VIAJES POR EL MUNDO (34) : LENINGRADO

 


‘La población se divierte en casi un centenar de cines y una docena de teatros de comedia, ópera y ballet — escribe Joseph Brodsky —; hay también dos enormes estadios de fútbol y la ciudad sostiene dos equipos profesionales de fútbol y uno de hockey sobre hielo. En general, los deportes cuentan con un importante apoyo oficial, y aquí se sabe que el más entusiasta de los forofos del hockey sobre hielo vive en el Kremlin. Sin embargo, en Leningrado, como en toda Rusia, el pasatiempo principal es «la botella». En lo que se refiere a consumo de alcohol, esta ciudad es ciertamente la ventana sobre Rusia, y a fe que está abierta de par en par. A las nueve de la mañana, es más frecuente ver un borracho que un taxi. En la sección de vinos de las tiendas de comestibles, siempre cabe encontrar un par de hombres con la misma expresión vacua pero inquisidora en sus caras: están buscando «un tercero» con el que compartir el precio y el contenido de una botella. El precio se comparte ante la cajera y el contenido… en el umbral más cercano. En la semioscuridad de esas entradas reina, en su más alta manifestación, el arte de dividir medio litro de vodka en tres partes iguales sin que sobre ni una gota. Allí se originan amistades extrañas e inesperadas, pero a veces imperecederas, así como los crímenes más sórdidos. Y aunque la propaganda condena el alcoholismo, verbalmente y en letra impresa, el estado continúa vendiendo vodka e incrementando los precios, porque «la botella» es la fuente de los mayores ingresos del estado: su costo es de cinco kopecks y se vende a la población por cinco rublos, lo que equivale a un beneficio del 9.900 por ciento.

Pero el hábito de la bebida no es una rareza entre los que viven junto al mar. Los rasgos más característicos de los leningradenses son: mala dentadura (debido a la falta de vitaminas durante el asedio), claridad en la pronunciación de las sibilantes, aptitud para reírse de sí mismos, y un cierto grado de altivez respecto al resto del país. Mentalmente, esta ciudad es todavía la capital, y es a Moscú lo que Florencia es a Roma o lo que Boston es a Washington. Como algunos de los personajes de Dostoievski, Leningrado siente orgullo y un placer casi sensual al verse «inidentificado», rechazado, y sin embargo sabe perfectamente que, para todo aquel cuya lengua materna sea el ruso, la ciudad es más real que cualquier otro lugar en el mundo donde se oiga este idioma.

Y es que existe el segundo Petersburgo, el que está hecho de versos y de prosa rusa. Esa prosa es leída y releída y los versos se aprenden de memoria, aunque sólo sea porque en las escuelas soviéticas se obliga a los niños a memorizarlos si quieren aprobar sus cursos. Y es esta memorización lo que asegura el status de la ciudad y su lugar en el futuro —mientras exista este lenguaje—, y transforma a los escolares soviéticos en el pueblo ruso.”

 

(Imágenes—1- asedio de Leningrado —encspeb/ 2- fundación Cartier Bresson)

CARTIER-BRESSON

 

 

“Nunca he sentido pasión por la fotografía “en sí misma”, sino por la posibilidad de captar —olvidándome de mí mismo — en una fracción de segundo, la emoción que el tema desprende y la belleza de la forma. En otras palabras, una geometría desvelada por lo que se ofrece.

El disparo fotográfico es uno de mis cuadernos de esbozos.”

Cartier .- Bresson  8-2-94

 

“La fotografía es, para mí, el impulso espontáneo de una atención visual “perpetua”, que atrapa el instante y su eternidad.

El dibujo, por su grafología, elabora lo que nuestra conciencia ha atrapado de ese instante.

La fotografía es una acción inmediata; el dibujo una meditación”

27-4-92

 

 

(Imágenes —Cartier-Bresson -1-sala de prensa/ 2- Leningrado – 1973- fundación Cartier-Bresson/ 3-Nueva York -1947)

 

LENINGRADO

 

Osip Mandelstam- nhu- jack et2 org

 

«He vuelto a mi ciudad – lágrimas en los ojos,

mi fiebre infantil, mi sangre y mis venas.

Si has vuelto, entonces bebe pronto

el jarabe de los faros de este río.

Reconoce ese día de diciembre,

siniestro alquitrán mezclado con yema.

¡Aún no quiero morir, Petersburgo!

Tienes mis teléfonos aún.

Aún aguardo direcciones, Petersburgo,

donde hallaré las voces de los muertos.

Vivo en la escalera y en la sien

el timbre arrancado me golpea.

Y espero a invitados en la noche,

moviendo los grilletes de la puerta».

