EL POETA Y EL PINTOR

 


“¡Cuántos libros que no se leen — decía Delacroix en su “Diario” en 1843 —porque se empeñan en ser libros! El exceso de extensión, de longitud, fatigan. Nada tiene tanta importancia para un escritor  como esa proporción. Como, al contrario que el pintor, presenta sus ideas sucesivamente, una mala división, un exceso de detalles, fatigan la concepción. Por lo denás, el predominio de la inspiración no presupone la ausencia completa  del genio combinatorio, así como el predominio de la combinación no explica la carencia absoluta de la inspiración. Alejandro procedía, según la expresión de Bossuet, por saltos grandes e impetuosos. Veneraba  a los poetas y únicamente sentía estima por los filósofos. César veneraba a los filósofos y únicamente estimaba a los poetas. Ambos alcanzaron de hecho la gloria, el primero, mediante la inspiración apoyada por la combinación; el segundo, mediante la combinación apuntalada por la inspiración. Alejando fue sobre todo grande de alma; César, de espíritu.”

 

(Imágenes—1- Delacroix- autorretrato- photosrtrhitis / 2–Delacroix: —la lucha con el  Ángel – iglesia de San Sulpicio)

OLORES

 

objetos.- 83dee.- Hisaji Hara

 

«El sudor de Alejandro Magno desprendía un olor suave, no sólo no olía mal, sino que de forma natural olía bien – cuenta Antoine Compagon en «Un verano con Montaigne« -. Según Plutarco, tenía un temperamento caliente, debido al fuego, que cocía y disipaba la humedad de su cuerpo. A Montaigne le encantan estos detalles que recoge en las obras de los historiadores. No le interesan los grandes acontecimientos, las batallas y las conquistas, sino las anécdotas, los tics y las mímicas: Alejando inclinaba la cabeza hacia un lado, César se rascaba la cabeza con un dedo, Cicerón se hurgaba la nariz.»

 

objetos-vvbbh- Takeshi Sano- mil novecientos noventa y siete- Corning Museum of Glass

 

Estos detalles, o estos gestos incontrolados e involuntarios, nos dicen más del hombre que las proezas que les atribuye la leyenda. Montaigne, que tenía como libro de cabecera las » Vidas paralelas de los hombres ilustres» de Plutarco, anotaba con precisión lo que decía el historiador griego: la causa del olor suave de Alejandro «la indagan Plutarco y otros escribe Montaigne -Pero la forma común de los cuerpos es la contraria; y la mejor condición que alcanzan es estar exentos de olor. Incluso la dulzura de los alientos más puros nada tiene más perfecto que carecer de olor alguno que nos ofenda.»

 

objetos-fgh-Catalina Kehoe

 

Son los detalles de los héroes los que desvelan su intimidad.

En «Diálogos con la cultura» quise recordar las «Vidas imaginarias» de Marcel Schowb a las que ya me referí aquíMarcel Schwob con susVidas imaginarias” – dije entonces – (en las que, como recuerda Borges al prologarlas en su Biblioteca personal,  “los protagonistas son reales; los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos) – el sabor peculiar de este volumen está en ese vaivén”, sigue comentando BorgesY aSchwob, en esasVidas imaginariasnos dice que “el día de Waterloo Napoleón estaba enfermo (…), que Alejandro andaba ebrio cuando mató a Klitos, que la fístula de Luis XlV pudo influir en alguna de sus decisiones (…), que Diógenes Laercio nos enseña que Aristóteles llevaba sobre el estómago un odre de aceite caliente (…), que Aubrey, en las “Vidas de las personas eminentes“, nos confiesa que Milton“pronunciaba la r muy dura”, que a Erasmo “no le gustaba el pescado, aunque había nacido en una ciudad de pescadores”, y que en cuanto a Bacon, “ninguno de sus servidores habría osado presentarse ante él con botas que no fueran de cuero de España, pues sentía al instante el olor del cuero de becerro y le resultaba muy desagradable”.

