JIJONESES DE NAVIDAD

En el amplio ámbito blanco de la tienda, a la que un débil amarillo de lira de petróleo funde aristas y dobleces en un solo plano; como en una atmósfera distinta, sentado, quieto, el joven jijonenco fino recorta su dura figura negra.

Podría creerse su misma nostalgia puesta tras el mostrador de tela, mercadería demente; su mismo ser soñado en soledad por él, triste desde Jijona alegre, junto a su clara mujer suave, en las otoñales noches anteriores que trajeron diciembre. Parece, el melancólico, que no quisiera vender su turrón ni sus almendras, que está allí con aquello por si el que pasa lo quiere commiserar; que esta aquí, en este Madrid frío y solitario, cumpliendo do un rito de Levante.

(Por la Plaza Mayor van y vienen criadas torpes, padres con niños, lentos soldados solos con su sable. Una luna grande y fría entre nubes que han llovido,congrega en su bola el mundo, atrayendo los ojos de aumento, como de astrólogo, con su bella inmensidad definida. Y al entrar y salir en el nublado, todo, contra ella se confunde, en una revolución dolorosa. Se diría que no están las cosas altas en su sitio, ni para lo que, tal vez, están; que todo es, sólo el paraje inútil e ingrato de la tristeza.)

Frente a la tienda alicantina, con su pilón bajo, el agua yerta y reluciente ondula sin cesar, buena, dicen para los nuurastenincos. Ineludible, el reloj amarillo, rojo, y deslucido en la helada luna ardiente, pone en deshora sentimental, con su hora cualquiera, este corral de Madrid…Y el joven jijonés, negro, fijo,como un clavo, alerta a su alma, bajo reloj y luna, el agua pobre, sigue sentado sin ver, ni oír, ni hablar, en el centro de su ancha tienda blanca.

¿Es ahora una dulzaina absorta, una guitarra suspensa? Hay en su mudez aguda no se qué melodiosa plenitud conmovedora. Se pensará, a este son secreto, que lo que venden o no es su vida, que la tiene delante muerta en pedacitos, en caajitas de leve madera. Sí, eso es; parece aquello un velatorio infantil.

Y el jijonenco sigue, hora tras hora, (oh Manet muerto y Picasso vivo alllá en Francia!), en la honda tienda blanca.

Juan Ramón Jiménez— “Jijonenco de Navidad” – 1916. – 20)-“Hombro. Compasivo”

(Imagen – Salvador Dalí)

EL “DUENDE” Y EL “ÁNGEL”

“Federico García Lorca, el cárdeno poeta granadí —- decía Juan Ramón Jiménez—, paisano como yo del duende y del ángel, escribió una preciosa”teoría y juego” del duende, llena por todas partes de chispa duende algo angelista. Hablar o escribir del duende o del. ángel en Andalucía no es ninguna originalidad, es como hablar o escribir de los moros, de la manzanilla, del cante hondo, de los toros, de los gitanos, que todos hablamos de ellos y de otras cosas que no todos ven. Es claro que el duende de Granada no es como el de Sevilla, ni el ángel tampoco. Granada es la montañosa mística escondida, una Santander de Andalucía; Sevilla, Moguer, Cádiz, mi Tartesos del cuerpo y del alma, son mar de tierra abierta, espacio total, ante cuya hermosura los soldados de Napoleón, sobrecogidos al dominarla desde Sierra Morena, y no sabiendo qué hacer, presentaron armas y banderas y redoblaron tambores. Saludaban, sin saberlo, entre otros andaluces, a los garrochistas de Bailén que, sólo 300 con sus 300 caballos y sus 300 garrochas, derrotaron un ejército francés de 30. 000 hombres con cañones y socavaron así el toro colosal de Bonaparte.


Yo me limito hoy a señalar estos entes deliciosos como lenguas de llama, briznas de aire, ondas de arena, inseparables de la mejor poesía como apoyo de una consideración crítica.Pero no hablo del ángel en el sentido azúcenesco melodioso, como Federico García, ni le doy al duende el aire malsano de caño que él le da. Mi duende y mi ángel de mi parte andaluza no tienen categoría de divinos ni de malditos, no son ni malos ni ni buenos. Son, y nadie sabe en qué consiste su ser. Se les quiere y se les mima, y eso basta para ellos, que son un poco egoístas como los gatos.

Parece que el ángel y el duende necesitaran más del mar que otros entes del hombre, que necesitaran siempre del mar, además de la tierra, el aire y el fuego. Que son completos elementales. “La vida sin el mar no se comprende”; yo por lo menos, no la comprendo y todas mis eternidades de las debo a él; el mar es vida sin sueño, siempre abierta; vida sin mar es vida cerrada, poesía cerrada. Por eso los poetas que yo llamó abiertos se dan más en los litorales. El poeta de tierra adentro, que no ve el mar, tiene que “realizarlo” en las cosas y las personas que lo rodean, por síntomas emanadores. Lo materializa en otra experiencia porque ha oído acaso de él y no puede olvidarlo; y no puede olvidarlo, es claro, porque no puede recordarlo. Es un mito imprescindible. Pero el mar no puede pensarse más que en el mar pleno, ni naturalizarse sino como mar eterno; pues, como puede ser manipulado por el hombre, conserva, bajo el espacio elemental, su naturaleza elemental, con el sol o la luna o las estrellas, elementales. Yo he renovado siempre mi poesía cuando estoy en alta mar.”

(Imágenes-1- Granada/ 2- Sorolla- calle de Granada- 1910- museo Sorolla/ 3- Córdoba)