NOVELA, ALUCINACIÓN, TRABAJO

 


Leo en el “Diario” de Julien Green (diciembre de 1983) : “Una novela es una larga alucinación. Esta alucinación nace y se prolonga en el silencio, de donde ella ha salido. Si no existe el silencio, no puede haber novela digna de ese nombre. Lo que se escribe de ordinario viene del ruido y el autor piensa a pesar de él en otra cosa. De aquí los manuscritos que nos entrega tan tibios! Novela: alucinación prolongada cuyo control escapa al autor, igual que ocurre con el sueño. La más leve intervención del autor lo destruye todo.”
Exactamente un año antes Green  confesaba el fin de un libro: “Ayer por la mañana he acabado mi libro sobre San Francisco de Asís. Alivio y tristeza. Yo le encontraba cada mañana y él me obligaba a trabajar duramente, pero él estaba allí.”

Alucinación y trabajo.

(Imagen – Twombly- 1970)

VISIONES DE NOTRE-DAME

 

 

Innumerables visiones de Notre-Dame. Ocuparían varios libros. Julien Green, entre otros, comenta bajo recuerdos de infancia y de ocupación : “He vuelto el otro día a Notre- Dame. Estábamos en noviembre. Un frío glacial caía sobre mis espaldas y yo avanzaba en la penumbra como por en medio de un bosque. Aquí recuerdo una  especie de temblor maravilloso que inundaba mi ser cuando, mi mano cogida a la de mi madre, entraba en la vieja iglesia. Todo niño es un poco un pequeño bárbaro y cómo bárbaro yo deambulaba aburrido ante tanta grandeza. Aun hoy, y a pesar del amor que  le tengo a esta iglesia, me siento intimidado por Notre- Dame, por su profundidad, por sus ecos y por toda esa noche que ella presenta.

Levanto los ojos hacia la rosa septentrional y constato que allí está siempre. Mis ojos van enseguida a la torre de la iglesia y de pronto se detienen. Algo me oprime la garganta. Esto que estoy viendo no esperaba verlo, pero enseguida lo reconozco. Alta y desnuda y con una simplicidad asombrosa, aparece la cruz de madera destinada a los muertos de Buchenwald. Ahí está, esperando y mirando como las cosas suelen esperar y mirar.  Me quedo largo tiempo cerca de ella, me alejo y vuelvo a considerarla de nuevo. Se parece a un gran grito de dolor y de indignación;  sin duda la Edad Media no habría encontrado  nada parecido para decir esto que las palabras nunca pueden decir y yo no puedo sustraerme de creer que a la pregunta angustiada de marzo de 1940  se me daría una respuesta  en noviembre de 1945.”

 

 

(Imágenes-1-París por los pintores/ 2- Matisse – Notre Dame al atardecer – 1902 – di ket org)

MONÓLOGO DEL SENA

«Soy el camino que transcurre a través de Parísdice el Sena -.Me he apropiado de muchas imágenes desde tu infancia y he reflejado incontables nubes… Soy voluble como los hombres; tengo mis momentos de felicidad, el alba en junio, y mis horas siniestras, ciertos atardeceres de diciembre. Y, por encima de todo, soy curioso. A eso vosotros lo llamáis inundaciones. Vosotros, eternos transeúntes, y yo, agua fugitiva, tenemos en común el no retroceder jamás. Vuestro tiempo es mi espacio. ¡Cuántos resplandores han reflejado mis aguas! Mi memoria es un vasto caleidoscopio en el que podrás encontrar todo lo que ha forjado la historia de tu siglo: la plaza de la Concorde en febrero de 1934, cuando las mujeres vendían en bandejas bolas de metal para tirar bajo, las herraduras de la caballería; los paseos de los enamorados o de los asesinos, como los que aparecen en tus libros; un papa en la Plaza de Notre- Dame para borrar el recuerdo del que no había venido libremente; y todos los fuegos artificiales cuyos haces refleja mi oscuridad líquida por partida doble antes de engullir sus apagados sortilegios; y todas las manifestaciones de mayo, por ejemplo, las del 68, que creían en lo que las revoluciones del siglo pasado sólo habían esperado.