 

objetos.-55ty.-Ben Cauchi.-2007

 

Olores, gestos, detalles que desvelan siempre al hombre.

 (Imágenes.-1.-Hisaji Hara/ 2.-Takeshi Sano– 1997.- corning museum glass/ 3.-Catalina Kehoe/ 4.-Ben Cauchi- 2007)

LAS VOCES DE LAS MADRES

«Las voces de las madres siempre han tenido influencia en los escritores y sobre los hijos en general. Las voces de las madres y de los padres, incluso las voces de las abuelas han influido. Tranquilina Iguarán Cotes, la abuela materna de García Márquez, dejaba oír su voz ‑recordará el escritor‑ y “me contaba las cosas más atroces sin conmoverse, como si fuera una cosa que acabara de ver. Descubrí que esa manera imperturbable y esa riqueza de imágenes era lo que más contribuía a la verosimilitud de sus historias”.

La voz de la madre narrará los cuentos, la voz de la madre subirá escaleras arriba hasta la cama de los hijos pequeños y adolescentes, las manos de esa madre abrirán un libro y acompañarán con ademanes la historia, los ojos de las madres leerán las palabras y la voz se afinará o se hará redonda en los diálogos, se hará puntiaguda o se hará grávida. Los ojos, las manos, las voces. También los padres dejarán su herencia en la lectura y en el narrar de las historias. El Premio Nobel de 2001, el novelista de nacionalidad británica, V.S. Naipaul, de origen hindú y nieto e hijo de emigrantes, aún mantendrá muchos años después la figura de su padre unida a la lectura en voz alta:

     Mi padre era autodidacto, y se hizo periodista por sus propios medios. Leía a su manera. Por entonces tenía treinta y pocos años, y aún estaba aprendiendo. Leía muchos libros a la vez, sin terminar ninguno, y no le interesaban ni el relato ni la trama, sino las cualidades especiales o el carácter del escritor. Eso era lo que le gustaba, y sólo disfrutaba de los escritores en pequeños arranques. A veces me llamaba para que le oyera leer tres o cuatro páginas, raramente más, de un escritor que le agradaba especialmente. Leía y explicaba con ardor, y no me costaba trabajo que me gustara lo que le gustaba a él. De esta forma tan curiosa ‑teniendo en cuenta las circunstancias: la mezcla de razas en el colegio de una colonia, la introversión asiática en casa‑ empecé a construir mi propia antología de la literatura inglesa.

Como un sorbo de cerveza o como el paladeo de un dulce, así leía el estilo o el empuje de las prosas el padre de V.S. Naipaul ‑disfrutando de los escritores en pequeños arranques, interesándose sólo “por las cualidades especiales del escritor”, añadiendo a todo eso una cosa singular: “a veces me llamaba para que le oyera leer”‑. Nos encontramos aquí con un determinado tono. El agua límpida de la prosa pasa por la garganta y la modulación de este autodidacta de treinta y pocos años y, atravesando el puente de su voz, deja al otro lado, en el oído de su hijo, un movimiento de palabras musical y transparente. El novelista angloindio fijará aquella escena infantil con esta frase: “me resultaba fácil que me gustara lo que le gustaba a él”.

Un triunfo de la educación de la lectura sin apenas proponérselo el padre. Seepersad Naipaul no le cuenta al hijo de once años el principio y el fin de una historia, ni tampoco su recorrido narrativo ‑ahora diríamos “de qué va una historia”‑ sino que le lee pequeños aciertos estilísticos, brotes, espumas de belleza, logros de precisión: es decir, aquello que subyace en el mar de la lengua y de la creación literaria, el fondo del océano y a la vez el oleaje de la prosa, en resumen, aquello a lo que se suele volver solamente en las relecturas, cuando ya se conoce qué cuentan las historias y uno quiere repasar cómo han sido contadas. El padre, pues, disfrutando con los hallazgos, los transmite a su hijo haciéndole partícipe de la belleza. Sin querer o queriendo está formando un futuro lector y, a la vez ‑sin duda sin querer‑ está sembrando la semilla del futuro escritor.

