LA DAMA DEL ARMIÑO

Este armiño que reposa en los brazos de Cecilia Gallerani, la dama de Leonardo, y que en invierno tiene la piel blanca con una mancha negra en la cola, se deja acariciar por unos dedos diferentes y nerviosos – tal como apunta Marangoni  en «Como se mira un cuadro» (Optima) –  revelando de modo especial estos dedos una sensibilidad distinta a la que transmite el retrato completo de esta mujer, «milagro de coherencia estilística por esa rítmica continuidad de planos curvilíneos en los que reside todo el sentido de elegancia, de gracia y de agudeza psíquica que emana de la seductora imagen«.

Armiño, que simboliza la inocencia y la pureza en la conducta, en la enseñanza, en la Justicia. Capas luego de armiño que desfilarán solemnes por los largos pasillos y los amplios salones pero que ahora se quedan en esa tímida piel que la mano sostiene para que la suavidad de este armiño – tal como reza la sentencia – no caiga en bache alguno y quede en él paralizado y extenuado. Se ha dicho que de todos los animales el caballo es el que más ha preocupado a Leonardo. Pero aquí está este armiño llevado en brazos, indefenso y protegido, atributo del  Tacto personificado en el universo de los cinco sentidos y que el tacto femenino acaricia. Además de la heráldica y la simbología estos ojos del armiño se alumbran a una mirada despierta, exponen el desamparo de la ternura.

(Pequeño apunte sobre «La dama del armiño» de Leonardo da Vinci que a partir del 3 de junio podrá verse en Madrid)

(Imagen:  «La dama del armiño» – Museo Czartoryski de Cracovia)

CUADERNOS DE NOTAS

«Veo a nuestros ciudadanos, mujeres y hombres – quiso profetizar Leonardo en sus Cuadernos de notas -, atados fuertemente de brazos y piernas por gentes que no entenderán vuestra lengua. Y vosotros sólo seréis capaces de suavizar vuestras penas y vuestra pérdida de libertad con suspiros y lamentos, porque los que os aprisionan no os entenderán ni vosotros les entenderéis a ellos».

Son apuntes muy variados sobre arte, literatura y ciencia, filosofía y elementos de la naturaleza, vuelo y universo, cuyos manuscritos se guardan en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, en la Laurenziana de Florencia, en la Royal Library de Oxford y en muchos otros lugares importantes. Cuadernos de notas de Leonardo da Vinci salpicados a veces de dibujos, como cuando habla, por ejemplo, de cómo la sonrisa favorece a la paciencia: » la paciencia – comenta Leonardo– nos ayuda contra los insultos, como los vestidos lo hacen contra el frío. Porque si te pones más vestidos cuando aumenta el frío, éste no puede hacerte daño. De la misma manera, aumenta tu paciencia con las injurias, y así no podrán perturbar tu espíritu».

Varias veces he hablado en Mi Siglo de diferentes cuadernos de notas. Importantes cuadernos de Henry James. Cuadernos de Irène Nèmirovsky. Cuadernos que aparecen en películas, como en «Buda explotó por vergüenza«. Cuadernos de Auster o de Tabucchi.

A Patricia Highsmith también he querido referirme en más de una ocasión y a su muy útil libro «Suspense« (Anagrama), que no se limita a comentar las experiencias de la novela de intriga sino a analizar las dificultades que conlleva todo proceso creador. Allí, entre consejos sobre «el primer borrador»o » el segundo borrador» y sobre las convenientes» revisiones» de textos, la autora del ciclo de Ripley recomienda «encarecidamente a los escritores  que lleven una libreta para tomar apuntes, pequeña si durante el día tienen algún empleo, grande si pueden permitirse el lujo de quedarse en casa. Incluso vale la pena anotar tres o cuatro palabras si sirven para evocar un pensamiento, una idea o un estado de ánimo. Durante los períodos estériles conviene que el escritor hojee estas libretas. Puede que de pronto alguna idea empiece a moverse. Quizás dos ideas se combinarán la una con la otra porque ya estaban destinadas a hacerlo desde el principio».