Pero todo empieza de nuevo y se recupera sin cesar en vosotros, pueblo de palabras; los primeros coches, altos y cuadrados como cajas negras, a lo largo de la Cours-la- Reine; los muebles del arzobispo, que lanzaron a mis aguas; los fuegos de vivac de cosacos y prusianos; monsieur Guillotin con su guillotina, como era lógico; los sacos todavía vivos que hacían balancear desde las ventanas de la torre de Nesles; los pequeños reyes de metal que me arrojaban desde lo alto del puente de Change contra el mal de ojo; las riñas de estudiantes, las revueltas, los asedios y la blanca ciudad que se llamaba Lutecia cuando Atila acampaba en los lugares que la rodean. Porque, como ves, el tiempo transcurre con la misma rapidez hacia atrás que hacia delante.

Todo lo que has visto de tu ciudad desde tu juventud es cierto, pero los jóvenes no la reconocerán. Sin embargo, pronto les llegará el turno de describir una ciudad que los ojos de sus hijos no verán de la misma forma en sus propios recuerdos. Y apuesto a que, dentro de cien años, algunos leerán, maravillados, que en el siglo XX aún había en París monstruos de cuatro ruedas en las calles, escaleras en las casas, torres, museos, una especie de batiburrillo donde se amontonaban imágenes pintadas y todo tipo de cosas.

A menos que París se haya convertido, como en la imaginación de Julio Verne, en un lugar en un mapa marimo, en el que los tiburones y las tortugas gigantes nadan entre piedras glaucas, y yo mismo, en una señal un poco más oscura en el limo de esta nueva Atlántida.

Ocurra lo que ocurra, seguiré estando en mi lugar invisible. Piensa que atravieso demasiado París imaginarios, el de Maldoror, el de los Miserables, el de los Despojos

De todos los cuerpos que vuestras novelas han ahogado en mi lecho, oigo todavía los gritos reales que mis olas han tragado, tengo todas las pruebas que han escondido en mi seno desde la Edad Media, guardo los secretos de los suicidas y, si quieres saber, como los demás, lo que realmente pienso de París, te aconsejo que mires con todo tu corazón la misteriosa sonrisa de la desconocida del Sena...»-

Julien Green.-«París»

«Le Flâneur».-music by The XX.-por Luke Shepard)

(Imágenes:- 1.-Henri Cartier-Bresson.-1952/2.-Kess van Dongen/ 3.-Frank Myers Boggs/ 4.-Henri Cartier-Bresson/ 5. quai du Seine.-Théo Blanc y Antoine Demilly/ 6.-Albert Monier.-1950/ 7.-«Le Flâneur».-music by The XX.-por Luke Shepard)

RECUERDOS DE MÚSICA

«La Quinta Sinfonía» de Schubert –  escribe en su «Diario» Julien Green  – no puedo oirla sin un poco de melancolía porque me recuerda la juventud y, sobre todo, un momento de embriaguez que tuve bajo el pórtico del antiguo Trocadero cuando yo tenía menos de treinta años. No la noche, no, sino una mañana delante de la ciudad que yo veía extendida a mis pies en todo el resplandor de la luz de abril. Yo sentía mi fuerza, la alegría rebosándome el corazón, la inefable belleza de la vida, de ese don prodigioso cuyo valor solo apreciamos como un relámpago, la gracia de existir habiendo podido no ser, la promesa de felicidad que el cielo y la tierra nos presentan a esa edad. Todo eso lo vuelvo a encontrar en la música, pero ¡ay!, el viejo Trocadero ha desaparecido de manera innoble. Queda la música y queda el recuerdo».