Varios parlamentos de Julio César; páginas sueltas de los primeros capítulos de Oliver Twist y David Copperfield; unas cuantas páginas de El molino junto al Floss; algo de los Cuentos de Shakespeare, de Lamb; relatos de O. Henry y Maupassant, y unas cuantas páginas de Somerset Maugham” : éste es el resultado de la lectura en voz alta del padre de Naipaul. Esta es parte de la antología personal que el hijo se construye antes de cumplir los doce años. Puede verse que son retazos, piezas incompletas, piezas valiosas, pero únicamente piezas, brotes, espuma: lo que permanece siempre sobre la calidad de la literatura».

J.J. Perlado.-«El ojo y la palabra«- págs 20-22

(Imágenes.-1.-James Jebusa Shannon.-1895.-anillustratorinspitation/ 2. George Bernard O`Neill.-1876.-Royal Academy.-bonhams com-3,.George Dunlop Leslie.-1879.-guardian.co.uk)/ 4.- George Sheridan Knowles.-Rhes Galeries. es/5.--Peter Vilhelm Ilsted -.reprodat/ 6.-Rick Beerhorst.-studio Beerhorst)

EL ASESINATO DE CÉSAR

«Cuando César se sentó, los conspiradores se apretujaron en torno de él, y Tulio Cimber, que se había puesto a la cabeza de ellos, se acercó como para hacerle una pregunta. Como César, con un ademán, tratáse de mantenerlo a distancia, Cimber lo asió de la toga por ambos hombros, y al exclamar aquél: «¡Pero esto es violencia!«, uno de los Casca, que estaba de pie a su lado, le hundió la daga por debajo de la garganta. Cesar cogió el brazo de Casca y le clavó su cálamo, pero cuando trató de incorporarse fue detenido por otra puñalada. Al verse rodeado por todas partes se envolvió la cabeza en la túnica, recogiendo al mismo tiempo los pliegues con la mano izquierda alrededor de sus pies para que la parte inferior de su cuerpo quedase decorosamente cubierta en su caída».

Así lo toma, de un extracto de las «Vidas de los Césares«de Suetonio, el novelista norteamericano Thornton Wilder para incluirlo como final de su gran novela epistolar «Los idus de marzo«.

Parece que ahora se descubre el lugar exacto del asesinato de César sobre el que tanto se ha escrito y parece también que oyéramos otra vez las palabras de Suetonio narrando aquel momento: «Así apuñalaron a César veintitrés veces. Él no pronunció palabra, y sólo se le oyó murmurar ante el primer golpe, aunque ciertos autores han sostenido que, cuando Marco Bruto, se le arrojó encima, exclamó en griego: «¡Tú también, hijo mío!»

Todos los conspiradores se retiraron dejándolo tendido en el suelo, muerto.

Por último, tres esclavos comunes lo metieron en una litera y lo transportaron a su casa, con un brazo pendiente a uno de los lados.

Antítenes, el médico, declaró que de todas las heridas solamente la segunda, en el pecho, habría resultado mortal».

Es la página final de «Los idus de marzo» de Wilder, la carta última de las muchas que se entrecruzan planeando la suprema conspiración. Shakespeare en su «Julio César« había hecho decir a Antonio: «¡Todos conocéis ese manto! Recuerdo cuando César lo estrenó. Era una tarde de estío, en su tienda, el día que venció a los nervios. ¡Mirad; por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved qué brecha abrió el envidioso Casca! ¡Por esta otra le hirió su muy amado Bruto! ¡Y al retirar su maldecido acero, observad cómo la sangre de César parece haberse lanzado en pos de él, como para asegurarse de si era o no Bruto el que tan inhumanamente abría la puerta! ¡Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César! ¡Juzgad, oh dioses, con qué ternura le amaba César! ¡Ese fue el golpe más cruel de todos, pues cuando el noble César vio que que él también le hería, la ingratitud, más potente que los brazos de los traidores, le anonadó completamente! ¡Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo que se inundó chorreando sangre!…».