«La función de la libreta de notas – continúa Highsmith – consiste en parte en llevar un registro de cosas de este tipo de experiencias emocionales, aunque en el momento de anotarlas uno no sepa en qué narración o novela saldrán».

No todo se consigue llevando un cuaderno de notas y consultándolo de cuando en cuando pero sí puede ser instrumento conveniente para ayudar a nuestra creación.

(Imagen.-vista del conjunto de manuscritos de la familia Odier.-Bibliothéque Publique et Universitaire de Geneve.-(del libro «Un journal à soi: histoire d`une practique».-por Philippe Lejeune).-(Textuel)

VILLANCICO DE LAS CINCO VOCALES

También las vocales, para cuantos escribimos, se acercan en estas fechas al Portal:

«Aquí llegan, Niño,

            las cinco vocales,

sencillas y claras

como unos pañales.

De tanto mirarte,

de   tanto admirar,

con   la boca abierta,

se queda la “a”.

Para que le vuelvas

tus  ojos, la “e

desde  su ventana

te tira un clavel.

Porque quiere siempre

mirar  hacia Ti,

su punto redondo

te  entrega la “i”.

Nunca como ahora

le  dolió a  la “o

que  su forma sea

para  decir no.

De rodillas pide

llenar  de tu luz

su pequeño cuenco

vacío la “u”.

Escucha, Cordero,

las cinco vocales:

te ofrecen los niños

su voz en pañales».

José Javier Aleixandre.

Villancicos de todos los siglos se llegan a cantar ante el Portal. Como recordé en un artículo, desde un íntimo amigo de Lope, el sacerdote José de Valdivielso, entre 1560 y 1638, hasta los recogidos por Manuel Alvar en «Villancicos dieciochescos«, hasta también los de Juan Ramón Jiménez, Alberti, Luis Rosales, Gerardo Diego o José Hierro, y tantos otros.

En una ocasión, por ejemplo, llega un pescador con su nave y  para divertir al Niño “cantarle quiero/ la tonadilla/ del marinero”:

                                                                  » Iza, amaina, al remo,

                                                                    las velas a la playa.

                                                                    Las ondas suben,

                                                                    las ondas bajan,

                                                                    pero mi nave

                                                                    siempre está en calma.

                                                                    La tonadilla

                                                                    aquí se quede

                                                                    arrimando mi nave

                                                                    junto al pesebre».

(Imagen:- «Adoración de los Magos»- Leonardo da Vinci.-wikipedia.org)

OJOS INMÓVILES

ojos-foto-por-stve-mccurry-pakistan-peshawar-1984-magunm-photos

Estos son los ojos vivos, o el ojo vivo, en expresión de Starobinski. («El ojo vivo«) (Cuatro) : «El acto de la mirada no se agota en el momento: lleva consigo un impulso perseverante, una reanudación obstinada, como si estuviera animado por la esperanza de acrecentar su descubrimiento o reconquistar lo que se le está escapando .Lo que me interesa, es el destino de la energía impaciente que llena la mirada y que desea otra cosa que lo que se le da. (…) La mirada constituye el lazo vivo entre la persona y el mundo, entre el yo y los otros: en el escritor, cada vistazo replantea el estatuto de la relidad (y del realismo literario), así como el de la comunicación (y de la comunidad humana)».  Estos ojos me miran y yo miro a estos ojos que me ven. Me ven mientras me alejo o me acerco. Aunque adquiera distancia estos ojos me siguen y el fotógrafo Steve McCurry también seguirá años después a estos ojos de Alam Bibi retratados en un campo de refugiados de Pakistán y que fueron portada de la revista National Geographic. Los ojos son la luz del rostro y el rostro dicen que es el espejo del alma. Leonardo llega a decir que el ojo, que es la ventana del alma, es el órgano principal por el que el entendimiento puede tener la más completa y magnífica visión de las infinitas obras de la naturaleza

¿Qué obras de la naturaleza están viendo estos ojos?