(Música y literatura en la semana en la que se ha celebrado – 21 de junio – la Fiesta de la Música)

(Imagen:- Berthe Morisot.-vista de París desde el Trocadero.-1872.-Museum of Art Santa Bárbara, California)

«JANE EYRE» Y CHARLOTTE BRONTË

Reconocía Virginia Woolf  la deuda inevitable con Charlotte Brontë y George Eliot  «porque ellas desvelaron – decía – el secreto de que la sustancia preciosa de que están hechos los libros nos rodea por doquier, en salas y cocinas donde viven mujeres, y se acumula con cada tic del reloj «. El 13 de abril de 1916 Virginia publicó en The Times Literary Supplement un artículo sobre Charlotte Brontë y en él reconocía que «la autora nos ha cogido de la mano, y nos obliga a seguir su camino, nos obliga a ver lo que ella ve, sin dejarnos un instante, sin permitir olvidarnos de ella. Por fín, quedamos totalmente empapados del genio, la vehemencia y la indignación de Charlotte Brontë. Rostros notables, figuras de recia silueta y rasgos retorcidos han destellado ante nuestra vista, al pasar. Pero las hemos visto con la visión de Charlotte Bronté. Cuando ella se va, en vano buscamos estas figuras. Si pensamos en Rochester, tenemos que pensar en Jane Eyre. Pensamos en el páramo y he aquí de nuevo a Jane Eyre. Y si pensamos en la sala de estar incluso, en aquellas «blancas alfombras en las que parecía se hubieran depositado guinaldas de flores«, en aquella «pálida repisa del hogar, de mármol de Paros«, en su vaso de cristal de Bohemia «rojo como el rubí«, y la general combinación de nieve y fuego»…, ¿qué es esto, sino Jane Eyre?. (…) Charlotte Brontë no intenta resolver los problemas del humano vivir, ni siquiera se da cuenta de que tales problemas existan, toda su fuerza, y esta fuerza es mayor, más tremenda, precisamente por ser de objetivo limitado, se centra en la afirmación, «amo», «odio», «sufro«.

Editada hace tiempo en la famosa colección «La Pléiade«, Charlotte Brontë ha sido objeto de numerosos estudios. En el número especial de hace años que «Le Magazine Littéraire» dedicó a las novelistas inglesas – desde Jane Austen a Zadie Smith, pasando por George Eliot, Woolf, Katherine Mansfield, Doris Lesing y otras – se recordaba una vez más que, entre las novelistas inglesas del XlX, las hermanas Brontë expresaban mejor que nadie los paroxismos a los que pueden conducir las tensiones de una sociedad que ofrecía a las mujeres muy pocas perspectivas, y que las sepultaba en frustraciones en donde la salida a veces extremas eran la locura o la muerte. Si la atención a la obra e incluso a la correspondencia epistolar en el caso de Jane Austen han conducido a magníficos trabajos – como el realizado por el excelente crítico italiano Pietro Citati en «El mal absoluto» (Galaxia Gutenberg) -, la fascinación e influencia provocada por Charlotte Brontë en diversos escritores ha llevado a reconocer en alguna importante novelista inglesa actual que fue atrapada en su juventud » sin duda a causa de la inmensa angustia que revelan sus personajes femeninos».

Recrea  Julien Green en su «Suite anglaise» el momento en el que Charlotte publica «Jane Eyre«:» la novela de Charlotte – escribe tenía cualidades tan singulares y difería tanto de cuanto entonces se acostumbraba a leer que al fin llamó la atención del público y al cabo de dos meses todo el mundo la conocía y la discutía. Se intentaba en vano descubrir al autor y nadie dudaba de que éste pudiera ser un hombre. Thackeray la había leído de un tirón: su admiración era tal que la segunda edición le fue dedicada. Los periódicos aparecían llenos de elogios. El editor de Charlotte envió a Haworth todas las críticas de «Jane Eyre«; casi todas eran muy favorables. Ante tal éxito, la muchacha ya no pudo más y quiso comunicar a su padre el gran acontecimiento. El diálogo tuvo lugar así:

– Papá, he escrito un libro.