Jacques Chabannes, que ha estudiado «Los grandes asesinatos de la Historia» (Martínez Roca), recuerda que Bruto era un ser soñador y melancólico, que vive fuera de la realidad y que encarna perfectamente al magnicida místico; Plutarco relata que tuvo «visiones proféticas» y Casio no necesita esforzarse mucho para persuadirle de las bellezas de la república patricia, de los peligros con que la amenaza César que acaba de proclamarse imperator. El visionario Bruto, por tanto – concluye Chabannes – puede creerse el instrumento designado.

(Imágenes:- 1.-Marlon Brando en «Julio César» canaltc.com/ 2.-la curia de Pompeyo, lugar donde fue asesinado Julio César en el año 44 a. de C.-CSIC.- abc.es/ 3 y 4 imágenes de la película «Julio César» de Mankiewicz.- merdy.com)

 

«CÉSAR DEBE MORIR»

«He visto a Shakespeare puesto en escena en una gran escalera, con fondos de prismas cubistas, entre unos raquíticos y retorcidos arbolitos, tan amados por los escenógrafos polacos, y en un bosque «que se sale del marco» con hojas murmurando al viento, y en los llamados decorados fantásticos con escamas de pez, vuelos de gasas y corazas prestadas de la ópera»: así va desgranando poco a poco sus impresiones Jan Kott en su excelente libro «Apuntes sobre Shakespeare» (SeixBarral). «Si Shakespeare construye la acción a base de densidad- continúa-, eso significa que exige al actor una actuación adecuada. El texto es intenso, metafórico. Shakespeare opera siempre con primeros planos, como en el cine. Un monólogo pronunciado directamente a la cámara, en el proscenio, al espectador. Un gran monólogo es como un primer plano. En esos momentos, un actor teatral de vieja escuela está totalmente desamparado. En vano trata de dar acentos de verosimilitud al monólogo, sigue sintiendo alrededor suyo toda la escena. Pero no hay nadie más frente al espectador. Este es el primer plano shakesperiano. Y el de la película».

En torno a Cesar debe morir – al complot y a su asesinato – se han distribuido arriba y abajo, por las escaleras de la literatura y por los espacios cinematográficos, muy diversos autores. Agazapados unos para seguir la espiral de las rencillas, dispuestos otros a iluminar rincones de sospecha. Desde las espadas cruzadas en la gran novela epistolar de Thorton Wilder «Los idus de marzo» hasta los grandes silencios y largos parlamentos en el film de Mankiewicz.

«¡Todos conocéis este manto! –exclama Antonio elevando su figura en lo alto del Acto Tercero -Recuerdo cuando César lo estrenó. Era una tarde de estío, en su tienda, el día en que venció a los nervios. ¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved qué brecha abrió el envidioso Casca! ¡Por esta otra le hirió su muy amado Bruto! ¡Y al retirar su maldecido acero, observad cómo la sangre de César parece haberse lanzado en pos de él, como para asegurarse de si era o no Bruto el que tan inhumanamente abría la puerta! ¡ Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César! ¡Juzgad, oh dioses, con qué ternura le amaba César! ¡Ese fue el golpe más cruel de todos, pues cuando el noble César vio que él también le hería, la ingratitud más potente que los brazos de los traidores, le anonadó completamente! ¡Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo que se inundó chorreando sangre!…¡ Oh, qué caída, compatriotas! ¡ En aquel momento, yo y vosotros, y todos, caímos, y la traición sangrienta triunfó sobre nosotros! ¡Oh, ahora lloráis, y percibo sentir en vosotros la impresión de la piedad! ¡Esas lágrimas son generosas! ¡ Almas compasivas! ¿Por qué lloráis, cuando aún no habéis visto más que la desgarrada vestidura de César? ¡Mirad aquí ¡Aquí está él mismo, desfigurado como veis, por los traidores!«.

