EL ÚLTIMO LOPE DE VEGA

La Biblioteca Nacional de España acaba de adquirir el llamado ‘Códice Daza, un manuscrito autógrafo único y fundamental de Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635).

«Escrito por Lope entre 1631 y 1634, sobre papel verjurado, tiene 532 páginas y mide 20,08 x 15,50 cm. Insertadas entre ellas – dice la Nota de la Biblioteca Nacional -,hay algunas banderillas (fragmentos de papel sobrepuestos) con enmiendas del texto, como era costumbre. Lo protege una encuadernación de época, en pergamino, con restos de broches realizados a base de tiras de pergamino entrelazadas, imitando cordel, y sobre la cubierta se lee la siguiente anotación en tinta: “Aquí están las églogas”. Curiosamente, una parte está encuadernada al revés (las 96 últimas páginas) y parece haber sido añadida forzando la encuadernación, para aprovecharla, quizás por alguno de sus sucesivos propietarios. (…)

Contiene una parte de obra inédita, sobre todo poética, y fragmentos varios de obras conocidas y publicadas, en algunos casos, con variantes. Por ejemplo: La Dorotea, de 1632, Amarilis, huerto desecho…. Todas ellas entremezcladas en el manuscrito, lo que demuestra la forma de trabajo de Lope, simultaneando la creación de varias obras a la vez. La gran importancia de la obra radica sobre todo en que se trata de un borrador, porque solo existen tres borradores de Lope en el mundo, ya que, como es sabido, escribía directamente sus comedias, por lo que aunque hayan llegado a nosotros llenas de tachaduras, son obras definitivas, es decir, redacciones manuscritas finales o copias destinadas a la venta, pero nunca borradores, lo que aumenta la rareza de los mismos«.

Hasta aquí la nota oficial de la Biblioteca Nacional. Nada se sabe aún de las églogas que puedan reunirse en este cartapacio pero posiblemente revelen datos de intimidad del poeta. Un amigo de Lope, Antonio de León, en sus Elogios panegíricos, publicados tras la muerte del poeta, recordaba:

«Sus églogas suaves

de diversos secretos fueron llaves».

Corresponden estos manuscritos a la etapa final de Lope de Vega y se crearon sin duda en el despacho que hoy día puede visitarse. Entre bravos gatos nocturnos recorriendo la llamada entonces callle Francos – por la colonia de franceses que la habitó en un principio -, entra el año de 1634 en el aposento en el que Lope escribe desde muy temprano, ya que era gran madrugador.

Tiene entonces el poeta setenta y dos años. Hay un clima de trabajo en esta habitación y también de desengaño. Un año después -el de su muerte – Juan Pérez de Montalván, «su alumno y servidor» como él mismo se llama – contaría: «No se fiaba de su salud, con ser tan buena, porque sabía que cualquier enfermedad tiene más peligros en los hombres muy sanos que en los muy achacosos. Fuera de que había tenido un  año a esta parte dos disgustos – como si para una vida no bastase uno -, que le tenían casi reducido a una continua pasión melancólica«. Eran estos dos disgustos muy probablemente la muerte de su hijo Lope Félix y el rapto de su hija Antonia Clara.

El día antes de su muerte aún escribió poesía. Pero el día de San Bartolomé, viernes, 25 de agosto de 1635 – cuenta también Montalván -,» se levantó Lope muy de mañana, rezó el oficio divino, dijo misa en el oratorio, regó el jardín y encerróse en su estudio».

Tenía Lope en su jardín – «más breve que una cometa«, así lo describió -el naranjo que se le helaba en el invierno madrileño, los rosales y las clavellinas, tulipanes , el jazmín.

«A mediodía – prosigue Montalván – se sintió resfriado, ya fuese por el ejercicio que hizo en refrescar las flores (…) Estaba convidado para la tarde para unas conclusiones de Medicina y Filosofía, que defendió tres días el doctor Fernando Cardoso, gran filósofo y muy noticioso de las buenas letras, en el seminario de los Escoceses. Y hallóse en ellas, donde le dio repentinamente un desmayo (…), en una silla le trajeron a su casa. Acostóse, llamaron los médicos, que le dieron un minorativo para purgarle, y luego, por la calentura, le sangraron. (…) El domingo 26, luego se conoció el peligro evidente, le trajeron el último remedio de la Extremaunción. Recibióla, llamó a su hija, echóla su bendición y despidióse de sus amigos como quien se partía para una jornada tan larga… Díjome a mí –termina Montalván – que la verdadera fama era ser bueno, y que él trocara cuantos aplausos había tenido por haber hecho un acto de virtud más en esta vida». Murió el lunes 27 de agosto.