– ¿Verdaderamente, hija mía?

– Sí. Quiero que lo leas.

– Tengo miedo de que eso no me siente bien para mi pobre vista.

– ¡Pero no es un manuscrito! El libro ya está impreso…

– ¿ Impreso, Charlotte? ¿ Vas a perder sin duda todo tu dinero. ? Cómo puedes hacer que se venda tu libro? Nadie te conoce…

– Pero no. No creo que yo vaya a perder mucho dinero. Déjame que te lea lo que dicen las críticas…».

(Pequeño apunte sobre Brontë en el momento en que se estrena una nueva versión cinematográfica de «Jane Eyre» dirigida por Cary Fukunaga)

(Imágenes:- 1,2 y 3:  Mia Wasikowska en la película «Jane Eyre» de Cary Fukunaga/ 4.-Charlotte Brontë)


¿ESCRIBIRÍA USTED SI JAMÁS PUDIERA PUBLICAR?

«¿ Escribiría usted si fuera rico? ¿Escribiría usted si estuviera solo, por ejemplo, en una isla desierta con mucho papel y toda la tinta del mundo de que tuviera necesidad?. O bien: ¿escribiría usted si sus escritos fueran invariablememte puestos en ridículo? O la última y más insidiosa pregunta: ¿escribiría usted si supiera que jamás podría publicar?«. Estas palabras del escritor francés Julien Green las plantea en su libro «L´homme et son ombre» (Du Seuil) y podrían enlazar con las declaraciones que realizó Pierre Courthion hablando sobre dos pintores: «En una ocasión – dice – hice a Rouault una pregunta que ya le había hecho anteriormente a Matisse: «Si se viera separado de sus semejantes para siempre, condenado a vivir en una isla desierta hasta exhalar su último aliento, y supiera que su arte nunca volvería a ser visto por nadie, ¿continuaría pintando?». La respuesta de Matisse había sido que no. La de Rouault fue la siguiente: «Por supuesto que seguiría pintando; necesitaría de ese diálogo espiritual«.

Instalado con su familia en Versalles en 1912, Rouault da un nuevo paso hacia el asilamiento y reflexiona sobre su arte. «Vamos cada vez más deprisa, ni siquiera tenemos tiempo de suspirar en el momento en el que desaparecemos. El arte en este siglo mecánico ¿no sería un milagro?«.

Diálogo con uno mismo, diálogo con los demás. Como siempre, contemplación. Como siempre, comunicación.

(Imágenes: 1.-Georges Rouault.- nocturno de otoño.- 1952- pintura.aut.org/ Henri Matisse con su gato.-pinteret)

EL MANDARÍN MARAVILLOSO

El mandarín maravilloso de Bela Bartók eleva en su soledad blanca los trazos negros y afilados de pies y manos, los saltos de las sombras, el perfil de la danza, el ritmo y sus desviaciones sincopadas. El mandarín maravilloso bailará entre los ángulos hirientes de la coreografía, entre la geometría de los signos, entre el vuelo violento de las capas, los movimientos del conflicto y el contraluz de muñecas, piernas y brazos. El bailarín maravilloso estará de pronto invadido de colores y alejará y acercará los rostros ante un espejo invisible enmarcado en la gran expresión orquestal.

Sucederá esto en 1919. Casi veinte años después, en 1936, el mandarín maravilloso dará paso a una fantasía sonora, sólida arquitectura de la «Música para cuerda, percusión y celesta«. Arpa, piano, timbales y tantos otros instrumentos se fundirán en unidad extraordinaria y en fascinante y dinámica  disposición. «A  menudo se viaja con él sobre las aguas negras de un río subterráneo – dirá Julien Green en su «Diario» al hablar de esta obra de Bartók -, pero hay también sobre las aguas el resplandor de los fuegos de Bengala y por encima de nuestras cabezas la bóveda de una belleza mágica; también podemos sentirnos en un templo plenamente sonoro con el ruido de los gongs, en medio de una jungla donde la fieras rugieran sordamente en la noche».