Harold Bloom le ha dedicado a Shakespeare largas páginas en grandes libros. W. H. Auden concentró sus esfuerzos en analizar las reacciones de las muchedumbres y del público ante la muerte de César. Ahora los hermanos Taviani en el cine entregan una nueva adaptación de «Julio César«, y volvemos a ver los rictus agrietados y los ojos inyectados en sangre de tantos conjurados mientras levantan el puñal de su brazo y lo hunden en la túnica bajo la cual siempre respira un cuerpo. Un cuerpo vivo. Julio César está vivo porque Shakespeare sigue vivo. «Un clásico sólo puede aparecer cuando una civilización ha llegado a su madurez«, recordaba Eliot. Asistimos a la constante velocidad de los puñales porque «es clásico lo que persiste como ruido de fondo – decia Italo Calvinoincluso allí donde la actualidad más incompatible se impone; porque un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir«.

(Imágenes:- 1.-Marlon Brando en «Julio César».-canaltc. com/ 2.-escena de «Julio César» de Mankiewicz)

¿ASí ES LA ROSA?

El verso de Juan Ramón Jiménez «No le toques ya más, que así es la rosa «(«Piedra y cielo», 1919) nos podría llevar de algúna forma hasta las fronteras sobre cuántas y cuáles pueden ser las modificaciones de estilo en la creación. ¿Hasta dónde se debe retocar un texto? ¿Hasta qué grado debe corregirse lo que se escribe’? Jean-Ives Tadié, uno de los mayores especialistas en Proust, comenta en el número de abril de  «Le Magazine Littéraire» «que ciertos artistas han perjudicado su obra inicial. Claudel, por ejemplo – añade como opinión -, ha logrado de la versión última de «Partición del mediodía» una obra mucho menos bella que la primera. Lo mismo ocurre con las diversas versiones de «La Anunciación hecha a María«.Claudeldice Tadié – perjudicó su obra al retocarla. Por el contrario, se puede decir que Proust no se equivoca nunca. Suprime poco, pero enriquece mucho, y ésto hasta la última página del Tiempo recobrado. No cesa de trabajar su última frase hasta que encuentra una soberbia metáfora. Este enriquecimiento hace que yo prefiera las postreras versiones».

Es una opinión más. Del «paso atrás en la creación«, gracias al cual siempre se adquiere la necesaria perspectiva para poder corregir, he hablado varias veces en Mi Siglo. Anthony Burgess, en su estudio sobre «Hemingway y su mundo» (Ultramar) recuerda que «El viejo y el mar» presenta uno de los misterios del proceso creativo, que se demuestra «en la circunstancia de que Hemingway pudiera escribir tan soberbiamente en una época en que estaba escribiendo tan mediocremente. (…) Como ejercicio de simple prosa «declarativa», no ha sido superado en la obra de Hemingway. Cada palabra es significativa y no sobra ninguna palabra».

¿ Cúando sobran o no sobran palabras? Augusto Monterroso declaraba que él conseguía una escritura concisa y breve tachando. «Tres renglones tachados valen más que uno añadido. Los adornos y las reiteraciones no son ni elegantes ni necesarios. Julio César inventó el telégrafo 2000 años antes que Morse con su mensaje: » Vine, vi, vencí«. Y es seguro que lo escribió por razones literarias de ritmo. En realidad, las dos primeras palabras sobran; pero César conocía su oficio de escritor y no prescindió de ellas en honor del ritmo y de la frase».

