EL FIN DEL VERANO

Estricto, pero infinito.

No acoge este mar  – ¡oh idea

de lo azul!- ningún prurito

que de tan blanco se crea

la desnudez en raudal.

Y oculta en lo azul, la sal.

¡Poder tan ágil, que a solas

con el color restituye

la unidad del mar, que huye

sin cesar bajo las olas!

Jorge Guillén, «Cántico». Aire nuestro.

NADADORAS – OLIMPIADAS (13)

«Acordes al compás,

-Una música suena desde un mármol de orilla –

Los dos grupos de nadadoras

Desenvuelven figuras de salud,

Y como respondiendo al más

Sutil laúd

Posible sobrepasan – de un orden servidoras-

A la nunca sencilla

Naturaleza,

Ignorante del ritmo prodigioso

Donde empieza

-Cuna, taller y coso-

El ímpetu que asciende a esta belleza

Del movimiento exacto.

¡Regocijo del músculo obediente,

Qué gozo en el contacto,

Qué noble libertad por su corriente,

Piel todavía flor,

Carne que ya es amor.

Muchachas que son música en la mano

De nuestra primavera!

Las nadadoras, frente al sumo arcano,

Dirigen la armonía de la Esfera,

Maravillada por el cuerpo humano».

Jorge Guillén: «Nadadoras», en «Maremágnum» (1957)

(Imagen: foto Al Bello.-Getty Images.-The New York Times)

EL RUISEÑOR

El ruiseñor, pavo real

facilísimo del pío,

envía su memorial

sobre la curva del río,

lejos, muy lejos, a un día

parado en su mediodía,

donde un ave carmesí,

cenit de una primavera

redonda, perfecta esfera

no responde nunca: sí.

Jorge Guillén, «Cántico».

LA MAR, EL MAR

¡Mármara, mar, maramar,
confluyan los estribillos!
Los azules se barajan,
cielos comunicativos.
Siento en la piel, en la sangre
-fluye todo el mar conmigo-
una confabulación
indomable de prodigios.
¡Mármara, mar, maramar,
y ser y flotar -y un grito!
Cuando acaba de recitar Jorge Guillén aún sigo contemplando el océano.