«Que mis exequias – dirá Bartók en su proyecto de testamento – se celebren lo más sencillamente posible. Si por casualidad, después de mi muerte, quiere darse mi nombre o erigirse un monumento en mi honor en una plaza pública, he aquí cuáles son mis deseos: en tanto que las plazas de Budapest antiguamente llamadas Plaza Oktogon y Plaza Eorönd lleven los nombres de estos hombres (léase Mussolini e Hitler), en tanto que haya en Hungría una plaza o una calle con esos dos nombres, yo deseo que no haya en el país ninguna calle, ninguna plaza ni un monumento público que lleve mi nombre y que ninguna placa conmemorativa sea colocada en lugar público«.

«Nuestra situación empeora de día en día – escribirá desde Estados Unidos el gran compositor meses antes de morir -. Nunca en mi vida, desde que me gano el pan, me he visto en una situación tan terrible. Mi mujer lo soporta todo heroicamente. Hasta ahora habíamos tenido gratis dos pianos. Pero acabo de recibir el aviso de que se van a llevar uno. Naturalmente, no tenemos dinero para alquilar un segundo piano. Por lo tanto, no tendremos posibilidad de estudiar las obras para dos pianos. Y cada mes recibo un golpe por el estilo. Me rompo la cabeza preguntándome qué me va a ocurrir el mes que viene…».

«Es la hora de la séptima puerta…», le dirá al fin a un visitante el 26 de septiembre de 1945 en el West- Side Hospital de Nueva York.

Allí es donde murió.

(Imágenes: videos.-1.-«El mandarín maravilloso» (1919).-Angers Nantes Opéra Au Theâtre Le Quai/ 2.-«Música para instrumentos de cuerda, percusión y celesta»(1936).-Filarmónica de Berlín, dirigida por Pierre Boulez/ 3.-«Sonata para violín solo»(1944), por Ivry Gitlis)

ESCRIBIR SIN LECTORES

«La lectura de un libro pide perseverancia. La lectura en la pantalla internética mezcla impaciencia e indolencia, dos cosas poco amigas de la perseverancia»- Así lo afirma el escritor Justo Navarro evocando a su vez a Erle Stanley Gardner cuando dice: «cada página empuja al lector a la siguiente: a eso le llamo yo talento».  Y el escritor granadino añade: «El talento en una página web consiste en lo contrario: en retenerte en la página, en quitarte el apremio de saltar a otra».

Viejo tema el de la pantalla y el papel, el de las distintas lecturas, el de las diversas escrituras. En un texto muy interesante de Umberto Eco, «¿Cómo escribo, incluido en «Sobre literatura» (Debolsillo), el autor italiano afirma que «lo bueno del ordenador es que estimula la espontaneidad: escribes de un tirón, deprisa, lo que se te ocurre. Luego, mientras tanto, sabes que puedes corregir y variar», pero hablando de la creación literaria anota enseguida: «no entiendo a los que escriben una novela al año (pueden ser grandísimos, los admiro, pero no los envidio) Lo bueno de escribir una novela no es lo bueno de la transmisión en directo, sino lo bueno de la transmisión en diferido».

Y al final de esos comentarios – hablando del escritor y del lector – se pregunta: «¿escribiría todavía, hoy, si me dijeran que mañana una catástrofe cósmica destruirá el universo, de suerte que nadie podrá leer mañana lo que escribo hoy? En primera instancia la respuesta es no. ¿Por qué escribir si nadie me puede leer? En segunda instancia, la respuesta es si, pero sólo porque abrigo la desesperada esperanza de que, en la catastrofe de las galaxias, pueda sobrevivir alguna estrella, y mañana alguien pueda descifrar mis signos».