Por eso hay que preguntarse hasta qué punto se tacha y hasta qué punto se añade.  El primer verso, siempre se ha dicho, ha sido dictado, ha sido dado. Se ha recibido desde lo alto o desde lo profundo y es necesario escribirlo así. Pero el primer verso de Juan Ramón también dictado desde lo alto – le señala al poeta: «no le toques ya más, que así es la rosa». Permanece la rosa plena y encendida en ese único verso.»Juan Ramón – recordaba Vicente Gaos no recomienda que el poema no se toque, sino que no se toque ya más, lo cual implica previas manipulaciones«.

La rosa espera mirando al poeta deseando únicamente seguir siendo la rosa.

(Imágenes:-1.-manuscrito de Marcel Proust.-Universidad d´ Urbana.-Champion de Illionis/.-2.-Hemingway.-foto de Ken Heyman.-stateoftheart. pophoto.com/3.-Juan Ramón Jiménez.-por Daniel Vázquez Díaz)

PALLADIO, ARQUITECTO DE LOS ARQUITECTOS

 

PALLADIO.-TTBBT.-Il  REDENTORE.-Venecia.-bluffon.edu

«La madera se debe cortar en otoño y durante todo el invierno – recomienda  Andrea Palladio en sus «Cuatro libros de arquitectura» (1570) -, porque los árboles recobran entonces por las raíces el vigor y la dureza que en primavera y verano habían derramado en hojas y frutos. Se talarán en luna menguante, porque en ese tiempo se ha consumido ya el humor que corrompe la madera. (…) Las piedras – sigue diciendo Palladio – se extraen en verano, a fin de que, no estando hechas a sufrir vientos, lluvias y hielos, se endurezcan poco a poco y puedan así resistir las inclemencias de los elementos. (…) La arena, entre todas, la mejor es la de cantera y es negra, blanca, roja o carbúnculo, que es una especie de tierra tostada por fuegos subterráneos que se extrae en Toscana. Por larga experiencia se ha visto que entre las arenas de río la mejor es la de torrente, que se encuentra bajo la peña por donde el agua baja, porque está más limpia. La arena de mar es la peor de todas: debe negrear y ser lúcida como el vidrio. (…) Los metales que se emplean en los edificios – continúa Palladio – son el hierro, el plomo y el cobre. El hierro sirve para hacer clavos, quicios, cerrojos para cerrar las  puertas, para construir las puertas mismas, las rejas y cosas parecidas. (…) De plomo se cubren los palacios magníficos, los templos, las torres. De cobre se cubren a veces los edificios públicos. Los antiguos hicieron de él los clavos, que comúnmente se llaman espigas, los cuales, hincados en la piedra de abajo y en la de arriba, evitan que las piedras se muevan de lugar».

PALLADIO XVXV.-Ciaxa Forum Madrid

Con esta prosa tan ceñida al material y tan cuidadosamente tratada por las manos de Andrea Palladio, este gran arquitecto y teórico de la arquitectura tan admirado por Goethe va exponiendo fundamentos y explicaciones. Habla, por ejemplo, en esos «Cuatro libros« (Akal) de las obligadas relaciones de los habitantes con la naturaleza, de la doctrina de los puentes de madera hechos por César o entrega recomendaciones puntuales sobre cómo se debe hacer la arquitectura de las prisiones. Hijo de un modesto molinero, inscrito él como cantero en 1523  en el gremio de albañiles de la ciudad italiana de Vicenza, para Palladio la antigüedad es el modelo insuperable y Vitrubio la guía y el maestro. San Jorge el Mayor y el Redentor en Venecia, Villa Rotonda y el teatro Olímpico en Vicenza muestran, entre muchas otras obras, toda su innovación.

PALLADIO.-9876.-Teatro Olímpico.-archivo1968Italia1081

Ahora Caixa Forum en Madrid acaba de inaugurar una exposición sobre su figura y, a través de conferencias, observa  la estela que en la Historia ha ido dejando el «palladianismo«: análisis de sus páginas, presentación de sus dibujos, panorámica general sobre el que está considerado desde el siglo XVl «preceptor de la arquitectura».

