LA ARDUA Y LABORIOSA PREPARACIÓN DE UN LIBRO

 

 

Muchos libros de ficción llevan consigo una serie de días, semanas y meses de lenta y laboriosa preparación que a veces no parece tener fin. Es el trabajo fundamental de documentación que sostendrá luego en pie todo el tablado de imágenes y palabras. Los ejemplos que podrían aportarse serían muy abundantes. Uno entre tantos es el que cuenta Vargas Llosa, trabajando en Paris sobre una de sus novelas:” una vez por semana —dice— iba al Jardín des Plantes a ver árboles y flores de la Amazonía y alguno de los guardianes me tomaría tal vez por un aplicado estudiante de botánica. En realidad, las lecturas amazónicas me vacunaron contra el vicio descriptivo y, al final, en mi libro sólo describiría un árbol que nunca pude ver en Paris, la lupuna, enorme y con jorobas, que aparece en los cuentos selváticos como residencia de espíritus malignos. Iba también de vez en cuando a ver animales de la selva al Zoológico del Bois de Vincennes, y recordaba, cada vez que divisaba  al puma o a la vicuña, lo que contaba otro escritor peruano que había vivido también muchos años en París, Ventura García Calderón: que al pasar ante el corral de la llama, los ojos del animal se humedecían de melancolía al reconocer a un compatriota.”

Despues de largos meses de observaciones,  comprobaciones, visitas y anotaciones, es cuando el escritor se pone a escribir.

(imagen —: Paul  Signac 1893)

EL BLOQUEO DEL ESCRITOR

 

 

“He oído que tiene usted problemas para escribir — decía John Steinbeck a alguien que se esforzaba en avanzar —. Conozco ese sentimiento muy bien. Creo que jamás volverá , pero lo hace una mañana y aquí está de nuevo. Hace cosa de un año un dramaturgo me pidió ayuda para resolver el mismo problema. Le recomendé que escribiese poesía no para venderla ni mostrarla, sino poesía para tirar. La poesía es la matemática de la literatura y muy afín a la música. Y además es la mejor terapia. Solamente escribir poesía, cualquier cosa y sin estar dirigida al lector. Es algo de gran valor.”

 

En algún Curso de escritura creativa se recomendaba lo siguiente:  escribir un mínimo de quince minutos seguidos; no detenerse a revisar lo que se ha escrito ( las correcciones atañen a la parte racional y hay que pensar que cuando uno está escribiendo en principio se está desarrollando la parte “irracional”) ; si es posible  (pero eso depende de los temperamentos )  no dar importancia en una primera redacción a la sintaxis o a la puntuación : lo importante es escribir. El texto no es necesario que cuente una historia ni que sea coherente. “Así  como algunos jóvenes practican el piano o el violín cuatro o cinco horas diarias — confesaba Truman Capote —, igual me ejercitaba  yo con mis plumas y papeles.”

Acechan alrededor del cerebro del escritor todas estas frases: “Otros lo harían mejor”. “No podré”. “No tengo nada que decir”. “ Es absurdo que escriba”. “ No sirve lo que estoy haciendo”. “ Lo que hago es peor que lo de los demás”. “ Resultará aburrido”. “No vale nada”. “ No es prudente”.

Son los irremediables temores que aparecen durante el proceso de creación — como así los anotaron Didier Anzieu o Ernest Kris—. En la primera etapa de la escritura, el temor a la soledad ( lo que Steiner llamaba “la fase nocturna de la soledad”), pero en donde soledad y singularidad son esenciales.  En la segunda etapa, el creador piensa que lo que está haciendo es “inservible”. En la etapa tercera “encuentra” materiales para trabajar – aunque sean antiguos y precisamente porque son antiguos—: es decir, recupera anotaciones hechas en el pasado. En la cuarta etapa, aparecen las resistencias en el trabajo de estilo y composición : se domina con la paciencia en el quehacer, con la habilidad y la confianza.  Y la quinta etapa es el publicar, en donde uno se presenta ante el juicio de los demás.

Cinco etapas, cinco temores, cinco superaciones.

 

 

(Imágenes—1-Saúl Leiter- 1959/ 2-Nathalie Dion/ 3-Walter Ballmer-1972)