las «Obras Completas» de Kafka (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) y me pregunto qué se investigaría ahora – con Kafka y con tantos otros – si toda la creación estuviera únicamente volcada en la pantalla del ordenador. ¿Desaparecerán las plumillas especialmente finas o particularmente gruesas? ¿Se advertirá con nítidez en la pantalla que un texto no ha sido escrito «en una sola noche» sino en varios días? ¿Cómo se transmiten los temblores de los sentimientos, las dudas y  preocupaciones de alguien que escribe si ese pulgar que teclea nunca lo va a revelar?

Curiosa tarea la de los investigadores del futuro descifrando a los posibles Proust ( como el célebre de sus  Cuadernos nocturnos y retazos de páginas superpuestas),  o al imaginario Kafka del porvenir cuyos debates interiores, a pesar de la luminosa superficie que emite toda pantalla, es bien difícil que – sobre la escritura –  arrojen una mayor luz.

(Imágenes: Kafka, hacia la época del doctorado (1906)/ Una de las primera páginas del «Diario» de Kafka)

TRABAJAR DE NOCHE


Hae unos días The New Yorker hablaba en sus páginas del «mal de la medianoche» o hipergrafía, algo que según el «Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales«, donde aparece la cotización oficial de las enfermedades mentales reconocidas por la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), se define como algo que puede obligar a alguien a mantener una voluminosa revista para anotar con gran frecuencia cartas al editor, o a escribir en papel higiénico si no hay otra cosa más disponible, y hasta a redactar un Diccionario. En resumen, el impulso desordenado y casi incontrolado de escribir, principalmente en las horas nocturnas, es decir, padeciendo de algún modo la llamada «enfermedad de la medianoche».

No sé si esto es así efectivamente e ignoro por qué se vincula precisamente la noche a este afán incontrolado de adentrarse en la escritura. Pero es indudable que – sin producir enfermos en absoluto-, la noche y sus silencios, su concentración en esas horas de soledad en las que el resto del mundo duerme, posee una atracción que ha dejado obras muy interesantes en la literatura. Por citar algunos nombres capitales, he ahí a Kafka que escribe de un tirón «La condena» en la noche del 22 al 23 de septiembre de 1912, entre las diez y las seis de la mañana y que cuenta en su Diario :» casi no podía sacar de debajo del escritorio mis piernas, que se me habían quedado dormidas de estar tanto tiempo sentado. (…) Varias veces durante esta noche he soportado mi propio peso sobre mis espaldas. Cómo puede uno atreverse a todo, cómo está preparado para todas, para las más extrañas ocurrencias, un gran fuego en el que mueren y resucitan. Cómo empezó a azulear delante de la ventana. Pasó un carro. Dos hombres cruzaron el puente. La última vez que miré el reloj eran las dos. En el momento en que la criada atravesó por vez primera la entrada escribí la última frase». (Diario del 23 de septiembre de 1912.-Galaxia Gutenbeg.)

Max Brod, por su parte, anota también en su Diario del 29 de septiembre de ese mismo año: «Kafka está en éxtasis, escribe de noche sin parar. Es una novela que transcurre en América«. Igualmente Kafka le confía a Felice Bauer en sus Cartas (Alianza) la necesidad de la noche para intensificar mejor su escritura.

En el otro lado del mundo, Mishima le escribe a Kawabata que son las horas de la noche aquellas en las que su espíritu de narrador alcanza una interioridad mayor. («Correspondencia» Mishima-Kawabata.-Emecé.) Representa sin duda todo esto «la faceta nocturna de la soledad creadora» que ha comentado Steiner. Él recuerda cómo Milton declara que la lámpara del poeta «a medianoche/será vista en alguna alta y solitaria torre«, el creador enclaustrado permanecerá bajo un cielo estrellado «mirando una y otra vez la Osa Mayor«.( Steiner.-«Gramáticas de la creación».-Siruela.)
(Fotos: Franz Kafka, por Andy Warhol .-Yasunari Kawabata)