PALLADIO.--nmnm.-Villa Pîsani en los Cuatro Libros de arquitectura.-Wikipedia.-

Las palabras de Andrea Palladio nos siguen hablando desde sus «Cuatro libros«:  «Yo trataré primero – dice al principio – de las casas privadas y pasaré después a los edificios públicos, y brevemente trataré de los caminos, de los puentes, de las plazas, de las prisiones, de las basílicas, es decir, lugares de la justicia,  de los «xustós» y de las palestras, que eran lugares donde los hombres hacían ejercicio, de los templos, de los teatros y de los anfiteatros, de los arcos, de las termas, de los acueductos, y finalmente del modo de fortificar las ciudades y de los puertos…».

Su voz y su sensibilidad para la historia de la arquitectura han llegado vivas hasta nuestro siglo XXl.

(Imágenes.- 1.-iglesia de El Redentor.-Venecia.-bluffon.edu/2.-exposición en Caixa Forum/3.-teatro Olímpico de Vicenza.-Archivo1968Italia1081-/ 4.-«Villa Pisani» en «Los cuatro libros de la arquitectura».-wikipedia)

CUANDO DESPERTÓ, EL MICRORRELATO TODAVÍA ESTABA ALLí

«-¿Cómo llegas a una escritura tan concisa y breve?.- le preguntó Graciela Carminatti a Augusto Monterroso. («Viaje al centro de la fábula».-Anagrama )

– Tachando. Tres renglones tachados, valen más que uno añadido. (…) Julio César inventó el telégrafo 2000 años antes que Morse con su mensaje: «Vine, vi, vencí». Y es seguro que lo escribió así por razones literarias de ritmo. En realidad, las dos primeras palabras sobran: pero César conocía su oficio de escritor y no prescindió de ellas en honor del ritmo y la elegancia de la frase».

Acaba de publicarse en el nuevo y más cómodo formato de la revista Ínsula un excelente número monográfico del mes de septiembre sobre el microrrelato en España coordinado por Fernando Valls, que a su vez habla estos días de él en su interesante blog La nave de los locos refiriendo las equivocaciones y errores que algunos periodistas cometen al informar sobre el microrrelato.

«El microrrelato- dice Valls en «Ínsula» -es un género fuera del comercio, por lo que el autor lo encara con libertad plena, prestándose a menudo a la experimentación, al valerse de la reescritura o la intertextualidad, sin que deba faltarle ni lo ambiguo ni el humor. Dada su condición extrema, la aparente facilidad que supone componerlo, no escasea lo trivial o la frase meramente ingeniosa, aunque – no lo olvidemos – esto ocurre con frecuencia en otras formas tan prestigiosas en sociedad como la novela, donde bajo el ropaje de lo ameno sólo se encubre lo banal, y no por ello descalificamos al género, en su conjunto. Y a diferencia del relato, con el que comparte diversas similitudes, sólo puede centrarse en un mínimo detalle, arrancando de inmediato para acabar al instante, permaneciendo gran parte del tejido narrativo sumergido, esto es, sobreentendido».

 Cuando despertó, la paciencia todavía estaba allí. La paciencia esperaba al escritor y el escritor miraba a la paciencia antes de proseguir.

Tal paciencia también se la  quiso confesar Monterroso a Graciela Carminatti:

– Creo que el consejo latino –dijo–  de guardar las cosas unos siete años sigue siendo bueno. Yo añadiría el de pensarlas.

-¿Y que ocurre si uno se muere antes?

Y Monterroso contestó:

-Nada.

(Imágenes:foto: Alexandre Duret-Lutz: Planets.-Imagery & our world/ ilustraciones de Augusto Monterroso.-cv.cervantes.es)