VAS POR LUGARES DESCONOCIDOS

 

Vas por lugares conocidos y desconocidos,
ni es de noche, ni es de día.
Vas con los vivos y con los muertos,
los pierdes, los llamas,
los reencuentras.
Siempre hay dos puertas ante ti
y no sabes elegir.
Oyes voces, se pierden
y tú vas.
La salida es diáfana,
pero no sabes dónde está.
Tú pasas, pasas,
y el laberinto
nunca termina.»

Iside Zecchini -«El laberinto reencontrado» – «El huésped» (traducción de Gabriel Sopeña y Luciana Collu)

(Imagen—Helena Almeida— gallery electa web it)

POESÍA PINTADA

«La pintura es una poesía que se ve y no se oye – decía Leonardo -, y la poesía es una pintura que se oye y no se ve«. De vez en cuando la mano de un poeta traza con letras un dibujo, un caligrama, una invención, un experimento, el intento de unir palabra e imagen visual, dar un contorno a consonantes y a vocales, hacer que trepen en el espacio del papel los rasgos de las letras, hacer que bailen, que se distorsionen, que se compongan y descompongan, que jueguen con las formas de la creación. Lo hizo Rabelais en una canción en honor a Baco que compuso en forma de botella, y en el siglo XX Vicente Huidobro, Gerardo Diego, Larrea, Guillermo de Torre, la poesía pintada de Rafael Alberti, quisieron unir lo plástico y lo literario hasta lograr concentración y dispersión en los signos escritos, como prestidigitadores en la pista de la página, los lectores con los ojos abiertos ante el movimiento de las letras y los aplausos de la atención en la penumbra de la lectura.
Ahora la Biblioteca Nacional en Madrid reúne varios de estos caligramas, las valiosas e ingeniosas formas de relación entre el verso y la imagen en el Barroco, las composiciones de laberintos, los acrósticos de diversos tipos, el collage, muchas invenciones realizadas para pintar escribiendo y escribir pintando, juegos malabares de la experimentación que lleva en el sombrero de letras este hombre que nos recita poesía y que al descubrirse y despedirse le empiezan a volar por el aire todos los versos que lleva en la cabeza.

TARDE EN LA NOCHE

Tarde en la noche me levanto dormido a beber un vaso de agua y a picar algo en la nevera, pero el resplandor helado del frigorífico, estas botellas alineadas, el acuarium de frutas y aceitunas me impide salir de este sueño, muevo la pierna y cambio de postura pero vuelvo a inclinarme a coger algo, no sé, quizás esta cucharadita de helado para volver a dormir, me gustaría despertarme, siempre me pasa, cierro la puerta del frigorífico y voy hacia el comedor y veo a este hombre de pie que me espera en el centro del sueño. ¿Por qué sueño con él, quién es este hombre, qué quiere de mí? «Es asombroso- me dice- que cada mañana nos despertemos cuerdos después de haber pasado por esa zona de sombras, por esos laberintos de sueños». Es verdad, y por eso muevo la pierna otra vez, sí, sé que he movido la pierna, no sé si dormido o despierto, intento abrir los ojos en este comedor, mirar a este hombre fijamente, saber quién es, pero el sueño sigue con los ojos cerrados, siempre tengo este sueño, sueño de ojos cerrados que no consiguen despertarse, y así vuelvo al pasillo, de nuevo al resplandor de la nevera, la luz de las botellas, mi mano que toma esta cucharadita de helado y así me voy quedando otra vez dormido.

( NOTAS A LECTURAS) (Umbral. 2)

Hoy Arcadi Espada en su columna de EL MUNDO habla de Anna Caballé a la que yo me referí en mi blog del 29 de agosto. El libro de la profesora sobre Umbral -«El frío de una vida»-«cuya sola mención – dice Espada-se ha eludido estos días como peste en el duelo por el escritor» abre, como dije, el panorama sereno de la crítica. ¿No es más alto y profundo en Lorca «Poeta en Nueva York» que otros «Romanceros» aplaudidos popularmente en un principio? ¿No hay obras teatrales de Valle-Inclán o novelas como «Tirano Banderas» que superan a algunas de sus «Sonatas»? ¿Qué ha quedado de la musical sonoridad de Gabriel Miró? ¿Qué lugar ocupan en Galdós los «Episodios Nacionales»? Es necesaria la distancia. Hacer crítica rigurosa y sosegada supone ir colocando-lo hacen los historiadores-las cajas de las obras en las estanterías de la gran Biblioteca. Además vienen luego las modas. ¿No nos trae el viento, por ejemplo, de nuevo a Stefan Zweig? Vientos y modas entran y salen por las ventanas de la Biblioteca del mundo cruzada de laberintos. «El tiempo lo cura todo», le dice un lector a otro mientras hojea en la penumbra un libro olvidado. Y el otro en silencio asiente mientras abre también otras páginas y, tras desempolvarlas, las vuelve a colocar cuidadosamente alineadas en su memoria.