(Imágenes:-1.- «códice Daza», perteneciente a la Biblioteca Nacional.- foto EFE.-elmundo.es/ 2.- despacho de Lope de Vega.-viajaramadrid. org/ 3.- jardín de la casa de Lope de Vega en la «Casa Museo de Lope de Vega».-cervantesvirtual)

VIEJO MADRID (9): PALACIO DEL BUEN RETIRO

Retiro.-4.-17-8-2009Paseo por este Retiro madrileño de hoy, descendiente de aquel Buen Retiro de tantos espectáculos y acontecimientos. Avenidas desiertas bajo los árboles, soledad de paisajes que guardan aquí, cerca del Casón (que fuera pabellón de fiestas de aquel Palacio) el brillo de los maravedís que se gastaron, el sonido de las pompas, danzas, justas, reuniones literarias, comedias, banquetes y corridas de toros de aquellos carnavales de 1637. El 15 de febrero de aquel año – cuentan Jonathan Brown y J.H. ElliottUn Palacio para el Rey«) (Alianza) –Felipe lV (que había participado en un banquete en casa del banquero genovés Carlos Strata en su casa de la Carrera de San Jerónimo) acompañado por el Conde Duque de Olivares se encaminó al Retiro a a la luz de las antorchas. Quince cuadrillas de jinetes, vestidos de negro y plata, entraron en el coso a los acordes de la música; luego hizo su entrada el rey, también de negro y plata, y los jinetes se dividieron en dos grupos, uno encabezado por el rey y otro por Olivares. En este momento hicieron su aparición en el coso dos carros triunfales que arrastraban bueyes disfrazados de rinocerontes, situándose uno a cada lado del palco de la reina. Las diversiones prosiguieron durante tres horas y el coste de aquella fiesta ascendió a 70.000 ducados.

Retiro.-6.-17-8-2009

Luego paseo por la sombra y la luz de los recuerdos y entre las estatuas evoco aquellos fastos de luz artificial que en el Palacio del Buen Retiro hacían posible la representación nocturna de comedias. En mayo de 1633 – siguen contando los dos historiadores – el embajador Fulvio Testi fue invitado por el Conde Duque de Olivares a presenciar una comedia en el Retiro, «brillantemente iluminada con antorchas y lámparas de plata y con otras luces, todas de cera«. Le recibió el famoso portero de Olivares, Simón Rodríguez, quien le acompañó a un balcón de la estancia. Poco después llegaron el rey y la reina; sus majestades tomaron asiento bajo un baldaquino y las veinticuatro o veintiseis damas de honor se sentaron en dos grupos en el suelo. Cuatro enanos y bufones de cada sexo, ataviados a la antigua usanza de los reyes y reinas de Castilla, se sentaron a los pies de los tronos reales. Del lado de la reina, fuera del baldaquino y separada por un biombo dorado de las Indias, se sentaba la condesa de Olivares sobre cojines de terciopelo rojo, mientras que el Conde Duque, apoyado en la pared cerca de la puerta, tomaba asiento sobre un taburete del mismo color, tras una celosía dorada. El resto de las damas de la corte, «una multitud infinita«, acudió a ocupar sus sitios para descubrir que de ninguna manera había espacio para todas.

calle Alfonso Xll.-17-8-2009

Después salgo del Retiro, cruzo la calle de Alfonso Xll, abro el libro que llevo entre las manos: «España: tres milenios de Historia» (Antonio Domínguez Ortíz) (Marcial Pons). Leo: «Se comenzó el Retiro cuando su construcción sólo podía dar pábulo al chismorreo habitual; pero, al terminarse, ya las críticas eran más serias, porque en vísperas de los decisivos acontecimientos de 1640 el estado de la nación no permitía gastos superfluos. Los gastos ya triplicaban los ingresos ordinarios (…) Las Cortes, muy presionadas, votaban nuevos impuestos, pero como no era posible esperar a que produjeran los rendimientos esperados, se multiplicaban los arbitrios, los donativos supuestamente voluntarios, las ventas de vasallos, de cargos, de tierras baldías…Incluso se envió a la Casa de la Moneda para ser acuñada la mayor parte de la plata que existía en los reales palacios…»

Y así, leyendo y leyendo, me pierdo pensativo por el Madrid actual.

Palacio del Buen Retiro.-2.-atibuido a Jusepe Leonardo.-museo del prado

(Imágenes.-1-2-3-fotos JJP/ «El Palacio del Buen Retiro en 1636-1637».-atribuido a Jusepe Leonardo.-Museo del Prado)