El ojo y la palabra«, págs 151-152)

(Imagen: Alam Bibi.-por Steve McCurry.-Pakistán, 1984.-Magunm Photos)

EL MISTERIO PICASSO

Cuando Picasso pinta un pájaro su mano traza el ojo que nos mira, ese ojo del animal sorprendido al ver que estamos entrando en el sagrado recinto de la creación. En el verano de 1955 el director de cine Henri- Georges Clouzot logró que Picasso accediera a pintar bajo los focos, rodeado de cámaras, técnicos y ayudantes, yendo y viniendo con su pequeño cuerpo bronceado, desnudo de cintura para arriba, la mirada fija en el trazo seguro e inesperado, el pulso firme sobre los cuernos de un toro o sobre el cálido plumón de una paloma que con sólo un rasgo rápido y preciso se transformaba en la mejilla de una mujer.
Clouzot, el director de Las Diabólicas, filmó su documento en los estudios cinematográficos de Niza bajo un calor, se dijo, «que hacía que el sol de afuera pareciera el de Islandia» y consiguió recoger el proceso de creación del pintor gracias a filmar los dibujos por la parte de atrás de un papel absorbente a través del cual las tintas de colores penetraban en el acto, con la ventaja de que la mano de Picasso no ocultaba su trabajo. Una vez trazada, cada línea parecía correcta e inevitable y daba la sensación – como ha dicho Penrose – de que ya estaba allí, pero que era invisible a todos salvo al artista.
En este documento fílmico excepcional, «Le mystère Picasso» – con música de Georges Auric y con montaje de Henri Colpi, que se estrenó en 1956 -, vemos el lápiz del pintor siguiendo a su ojo, el ojo dirigiendo a su mano, y mano y ojo descubriendo lo que hay en la mente, un misterio impenetrable, similar misterio al que existía en la cabeza de Leonardo o de Mozart. Pero, ¿qué cámara puede entrar en las secretas estancias cerebrales y sensoriales de un músico? Se ha dicho que Clouzot debería haber usado un microscopio metafísico de insólita potencia que actuara fuera de los límites de tiempo y espacio y haber dejado a un lado la cámara. Ese microscopio, por ahora, no existe. Vemos ir y venir al pintor, adentrarse en la blanca creación de un lienzo que parece cristal, un cristal que parece papel, un papel desde el que nos mira un pájaro, un pájaro con su ojo sorprendido como si nos preguntara qué hacemos allí, cómo nos hemos atrevido a entrar en el sagrado recinto de la creación.

DOS Y DOS SON CINCO

A ese niño inclinado en su cuaderno de clase, que estruja el lápiz con los dedos, tuerce la lengua para aplicarse más y baja la cabeza hasta casi rozar el papel, nunca le salen las cuentas porque siempre bulle en su cabeza la fantasía y dos y dos le suman cinco y nunca cuatro, la fantasía se le desborda y siente por todas partes todo tipo de visiones, por ejemplo, si levanta la cabeza y mira esa mancha en la pared ve, como Leonardo, caballos en el aula, caballos voladores que cruzan el colegio, caballos que van veloces por los pasillos, que relinchan cuando pasa el director, que marchan al galope por las cocinas y que reposan al fin de nuevo en la pared.
A ese niño que se concentra en la suma de todos los días el dos más dos siempre le sale cinco porque acaba de ver esa bici apoyada en la esquina del patio y él, como Picasso, retorcería enseguida el manillar para hacer los cuernos de un toro, ese toro que embiste al más creído de la clase, lo levanta en el aire y le deja caer humillado.
A ese niño nunca le saldrá exacta la suma de la realidad. Será un inventor, un pintor, un poeta. Él no lo sabe. Se vuelve a inclinar en el cuaderno a luchar siempre con el dos pero el dos se le rebela. Aunque cuente con los dedos ve asombrado que de las uñas le está saliendo ahora un gran cinco radiante que ilumina todo el aula.