Osip Mandelstam – «Leningrado»- ( traducción de Lola Díaz)

(Imagen.- Osip Mandelstam -jak et 2 org)

SAN PETERSBURGO Y EL POETA

«Nací y crecí en la otra orilla del Báltico – decía Brodsky en su Discurso de aceptación del Premio Nobel -, o, por así decirlo, en su página opuesta, gris y movida por el viento. A veces, en un día claro, especialmente en otoño, desde alguna playa en Kellomäki, un amigo señalaba el norte, al otro lado de esa gran hoja de agua y me decía: ¿Ves aquella franja azul de tierra? Es Suecia«.

Son los poetas los que rodean a las ciudades. Las rodean con sus versos, las cantan con sus poemas. En el caso de Brodsky – al que más de una vez he aludido en Mi Siglo -, es San Petersburgo con sus imágenes sucesivas las que nos va llevando de Pushkin a Gogol, de Bieli a Dostoievski. Sobre el río Neva descansan imágenes fluidas, teatros, bailarinas, atardeceres, batallas.

Pasan al costado del río los Palacios,

Desciende la nieve,

Llamean los incendios,

Danzan las bailarinas,

Un cuarteto nos eleva a la música,

Estallan asesinatos,

Se preparan alineados los jinetes,

Se extienden los asedios,

Y un fotógrafo mientras tanto lo capta todo. Al menos intenta captar todo San Petersburgo. Bajo su paraguas  -contra el sol y  la lluvia – este fotógrafo en la esquina de la calle recoge las imágenes:

Resuena mientras tanto la sabiduría de Brodsky, las advertencias que nos da el poeta:

«Tengo la cereteza – dice – de que, para alguien familiarizado con la obra de Dickens, matar en nombre de una idea resulta un poco más problemático que para quien no ha leído nunca a Dickens. Y hablo precisamente de leer a Dickens, Sterne, Stendhal, Dostoievski, Flaubert, Balzac, Melville, Proust o Musil; es decir, hablo de literatrura, no de alfabetismo o educación. Una persona cultivada, tras leer algún tratado o folleto político, puede ser sin duda capaz de matar a un semejante y sentir incluso un rapto de convicción. Lenin era un persona culta, Stalin era una persona culta, Hitler también lo era; y Mao Zedong incluso escribía poesía. Sin embargo, el rasgo que todos estos hombres tenían en común consistía en que su lista de sentenciados a muerte era más larga que su lista de lecturas».

(Imágenes:-1.-el río Neva.-por Dubovskoy.-1898.-encspb. ru/ 2.- vista del Neva.-1810.-encspb.ru/ 3.-palacio Anichkov.-por Sadovnikov.-1862.-encspb.ru/4.- San Petersbugo.-acuarela por Bragants 1860-1862.-encspb.ru/5.- fuego en San Petersburgo en mayo 186.-encspb.ru/6.-Anna Paulova en el ballet «La Sílfide».-por serov.-encspb.tu/7.- cuarteto Vielporsky- por Rohrbach.- década 1840.-encspb.ru/ 8.- asesinato de Alejandro ll en marzo 1881.-por Rudneva.-encspb.ru/ 9.- jinetes en el puente Pevchesky.- 9 de enero 1905.-encspb.ru/10.-asedio de Leningrado.-encspb.ru/ 11.-fotógrafo KK Bulla.- 1853-1929.- estatua en la calle Malaya Sadovaya.-encspb.ru)

FOTOGRAFIAR: CARTIER- BRESSON

«El aparato fotográfico es para mí un carnet de apuntes – escribió Cartier-Bresson -, el instrumento de la intuición y de la espontaneidad, el dominio del instante que, en términos visuales, cuestiona y decide a la vez. Para «significar» el mundo, hace falta sentirse implicado en aquello que se ha reflejado a través de la cámara. Esta actitud exige concentración, sensibilidad, un sentido de la geometría. Es gracias a una economía de medios y sobre todo a un olvido de sí mismo como se llega a la simplicidad de exposición.  Fotografiar: es retener un soplo cuando todas nuestras facultades convergen para captar la realidad que fluye; es entonces cuando atrapar una imagen produce una gran alegría física e intelectual.

Fotografiar: es en un mismo instante y en una fracción de segundo reconocer un hecho y la rigurosa organización de las formas percibidas visualmente que expresan y significan este hecho. Es colocar sobre el mismo ángulo de mirada el ojo y el corazón. Es una manera de vivir». 

  

Ahora que en París y en muchos lugares se celebran festejos por el centenario de Henri Cartier-Bresson, estos niños que asoman en las imágenes – en Palermo, jugando con un aro, en Leningrado apareciendo entre soldados, en México transportando una fotografía – son pequeños instantes de infancia en el siglo que ya dejamos atrás, vidas que hoy se mirarían sorprendidas si pudieran verse de nuevo porque, sin saberlo, dejaban al fondo todos los contrastes: el aro y la muerte en la acera, la flor entre uniformes de guerra, la foto enmarcada de la madre cuyo peso apenas puede sostener la niña.

Ángulo de mirada. Ojo y corazón.

(Imágenes: Palermo; Italia, 1971/ Leningrado, URSS, 1973/ México, 1964/ Fondation Cartier-Bresson)