Julien Green en «L´homme et son ombre» (Seuil) – como ya he recordado en «El ojo y la palabra» – se interrogaba igualmente: «¿ Escribiría usted si estuviera solo, por ejemplo, en una isla desierta con mucho papel y toda la tinta del mundo de que tuviera necesidad? O bien: ¿escribiría usted si sus escritos fueran invariablenente puestos en ridículo? O la última y más insidiosa pregunta: ¿escribiría usted si supiera que jamás podría publicar?».

Internet parece que resolvería con instantaneidad esta opción útima. ¿ Habría algún lector al otro lado de las teclas? En todo caso, los consejos de Rilke siempre iluminan: «Reconozca – dice en «Trabajo y paciencia« – si usted tendría que morirse si se le privara de escribir. Esto, sobre todo : pregúntese en la hora más silenciosa de su noche, ¿debo escribir? Excave en sí mismo en busca de una respuesta profunda. Y si ésta ha de ser de asentimiento, si usted ha de enfrentarse a esta grave pregunta con un debo enérgico y sencillo, entonces construya su vida según esa necesidad».

(Imágenes:-1.-Cig Harvey.-Real.-2008.-Joel Soroka Gallery.-artnet/2.-la creación.-2000.-Brigitte Scenczi.- f feminine)

EL SENA DE WILLY RONIS

París.-ZZ.-Quai Malaquais, 1953.-por Villy Ronis.-Hackel Bury Fine Art«En la superficie del agua, la niebla ascendía como un vapor; el Sena humeaba, en el cielo negro de la lejanía se divisaba un aire blancuzco y opaco; era como si la oscura noche de otoño fuera sustituida por una noche sobrenatural, tan pálida como negra era la otra, pero impenetrable».

Julien Green

(Hoy ha muerto Willy Ronis, uno de los grandes fotógrafos que retrató París. Hoy también en Mi Siglo he hablado de París y de su fotografía. Imágenes de Willy Ronis recogí hace meses. Vayan estas cortas líneas de Julien Green como pequeño homenaje)

(Imagen: Quai Malaquais, 1953.-por Willy Ronis.-Hackel Bury Fine Art)

EL SILENCIO ANTES DE BACH

El silencio antes de Bach, después de Bach, en el órgano de Bach. La película de Pere Portabella nos lleva desde el vendedor de pianos hasta el violoncelista, desde el camionero hasta el carnicero, desde el librero hasta el mayordomo, nos conduce por los túneles del metro y nos deposita en estancias donde sólo se oye palpar las teclas de la música. «La música – decía Julien Green – dice frecuentemente lo que se debe decir porque dice lo que jamás la palabra ha podido expresar y a través del ruido maravilloso que hace atrae al silencio».
El silencio se alterna con el agua en esta película y el agua deja hundirse en ella la plenitud del piano mientras se deslizan sonatas de Mendelssohn. El silencio anticipa siempre, rodea y envuelve a cualquier creación. Sin el silencio no puede crearse y nosotros «soportamos en rigor el silencio aislado, nuestro propio silencio – recordaba Maeterlinck -; pero el silencio de muchos, el silencio multiplicado, y sobre todo el silencio de una muchedumbre, es un fardo sobrenatural cuyo peso inexplicable temen las almas más fuertes».
«La mayoría de los hombres -seguía diciendo Maeterlinck -no comprenden y no admiten el silencio más que dos o tres veces en la vida. No se atreven a acoger a ese huesped impenetrable sino en circunstancias solemnes. Acordaos del día en que os encontrásteis sin terror en vuestro primer silencio»
Luego el silencio nos sigue hablando, caminamos con él. Son confidencias que no contaremos jamás porque son diálogos íntimos.